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jueves, 31 de octubre de 2013

ESCOMBROS



Una compensación a la ingrata tarea de exámenes de reválida es el poder cambiar impresiones e incluso establecer amistad con los profesores de la Universidad o de otros Institutos, que pasan unos días entre nosotros.

Hace cinco años estuvo precisamente el catedrático de Arte de la Universidad de Madrid, el señor Azcárate y no se perdió rincón de Ciudad Real que pudiera tener algún valor artístico y, naturalmente, le agradó mucho la portada del Convento de las Dominicas, así como su murallón (creo que empleó esta palabra) y que hoy bien pudiéramos llamar “el muro de las lamentaciones”.

Varias noches acompañe a profesores, que vinieron a las “reválidas” a dar paseos por el barrio de la calle de Altagracia, de la del Jacinto y las plazas de Agustín Salido y Santiago, y la verdad es que siempre quedaron satisfechos. La última vez fue el pasado mes de febrero; el presidente del Tribunal, aunque no era catedrático de Arte, sino de Historia del Derecho, tenía gran sensibilidad artística como todas las personas cultas. Con él recorrí mi ruta de Ciudad Real de noche, y quedó entusiasmado del ambiente de la placita del Compás de Santo Domingo, que en aquella serena noche de invierno era aún más grato que en las caliginosas de verano. Después  de pasar por la Plaza de la Purísima Concepción, donde se encuentra el convento de las Franciscas, y por la de Santiago, llegamos a la calle Altagracia y quedó horrorizado cuándo le dije que todo aquello iba a desaparecer, como así ha sido en breve plazo.

No hace muchos días iba hacia el Instituto en un autobús urbano y me pareció como si hubiera algún incendio, mas no se trataba de humo, sino de polvo, y desde la calle Calatrava, por la de Altagracia, vi cómo estaban ya derribando el muro y aquello parecía como una batalla de la Edad Media. Un viejo castillo era arrasado por los invasores. Aunque como madrileño, debería estar bien acostumbrado a tales espectáculos, la verdad es que he procurado no volver a pasar por la calle del Jacinto.

De todos modos, como el mejor antídoto de los disgustos son nuevos, disgustos y preocupaciones, los exámenes me hicieron olvidar aquello, hasta que muy recientemente, al salir del Instituto en el coche de mi compañero don Gerardo, paramos a la puerta prudentemente, pues por la calle Calatrava venían dos camiones muy cargados que avanzaban con lentitud envueltos en una autentica nube de polvo. Cuando doblaron por la Ronda observé que su carga eran escombros y además, muy pronto me di cuenta de dónde procedían.


Realmente nada de valor llevaban, piedras, tierra y polvo, pero tampoco tienen ningún valor los cuerpos humanos muertos, ahora bien, como ocurre con éstos, aquellos escombros, aquellos despojos, suponían una pérdida irreparable. El espíritu que daba aliento y vida a aquel rincón de la calle Altagracia, que estaba allí, que se percibía no se con cuál de nuestros sentidos, había huido para siempre, tampoco sé adónde, y un cuerpo muerto inerte, sin vida, era llevado poco a poco en los camiones. Seguimos tras ellos por la Ronda. Entre el polvo orilló una luz roja y una viró hacia la izquierda perdiéndose entre las obras que se están realizando por allí, y el otro, continuó recto. Ni siquiera aquellos restos iban a volver a la tierra de donde salieron en un mismo lugar. Si, de la tierra salieron aquellas piedras que durante muchos años dieron vida a un paraje con la belleza de una artística construcción y ahora volvían al olvido de una escombrera.

Ciudad Real, 2 de julio de 1970

CARLOS LOPEZ BUSTOS

N. de R.- Las líneas que anteceden de nuestro distinguido colaborador, suponemos causarán fuerte impacto en cuantos vecinos de Ciudad Real tienen su sensibilidad artística a flor de piel. Por lo visto el derrumbe de las Dominicas se ha consumado, aunque creemos se habrá salvado al menos la portada, de acuerdo con el compromiso entre el constructor y el Ayuntamiento, a través de su Delegación de Cultura y su Servicio de Arquitectura. Nos gustaría, cuanto antes, una aclaración al respecto, como le agradará a López Bustos, a Isabel Pérez Valera y a tantos más que están siempre pendientes de conservar el escaso patrimonio artístico de la capital.

Y ya que hemos tocado el tema del viejo convento de las Dominicas, no podemos por menos de censurar, acremente, la forma en que se ha llevado a cabo su demolición, sin el menor respeto a los vecinos de las calles implicadas en él, que han tenido que aguantar auténticos temporales de polvo, cual si soplara por aquellos parajes la tramontana de Cataluña o el simoun del Sahara. Confiemos en que no vuelva a suceder, cuando se produzca una circunstancia análoga.

Artículo publicado en el diario “Lanza” el viernes 3 de julio de 1970, Año XXVIII Nº 8.392 página número 3.


miércoles, 30 de octubre de 2013

LAS DOMINICAS SE MUDAN


Estado en que se encontraba la fachada del monasterio en 1969

Mucho se ha hablado y se ha escrito sobre el caso del Convento de las Madres Dominicas de la calle Altagracia. Nosotros, en esta ocasión no pretendemos romper una lanza por el convento, por la iglesia, por el lienzo histórico, ni por el campanil, ni por la puerta, bellísima por cierto, de la iglesia.

Permítasenos que rompamos una lanza por las propias monjas de la comunidad que viven tan en precario.

A las monjas dominicas de Ciudad Real, un buen día, bueno para ellas, se les presentó la ocasión de “cambiar de piso”. Un constructor avispado vio que lo que ahora es convento, iglesia, huerta conventual y demás dependencias del mismo, se podía convertir, con un poco de imaginación y algunas pesetas, bastantes, en un bloque de casas para los habitantes de la capital que no las tienen en condiciones. Estos constructores no ofrecieron a las hermanas ni una peseta por el convento destinado a ser derruido. En cambio ofrecieron a las dominicas una nueva casa. Un nuevo convento, funcional, confortable pleno de luz, donde podrían tener una huerta, más pequeña pero más práctica. Casi en pleno campo, y muy propicio para la oración a cielo abierto, o para el silencio conventual, tal vez interrumpido tan sólo, por las voces de los pequeños del colegio frontero. Los ruidos de la ciudad llegarían al nuevo convento atenuados por la distancia.

A las monjas, ¿quién dice que no? les iba a costar mucho abandonar el viejo caserón de Altagracia. Han sido muchos años musitando sus rezos por las galerías intrincadas, por aquellas mil y una habitaciones que existen en él. Pero ¿quién desperdiciaba tan estupenda ocasión de quitarse del peligro de morir aplastadas, sin que nadie, absolutamente, se enterara… o apenas sabiéndolo  tras cuatro líneas del suceso publicado en los periódicos.

Se aceptó. No intervino nadie en la operación. Nadie excepto las autoridades de la Orden, las eclesiásticas  y poco más.

Pero la cosa trascendió y los amigos de lo antiguo –entre los que nos contamos- pusimos el grito en el cielo. ¿Cómo se iba a derruir, para convertirlo en un bloque de viviendas-, algo así como un avispero gigantesco, uno de los edificios más históricos de la ciudad? ¿Cómo, esa obra de arte en arquitectura se iba a venir abajo porque a unas cuantas monjas se les ocurriera cambiar de aires…?

Nosotros mismos teníamos previsto hacer una encuesta con el fin de pulsar la opinión pública sobre el particular.

Columnas de piedra del claustro a las que hace alusión el artículo y de las que dice se deberían conservar

Sin perjuicio de sostener que lo salvable de ese edificio debe ser salvado por las autoridades, declaramos aquí, sin rodeos de ninguna clase, que el convento se está hundiendo, todo él. Que en la iglesia no hay culto ya, desde hace tiempo, porque se viene abajo, que ha tenido que ser desmantelada. Que el campanil se está cayendo, que las monjas se han reducido a la mínima expresión de la casa y aún temen ser aplastadas cualquier día.

Hemos subido por la angosta escalera que conduce a la bóveda de la iglesia y hemos temido por nuestra integridad física, pero el ánimo que nos daba la priora, hacía que disimuláramos nuestro miedo. Nos hemos encaramado al campanil, que por cierto recibió un duro golpe la noche del famoso terremoto y, desde allí, hemos visto cochambre, mucha cochambre. Tejas podridas, vigas, tirantes y cuñas, hechas polvo por el paso del tiempo y por un abandono casi ancestral. Hemos comprobado muros abombados, grietas enormes, paredes de tierra, que esperan la mala idea de alguno que las derribe. Hemos visto humedad por todas partes. Hemos palpado, en fin, inseguridad en todo el edificio.

Parece ser que el caserón este ha tenido mala suerte. En 1903 se registró un hundimiento. Posteriormente ha recibido también algunos vaivenes. Fue refugio de los que huían, durante la guerra, de las zonas que iban ganando los “nacionales”, con el consiguiente mal trato que se da a lo recibido de regalo. En fin el edificio todo, es una ruina.

No nos hemos parado a reparar el valor de algunos artesonados que hay en la finca. Lo que sí hemos comprobado es que algunos de ellos están carcomidos y amenazan caerse. El claustro, tapado con yeso y cal, se adivina de poco valor, pero esto sí que se podía conservar, porque es de piedra. Esto, el lienzo de pared de lo que fue antigua iglesia y su puerta, no solamente pensamos que se podía conservar, sino que decimos que debe conservarse.

Las monjas, que por cierto, no saben dónde meterse para obtener con qué pagar el nuevo mobiliario que, indudablemente, les hace falta en el convento a estrenar, no dicen nada. Ni nada responden a nuestras insistentes preguntas sobre el caso del famoso convento.

A ellas, a la Orden, les fue regalado el viejo edificio. Les ha servido durante muchos años como casa comunal. Y ahora se van a un convento de nueva, sin ser revolucionaria, concepción. Ellas saldrán ganando.

Pero ¿habrá quien les eche una mano para el ajuar de la nueva casa?

No crea, tenemos ahorradas 10.000 pesetas…

Nuestra risa retumbó en las soledades del viejo caserón… ¡10.000 pesetas!

Sabemos que las dominicas se han distinguido siempre por su austeridad. Por su generosa falta de apetencias mundanas. Además, la comunidad se compone de 18 monjas. Pocas, realmente. Y como se conforman con poco… ¡Pero, 10.000 pts… !

La priora, que no es vieja, ni mucho menos, se queda mirándonos como sin comprender nuestra risa irónica.

La madre María Luisa, cuarenta y tantos años en el convento, tampoco se explica nuestra actitud.

La madre María, medio siglo en la casa, también nos mira.

Al fin, comprendemos su seguridad, nacida de la fe. Dios proveerá. Naturalmente. Pero si, además de Dios, nosotros, los de aquí abajo echamos una mano a estas monjitas maravillosas mejor que mejor ¿no les parece? Por cierto, en la iglesia del nuevo convento, hay que poner bancos. Por lo del culto ¿Ah ya! las 10.000 pesetas.

Artículo publicado en el diario “Lanza” el viernes 18 de abril de 1969, Año XXVII Nº 7.207 página número 16. El artículo esta firmado por el periodista Emilio Arjona

El monasterio en 1969 a punto de comenzar su demolición 

martes, 29 de octubre de 2013

EL MURO DE LA CALLE DE ALTAGRACIA



Continuando mis entradas con lo relacionado con la demolición del  antiguo Monasterio de las Madres Dominicas, hoy reproduzco el artículo publicado el jueves 30 de enero de 1969, en el diario Lanza en su página 9, por el profesor y farmacéutico Carlos López Bustos, titulado: “EL MURO DE LA CALLE DE ALTAGRACIA”, en el cual resaltaba el viejo sabor del barrio de Santiago con sus añejas edificaciones, y pedía se conservara la puerta del monasterio.

Alguien que también siente un gran afecto hacia su adoptiva patria chica, hacia Ciudad Real, me llamó por teléfono para decirme, casi angustiosamente, que  iba a ser derribada muy pronto la iglesia de un viejo convento de esta población. La verdad es que nada podíamos hacer para evitarlo, y además, en lo que a mí se refiere, como madrileño estoy ya muy acostumbrado a esta clase de disgustos.

Decía el escritor Cansinos Assens que él por haber nacido en una ciudad que databa del tiempo de los fenicios, se podía reír de su amigo el poeta madrileño Emilio Carrere, cuando le oía hablar de los que él llamaba “arqueología madrileña”, y no sin cierto desprecio añadía además, que las antigüedades de Madrid a lo sumo dos siglos de edad. Así es en efecto, en Madrid son pocos los edificios verdaderamente antiguos con mérito artístico e histórico, pero sí, en cambio muchas de sus calles, de sus avenidas y plazas, y hasta barrios enteros, tenían algunos, un estilo propio de gran belleza y carácter. Tal ocurría con el suntuoso paseo de la Castellana, en el cual se alineaban, casi sin interrupción, palacetes que, sin ser obras de arte, en su conjunto, hacían del mismo algo verdaderamente sin par. Ahora sigue el paseo, tal vez esté más cuidado; pero, sin sus antiguas edificaciones, ha perdido su esencia propia, y valga la comparación, es algo así como un “café descafeinado”.

En Ciudad Real no hay casi monumentos de verdadero mérito, y además los pocos que lo tienen, no son demasiado apreciados y a veces desde muy lejos no han de recordar su valor, como ocurrió con la Iglesia de San Pedro  hace algunos meses, que mereció un articulo acompañado de una fotografía en un periódico de Barcelona. Por otra parte, si hay barrios y rincones que conservan intacto su viejo estilo, y que a mi juicio deberían respetarse, claro es que antigüedad no significa suciedad, abandono y descuido.

El muro del monasterio de las dominicas visto por la calle Jacinto en los años cincuenta del pasado siglo XX, donde podemos ver la arquitectura popular que entonces tenía el viejo barrio de Santiago

Tal vez la zona urbana de más rancia solera sean los alrededores de la Plaza de Santiago, que a decir de personas que visitan nuestra ciudad, recuerda, en su aspecto nocturno, al barrio viejo de Cáceres. No es sin embargo sólo por la noche cuando aquellos rincones adquieren un especial encanto; tal vez sea mayor el de sus atardeceres en los días nubosos o de lluvia, cuando el cielo se puebla de nubarrones cuyo color va cambiando, a medida que los iluminan los últimos rayos del sol que se hunde en el horizonte; del rojo violáceo al azul y por fin el negro, y bajo sus sombras la vejez de los edificios del barrio parece armonizar bellamente. Muchas veces, si mi salida del Instituto coincide con la hora del crepúsculo y a poniente, al fondo de la calle de Calatrava, se divisa un esplendido horizonte rojizo, y hacia levante, una extraña luminosidad se derrama por el campo; en lugar de seguir por dicha calle, y aún a costa de andar un poco más, tomo la de Jacinto para recorrer aquellos parajes, precisamente en momento que adquieren su mayor encanto.

Aparte de esto, recuerdo la autorizada opinión de un Catedrático de Arte que hablando de Ciudad Real cuando por motivos profesionales la visitó por primera vez, al referirse a la Catedral dijo que, si bien arquitectónicamente carecía de valor, había en la misma cuadros de indiscutible merito, y luego, al hacer como un recuento de los motivos artísticos que más le habían gustado en esta ciudad, hizo mención de la portada del convento de las Dominicas.

Sobre dicha portada no cabe la disculpa, para justificar su desaparición, de que su mérito artístico no sea muy grande, pues en la vida no solo cuenta lo mejor, y además, también conviene escuchar los dictados del corazón, que si no entiende tanto de arte científico como la cabeza, tal vez entienda más en los que se refiere a la verdadera belleza de las cosas porque lo humilde, lo que no es ostentoso, ya tiene por si solo un gran valor.

Naturalmente es imposible evitar ya su derribo, pues median intereses de personas, que además, no son responsables del asunto. Por este motivo, sólo me atrevo a insinuar que podrían conservarse el muro y la portada trasladándolos a otro lugar donde se lucieran. No es la primera vez que han acometido obras semejantes; recuerdo cómo en León me extraño la presencia, en pleno barrio del ensanche, de una vieja iglesia perfectamente alineada con la calle, y aún fue más mi extrañeza al trasponer la puerta y encontrarme con su interior totalmente moderno. El arquitecto que proyectó la nueva Iglesia Parroquial de San Juan del Renuevo, había tenido la buena idea de colocar como portada de la misma, la del viejo monasterio de San Pedro de Eslonza.

Para terminar, quisiera sugerir que, al menos, las piedras humildes pero nobles de la portada del convento no fueran a servir para rellenar baches en los caminos, y esto me trae a la memoria el gesto, que nos relata Palacio Valdés, de aquel pobre hidalgo de “Rodillero” que no quiso que el escudo de armas de la puerta de su casa solariega, al ser vendida ésta, siguiera campeando sobre la puerta de una fábrica de escabeche, y ayudado por su amigo, el marinero José, lo sepultan solemnemente en las profundidades del mar.

La portada de las dominicas que se pedía se conservara. ¿Qué  sería de la vieja puerta de madera del siglo XV con sus añejos clavos de forja?

lunes, 28 de octubre de 2013

EL VIEJO CONVENTO DE LAS DOMINICAS



Cuando se conoció en la sociedad ciudadrealeña, que el viejo monasterio de las Madres Dominicas iba ser demolido, escribieron en la prensa local, entonces solo se publicaba el diario Lanza en nuestra ciudad, una serie de personas que reclamaban que este antiguo monasterio no fuera demolido y se destinara tras su restauración a fines culturales y turísticos.

El jueves 27 de febrero de 1969 el diario Lanza publicaba en la página 5, en su sección “Ciudad Real, actualidad”, un artículo firmado por Tomas Fernández que llevaba como título “El viejo convento de las dominicas” en el cual decía lo siguiente:

D. Julián Alonso y don Emilio Bernabeu, siempre fueron dos infatigables adalides en pro de los escasos vestigios históricos, monumentales, o típicos de la ciudad. Luchaban ellos, y se afanaban hasta límites exhaustivos, por salvar cualquier edificio que creyeran pudiera tener algún valor artístico. O simplemente bastaba que la valía de lo que intentaban salvar, fuese evocativo o sentimental, por ejemplo: “La casa de la Torrecilla”. Siempre, o casi siempre, sus esfuerzos resultaban vanos. Era como machacar en hierro frio. Sus desvelos, sus continuas “peroratas”, eran inútiles. Ellos como dos nuevos caballeros andantes, siempre pluma en ristre, eran incomprendidos… Y la piqueta demoledora continuaba su marcha ascendente.

El bueno de don Julián, solía decir “que la ciudad perdía su alma, al perder su carácter, convirtiéndose en una ciudad “estándar” sin su personalidad singular”.


D. Emilio, nos deleitaba contándonos añejas historias sobre judíos conversos. Historias del barrio de la Morería, de su mezquita en la calle del Alamillo, de la aljama y sinagoga del Compás de Santo Domingo. Aventuras y desventuras de la desgraciada raza perseguida.

Narraba con nostalgia, la desaparición de siete de las ocho puertas de piedra y casi cinco kilómetros de murallas, que circundaban la ciudad. Sólo se salvo del vandalismo, la hermosa puerta de Toledo, y ésta por casualidad. Los ediles de principio de siglo, privaron a los ciudadrrealeños de su principal acervo histórico, destruyendo las murallas que mandara edificar el buen rey Alfonso X el Sabio, y que hoy serian un motivo turístico e histórico de excepcional importancia.

Nos hablaban los ilustres cronistas del Alcázar desaparecido, de casas solariegas orladas de escudos nobiliarios, por ejemplo, casa de los Cocas, de los Muñoz, de los Maldonado, Forcallos, etc. De las arcadas y columnas de piedra de la Plaza Mayor. Error éste qué hoy se quiere rectificar, dejando la plaza tal y como estaba antaño. De iglesias más o menos artísticas derruidas, Santo Domingo, San Francisco, iglesia del Carmen y San Juan de Dios.

Hoy si vivieran llorarían de rabia e impotencia, como muchos buenos ciudarrealeños, la inminente desaparición de uno de sus edificios más característicos y singulares: El viejo y secular “Monasterio de Nuestra Señora de la Alta Gracia”, tan vinculado a la historia de la ciudad y construido a principios del siglo XV. Cinco siglos de existencia son muchos años; si carece de valor artístico, al menos lo tendrá arqueológico.

Ha llovido mucho, desde entonces para que la incuria, la apatía o el desinterés de los que puedan evitarlo, no lo eviten. Por encima de fríos calculados intereses materiales, está el interés del pueblo manchego, en salvaguardar algo tan entrañable como es el viejo convento de las monjas dominicas, tan ligado a los avatares de la ciudad. Tengamos en cuenta que entonces Ciudad Real tendría escasamente dos siglos de existencia y es casi uno de los pocos testigos mudos que quedan de su fundación.

Ignoro el valor arquitectónico que pueda tener el cenobio, o si tiene este estilo, o el otro. En el año 1937 cuando el viejo convento era refugio de tanta gente desplazada de sus hogares por la guerra, franqueé sus vetustos muros. Me llamó mucho la atención uno de sus patios con columnas y arcos de ladrillo, que a mí me parecieron mudéjares. También vi otro patio con columnas de piedra y escudos del mismo material, tipo renacentista. Artesonados de madera se veían por doquier; según don Hermenegildo Gómez son del siglo XVI. Por fuera el viejo convento todos sabemos cómo es, se asemeja a una vieja fortaleza medieval de ladrillo y piedra. Se destaca el mirador o celosía que a mí me parecen son de estilo mudéjar, un magnífico rosetón de igual estilo, el ábside de la iglesia y la airosa espadaña, sus ventanales tapiados y la portada renacentista. También son dignos de destacar los remates de los contrafuertes.

La capital anhela un parador de turismo. Los técnicos del Ministerio, transforman estos viejos edificios, haciendo en ellos verdaderas filigranas. En Mérida tenemos al ejemplo en el humilde convento de la Merced, convertido en un magnifico Parador. En Guadalajara existe un hotel en una vieja iglesia adaptada a tal fin. Ciudad Real podía buscar una solución parecida, convirtiendo el viejo caserón en un parador turístico del cual nos sentiríamos orgullosos y al mismo tiempo habríamos salvado algo tan entrañablemente nuestro.


domingo, 27 de octubre de 2013

EL VIEJO MONASTERIO DE LAS DOMINICAS DE LA CALLE ALTAGRACIA


El desaparecido monasterio ciudadrealeño de Dominicas de Alta Gracia 

UN POCO DE SU HISTORIA

La construcción de un Monasterio de Dominicas en Ciudad Real, se remonta a 1435 en el reinado de Juan II y respondió al interés de una familia influyente local, la formada por el abogado de los Reales Concejos don Alfonso Pérez de Ledesma y doña Mencía Alonso de Villaquirán, que a través de una disposición testamentaria dispuso que la casa de su morada se dedicara a levantar un convento de dominicas bajo la advocación de Nuestra Señora de Alta Gracia. Asimismo, Doña Mencía, mandó ser enterrada con el  hábito de monja y trasladado su cuerpo al monasterio donde fue sepultado en lugar destacado.

El monasterio ocupaba parte de las calles Jacinto, Altagracia, Estrella y Luz

Este Monasterio se construyó por el agrupamiento de las casas que componía la manzana de las calles llamadas de Jacinto, Altagracia, Estrella y Luz. Enseguida contó con el apoyo de las familias nobles de Ciudad Real, lo que hizo que a lo largo de los siglos se convirtiera en el más rico por el patrimonio que llego a tener, con mucha diferencia en relación a los existentes en Ciudad Real.

Los muros de su iglesia tenia altos y redondos contrafuertes

También este antiguo monasterio llego albergar entre sus muros a una gran cantidad de monjas, y sabemos por el censo de la Corona de Castilla de 1591, que en el habitaban  50 dominicas. Debido a esa cantidad de monjas que lo llegó a morar, de el partieron religiosas para fundar otros monasterios en el territorio español. En 1576 salieron de este monasterio y llegarón a Huéscar Sor Beatriz Carrillo acompañada de varias monjas, fundando en esta localidad un nuevo monasterio que aun existe.

Parte del monasterio que daba a la calle Jacinto

En el siglo XVI había en Ciudad Real la costumbre entre familias nobles de casa solariega y ricos hacendados, de visitar, en ciertos días de la semana y mediada la tarde, a las comunidades religiosas de la ciudad, siendo uno de los más visitados el de las Dominicas, donde eran famosos sus bizcochos de soletilla que ofrecían las monjas a sus visitantes.

Entre sus muros destacaba un mirador con celosía

Varias son las Dominicas que figuran como esclavas recibidas el 8 de octubre de 1633, en la “Esclavitud de la Madre de Dios de la Virgen del Prado”, siendo estas: Doña Constanza Bermúdez Domingo, su hermana Doña Francisca, Doña Isabel Loaysa, Doña maría de Viera, Doña Catalina S. Bernardo, Doña María Manuel, Doña Catalina Santa Ana y Doña María de Cristo…

Rosetón que había debajo del  mirador y que daba luz a la iglesia

Por el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1751, sabemos que en aquella fecha la comunidad monástica estaba formada por 17 monjas y su patrimonio urbano estaba formado por una renta de 1.267 reales, valor de 12 casas que suman una superficie de 3.919 varas; seis situadas en San Pedro, cuatro de ellas de comercio, distribuidas en la Plaza Pública, Cuchillería y Feria; las otras dos en cada uno de los barrios restantes y cuatro de campo.

Muros conventuales que protegían el conjunto monástico

En cuanto a la propiedad rustica, el Monasterio era propietario de 680 hectáreas de tierra en el término municipal de Ciudad Real, y del molino harinero de “La Fuente de doña Olalla” que producía doscientas fanegas de trigo.

Otra fotografía de los muros de la calle Altagracia que rodeaban el monasterio

Pero de toda esta riqueza con la que contó el monasterio, fue desamortizado en 1836 durante la llamada desamortización de Mendizábal. Se puso a la venta todo su patrimonio a excepción de dos fincas de solo 53 áreas y 48 centiáreas. Se subastaron 21 fincas con una notoria extensión (591 Has.)  de apreciable valor (309.766 reales) y el molino harinero.

Exterior del ábside de la iglesia visto desde el exterior del monasterio

A finales del siglo XIX, según la “Guía de Ciudad Real” de Domingo Clemente, en la iglesia del monasterio tenían lugar los ejercicios que la Congregación del Dulce Nombre de Jesús y la del Rosario celebraban, la primera el primer domingo y la otra el segundo de todos los meses. También se dice en la guía que se celebraban funciones a Santo Domingo Guzmán el 4 de Agosto; a San Joaquín el domingo infraoctavo de la Asunción; a San Vicente Ferrer; a María Santísima en su Asunción, y el primer domingo de Octubre a la Virgen del Rosario, cuya imagen era sacada en procesión por su Congregación ese mismo día por varias calles de la ciudad.

Otra vista del ábside de la iglesia desde el interior del monasterio

El 2 de febrero de 1903 se produjo un hundimiento en el monasterio, provocado inicialmente por la caída de una cornisa, que acabó con la vida a una monja e hirió a otras dos.

La parte monástica vista desde su interior

La comunidad estaba formada en 1935 por 24 monjas profesas y una novicia, siendo la priora la Madre Sor Julia de Jesús, que en el mundo se llamó Sofía Sánchez Cortés. Al iniciarse la Guerra Civil Española en 1936, las monjas fueron expulsadas de su monasterio por los republicanos, destrozando estos las imágenes que recibían culto en el y entre sus muros fue instalada una checa, que sirvió de prisión para los que iban a ser asesinados. También fue refugio de los que huían durante la Guerra Civil de las zonas que ocupaba el ejército del General Franco.

El monasterio también tenía un gran huerto

Al término de la Guerra Civil en 1939, el monasterio se encontraba en un estado lamentable, pero fue ocupado de nuevo por las Madres Dominicas que volvieron a la clausura de sus muros. Pero estos se fueron deteriorando con el paso de los años y en 1964 la madre priora comunicó al obispo y al Delegado de la Vivienda el mal estado en que se encontraba el monasterio. Al año siguiente, dos monjas tuvieron que abandonar sus celdas por el peligro de derrumbe de las cubiertas que había en ellas.

El monasterio tenía dos patios, siendo el más artístico este de la fotografía

Las autoridades eclesiásticas y civiles de aquellos años en nuestra ciudad, recomendaron a las monjas edificar otro convento de nueva planta porque, según los técnicos de le época, “gastar dinero en éste era totalmente inútil”. En 1968 se cerró la iglesia a los fieles y fue declarada en estado de ruina. Ese mismo año comenzaba a construirse el nuevo convento que, finalmente, fue inaugurado el 7 de octubre de 1969. Tras abandonar las Dominicas su histórico monasterio, y a pesar de ser uno de los edificios religiosos más bellos del siglo XV, fue derruido en la década de los  años 70 albergando en su solar numerosos bloques de viviendas surgidos en la época.

El patio tenía en el centro un pozo de hierro forjado

UN POCO DEL ARTE QUE GUARDABAN SUS MUROS

La construcción del monasterio se realizó en el siglo XV, estando sus muros realizados con piedra y ladrillo donde destacaba un mirador con celosía y su iglesia con altos y redondos contrafuertes que le daban una artística apariencia. La puerta de acceso a la iglesia estaba blasonada con el escudo de la orden,  y coronada por la imagen de la Virgen con el Niño Jesús franqueados a ambos lados por dos animales.

Tenía arcos de semicirculares de ladrillo

El interior de la iglesia albergaba una buena colección de pinturas de interés y el monasterio contaba con dos patios, uno de ellos era cuadrado con columnas de piedra tallado en sus capiteles con el escudo de la orden y el del fundador del monasterio. También varias dependencias contaban con artesanados como la escalera y el refectorio que eran del siglo XVI y cerámicas con imágenes de Santos de la orden de gran antigüedad.

Los arcos eran sujetados por columnas de piedra 

Las columnas tenían tallados sus capiteles con el escudo de la orden 

Otras columnas tenían tallados el escudo de armas de sus fundadores

Muchas dependencias tenían artesonados de madera del siglo XVI

Galería superior del monasterio

Puerta de entrada al refectorio

El mirador del monasterio visto desde su interior

La iglesia contaba con un retablo dedicado a la Virgen del Rosario

Altar mayor de la iglesia tras la Guerra Civil Española

El paso de la Virgen de la Esperanza en el interior de la iglesia. El paso de la Virgen de la Esperanza se montó en este templo desde 1954 hasta 1967

El monasterio fue derruido en 1970

sábado, 26 de octubre de 2013

HOY ABANDONAN EL MONASTERIO DE ALTA GRACIA LAS MADRES DOMINICAS DE CIUDAD REAL, PONIENDO FIN A 578 AÑOS DE PRESENCIA EN NUESTRA CIUDAD


Monasterio de Nuestra Señora de Alta Gracia de las Madres Dominicas

Hoy sábado 26 de octubre, las cuatro monjas dominicas del Monasterio de Nuestra Señora de Alta Gracia situado en la calle San Martín de Porres, abandonan Ciudad Real con destino al Monasterio de Santa María de Gracia de Córdoba, perteneciente a la Federación de Nuestra Señora del Rosario. Con la clausura de este monasterio, se ponen fin a 578 años de presencia en nuestra ciudad de estas monjas dedicadas a la oración contemplativa, de los cuales 534 años los pasaron en su antiguo convento de la calle Altagracia y 44 años en el que ahora clausuran.

Las razones que ha llevado a la orden a tomar esta decisión es la falta de vocaciones en este monasterio de nuestra ciudad, y la necesidad que tienen de recibir cuidados debido a su avanzada edad, tres de las cuatro hermanas que formaban la comunidad monástica. La edad de las cuatro últimas monjas que han habitado el monasterio, oscilaba entre los 89 años la más mayor, seguida de otras dos con 88 y 83 años y la más joven con 46 años. El nombre de estas últimas monjas dominicas que han habitado el monasterio, ha sido el de la madre Priora Sor Dominica Padilla, Sor Trinidad, Sor Anunciación -las tres mayores de ochenta años-, y Sor Conchi la más joven.

Sor Trinidad una de las cuatro últimas monjas dominicas que han habitado el monasterio ciudadrealeño

Las dominicas antes de clausurar el monasterio ciudadrealeño, han barajado varias posibilidades, entre ellas que las cuatro monjas de monasterio de las dominicas de la Solana, se vinieran al de Ciudad Real al no contar con huerta el de este pueblo. Pero ante la negativa de estas monjas de cerrar su monasterio solanero, la comunidad ciudadrealeña decidió cerrar el suyo y marcharse al de Córdoba.

Una vez realizada la mudanza de todas sus propiedades al monasterio de Córdoba, y tras conseguir el permiso necesario para exhumar los restos de las monjas enterradas en el pequeño cementerio del monasterio y su traslado al de Córdoba, las cuatro últimas dominicas ciudadrealeñas han cerrado hoy su monasterio.

La misa de despedida de las dominicas de nuestra ciudad, se realizó el pasado sábado 19 de octubre y fue oficiada por el Obispo-Prior, D. Antonio Algora Hernando. También han sido despedidas oficialmente por la Alcaldesa de nuestra ciudad, Dª Rosa Romero Sánchez, el pasado jueves día 24. Rosa Romero ha querido que se lleven un recuerdo de la que ha sido su casa desde 1435, año que llegaron a la capital. ‎La alcaldesa les ha hecho entrega de un cuadro con una réplica de la Puerta de Toledo, ‘para que siempre recuerden y tengan muy presente a una ciudad que las quiere, las admira y respeta y que nunca las olvidará’.

La Alcaldesa de Ciudad Real el pasado jueves día 24

Aunque las madres dominicas se han llevado todos sus bienes a Córdoba, han dejado abierta al culto su iglesia con todas las imágenes que se veneran en ella, ya que actualmente la iglesia conventual también es sede de la Parroquia de San Juan Bautista de nuestra ciudad. Hasta que se termine de construir su nuevo templo proyectado desde 1991 en los terrenos de la barriada de la  granja, y que tiene con una inversión inicial de 800.000 euros, la iglesia del ya desaparecido Monasterio de los Dominicas será su sede. Cuando la nueva parroquia sea abierta al culto, el obispado decidirá a que fines se destina este complejo monástico, ya que es el dueño del mismo.

A partir de hoy el culto en la iglesia ha quedado de la siguiente manera:

El jueves 31 de octubre a las 19:30 horas, el viernes 1 de noviembre a las 9 de la mañana, el sábado 2 de noviembre a las 18:30 horas y el domingo 3 de noviembre, festividad de San Martín de Porres, no habrá misa a las 9 de la mañana y si a las 13:00 horas para los trabajadores del servicio municipal de limpieza y a las 18:30 horas.

La celebración de la Santa Misa a partir del 4 de noviembre, será a las 18:30 horas todos los miércoles en horario de invierno, los sábados y vísperas de fiesta también a las 18:30 horas y los domingos  y fiestas de precepto a  las 9 de la mañana.

Todos los miércoles del año la iglesia permanecerá abierta de 9 a 14:00 horas y de 16:00 a 19:00 horas en invierno.

Estampa que se entregó el pasado día 19 en la misa de despedida de las Madres Dominicas