Álvar
Gómez de Ciudad Real tiene una calle dedicada en nuestra ciudad
Álvar Gómez de Ciudad Real (el Viejo),
fue un ciudadrealeño que llego a ser secretario y administrador de los Reyes de
Castilla y León Juan II y Enrique IV que vivió en los dos últimos tercios del
siglo XV, abuelo del humanista, poeta y traductor Álvar Gómez de Ciudad Real,
el Joven.
Según el cronista Diego Enríquez del
Castillo (Segovia, 1443 - id., d. 1503) (1) era "de baxa sangre, que de su linage no conviene
hacer memoria", esto es, de origen judeoconverso. No muy distinto
juicio ofrece el opuesto historiador Alfonso de Palencia:
Cierto Álvar García de Villarreal,
hombre ignorante, necio, de oscuro origen y bajas inclinaciones, y a quien por
esto mismo nombró su secretario apenas subió al trono, cual si el cargo y su
ejercicio correspondieran de derecho a persona imperita, oscura y de costumbres
relajadas.(2)
Obtuvo el favor del rey Enrique gracias
a la mediación de Juan Pacheco, marqués de Villena. En la Corte consiguió
mejorar sus rentas: obtuvo el señorío de Maqueda y compró San Silvestre y Torrejón
de Velasco. Además obtuvo del rey una ejecutoria de hidalguía para fundar
mayorazgo, aunque, fiel al marqués de Villena, empezó ya a intrigar en secreto
durante una embajada que le dieron ante el rey de Francia contra Enrique IV y
servía de confidente al grupo de nobles que encabezaba la revuelta para elevar
al trono al infante Alfonso obligando a abdicar al deshonroso Enrique IV; el
rey terminó enterándose, sin embargo, y mandó al contador mayor, un converso
llamado Pedro Arias Dávila, sitiar Torrejón de Velasco y tomarlo para sí. No
por ello dejó de seguir apoyando a Alfonso, y participó en la llamada Farsa de
Ávila (1465). La rebelión fracasó y Enrique IV ordenó confiscar sus bienes y
sitiar Maqueda. Pero el obispo de Sigüenza Pedro González de Mendoza, futuro
arzobispo de Toledo, instigado por el marqués de Villena Juan Pacheco,
consiguió un trueque de tierras por medio del cual Álvar Gómez se quedó con
algunas que tenía el obispo en Guadalajara (Yélamos, Pioz, Atanzón y El Pozo)
para fundar su propio mayorazgo. Entre tanto Álvar Gómez se había hecho
eventualmente alcalde mayor de Toledo (1467) al capitanear una revuelta de
conversos, y para cerrar este trato renunció también a este cargo.
Tuvo de su esposa Catalina dos hijos:
Pedro, primogénito, y Alfonso, fraile franciscano, como segundón, y cuatro
hijas legales y una natural, que fue reconocida, aunque la última, en la
fundación del mayorazgo.
(1) D. Enríquez del
Castillo, Crónica de don Enrique el Cuarto de este nombre, por su capellán y
cronista.
(2) Traducción de
Antonio Paz y Meliá de la crónica latina de Alfonso Fernández de Palencia Gesta
Hispaniensia ex annalibus suorum diebus colligendis, Madrid, 1904, t. I, p. 167.
El anterior personaje fue el natural de
Ciudad Real y no hay que confundirlo con su nieto también llamado Álvar Gómez
de Ciudad Real, el Joven, tercer señor de Pioz, (Guadalajara, 1488 - 1538) que
fue un poeta en latín del Renacimiento español. Hijo de Pedro Gómez, segundo
señor de Pioz (Guadalajara), y nieto del conocido secretario y contador de Juan
II y de Enrique IV del mismo nombre (Álvar Gómez de Ciudad Real, el Viejo).
Sucedió a su padre en el señorío y fue gentilhombre de los Reyes Católicos.
Estuvo al servicio del Duque del Infantado y luchó en la batalla de Pavía junto
a los Mendoza, donde fue herido, y en otras batallas en Italia, distinguiéndose
además como intelectual de ideas erasmistas. En efecto, acompañó a Carlos V en
su viaje a los Países Bajos entre 1520 y 1522. Estuvo presente en la coronación
del Emperador en Bolonia (1530) en el séquito del Duque del Infantado. Fue un
excelente escritor, pero un pésimo administrador, obligando con ello a sus
descendientes a poseer únicamente Pioz y Atanzón. Dicha propiedad cesaría hacia
el año 1619 por morir sin sucesores.
Destacó como poeta latino, hasta el
punto de que Antonio de Nebrija lo llamó "Virgilio cristiano" como si
fuese un nuevo Juvenco. En efecto, su obra entra de lleno en la llamada épica
religiosa, en la línea de aquellos versificadores de las Sagradas Escrituras
como el citado Juvenco, Sedulio, Draconcio o Arátor durante los primeros siglos
del Cristianismo.
En su Talichristia narró en veinticinco
libros y más de dieciséis mil hexámetros el misterio de la Redención,
inspirándose quizá en poemas parecidos del Renacimiento como el De partu
Virginis de Jacopo Sannazaro; se publicó en Alcalá de Henares en 1522 con una
dedicatoria a Adriano VI.
No menos imponente es su Musa Paulina,
una versificación del epistolario de San Pablo en dísticos elegíacos, dedicada
a otro papa, Clemente VII (Alcalá, 1529). En ella es patente la huella de
Ovidio. También en verso latino publicó los De Solomonis proverbiis (Basilea,
1538) y los Septem Psalmi Penitentiales.
Carácter no religioso tiene su epopeya
acerca del Toisón de Oro De militia principis Burgundi, quam Velleris Aurei
vocant, ("La Orden de caballeros del príncipe de Borgoña que llaman del
Toisón de Oro") dedicada a Carlos V, compuesta alrededor de 1519 y
publicada póstuma (Toledo, 1540), que mereció el elogio de Erasmo en un poema
prologal que le compuso. El propósito de esta obra es glorificar a la Orden del
Toisón de Oro y a su nuevo soberano, a su vez nuevo rey de España, Carlos I. El
poeta vincula el nacimiento de la Orden a la historia del vellocino del héroe
bíblico Gedeón, prefiriendo, como buen erasmista, esta justificación cristiana
a la interpretación alegórica que remontaba su orígenes al mito de Jasón y el
vellocino de oro, tan del gusto del fundador de la Caballería, el duque de
Borgoña Felipe el Bueno. El elogio del nuevo monarca hispano recoge las
proclamas del mesianismo imperial que dominaron la primera parte de su reinado.
El poema fue publicado a expensas del hijo del ya fallecido poeta y alcanzó una
reedición sólo un año después en Alcalá de Henares. En ambas ediciones se
añaden unas aclaraciones en prosa o escolios que redacto el maestro toledano y
amigo del poeta Alejo Venegas de Busto notas interesantísimas por la cantidad
de datos históricos, geográficos y literarios que ofrecen. El bachiller Juan
Bravo hizo una traducción del poema al español en 1546. Álvar Gómez de Ciudad
Real tradujo asimismo en verso el Triunfo de Amor de Francesco Petrarca.