miércoles, 31 de enero de 2018

LA CÉNTRICA CALLE DE LA CRUZ



La calle de la Cruz se encuentra en pleno centro de Ciudad Real, es una calle corta, peatonal y muy comercial, que une las calles María Cristina con Paloma,  siendo uno de los principales accesos a la Plaza Mayor. ¿Por qué se le puso a esta calle el nombre de Calle de la Cruz?, no lo sabemos, solo José Golderos en su obra “Ciudad Real, Siete siglos a través de sus calles y Plazas”, nos dice que: “Sobre el origen del nombre de la calle de la Cruz, no existen datos fehacientes; pero yo escuché a una persona muy anciana que recordaba cómo su abuelo afirmaba deberse a que, en los primeros tiempos de la ciudad, siendo aquella calle entonces un cordel, fue asesinado un arriero, y entonces levantaron allí una modesta cruz en su memoria. Naturalmente este dato no se sustenta bajo ningún rigor histórico, pero dejo constancia del dato”.

A parte de ser una calle comercial, también era una calle donde se encontraba una de las posadas de la ciudad, "La Posada de la Fruta", donde partían diferentes carruajes desde Ciudad Real a varios pueblos de la provincia, como la tartana de Carlos Tapiador, que lo hacia los miércoles y sábados a las tres de la tarde hacia Alcolea de Calatrava.


Fue la calle de la Cruz, una de las primeras que se convirtió en peatonal, siendo  inaugurada oficialmente el jueves 4 de julio de 1985, por el entonces Alcalde de Ciudad Real, Lorenzo Selas Céspedes.

Su inauguración fue un acontecimiento social en la Ciudad Real de los años ochenta del pasado siglo XX, asistiendo al acto gran cantidad de ciudadrealeños que pudieron degustar refrescos y limonada que fueron ofrecidos por los comerciantes de la calle.

Años más tarde, más concretamente en 1989, el ayuntamiento tuvo la feliz ocurrencia de colocar en la calle una cruz de hierro sobre un pedestal de piedra. Esta fue inaugurada el 3 de mayo del citado año, festividad de la Santa Cruz. La actual cruz de hierro no es la que se puso originariamente, ya que esta fue destruida en un acto de gamberrismo.


martes, 30 de enero de 2018

DE MI AYER: LOS HOSPEDAJES DE 1909 Y LOS ACTUALES DE 1973


Este es el primer automóvil que transitó por las accidentadas calles de Ciudad Real de primeros de siglo, al que se refiere don Carlos en su artículo. En la parte de atrás del vehículo puede verse a don Diego Pizarroso, concejal de nuestro Ayuntamiento, dueño del auto, del hotel que llevaba su apellido y de esta posesión, a dos kilómetros de Ciudad Real, el Palomar del Arcediano

Resultará muy curiosa, cuando se escriba, la historia de la hospedería en la capital de la Mancha y su provincia. Al extinguirse la primera década de este siglo, me trasladaron desde Valencia del Cid al Ciudad Real de Alfonso X el Sabio.

Me apeaba del tren de Manzanares-Ciudad Real a las seis de la tarde, del 4 de octubre de 1909, y pese a mi poca edad, me di cuenta de que a la salida de la estación, solamente dos coches, casi iguales, de un caballo, para seis asientos muy apretados, ofrecían sus servicios de hotel a nombre de “Pizarroso” y “Miracielos”. También esperaba un tercer vehículo, más modesto, para el correo. Aún no existían autos. El primero fue una berlina con pescante que trajo el titular del primeramente citado. Ambos establecimientos se ubicaban en la calle de la Paloma, que después fue de Castelar, para llamarse de nuevo como en un principio.

“Pizarroso” tenía y tuvo su emplazamiento junto al número 18 de esa calle de inextinguible recuerdo, por causas personalísimas, para el firmante. Muchas horas de ilusionada espera conté, ora en el portal de la casa nueva, ya en el zaguán del pabellón complementario, frontal al edificio de ladrillo rojo aún existente.

Vivía en ese 18 una prestigiosa familia, de la que eran parte tres hermanas de linajuda estirpe; tres manchegas a la cual más lindas; tres lozanas flores de la llanura; tres Dulcineas con suerte contradictoria. Una, la mayor, fiel a su primer amor, trágicamente desaparecido, al que fue ejemplarmente respetuosa, sin que la llevara nadie al altar. La intermedia contrajo matrimonio con alta personalidad de la mejor sociedad malagueña. Y la pequeña que murió en flor de juventud, con plenitud de belleza y en espera del logro de sus sueños…


Pizarroso era el preferido de los viajantes de voluminosas maletas y pesados baúles, cajas o cofres. Y también de altos funcionarios. Y sobre todo era el preferido para las conmemoraciones nupciales, aniversarios de acontecimientos familiares, actos políticos, triunfos electorales… Existía una camarera, la Nena, que con espíritu vivo, agilidad, buen trato, ejemplar interés, fue siempre la garantía de la empresa y el mejor servicio de la clientela, sobre todo en el comedor recomendando lo mejor del “menú” a los comensales.

Miracielos tenía otro público. Si los viajeros de primera iban a la casa de D. Diego Pizarroso; los de segunda buscaban alojamiento en la casa del sr. Casado, “Miracielos”, frente a la calle de la Cruz y el actual edificio de la Jefatura Provincial del Movimiento.

Y ya los clientes de tercera se hospedaban en la Casa de Huéspedes de Fabián Suñer, en la calle de Ciruela, casa fronteriza con la de los banqueros Nietos de Martín Moreno, y esquina a la del Tinte. Recuerdo que éste era el sitio preferido por los ciudadanos que venían a ejercer la misión de Jurados en la Audiencia Provincial.

Más no quedaba en esto la posibilidad de acomodo. Bastante la procuraban las Posadas de La Fruta, la de la calle de la Cruz, la veterana de la cuesta de Pozo Dulce. Y también las populares pensiones de doña Quintina, inmediata a la Prisión Provincial (hoy Delegación de Hacienda); aquella otra de la calle de Toledo, próxima a la joyería de don Manuel Francés, que regentaba doña Ángeles, esposa de un subalterno del Banco de España; y sobre todo, había, para comer, dos lugares que eran la Fonda de la Estación M.Z.A.; y la Repostería del Gran Casino de Ciudad Real, que atendía el magnífico asturiano Graciano Rodríguez, buen cocinero, activo industrial, catador del buen vino, gustador de platos fuertes de extraordinario gastronomista. Este Graciano, tuvo por mucho tiempo un restaurante “COVADONGA”, frente a la platería de Benjamín Fernández, al quedar libre el local que fue residencia de la Peña, centro recreativo, creación de don Arturo Gómez Lobo, que se quiso emancipar del Casino…

Aspecto de la calle Pozo Dulce en las primeras décadas del siglo XX

El Gran Hotel, hoy de Alfonso el Sabio, vino por los 16 ó 17. Tuvo también su época de moda…

Los arriba nombrados no disponían de lo que llaman barra, ni tampoco de sala de fiestas y para baile; se arreglaban todos con los salones del Casino, con la espléndida dependencia de Espinos (que más tarde fue Ateneo) y los locales de la Benéfica.

Se bailaba solamente en Carnaval y Ferias. Se bebía en las reuniones, bodas, bautizos, días de campo, y cuando se trasladaba el personal a la capital de España u otros ambientes más propicios. La zurra, o sangría, o limoná; alegraba a la gente sin los peligros de la bebidas alcohólicas hoy tan en boga. Los primeros días de las post-guerra fueron fatales para los alojamientos. Más tarde aparecen establecimientos hoteleros clasificados por estrellas y tenedores, con excelentes, concurridas y bien abastecidas barras. Los paradores de antaño, son hoy Paradores de Turismo. Ya no existen casi posadas. Todo son Pensiones de lujosa presentación. Y sigue el contagio y vienen las boits y los Snaks, y las discotecas, y el aligerarse de ropa, y el acercarse hasta lo increíble…

Del Gran Hotel guardaré siempre el recuerdo de haber celebrado en él la comida de mis bodas, en 1923. De entonces para acá ha sido prodigioso el avance de Ciudad Real, y de los pueblos, y de las villas. Restaurantes, Cafeterías, Churrerías, Chocolaterías, Heladerías… Por todas partes, ruido, música, estrépito, mecanización del sonido, automatización del servicio, uniformes blancos con hombreras, botones e insignias de colores, palabras cortadas, gritos convencionales, pasillos laberínticos, máquinas registradoras, melenudos y peladas… Muchos micrófonos… Un deseo de saber sin meterse en nada…

Vivimos muy de prisa, dijérase que con el acelerador a fondo. Vemos, pero no miramos. Oímos, pero no escuchamos. Corremos, pero no andamos. Yo creo que todo esto es acaso perjudicial. Nos creamos necesidades superfluas. Y olvidamos el concepto de la necesidad en orden a la salud y el bienestar. Entiendo que ese ritmo sensacional con subestimación de los valores morales siempre es peligroso. Siempre recuerdo la frase de un manchego auténtico, hacendado, labrador, que repetía muchas veces: “UNA CASA SE PERDIO POR TENER TODO LO QUE NECESITABA”.

El alojamiento debe ser un remedio del hogar. Jamás una supresión de la vida de familia, con toda la higiene material, pero sin que quite las ganas de volver al centro de la vida social, jerarquizada en amor, en autoridad, en el deseo de hacer amable la vida.

Carlos Calatayud Gil. Boletín de Información Municipal número 43, agosto de 1973

Así era la vieja estación de tren de Ciudad Real, y a la que llegó don Carlos en 1909

lunes, 29 de enero de 2018

LA ESQUINA DE SAN PEDRO



Hace ya muchos años se decía en Ciudad Real, cuando alguien andaba despistado o un tanto “desnortado” –como se dice en el sur-: “Estás peor que la esquina de San Pedro”. Otras veces se recurría a su reloj, que pocas veces se recurría a su reloj, que pocas veces funcionó bien: “Estás peor que el reloj de San Pedro”. Con lo cual se quería poner de manifiesto que ambos, el reloj o la esquina y la persona en cuestión, no andaban muy bien en lo que se refiere al caletre.

Era la forma que el pueblo tenía, y tiene, de satirizar alguna deficiencia. Es la manera de manifestar, sin sacar fuera de casa los trapos sucios, que algo en su ciudad no marcha. En definitiva, una manera cariñosa aunque un tanto caricaturesca de evidenciar algo que al pueblo le va doliendo.

Ya dije en otras ocasiones cómo el pueblo transforma el lenguaje, y con sus denominaciones vulgares a calles o plazas cambia éstas, pero siempre en virtud de una base real y, por supuesto, siguiendo la regla general de la evolución del idioma: “la ley del mínimo esfuerzo”. Pero siempre se da un rasgo de creatividad, aparte, claro, el matiz afectivo.


La iglesia de San Pedro, una de nuestras escasas joyas arquitectónicas religiosas,  no podía ser menos. Porque en el fondo de la expresión irónica o de la crítica solapada, el ciudarrealeño siente el orgullo natural de tener en su ciudad un monumento tan importante. Debe de ser, según Ramírez de Arellano, una construcción del último tercio del siglo XIV, aunque tiene partes, como las tres portadas y alguna de los muros exteriores, del primer tercio del XV. San Pedro posee verdadera personalidad. Su aspecto severo y hermoso conjunto producen grata impresión de honda monumentalidad y antigüedad. El ánimo se serena en su contemplación.

Y su interior aumenta esta sensación, con sus recios pilares rodeados de ocho medias columnas adosadas con capiteles varios y elaborados con gracia.

Pero no es cuestión de describirla, pues la tenemos tan a mano, que lo mejor es entrar en ella cualquier atardecer, cuando las dos luces se juntan en el cielo y dejar hablar al silencio de sus naves.


Rodeada casi en su totalidad, queda prácticamente aislada como un islote de piedra apenas en el centro de la ciudad, que desde la torre se contempla con cierto regocijo espiritual. La torre, sencilla y bien proporcionada, se agrupa bien con toda la construcción. Ahora recuerdo,  hace ya muchos años, ¡tantos…! Cierta noche, un grupo de amigos, provistos de linterna, subimos al último cuerpo de campanas, adonde el reloj famoso lucía su error y su falta de puntualidad. Ciudad Real a nuestros pies, fastasmal y callada, y nosotros, aprendices de hombres, jugando a descubrir imágenes que sólo existían en nuestras mentes y entre la oscuridad de las bóvedas, que pisábamos con precaución y miedo.  A pesar de la oscuridad de la noche, se adivinaban los patios de las casas vecinas, las calles y plazas, los más ocultos rincones.

La torre nos ofrecía tan sugestivo panorama, tan agradable perspectiva que nacía en nosotros un hermoso sentimiento de libertad, que es el que dicen que buscan quienes suben a las cimas de las montañas. Ahora lo veo todo vívidamente como recuerdo a Ángel, Mateo, Puebla… que me acompañaban esa noche y que, ahora, rescato como el humo dormido de Gabriel Miró.

Hay que ver de qué manera, desde una frase, desde casi una burla, la imaginación nos transporta hasta la amistad, hasta estas piedras llenas de historia y de paz. Lo que acontece es que el habitual ciudadano pasa junto a sus muros, frente a sus puertas y la costumbre le hace perder asombro, pero la iglesia de san Pedro, es un orgullo y casi, casi un lujo para Ciudad Real.

Un lugar idóneo para conjugar música y arquitectura, poesía e historia, paz y religiosidad, belleza en suma de la que estamos tan faltos, muchas veces, por las prisas, por el ajetreo cotidiano, por la rápida evolución de las costumbres. Y no deja de ser una pena ignorar una obra de quinientos años, en cuyas naves flotan tantos suspiros, anhelos, oraciones, vida de hombres y mujeres que ya fueron.

Francisco Mena Cantero. Diario Lanza, 5 de enero de 1989


domingo, 28 de enero de 2018

MAGNA PROCESIÓN DE CRISTOS AYER EN TALAVERA DE LA REINA


Todas las imágenes se encontraban dentro de la Colegial

La Junta de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de Talavera de la Reina, ha cumplido veinticinco años, por este motivo han organizado diferentes actos, entre ellos ayer partió de la Iglesia de Santa María la Mayor, la Colegial, una Magna procesión de Cristos. Un total de once imágenes que recorrieron los retablos cerámicos del Vía Crucis talaverano, cuyas imágenes capte ayer con mi cámara y que hoy traigo al blog.


El inicio de la procesión lo realizó la Hermandad del Cristo del Mar

Le seguía la Hermandad de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén


A continuación la Hermandad de los comerciantes de Talavera, la Oración en el Huerto, único paso que fue portado sobre ruedas


Jesús Cautivo fue la cuarta Hermandad en procesionar



La Hermandad de la Sentencia con su titular siguió a  la de Jesús Cautivo



Nuestro Padre Jesús de la Salud fue la sexta en procesionar en el cortejo cristífero


A continuación la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, una de las más veneradas de Talavera de la Reina



El Cristo de la Voluntad de la Hermandad de los Alfareros fue la octava imagen en procesionar



El crucificado Cristo de la Espina


La penúltima imagen que procesionó fue la del Cristo Yacente





Cerraba el cortejo procesional la Hermandad del Cristo Resucitado



sábado, 27 de enero de 2018

LA ANTIGUA CASA-PALACIO DE D. JUAN MEDRANO, HOY DELEGACIÓN DE LA JUNTA DE COMUNIDADES DE CASTILLA-LA MANCHA



La única edificación interesante que conserva la calle Paloma de su pasado, es la Casa-Palacio del que fuera alcalde la ciudad,  D.  Juan Medrano Rosales-Maldonado y Medrano.


Se ubica en el número 9 de la calle Paloma, haciendo esquina con la calle de la Cruz. El edificio fue construido en 1924, sobre el solar de una antigua casa propiedad de la familia del Marqués de Treviño, de donde proviene el escudo de su puerta del siglo XVIII, que está compuesto de dos torres en su centro, encima tres escudetes, sobre estos, tres estrellas y debajo de las grandes torres tres cabezas de moro. Por este motivo la calle de la Paloma se llamo en otros tiempos “Mayorazgo de las Cabezas”.


El edificio consta de dos plantas y fue residencia como he dicho anteriormente de D. Juan Medrano y su esposa, Josefina de Aguirre, que no tuvieron descendencia, habilitándose las habitaciones del piso alto para la servidumbre. La construcción es reflejo del carácter ostentoso de su antiguo propietario, si bien los materiales empleados, según los expertos, serían de baja calidad.


Las paredes maestras son de tapial, recubiertas las de las fachadas con losas de arenisca, imitando sillería. También son de piedra arenisca las columnas del patio y la escalera de acceso al piso alto. En madera se realizaron vigas, ventanas, contraventanas, balcones, puertas y artesonado de las galerías. De la fachada principal, la que da a la calle de la Paloma, destaca la portada, con pilastras, capialzado con el escudo ya citado y frontón cortado por el balcón principal. Por ella se accede a un portal con cancela que da paso al amplio patio, con galería baja de columnas dóricas y arcos carpaneles que soportan la de la planta superior, cerrada por cristaleras sobre balaustrada ciega. Cubre el patio una montera de cristal y en su centro existe una pequeña fuente con azulejos renacentistas, igual que los de los zócalos del portal y de la cocina-comedor.


Todos los huecos se hallan enmarcados por enjambados de afiligranado renacimiento, rayando en plateresco y protegidos por abundante cerrajería abultada y con fuertes jabalgones. El alero, en ambas fachadas, de madera, denticulado por canecillos, es de hermosa factura. Por último, decir que la tipología de esta mansión puede calificarse de "neo", siendo bastante singular y distante de la sobriedad que caracteriza similares edificaciones en la región.


Vendido el edificio al estado en 1949, fue utilizada por el Frente de Juventudes y el Ministerio de Cultura hasta que en los años ochenta del pasado siglo, se instalara en ella el Rectorado de la Universidad de Castilla-La Mancha. Actualmente es sede de la Delegación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en Ciudad Real.


El 27 de octubre de 1988, fue incoado expediente para su declaración como Bien de Interés Cultural, con la categoría de monumento, en una resolución publicada el 15 de noviembre de ese mismo año en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha.