sábado, 30 de abril de 2022

EL CONTINUO ABANDONO DEL EDIFICIO DE LA FERROVIARIA

 



A pesar de las promesas en 2017 de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, de rehabilitar el antiguo colegio de la ferroviaria como Centro Regional del Folclore, la verdad es que este histórico y singular edificio ciudarrealeño continúa descomponiéndose con el paso del tiempo, mientras que el equipo de gobierno de nuestro Ayuntamiento mira hacia otro lado y no exige a la Junta el comienzo de las obras prometidas.






El antiguo colegio Ferroviario es uno de los edificios que constituye el patrimonio de la ciudad, puesto que la capital no destaca por el elevado número de monumentos o inmuebles que han sido testigos de épocas pasadas. El antiguo Ferroviario está en una situación similar a la antigua sede de Cruz Roja, situada a pocos pasos de distancias, y que también está en manos de la Junta de Comunidades.

 




 

El paso del tiempo y la dejadez son implacables y dejan huellas en forma de deterioro que marcan como cicatrices los espacios que tiempo atrás brillaron con plenitud. La fachada en situación de abandono, como el resto del edificio, se ha ido cayendo a pedazos y los dos balcones laterales de la zona del entrada al edificio fueron demolidos ante el riesgo de derrumbe hace años.






Tras la gran cerrajería que hay en la entrada situada junto al centenario parque de Gasset, se da paso a un hall desde el que puede verse la formidable escalera que conecta con las dos plantas superiores con las que cuenta este inmueble, su azotea y el semisótano. Traigo aquí un video grabado en el año 2014, que nos muestra el abandono del edificio ya en aquel año, y que con el transcurso de estos años se ha agravado, sin saber al día de hoy cuando la Junta comenzara su rehabilitación, y cuando el equipo de gobierno del ayuntamiento de nuestra ciudad exigirá a la Junta que cumpla su palabra.


Antiguo colegio Ferroviario Ciudad Real from Juan Carlos Garcia Barrajon on Vimeo.


viernes, 29 de abril de 2022

UN EDIFICIO SINGULAR: EL ANTIGUO COLEGIO DE LA FERROVIARIA

 



El edificio del antiguo colegio ferroviario, cumple un siglo desde que se colocó la primera piedra. Un edificio que se encuentra abandonado, a pesar de las promesas de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha de su rehabilitación para centro regional del folclore.

Es una construcción civil, según la tipología de un palacete, incluso, con ciertas reminiscencias de los castillos; sobresalen pequeñas pilastras en los extremos, a modo de torreones.

Dos prismas rectangulares conforman todo el volumen. Uno más pequeño, con fachada al parque, y el mayor, a la ronda de Ciruela (Paseo de Cisneros).

El primer prisma dividido en dos plantas (planta baja y piso superior), azotea y semisótano. La cubierta del segundo prisma rectangular es a dos aguas; el espacio de la escalera, está cubierto a cuatro aguas. 




Un pequeño patio interior, en el segundo prisma, rodeado por pilares de obra, en dos lados. La planta es un rectángulo, y el alzado se diferencia por el tamaño de una de las fachadas y la decoración arquitectónica de dos de ellas.

En las cuatro, presenta una perfecta simetría, salvando el desnivel de los dos volúmenes.

 

Las fachadas

 

1.La fachada que abre al Parque Gasset, es rectangular, su eje de simetría está señalado por la puerta de entrada, de cerrajería, en arco de medio punto, cuya clave está marcada con un adorno geométrico de diferentes texturas y roleos a los lados.

Dos ménsulas sostienen sendos capiteles cúbicos, decorados con flores en relieve, y sobre ellos un friso, donde está escrito el nombre del colegio. Siguiendo el eje de simetría, un cimacio sostiene un balcón con balaustrada recta de piedra. Todos los huecos rectangulares de las ventanas y balcones repiten el mismo motivo decorativo: una línea recta, quebrada recercando todo el vano. Esta puerta, además, destacada con dos pilastras con el mismo motivo decorativo de la clave de la puerta y dos leones en el capitel. El centro presenta una hoja carnosa con volutas.




Las balaustradas de los balcones laterales, son curvos y los recerca la misma línea quebrada. En el centro, una venera con figuras antropomorfas en las zonas cóncavas. En los extremos de la fachada, pilastras estriadas. Una cornisa recorre todo el edificio, separando un murete que oculta los tejados. Una moldura o imposta separa cada planta.

En la planta baja, dos ventanas, de arco carpanel, descansan sobre una línea de imposta bien señalada. La clave, con la misma decoración que la de la puerta. Ventanas alargadas, estrechas y divididas, dan luz al semisótano.

2.Fachada a la Ronda de Ciruela. Consta de tres cuerpos, separados en altura por pilastras. En el central, el eje de simetría, lo constituye la puerta, el balcón y una ventana en el tercer piso. En la planta baja, cuatro ventanas de arco carpanel, dos a dos, a ambos lados de la puerta. Sobre ellas, ventanas rectangulares, recercadas y pareadas. Molduras en saledizo muestran las tres alturas del edificio; y las pilastras, la verticalidad de los tres cuerpos. Éstas sobresalen del murete, y al principio se culminaron con pequeños pináculos.




Granadas con volutas

 

 La diferencia de esta fachada, es la puerta adintelada, las granadas con volutas que sostienen el friso sobre la puerta; y sobre el balcón, de cerrajería, las pilastras que sostienen un frontón, coronado con bolas escurialenses.

En las ventanas laterales del balcón, sus ménsulas sostienen, a modo de repisa, el alfeizar; las pilastras, un pequeño friso y cornisa, para finalizar con un adorno de ovas y volutas que se repite en la fachada trasera.

Las otras dos fachadas, mantiene estructuras y vanos similares, sin novedad.

La primera planta está pintada en rojo refractario, alternado con blanco; El rojo muestra el sótano y el espacio de los arcos de los vanos. El 1º y 2º piso, en color blanco, y los adornos arquitectónicos en color arena.

 



En el periódico "El Pueblo Manchego", en la crónica del 13 de septiembre de 1924, comenta que este colegio fue el segundo que inauguró la Asociación General de Empleados y Obreros de los ferrocarriles de España. El comienzo de obras, como la inauguración, fue una fiesta para la ciudad.

Por el Paseo de Cisneros, hoy Ronda de Ciruela, se accedía a la Academia. La planta baja estaba distribuida en seis clases, sala de profesores, comedor y servicios. En la primera planta, el salón de actos (decorado con grecas de escayola y parquet); despachos del Presidente, secretarios y subalternos. La segunda planta, eran viviendas para los empleados.

La función social del edificio era la enseñanza. Iba dirigida a los socios y a sus familias. Se cursaba Instrucción Primaria, adultos, corte y confección, matemáticas, dibujo, francés, preparación para fogoneros y factores de circulación.



jueves, 28 de abril de 2022

EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1924 SE INAUGURABA EL COLEGIO DE LOS FERROVIARIOS

 



Ayer se inauguró con gran esplendor el edificio sucursal de la Zona 18º de la “Asociación General de Empleados y Obreros de los ferrocarriles de España”, poniendo una vez más de manifiesto la fraternidad, el vinculaje afectivo que une a la culta clase ferroviaria, que merced a su entusiasmo ha llegado a ser en el mundo entero ejemplo de asociaciones, la Asociación por ella formada, y que tan alto pone el nombre de España.

Alongados los ferroviarios de concupiscencias políticas; no queriendo supeditar su voluntad a cambio de promesas de hombres públicos; mirando solamente el porvenir, ellos han creado la sociedad mutualista más potente de España y aún de muchas naciones europeas, estableciendo pensiones para la vejez, viudedad, orfandad, accidentes de trabajo, etc., dando un alto ejemplo de cultura y sociabilidad.

Admiremos, pues a los abnegados ferroviarios españoles, que al conducir el tren por las tierras vírgenes de la Nación, van sembrando el progreso y la paz con el acercamiento comercial y espiritual de los pueblos, y al inaugurar ayer el edificio de su colegio han empezado a sembrar la semilla de la cultura en los cerebros vírgenes de sus hijos, que pronto harán en el suntuoso edificio enclavado en el Parque de Gasset, su comunión con la ciencia.

 

ESPERANDO LA BANDERA

 

El sábado en el correo de Madrid, llegaron los Sres. D. Luis Aza, presidente de la Asociación General de Ferroviarios, D. Antonio Gisteu, D. Antonio Berrocal y D. Leonardo Álvarez, vicepresidentes; D. Vicente So, secretario general; Cruz, contador; Rubio, vicecontador: Badas, secretario de actos; Guirao, Pérez Besa y Campos, vocales; Somoano, del Consejo de Edificación; D. Enrique Cauderc, Inspector principal de la División, en nombre de la Compañía M. Z. A.; Caudere (hilo), Gistau (hijo) y Domingo, redactor de “La Asociación”, portadores de la bandera de la sociedad.

En la estación esperaba la llegada de la junta de gobierno una nutridísima comisión de ferroviarios, presidida por D. José Castro, presidente de esta zona, que acompaño a los viajeros hasta el Ayuntamiento, en cuya Sala Capitular se guardó la bandera.

 



BENDICIÓN DEL EDIFICIO

 

El Ilustrísimo Sr. Obispo Prior revestido de pontifical, bendijo solemnemente ayer a las once de la mañana la casa de los ferroviarios, visitando después todas las dependencias, que francamente elogió, igualmente que lo hicieron los comisionados de la junta de gobierno y los representantes de las Zonas, que asistieron al acto.

 

LOS DISCURSOS

 

En el salón de actos del edificio se celebró seguidamente la inauguración del mismo, pronunciando sendos discursos los señores Torres Andújar, representante de esta Zona; Castro, presidente de la misma; Barredá, representante de la zona de Irún; D. Gonzalo Muñoz, alcalde interino; D. Enrique Cauderc, jefe principal de esta División; D. Mariano Martínez Paños, Gobernador civil interino; D. Fernando Gamero, presidente de la Audiencia Provincial; D. Luis Barreda, presidente de la Excma. Diputación; Dr. don Narciso de Estenaga, Obispo Prior, y D. Luis Aza, presidente de la “Asociación General de Ferroviarios”.

 

Todos los oradores fueron calurosamente aplaudidos y muy felicitados.

 

EL DESFILE

 

La comitiva, precedida de la bandera y la banda municipal de música, que interpretó un selecto repertorio en el Parque de Gasset mientras la celebración del acto recorrió las calles Alarcos, Plaza del Pilar y General Aguilera, disolviéndose en el Ayuntamiento.

 

BANQUETE EN EL GRAND-HOTEL

 

A la una de la tarde celebróse un banquete en el Gran Hotel, sirviéndose la siguiente minuta: entremeses americana, huevos capuchin, langosta bella vista, medallones de vaca Gran Hotel, capones asados, ensalada, helado sultana, frutas, café y vinos Rioja y Barca Florida, champagne, licores y habanos.




Ocuparon la presidencia del banquete el Ilmo. Sr. Obispo, presidente de la Asociación de ferroviarios, Gobernadores civil y militar, Alcalde, representante Compañía M. Z. A. presidente de la Diputación, presidente de la Audiencia e inspector jefe de Primera Enseñanza, sentándose en las demás mesas D. José Alcoverro, Delegado de Hacienda; D. Carlos Ochotorena, jefe de esta Comandancia de la Guardia civil; don Santiago Salanava, inspector jefe del Movimiento; D. Pedro Serna, Inspector; D. Martín Abbad, subinspesctor; D. José Alcázar, secretario del Ayuntamiento; D. Francisco Dorado, secretario de la Diputación; D. Eustaquio Ayerra, D. Luis Buceta, capitán ayudante, familiar del Sr. Obispo, D. Ernesto Carón, D. Tomás Manjavacas, D. José Valdés, D. Ponciano Montero, D. Valentín Delgado, D. José Castro, D. Veremundo Rodríguez: los vocales Sres. Archidona, Álvarez, López, Martínez, Campos y Sánchez, don Juan Bonet, D. Manuel Vilches y D. Casio Clemente, médicos de la Compañía M. Z. A.; D. Enrique Agullo, D. Diego Medina, don Francisco Moreno, D. Pedro Hervás, D. Casimiro Ruiz, D. Telesforo Muñoz, D. Fructuoso Díaz, D. Luis Oraá y D. José Recio Rodero, más la junta de gobierno de la “Asociación General de Ferroviarios” y los representantes de Mérida, Alcázar e Irún, Sres. Hidalgo, Mencía y Quiraltes, y Borredá.

 

LOS BRINDIS

 

D. Vicente Sol, secretario general de la Asociación ferroviaria, traza un bosquejo del estado económico de la sociedad; se ocupa del Colegio de Huérfanos y de las Casas Baratas, de lo a político de esta entidad que afirma es exclusivamente ferroviaria y de la protección que el Directorio ha empezado a prestarles.

D. Poncio Montero, agradece las frases de elogio que le tributó en su discurso de inauguración del edificio del presidente Sr. Aza, diciendo que no laboró porque triunfara su nombre, sino el de ferroviario.

Tributa elogios a los Ayuntamientos presididos por los señores Ballester, Lázaro, López Haro, Peñuela y al actual por el concurso que prestaron a su labor, igualmente que el Sr. Obispo, y termina pidiendo el Colegio de Huérfanos para Ciudad Real y un grupo de Casas Baratas.

El Ilmo. Sr. Obispo, recogiendo una frase del Sr. Sol, dice: El secretario general de la Asociación ha dicho, respeto al colegio de Huérfanos, que la junta de gobierno está en el fiel de la balanza; pero como en uno de sus platillos Ciudad Real ha dejado caer el peso de una proposición ventajosa, el fiel debe inclinarse hacia tal lado.




D. Carlos Alonso, saluda como Gobernador militar a los ferroviarios, afirmando merecen la admiración nacional por su improba labor mutualista y de cultura.

D. Enrique Canderc, dice que si el padre del presidente -el ilustre autor Vitel Aza- no tuvo en su vida un pateo, por culpa de su hijo que le ha invitado a hablar, lo va él a escuchar.

Invita a los ferroviarios a que continúen en su labor, sin servilismo que degrada, siendo legítimo orgullo de España.

D. Gaspar Sánchez saluda a la clase ferroviaria, cuya labor admira, viendo en la Escuela que hoy se inaugura una hermana de la Escuela Nacional, que es necesario complementar con el taller.

D. Mariano Martínez Paños, Gobernador civil interino, dice siente no tener bajo si un escotillón para desaparecer como en el teatro, pues no puede agregar mas a lo dicho en su discurso de por la mañana y es de viejos ponerse a dar consejos a quien como los ferroviarios no los necesitan.

D. Luis Aza, elogia el arquitecto Sr. Alonso Martos, autor del proyecto del edificio inaugurado, y a la Asociación que preside, diciendo que si el autobombo es censurable, el bombo colectivo no lo es. Saluda a los ferroviarios ausentes y brinda por el futuro de la Asociación.

Sr. Borredá, representante de Irún, propone se acuerde nombrar socio honorario de la Asociación al Sr. Cauderc.

 

UN TELEGRAMA AL REY

 

El presidente de la Asociación Sr. Aza, telegrafió a S. M. el Rey, presidente honorario de los ferroviarios, saludándolo en nombre de los asociados.

 

UNA CENA

 

Por la noche cenaron en el Gran Hotel, que como en el banquete sirvió admirablemente, los delegados de Zona que asistieron al acto, D. Poncio Montero y D. Valentín Delgado, representantes de Ciudad Real y los directores de los diarios.

 

UN JUSTO APLAUSO

 

Aún a costa de herir su proverbial molestia se lo tributamos muy sincero a nuestro estimadísimo compañero en la prensa D. Poncio Montero Ramírez (Jeromo Timbales), expresidente de esta Zona 18, entusiasta iniciador y propulsor de la mánca obra que ayer convirtióse en realidad.

 

Diario “Vida Manchega” 15 de septiembre de 1924




miércoles, 27 de abril de 2022

HACE UN SIGLO SE PUSO LA PRIMERA PIEDRA DEL COLEGIO DE LOS FERROVIARIOS

 

 
Momento de la colocación de la primera piedra, en el cual el ministro del Trabajo D. Abilio Calderón, marcado con el número 1, esta echando una paleta de cemento sobre la primera piedra. El ministro esta junto al entonces Presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina e hijo de Ciudad Real Teniente General Francisco Aguilera, marcado con el número 2. Junto a ellos vemos a las autoridades provinciales y locales y el Obispo-Prior de entonces D. Javier Irastorza


El pasado sábado 23 de abril, se cumplía el centenario de la colocación de la primera piedra del que seria Colegio de Huérfanos Ferroviarios, situado en la entrada al Parque de Gasset, y que actualmente esta destinado a ser el Centro Regional del Folklore.

El 23 de abril de 1922 fue domingo y el programa de actos comenzó a las once de la mañana con la ceremonia de la colocación de la primera piedra, y bendición del solar destinado a la Asociación de ferroviarios de esta capital. El acto fue presidido por el ministro del Trabajo, D. Abilio Calderón, el entonces Teniente General Francisco Aguilera que era Presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina, el Subdirector de la Compañía M.Z.A. D. Domingo Muguruza, y autoridades provinciales y locales. La bendición de la primera piedra la realizó el Obispo-Prior de entonces; D. Javier Irastorza. Tras los discursos del Obispo-Prior, presidente de la Asociación Ferroviaria y del Ministro de Trabajo, el Obispo ofició la Santa Misa.

Los actos continuaron a la una del mediodía con un banquete en el “Gran Hotel”, con un banquete ofrecido por la Asociación Ferroviaria, al ministro, autoridades locales y representaciones oficiales, que sumaron un total de 100 cubiertos, donde se pronunciaron varios discursos, entre ellos del Teniente General Francisco Aguilera.

A las tres de la tarde en la Plaza de Toros, se celebró un festival a beneficio de la Asociación de Empleados y Obreros de los ferrocarriles de España, con la participación de la troupe “Chartots Zaragozanos” y los grupos regionales de Aragón, Valencia y Andalucia.

Los actos concluyeron por la noche con un banquete de confraternidad, también en el “Gran Hotel”, para asociados ferroviarios.


Tras la colocación de la primera piedra y su construcción el colegio no seria inaugurado hasta 1924


martes, 26 de abril de 2022

ANTIGUAMENTE SE BENDECÍAN LOS CAMPOS EL DÍA DE SAN MARCOS EN CIUDAD REAL

 

La bendición de los campos en Ciudad Real en 1913, imagen recogida en la revista “Vida Manchega” en el número del 1 de mayo del referido año



El 25 de abril se celebra el día de San Marcos evangelista, nacido en el seno de una familia hebrea acomodada y que estuvo al servicio de San Pedro, en Roma. Se cree que murió entre los años 68 y 72, en Alejandría (Egipto). Al parecer un 24 de abril los paganos lo arrastraron por las calles de Alejandría, atado con cuerdas por el cuello, y luego lo arrojaron a la cárcel. Al día siguiente sufrió el mismo tormento y murió. Su cuerpo había sido destinado a las llamas, pero fue salvado por los fieles y sepultado en una gruta. En el siglo V, fue trasladado a una iglesia. Según una leyenda, en el año 828, ante la amenaza de los árabes, dos mercaderes venecianos llevaron el cuerpo a su ciudad y allí permanece sepultado en el templo dedicado a él, en la impresionante Basílica de San Marcos, de Venecia. La festividad de San Marcos, el 25 de abril, coincide con una fiesta pagana de origen romano llamada robigalia. En este día los romanos salían en procesión para aplacar a robigus, dios de la roya, para pedir que el trigo, su cultivo alimentario básico, fuera protegido de esta enfermedad producida por un hongo.

Esta fiesta pagana fue sustituida por la iglesia por las rogativas, que son ciertos días de penitencia y de oración que la Iglesia distingue por el canto de las Letanías de los Santos y procesiones públicas y solemnes. Estas son de dos clases: rogativas mayores y menores. Las mayores caen siempre el 25 de abril, fiesta de San Marcos evangelista, y se rezan para atraer del cielo bendiciones sobre las mieses y ahuyentar los males temporales. Existían ya por los tiempos de San Gregorio (604), que reglamentó esas funciones litúrgicas.

En Ciudad Real durante siglos, llegada la festividad de San Marcos, se realizaba una rogativa pública encabezada por las cruces parroquiales de Santa María, San Pedro y Santiago, las tres parroquias históricas de la ciudad, acompañada por el clero de la ciudad y fieles, que se dirigía a las afueras de la ciudad, procediéndose a continuación a la bendición de los campos. Con la creación del Obispado-Priorato en el siglo XIX, al clero parroquial se unió el clero catedral, desapareciendo esta costumbre en nuestra ciudad con la llegada de la Guerra Civil Española. Actualmente se siguen bendiciendo lo campos el día de San Marcos, en muchos lugares de España.

 

lunes, 25 de abril de 2022

CIUDAD REAL, EN 1869 (II)

 

 
Vista de la Plaza Mayor a principios del siglo XX con el desaparecido ayuntamiento


POBLACIÓN y URBANISMO

 

No sabemos exactamente cuál era la población de la capital de la provincia en aquella fecha, porque la «Guía» remite al último censo, el realizado en la noche del 26 de diciembre de 1860, y que arrojaba un total de 10.366 habitantes; pero, en cualquier caso, no hay por qué pensar que en nueve años había registrado un cambio significativo, pues del censo que da don Pascual Madoz, referido a dieciséis años antes, tan sólo se había registrado un incremento de ciento treinta. Y el número de habitantes comprende tanto a los que viven en el casco de la ciudad, como a los que lo hacían en viviendas que están fuera de él, por lo que, teniendo en cuenta que el veinte por ciento de las viviendas permanentemente habitadas lo estaban diseminadas por poblados y caseríos, hay que considerar que el casco urbano de Ciudad Real tenía bastantes menos de diez mil. Si pensamos que la provincia contaba con 242.991 habitan tes, no es aventurado considerar que la hegemonía de capitalidad le venía más dada por su designación político-administrativa que por otra cosa. Daimiel y Valdepeñas tenían más habitantes; casi los mismos Almagro; y menos (aunque pasando los seis mil), Alcázar de San Juan, Tomelloso y Herencia. Y quizá sea en esa situación, en la que haya que buscar la tradición de llamar a nuestra ciudad «la capitaleja»; expresión que aún se puede escuchar de labios de algunos habitantes de nuestra provincia. Y esta expresión hoy puede ser exagerada; pero no en exceso: Ciudad Real ha pasado de representar el cuatro por ciento de la población provincial, a tener el diez. Es un exiguo crecimiento comparado con el trasvase de población que se ha registrado en otras provincias, y ello puede tener su explicación en el hecho de que nuestro crecimiento sólo ha sido el que corresponde al de la complejidad de los servicios administrativos. O si lo prefieren, se ha desaprovechado, y hasta quizá evitado, el establecimiento de otras fuentes de riqueza y vida que otras capitales han sabido poner en marcha, aprovechando su naturaleza de capitalidad. Y, de esta forma, hoy, como ayer, como hace ciento veinte años, nos conformamos con ir sobreviviendo gracias a los puestos de trabajo y relativa riqueza que la burocracia ofrece. Y la «Guía», una vez más, nos brinda, esta vez «a seusu contrario», un notable ejemplo: Puertollano, en esa época, contaba con menos de tres mil habitantes. Sobran los comentarios.


 
A principios del siglo XX la feria se celebraba en el centro de la ciudad. Feria de 1913


Esta circunstancia hace que el Ciudad Real de mediados del pasado siglo, no fuese urbanísticamente una maravilla. Pascual Madoz denuncia expresamente el mal estado de las murallas, los solares y huertos del casco urbano y «basureros y otros usos más impropios dentro de una capital». Al tratar de edificios importantes, advierte «que por cierto no son tantos ni tan suntuosos como debía esperarse, atendiendo a la importancia que desde los primeros tiempos se dio a esta capital». Pero Domingo Clemente, sin duda más encariñado con nuestra ciudad, es más benevolente, aunque se le note en un aprieto a la hora de poder describir edificios civiles notables. Sí, en cambio, se muestra claro cuanto al describir las calles dice que «éstas son largas, casi rectas, espaciosas, con buen empedrado y con salidas naturales, de suerte que para ir de un extremo a otro de la ciudad, apenas hay que dar la vuelta a dos o tres esquinas», Y quizá aún más optimista se muestra cuando describe los paseos de la ciudad, dando como muy buenos los trozos preparados al efecto de la Ronda, además de la Corredera (dotado hasta el paso a nivel de árboles y asientos), las carreteras de Madrid y Puertollano y, ¿cómo no?, el Prado. Deliberadamente dejó aparte el Campo de la Libertad y el Pilar El primero, por desaparecido y el segundo, por todo lo contrario: por estar siempre presente en la vida local. Del primero, dice la «Guía» que era una «hermosa planicie de más de tres hectáreas, que se extiende al Este de la población, cerca de la Puerta de Calatrava, y en el mismo sitio que por largo tiempo llenaron unas infectas lagunas terraplenadas en el ocio último...» y añade que: «la acertada distribución del terreno, y el gran número de árboles que ya cuenta, se hacen muy a propósito, por esto y por su situación, para el paseo de invierno». Y en cuanto a la Plaza del Pilar, una vez más el cariño que hacía Ciudad Real siente don Domingo, le hace ser especialmente benévolo, cuando afirma de ella que «es una pequeña glorieta de forma irregular que, con sus anchas y enarenadas calles de árboles en que se dispone de asientos de piedra y con su fuente, ocupa casi toda la plazuela que le da nombre. En ella se encuentra el pozo, origen del primer nombre que llevará la ciudad», sin advertir (aunque lo confiese en otro lugar) que «...a fines del siglo pasado se abrieron unas cloacas muy profundas, las cuales, teniendo su principio en la plazuela del. Pilar, siguen la dirección de la muralla entre las puertas de Alarcos y la de Santa María por fuera de la población y llegan al Guadiana». Siendo, pues, de suponer, que el hecho de ser el lugar de recepción de aguas pluviales ... y algo más, para encaminarlas a través de las llamadas «minas» hacia el Guadiana, debía constituir una circunstancia poco agradable, por más que nuestros paisanos no fuesen entonces tan exigentes con estos detalles. Y aunque la «Guía» no lo haga aparecer como «paseo», qué duda cabe que debía serlo, e importante, la Plaza Mayor, entonces Plaza de la Constitución, con un aspecto bastante parecido al que tenía con el derruido edificio del Ayuntamiento.

 

El casino desde su construcción en el siglo XIX, fue el centro de reunión de la alta sociedad capitalina

 

VIDA ECONOMICA

 

Pequeños almacenes, tiendas y otros establecimientos públicos son descritos con minuciosidad suficiente como para redondear la imagen de una ciudad de vida muy tradicional, en la que el comercio y la industria alcanzaron unas cotas bastante bajas, como corresponde a una burguesía poco emprendedora, que se siente satisfecha con ir desgranando los días, sin ansiar demasiadas aventuras empresariales. Seguramente, una vez más, el juicio, referido a los habitantes de la provincia, puede ser esclarecedor: «muchos pueblos hay que no conocen otro ejercicio que el de la agricultura y cría de ganado, y si en ellos se estableciesen industrias, por los acaudalados que pueden hacerlo, como ha sucedido en algunos otros, veríamos las gentes aplicadas con gusto al trabajo, cambiando notablemente de aspecto: dígalo Valdepeñas que se ha hecho un pueblo industrioso, habiendo sido antes haragán y pordiosero: tales son siempre los maravillosos efectos que causa la protección bien entendida de los ricos sobre los pobres». Esto se escribió en 1850, justamente en la época qué nos ocupa. El lector sabrá si sigue vigente; aunque sí quiero sólo hacer una corta advertencia, por si pudiera ser fruto de reflexión: esta indolencia que Madoz atribuye a una burguesía poco emprendedora no se rompió, ni cuando se estableció el ferrocarril a Badajoz desde Alcázar unos años antes de la aparición de la «Guía», ni cuando se inauguró la línea directa a Madrid un año después, y ahora, Ciudad Real está en puertas de otro acontecimiento ferroviario, que no sé si esta vez seá mejor aprovechado.

 

Vista de la Plaza del viejo Instituto en 1916


CULTURA y ENSEÑANZA

 

Poco habla don Domingo Clemente de fiestas populares, ciñéndose a citar los ocho días de feria de agosto. «Durante ellos -explica- la plaza de la Constitución y las calles de la Feria y Mercado Nuevo son los puntos de más reunión, y especialmente el 15 por tener lugar la procesión de la Virgen del Prado, y el 16 y 17 en los cuales suele haber corrida de toros». Nada más; aunque por otros documentos se puede colegir que algunos de los ahora resucitados, que han existido de forma intermitente, también se celebraban en la época. Se ve que no eran tenido por demasiado importantes por el autor.

Contaba nuestra ciudad con un teatro pequeño, de veinte años de antigüedad, sito en la calle de Toledo, y que fue edificado gracias a la iniciativa de varios vecinos. Como también a la iniciativa de particulares se fundó el casino de la Amistad en 1865, sito en la calle de Caballeros y que seguramente contaba como socios con los más notables vecinos; aunque no creo que fuese homologable en boato al de otras ciudades (al menos en aquella época), debido a lo poco elevado de la cuota, que estaba fijada en 12 reales mensuales, que era el precio de seis cafés, o de seis cervezas, e inferior en dos reales a la comida de la fonda de la estación. Y también se inauguró el mismo año en que aparece la «Guía», seguramente como un fruto de la Revolución de Septiembre el Casino Popular, ubicado en la plaza del Pilar, y que cuya descripción transcribo por considerarla de vital importancia como descripción de los aires progresistas de la época: «Creada esta asociación en el corriente año con el fin de constituir un centro donde se difundan y discutan los principios democráticos, con el de proporcionar instrucción -fundando un Ateneo- y con el de procurar el recreo y la unión de los socios, ha venido a llenar una necesidad que hace tiempo dejábase sentir en la capital. Además de los salones destinados a tertulia y al servicio del Ateneo y conferencias, hay gabinete de lectura, mesa de villar, etc., etc. ». Ignoro la vida que tendría este casino, al menos en su primitiva concepción de motor de la cultura popular, aunque me temo que sería poca. El ambiente de la restauración no fue especialmente propicio para éstas, ni para otras instituciones progresistas, y es de suponer que el Casino Popular debió acabar pronto como tal, aunque quizá persistiese físicamente, al igual que en otros sitios, como un centro con tintes democráticos, frente al «casino de los ricos». Pero, en cualquier caso, el intento de este Ateneo provinciano, junto con la acción de la Sociedad Filarmónica de Nuestra Señora de las Mercedes constituida en la calle del Gato, creada también unos pocos años antes, suponían un importante elemento de culturalización de un segmento de la población de Ciudad Real.


Una de las escuelas existentes en Ciudad Real en 1913



Otro segundo, el más numeroso, necesitaba de acciones más enérgicas. Según el censo de 1986 que don Domingo maneja, la gran mayoría de la población era analfabeta cuando sobrevino la revolución. De la totalidad de habitantes, más del setenta por ciento eran analfabetos, y sólo el veinticuatro por ciento sabían leer y escribir. El resto, sólo sabía leer, pero no escribir. Y gracias a lo pormenorizado del informe, es posible constatar hechos curiosos, pero perfectamente explicables. De la minoría capaz de leer y escribir, la mayor proporción (con mucha diferencia) corresponde a los varones, lo que no hace sino confirmar la secular injusticia de prestar más atención a la educación del hombre, que a la de la mujer. Pero son muchas más las mujeres que saben leer sólo, que los hombres, y ello sólo tiene una explicación plausible, que los que trabajamos en la enseñanza conocemos de sobra: al autodidactarse resulta más sencillo aprender a leer que a escribir, lo cual indica una mayor preocupación por parte de las ciudarrealeñas de la época en romper con su situación de analfabetismo. Y como el he[1]cho no es insólito, tomen nota del argumento las feministas.

Pocas escuelas tenía nuestra ciudad para hacer frente a la situación de analfabetismo popular. Don Domingo Clemente nos reseña nueve públicas (cuatro de enseñanza primaria para cada sexo y una para adultos) y siete públicas (una de adultos y el resto divididas para cada sexo). Tampoco tenía excesiva importancia el hecho de su naturaleza de públicas o privadas, puesto que en ambas los alumnos habían de pagar, aunque «en las públicas -advierte la «Guía»- la enseñanza es gratuita para los niños pobres». De todas formas, y teniendo en cuenta que de las seis públicas, dos eran del Hospicio y otras tantas las anejas a la Escuela Normal, no parece aventurado afirmar que la mayor parte de la iniciativa en el terreno de la enseñanza primaria, correspondía a la del maestro que establecía su escuela donde ganarse la vida. Y seguramente en mayor medida de la que refleja don Domingo Clemente, al que su condición de subinspector de Enseñanza le impediría reconocer públicamente la existencia de esas escuelas «de amigo», contadas por el romance de Góngora y que prácticamente han durado hasta nuestros días, en los que una persona titulada, a cambio de unos céntimos, se comprometía a transmitir unos saberes elementales con mayor o menor éxito.


La Plaza del Pilar en los primeros años del pasado siglo


Para formar maestros, contaba nuestra capital con dos Escuelas Normales: la Superior de Maestros y la de Maestras, de las cuales estaba mejor dotada (¡una vez más!) la primera que la segunda. Pero, en cualquier caso, sólo gracias a la Revolución de septiembre se puede hablar de ellas, y de su carácter de «superiores», pues «La Gloriosa» suspendió el decreto por el que quedaban suprimidas. Decreto, por cierto, debido a un paisano, diputado a Cortes por la provincia, que, de no ser por el derrocamiento de Isabel II, hubiera suprimido el único centro superior de su circunscripción. De todas formas la condición de «Normal Superior» habrían de perderla las nuestras apenas iniciado el siglo XX, en el que quedan integradas en el Instituto, y en la que tan sólo se podía obtener el título de «maestro elemental; pero eso fue pasajero, casi una ironía en la que la Normal se venía a integrar en el centro que ayudó a hacer: e1 Instituto de Enseñanza Media. Instituto que, en sus primeros tiempos, se instaló provisionalmente en la Normal de Maestros y cuyo primer director (don José María Anía) lo era de la Normal. Pero eso ocurría en 1843. Siete años después, ya era Instituto de primera categoría, frustrándose algo que podía haber cambiado la vida de Ciudad Real, como era la aprobada, pero no realizada fundación de una Escuela Industrial. Entre otras cosas, fallaron los ayuntamientos. Cuando aparece la «Guía», el Instituto Provincial de Segundá Enseñanza, en el edificio que hoy ocupa el de Santa María de Alarcos, cuenta con buenas instalaciones docentes, con once catedráticos, un internado y «un Observatorio Meteorológico, distinguiéndose bajo este punto de vista el Instituto de Ciudad Real, por ser uno de los pocos que cuentan con estación de este género en España». Y no hace falta haber vivido en 1869, para haber conocido ambas cosas juntas. Creo que es uno de los recuerdos más queridos de muchos ciudarreleños de nacimientos y adopción.

Y así se podría seguir desgranando· lo que describe, y evoca, la «Guía de Ciudad Real, por don Domingo Clemente, profesor de, Escuela Normal e inspector de Primera Enseñanza», editada en 1869 en el Establecimiento Tipográfico de esta capital.


Domingo Luis Sánchez Miras. Diario “Lanza” 14 de agosto de 1987. Especial Feria de Ciudad Real

 

Niñas del Colegio de San José en los años cincuenta del siglo XX


domingo, 24 de abril de 2022

CIUDAD REAL, EN 1869 (I)

 

Plaza Mayor de Ciudad Real a principios del siglo XX en un día de mercado


Mi modesta biblioteca es una especie de «totum revolutum» en el que solo yo, y cada vez con más dificultades, soy capaz de encontrar el volumen que en algún momento preciso. Mi familia y mis amigos más íntimos sonríen entre irónicos y escépticos cada vez que manifiesto mi firme decisión de ordenarla, porque saben que mis periódicas intentonas no pasan de ser eso: el recurrente inicio de una tarea inacabable. Pero a mí me encanta, de vez en cuando, abordar la tarea de ordenar mis libros. Ello me permite reencontrarme con los que leí hace tiempo y me evocan un buen recuerdo, o con algunos otros que, más esquivos, no me dejaron entender o compartir su contenido. Pero, en cualquier caso, sea por la alegría del reencuentro o por el desafío de reintentar una lectura que en su día resultó frustrante, es poco el tiempo que dedico al primitivo móvil de ordenar la biblioteca, para dedicarme al más estimulante ejercicio de entregarme a la lectura de algún interesante hallazgo.

Hace unos días, muy pocos, comencé un nuevo intento de ordenación, con resultados más pobres que de ordinario. De forma casi inmediata, en un rinconcito, casi escondido debido a su pequeñez, encontré una «Guía de Ciudad Real» del año 1869, cuidadosamente reimpresa por el Instituto de Estudios Manchegos hace diez años, y que en su día hojeé sin demasiado detenimiento, más Interesado por su completo «callejero» que por otra cosa; pero al que recordaba con cariño, aunque sólo fuese por el hecho de que con su autor, don Domingo Clemente y López del Campo, me unía el hecho de compartir la misma profesión, amén de algunas otras coincidencias: manchego, docente en varios sitios y entre ellos Ciudad Real, del que sale para posesionarse del «cargo de Inspector de Escuelas Nacionales, regresando después a Ciudad Real con el mismo cargo» donde se afinca, como dice en una sucinta presentación del facsímil de la «Guía», don Gerardo Pérez de Madrid y Céspedes. Pero hay que desorbitar ciertas coincidencias de ejercicios profesionales, traslados y vuelta a la ciudad en la que ambos quisimos echar raíces, que suelen ser circunstancias bastante habituales de los que, en su día, nos dedicamos a esta profesión.


Dibujo de Julián Alonso de la desaparecida Puerta de Ciruela, construida en el siglo XIX


Sin embargo, si estas coincidencias no son relevantes a niveles estrictamente biográficos, sí lo son en tanto en cuanto vienen a determinar un especial enfoque en los análisis, fruto de lo que puede ser una normal y quién sabe si deseable deformación profesional. Don Domingo Clemente no es historiador, ni comerciante, ni industrial; pero procura recurrir a todo, manejar los datos más heterogéneos, no con afán de hacer análisis eruditos, que deja y pide en su prólogo a especialistas; pero que no duda en utilizar como posible explicación a una situación actual y le sirva de ayuda para la comprensión de una realidad sociocultural en la que tiene que desarrollar su trabajo. Se nota que es un adelantado a su tiempo y sabe que encerrar la enseñanza y la cultura en sí mismas es el camino más seguro para esterilizar su análisis: «la antropología cultural ha cometido el error de colocarse en el interior de lo que se ha llamado a veces el culturalismo, y que postula la separación de lo cultural y lo social», dice cien años después el profesor de La Soborna Roger Bastide, explicando la tesis en este sentido de Georges Gurvitch. Y en este tratamiento globalizador el que ha hecho para mi más atractivo este librito que puede ayudar, desde la perspectiva de ciento veinte años, a emitir algunos Juicios sobre una ciudad que es nuestra, no sólo por el mero accidente existencial del inicio vital; sino por la libre y deliberada decisión de hacernos de ella.

 

LA EPOCA

 

Mi ilustre colega fecha el prólogo el día quince de septiembre de 1869. Hay un importante valor añadido al de la mera antigüedad de los datos que nos aporta: los momentos cruciales por los que atravesaba España. Estaba a punto de cumplirse el primer aniversario de la Revolución de Septiembre, iniciada con la sublevación de la escuadra mandada por el almirante Topete en aguas gaditanas. Los generales Serrano y Prim, además del propio Topete que, razonablemente, gozan de la popular consideración de padres de la Revolución, no coinciden en los detalles de quién había de ser la cabeza del nuevo Estado; pero sí coincidían en los importantes criterios cristaliza- ,dos en la Convención de Ostende, primero y en el Manifiesto de Cádiz, después: devolución de la soberanía nacional, establecimiento de las libertades fundamentales, convocatoria de unas Cortes Constituyentes conformadas por sufragio universal. .. y repudio de la reina doña Isabel 11.Y no debían ir muy descaminados los padres de «La Gloriosa», como casi inmediatamente se llamó a la Revolución, porque, sin más batalla de importancia que la de Alcolea, en la que fueron derrotadas las tropas isabelinas, como afirmaba el historiador A. Opisso, poco sospechoso de compartir radicalismos revolucionarios, «la Revolución fue acogida, en general, con grandes aplausos. Cuando en Barcelona se invitó a los vecinos a demostrar su entusiasmo con iluminaciones y colgaduras, se pudo ver que en casas bien conocidas por su amor al orden lucían magníficas luminarias. La unanimidad era completa; estaba Visto que el trono de Isabel 11no contaba con el mayor apoyo, pues no queremos creer que resultaran hipócrita fingimiento aquellas demostraciones de alegría de las clases conservadoras, que no parecían sino que fuesen las principales Interesadas en el triunfo de Serrano y Prim».

 

Cerámica que existió hasta los años ochenta del pasado siglo XX, en la vivienda que se construyó sobre el solar de la antigua Puerta de Ciruela



La falta de apoyo social a la Reina, que hubo de exilarse, parece clara; aunque yo no dejo de preguntarme si realmente, ese segmento social conservador, en el advenimiento de la Revolución, no vio sino la posibilidad de que una reacción contra ella propiciase el triunfo carlista que hasta entonces habían impedido los odiados «isabelinos»; pero quizá en esta sospecha esté pesando demasiado el infantil recuerdo de un viejo carlista de Herencia, que, ante la menor contrariedad y viniese o no a cuento, se lamentaba amargamente: «¡desde que reinó Isabel II, está España perdía!». Y no considero al tío Casto (que así lo llamaban) con los suficientes conocimientos históricos como para no pensar que tal exclamación no era sino un elemento más de la «tradición» heredada de sus antepasados. Probablemente de los mismos que, en el año 1868, pretendían proclamar como rey a don Carlos en algunos pueblos de nuestra provincia.


LA «GUÍA» y SU AUTOR

 

Y en este contexto, de unos españoles que quieren cauces más liberales y progresistas, frente a otros que hasta los que había consideraban excesivos. Sería bueno saber qué opinaba este notarla del Ciudad Real de la época. Que no estaba alejado de la intensa impregnación política del país, o al menos que no quería estarlo, lo prueba el hecho de que dedica su «Guía» a un diputado de las Cortes elegidas ese mismo año, de los seis que habían salido por esta provincia. Y no se trata del absolutista obispo de Jaén, nuestro paisano Monescillo; sino de don Enrique Cisneros y Nuevas, del que espera grandes cosas, dada su actuación como gobernador y alcalde corregidor de la capital y, de ser ciertas las actuaciones que le atribuye la «Guía», no lo hizo mal con nuestra capital: «La creación del Hospicio, de la Casa de maternidad y de expósitos, y de las escuelas normales superiores de maestros y maestras; el ensanche del Instituto de segunda enseñanza y del Hospital, la construcción de la Puerta de Ciruela y de las fuentes públicas, la mejora del aspecto de las calles, plazas y paseos, la celebración de una exposición de agricultura, la restauración del santuario de Alarcos, la erección del monumento consagrado a la memoria de Hernán Pérez del Pulgar, el de las Hazañas; el proyecto de desecación de los Terreros, el de construcción de un edificio para las oficinas del Gobierno de la provincia y de otro para un Presidio modelo, y por último el de creación de una Escuela de Párvulos». Y aunque la verdad es que tales merecimientos justifican sobradamente que se le dedique una guía de la localidad al que tanto la benefició, pienso, por el contexto de algunas observaciones de don Domingo, que la dedicatoria se debe también a cierta afinidad Ideológica con el gobernador y alcaide-corregidor, que lo fue desde 1858 a 1863. Debió ser, pues, don Enrique Cisneros y Nuevas, hombre de la Unión Liberal, puesto que duró en el cargo lo que el Gobierno de aquella formación política en la que militaron gentes de diversas procedencias (algún comentarista de la época les llamó por ello «resellados») y que tendían a un progresismo sin demasiadas estridencias. Deshecha la Unión Liberal, el que fuera alcaide-corregidor se nos aparece como diputado, no sé si progresista o Unionista, en la constelación de grupos ideológicos que conformaron a los «septembrinos». Y por ahí es por donde creo que habría que buscar las inquietudes políticas de nuestro autor.

De ser cierta esta adscripción política, no deja de extrañar el hecho de que en la lógica reseña histórica que sirve de introducción a la descripción de la realidad ciudarrealeña de 1869, don Domingo Clemente comience su reseña histórica, no por la Fundación de Ciudad Real, sino con la historia de aquellos bandoleros, conocidos como los «Golfines» que aterrorizaron el desamparado territorio que se extendía entre los Montes de Toledo y Sierra Morena, y que justificaron la creación de las Hermandades, que en número de tres, se establecieron en Ventas con  Peña Aguilera, Talavera de la Reina y en el propio Pozuelo de Don Gil y que fue conociendo los nombres, o mejor, antenombres, de «santa», «real» y «vieja» y que cesó en su actuación de prender, juzgar y castigar malhechores en 1835. Quedando aún, en los tiempos que nos ocupan, su corcel en el número cuatro de la calle Dorada y con ese nombre conocida, aunque fuese ya cárcel del Juzgado. La explicación de esta poco aparentemente progresista preocupación, podríamos encontrarla, o bien en la creencia de que el tema puede, ser de gran importancia a la hora de fijar cierta justificación al modo de ser de nuestras gentes y al hecho de que vierte una interesante visión histórica sobre la durísima Hermandad, recogida de los deseos de los Reyes Católicos al respecto, y que, seguramente, podía ser muy del gusto de un septembrino como era don Domingo Clemente y es el hecho de que la Santa Hermandad «constituyera un contrapeso formidable para la oligarquía».

 

Domingo Luis Sánchez Miras. Diario “Lanza” 14 de agosto de 1987. Especial Feria de Ciudad Real


La Guía de Ciudad Real de Domingo Clemente


sábado, 23 de abril de 2022

EN 1976 SE CELEBRÓ LA PRIMERA FERIA DEL LIBRO EN CIUDAD REAL

 



Hoy sábado 23 de abril es el día internacional del libro, día que se ha celebrado en estos últimos años con una feria del libro. No fue hasta el año 1976, cuando se celebró en nuestra ciudad la “I Feria Nacional del Libro”, que comenzó el 1 de abril con la inauguración de la feria y que tuvo una duración de diez días.

Los actos comenzaron con un pregón que se pronunció por don Rodrigo Rubio, en el edificio de los nuevos ministerios, para pasar a continuación a la apertura de las casetas que fueron instaladas en la entonces Plaza del Generalísimo.

Y así empezaron los diez días de Feria. Dedicados cada uno de ellos a un tema, anunciado por los medios informativos, y por los servicios de información y relaciones públicas permanentes, a lo largo del horario, de once a catorce horas, y de dieciocho a veintidós. El día primero, estuvo referido a la literatura infantil, el día 2, al libro del adolescente; el 3, lecturas para la mujer; el domingo, día 4, dedicado al libro científico; el día 5, a poesía, novela e historia; el día 6, a libros de la España contemporánea; el 7, a Bellas Artes; el 8, a los libros de la Mancha; el día 9, a las lecturas del Hogar y de la vida familiar, y el último día, estuvo dedicado a las publicaciones sobre deportes y turismo.




Simultáneamente con los días de la Feria, se desarrolló un ciclo de conferencias, con proyección de documentales y diapositivas, que han versado sobre temas del libro, su historia, su importancia y su promoción. Así, Rafael Villegas Díaz, profesor de Historia de la Historiografía del Colegio Universitario de Ciudad Real, disertó sobre el tema «La transmisión del saber: el mundo de los manuscritos». El profesor de Bibliografía del mismo centro docente, habló sobre «Los orígenes de la imprenta: el libro incunable». y el también profesor del Colegio Universitario de Ciudad Real, titular de Literatura Española, desarrolló el tema «Funciones y servidumbres de la palabra impresa». Todas estas conferencias tuvieron lugar en el salón de actos del Edificio de Ministerios, seguidas de coloquio y con la asistencia de numeroso público.

También, formó parte de este programa de conferencias, una charla coloquio con sorteo de libros, de don José Antonio Gallart, periodista y dedicado al campo editorial, director de relaciones públicas del Círculo de Lectores, que habló del interesante tema de «La promoción de lectores».

La clausura de este Ciclo de conferencias, estuvo a cargo del escritor manchego, Francisco García Pavón, catedrático de la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, quien versó sobre: «Autobiografía de mi obra literaria». Presentó a García Pavón, el delegado de Información y Turismo, que agradeció al novelista manchego su colaboración. El orador, en su amena charla, narró, cómo se produjeron algunos de sus cuentos y novelas, siempre con base en vivencias infantiles y juveniles, contando algunos de sus viajes por la Mancha, y de los hombres que conoció en Tomel1oso, su pueblo natal, en las más variadas circunstancias, que posteriormente se convirtieron en relatos que dió motivo a su obra.