Desaparecido
convento de los carmelitas, que se ubicaba al final de la calle del Carmen, en
los terrenos de lo que fue después Hospital Provincial
Para ser más exactos, Ciudad Real hace 111
años. Estamos en 1869 y el llamado bienio revolucionario alcanza su apogeo. El
general Serrano es regente del reino y ocupa la jefatura del gobierno otro
general: el figuerense Juan Prim. España tiene una flamante Constitución que
es, hasta el momento, la más avanzada que se había fraguado en el país.
Asómbrense ustedes: en 1896 se reconoce ya la libertad de cultos, el matrimonio
civil, la plena soberanía de la nación… Todo eso se fragua en la Villa y Corte;
más abajo, ignorada o casi ignorada por los señoritos de Madrid, una ciudad modesta
siente, no obstante, la llegada de aires refrescantes desde el gobierno que,
para muchos, es demasiado revolucionario.
DIEZ MIL HABITANTES
En 1869 Ciudad Real es una capital cuyo
aspecto es muy diferente al que presenta hoy; por ejemplo, tan sólo hay un
inmueble con cuatro pisos, existen cincuenta casas de tres plantas y el resto
lo componen edificios de dos alturas, que son mayoría, y de una. Su censo es
diez mil habitantes contando a las personas que habitan en aldeas y caseríos de
las afueras, entre los que se registran nombres tan sabrosos como la
Poblachuela, Ciruela, las Erillas Viejas, San Pedrillo o Puentenolalla. Y un
dato que resulta inquietante: de esas diez mil personas, siete mil son
analfabetas.
Es una ciudad rodeada aún por considerables
trechos de murallas y que cuenta con siete puertas en distintos estados de
conservación. La de Toledo y la de Ciruela son las mejores. Su estructura
urbana es bastante semejante a la actual, pero muchas calles tienen otro
nombre; a los veterinarios se les llama albéitares y a los depósitos de sal
aljofíes; existen aún pozos para conservar el hielo durante todo el año Y los
precios se marcan en escudos y reales. Parece mentira, pero aún se utiliza el maravedí.
Edificaciones
de la Plaza Mayor en el siglo XIX
OTROS NOMBRES
La actual plaza del Generalísimo se llama
desde hace muy poco plaza de la Constitución, y en su centro se levanta una
gran fuente erigida en honor de Hernán Pérez del Pulgar. La escasez de agua es
ya un problema y sus caños sólo se mojan en muy contados días del año. La calle
General Aguilera se llama entonces calle de los Arcos, y una de nuestra arterias más largas, la de Toledo, se
denomina en esa época calle de Espartero.
El parque no existe. Al final de la calle
de Alarcos (Avda. de los Mártires), se halla la puerta del mismo nombre, V más
allá comienza la carretera de Puertollano, que durante las tardes soleadas de
Otoño e Invierno, es utilizada como agradable paseo por una población que se
debe aburrir mucho. El Pilar, hoy centro financiero de la ciudad y lugar de
reunión durante las noches de verano en las terrazas de sus bares, tan sólo es
una plazuela con el suelo de arena y bancos para los niños y los ancianos.
En la plaza de la Constitución se alza un
Ayuntamiento a estreno que se ha inaugurado ese año; es el mismo que ha
subsistido, con su reloj que daba las horas, hasta que se construyó el polémico
edificio actual. Ya existe, desde 1865, el casino, que en esta época se titula
Casino de la Amistad. los socios tienen que pagar, en el momento de su ingreso,
120 reales, y después una cuota de doce reales al mes. Posee un salón de billar
y una biblioteca donde llega con regularidad la prensa de Madrid y donde se
reciben las últimas novedades literarias que salen al mercado nacional. Entre
sus acogedores paredes se fraguan numerosas vocaciones literarias.
Hoy un billete de primera a Madrid en el Tren
se aproxima a las mil pesetas o, hablando en términos de la época, a cuatro mil
reales.
Las cantinas o fondas de las estaciones
tienen tarifas fijas asombrosas: un chocolate con tostada (todo abundante y
artesanal) cuesta tres reales; un besftech (como se escribe en la carta de las
fondas) se saborea por cinco reales, es decir, por 1,26 pesetas; una abundante
ración de pierna de cordero, ¡tres reales!, y si quiere hacer un extraordinario
es posible pedir una botella de Burdeos por el precio de 24 reales o seis
pesetas.
El
Casino de la Unión se encontraba en la Plaza del Pilar
LAS INSTITUCIONES
La ciudad tiene ya, treinta años antes de
que acabe el siglo 19, un Instituto de Enseñanza Media, ocupando el mismo
edificio que alberga hoy al Instituto Femenino. Este centro cuenta con un
observatorio meterológico, un gabinete de historia natural bien provisto, otro
de Física y Química y una biblioteca con cinco mil volúmenes.
En el número 8 y 12 de la calle Dorada se
levantan las Escuelas Superiores de Maestros y Maestras, respectivamente, entre
cuyos empleados subalternos se consigna, extrañamente, a un hortelano.
Hay tres escuelas públicas para niños y
tres para niñas, ocho privadas, una escuela pública de adultos y otras, también
para adultos, particular. A pesar de todo, como ya se ha dicho, hay siete mil
analfabetos.
En fin, en 1869 subsisten aún en la ciudad
oficios que se han extinguido o están a punto de extinguirse y que hoy resultan
singulares: boteros, jaboneros, maestros de coches y de esgrima, aguadores, sastres,
sangradores, así como industrias que va han caído en desuso, como los molinos
de chocolate.
La ciudad tiene un teatro, el de la
Amistad, y carece de un sólo salón de baile; en cambio cuenta con tres locales
para jugar al billar, la Mesa de Moreno, en la calle Ciruela; la Mesa de Vázquez,
en la calle de la Feria y la Mesa de Fernández, en la plaza de la Constitución.
No sale ningún periódico, salvo el Boletín de la Provincia, el Boletín de
Ventas, y un trimestral editado por los maestros titulado, lógicamente, el
Magisterio. Funcionan dos imprentas, gozando de un merecido prestigio la de
Rubisco.
Aún no tenemos Obispo, ni catedral -en
este sentido dependemos de Toledo-, pero sí un cuartel de caballería que puede
contener a cinco mil hombres y mil caballos, V otro cuartel de infante· ría,
donde se albergan dos compañías. Al frente de todo esto está un Brigadier
Gobernador: don José María Vidal.
En el número 1 de la Plazuela del Pilar se
ha creado, ese mismo año, y a tenor con los aires renovadores que soplan desde
la Constitución, el llamado Casino Popular, cuyo objetivo es difundir y
discutir los principios democráticos. Es un casino, podríamos decir, obrero.
La
Diputación Provincial se construyó a finales del siglo XIX
EL FERROCARRIL
Ciudad Real cuenta ya en esta época con
una red de comunicaciones por ferrocarril (como se escribe entonces) nada
despreciable. Existen cinco líneas que unen a nuestra capital respectivamente
con Madrid, Toledo, Córdoba, Albacete y Badajoz. la estación se encuentra
extramuros; es decir, fuera de la muralla y ocupando un lugar próximo al
actual, junto a la puerta de Ciruela. Los precios de los billetes resultan casi
cómicos. Un billete de primera a Madrid cuesta 115 reales con 75 céntimos (unas
veintiocho pesetas); en tercera clase, algo menos de tres duros.
En fin, la ciudad tiene un hospital, un
asilo para hombres ancianos y pobres y otro para mujeres pobres y soltera un
hospicio, tres conventos, un matadero de reses; la población goza de una
central de correos y telégrafos y solo tiene un banco, el de España. Existe
recién creado cuerpo de Voluntarios la Libertad, que es una especie de fuerza
ciudadana defensora de la democracia, compuesta por tres compañías; hay diez
serenos y un cabo, hay una Sociedad Filarmónica, catorce herreros, doce
comercios de tejidos, dos confiterías siete estancos, un escultor que hace
lápidas llamado Antonio Galbien, quince abogados, dos sangradores, o sastres,
siete médicos, veinticuatro zapateros y dos mil setecientas setenta cinco
mocitas solteras censadas que tal vez, en los atardeceres del inicio Otoño,
cuando ya la feria se ha acabado y desde los Castillejos baja un aire fresco,
sienten, tras los miradores de sus casas, una inexplicable tristeza.
Velasco “El Manchego”
Nº 7 Ciudad Real 23-30 Diciembre 1980
Parroquia
de San Pedro