Otras dos parroquias a más de la de Santa
María del Prado, existen en Ciudad-Real. Tiene la de San Pedro Apóstol y la de
Santiago; esta última, la más antigua de todas, pero también la más maltratada
por impericia de los restauradores y revocadores. Aquella techumbre, que priva
al templo de su primitivo carácter, no está en armonía con el resto del templo,
con las tres naves, con las anchas ojivas y con el retablo que adorna la Casa
de Dios.
La iglesia parroquial de San Pedro
Apóstol, es antigua: ofrece a la vista tres naves espaciosas, un coro, obra del
siglo XVI; un altar dedicado a la virgen de la Guía, modelo de estilo
churrigueresco; grandes columnas; hermosísimas gradas para llegar al
presbiterio, y un retablo de escayola, tanto más notable, cuanto que fue hecho
por un hijo de la ciudad, por el Sr. López Donaire, nada menos que en 1863, es
decir, hace pocos años.
Tres puertas dan ingreso al templo, las
tres de construcción antigua y distintas en el orden arquitectónico.
Las murallas y las puertas revelan el
espíritu guerrero de pasadas edades; los conventos y las iglesias, la piedad de
nuestros mayores.
Ya hemos dicho el estado de las primeras,
ya hemos indicado los templos; solo falta recordar los conventos, el de
Carmelitas y el de Dominicas, que cuentan por centenares los años de
existencia. Y de esta suerte completamos todo lo antiguo, todo lo que legaron
nuestros ascendientes en fuerza de sacrificios por la religión y por la patria.
En contraposición a las obras antiguas,
ofrece el sistema constitucional las obras modernas. Aquellas se destinaban a
la oración, a la caridad y al recogimiento; estas se aplican a las artes, a la
enseñanza, a la ciencia, a la industria y al dolor. Templos, hospitales y
monasterios constituían las primeras; fábricas, talleres, escuelas, institutos,
hospicios, casas de socorro, constituyen las segundas.
Entre las construcciones recientes figura
la Casa Consistorial, terminada en 1869. El edificio es suntuoso por fuera y
admirablemente distribuido por dentro. Una esbelta y graciosa escalera,
adornada con estatuas, convida el ingreso al palacio popular.
El salón de sesiones puede enorgullecer a
una capital de tercer orden, y aun de segundo y de primero: 43 metros de largo
por 6 de ancho, a más de las pilastras, capiteles, balaustrada y trabajo
artístico, base de la ornamentación: he aquí lo que ofrece la sala destinada a
las conferencias de los concejales de Ciudad-Real.
La parte exterior, reúne a la sencillez la
elegancia. El frente a la plaza es un trabajo digno de examen minucioso,
descollando las armas de la ciudad, las de Castilla, la lápida de la Constitución,
las estatuas representativas de la Justicia y la Prudencia, la Industria y la Agricultura,
las ventanas centrales y la torre, y sobresaliendo entre la parte constructora
de la obra la tan conocida y apreciada piedra de Novelda.
La Plaza Mayor, o sea de la Constitución,
es de forma irregular. Viene ya de tiempo de Fernando VI, de aquel diligente
monarca que fomentó la marina, construyó el Jardín Botánico de Madrid,
estableció el Observatorio astronómico, protegió a los hombres de saber,
auxilió a la industria y al comercio, creó la Academia de Bellas Artes, y firmó
un tratado de paz, el de Aquisgran, en 1748. La plaza es un trapecio de 4.000
metros cuadrados, y fue objeto de reparaciones importantísimas en 1860, sin
detrimento del arte y en honor de la belleza.
El género que domina en las construcciones
particulares, es el greco-romano, destacándose el piso principal por sus
adornos, por sus ventanas, por sus pilastras y por sus capiteles.
En el centro de la plaza se levanta una
fuente erigida a la memoria de Hernán Pérez del Pulgar el de las Hazañas, hijo
de Ciudad-Real, que debe servir de base a la estatua de tan insigne guerrero.
Allí, en el propio pedestal y mirando al Ayuntamiento, aparece en letras de oro
y en elegante lápida de mármol, la siguiente inscripción:
HERNAN PEREZ DEL PULGAR
EL DE LAS HAZAÑAS
NACIÓ EN CIUDAD-REAL EN 1451
Y MURIÓ EN GRANADA EN 1531.
LA CIUDAD NATAL CONSAGRA
ESTA MEMORIA AL SEÑOR DE LOS
MOLINOS DE TREMECEN.
AL HÉROE DE ALHAMA, DEL SALAR,
DE GUADIX DE SOLOBREÑA,
DE GRANADA Y DE MONDEJAR.
Los pueblos que recuerdan las, virtudes,
la inteligencia o
el valor de sus hijos predilectos, merecen el aplauso de la historia y los
plácemes de las generaciones contemporáneas. Honrar la memoria de los grandes
hombres es honrarse a sí mismo la patria, es honrarse a sí mismo el pueblo que
les vio nacer.
Ciudad-Real se enorgullece con Alfonso de
Soto, jurisconsulto; Juan de Molina, historiador; Alonso de Céspedes, guerrero;
Fernán Gómez, médico y literato, hijos todos de esta población.
Continuando las obras y restauraciones
modernas, ya públicas, ya particulares, debemos mencionar el cuartel de
caballería, fundado a fines del siglo anterior para casa de misericordia por el
cardenal arzobispo de Toledo, señor Lorenzana, y convertido más tarde en
alojamiento de la fuerza armada. El edificio es cómodo, espacioso, bien
situado, perfectamente restaurado y propio para tres o cuatro regimientos.
El Hospicio provincial, reformado en
tollas sus partes, ofrece grandes departamentos; el Instituto, tiene aulas y
colegio de internos con absoluta separación, y el Hospital civil, extramuros de
la ciudad, ostenta salas ventiladas é higiénicas.
Como edificios particulares sobresalen los
palacios de Barrenengoa y Almagro, y como paseos, el de la Libertad, inmediato a
la puerta de Calatrava, que fue un tiempo interminable serie de lagunas, causa
permanente y ocasional de enfermedades para el barrio de Santiago, y hoy es una
planicie agradable y una larga extensión de terreno bien dispuesto para la
gente de a pie.
El tiempo era limitado, pero suficiente a
recorrer todas las calles y visitar todos los edificios públicos. El aspecto
que presenta esta capital revela grandes mejoras realizadas en los últimos
años, y un deseo vehemente de llegar en breve término a la altura de otras
ciudades, superiores en importancia política, aunque no en riqueza y recuerdos
históricos.
Portugal
contemporáneo de Madrid a Oporto pasando por Lisboa: diario de un caminante /
por Modesto Fernández y González. Madrid 1874