Vista
panorámica de Ciudad Real en 1687, según grabado de Juan Francisco Leonardo
1.
INTRODUCCIÓN
Hace ya treinta y cinco años, Jerónimo
López-Salazar Pérez, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, publicó
un magnífico artículo en la revista Hispania. En aquel trabajo se estudiaba
pormenorizadamente, a través de una impresionante cantidad de documentos
originales, la figura de don Gonzalo Muñoz de Loaisa, caballero de la Orden de
Calatrava, miembro de una poderosa familia asentada en Ciudad Real desde la
Edad Moderna. En vida, este caballero, su persona y hacienda fueron tan
notorios que sus contemporáneos le pusieron el sobrenombre de “el rico”, constituyendo
sin duda un referente en aquellos tiempos. Con el paso de los siglos su figura,
como la de tantos otros personajes históricos, fue cayendo poco a poco en el olvido,
hasta pasar realmente inadvertida por la mayoría de los historiadores locales. La
importancia de este “redescubrimiento”, realizado por el profesor
López-Salazar, es sin duda crucial para todos aquellos que amamos la
investigación histórica. Me he permitido recoger parte de sus palabras como
resumen del objetivo que me he planteado para abordar este trabajo: “Resulta de gran valor ir poniendo de relieve
la vida de aquellos individuos que permanecieron más o menos en la sombra, como
una forma de acercarnos mejor a las sociedades de épocas pasadas”
(López-Salazar, 1981: 355).
Siguiendo esta senda y teniéndola
siempre presente como ejemplo y punto de partida, esta comunicación nace fruto
de la recopilación de datos realizada durante varios años, fundamentalmente en
los fondos depositados en el Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real,
concretamente en su sección de protocolos notariales, aunque también en otros
archivos como el Histórico Nacional, y los archivos diocesanos de Ciudad Real y
Toledo.
Originalmente, el objetivo que nos
habíamos planteado en la investigación, de la que partíamos, no consistía en
centrarnos en reconstruir la vida de ninguna persona en concreto: queríamos
documentar el proceso constructivo del convento de Mercedarios Descalzos de
Ciudad Real, edificio emblemático situado en el centro urbano, convertido desde
el año 2005 en sala de exposiciones y actualmente en la ampliación del museo
provincial de la ciudad. Según avanzábamos en la consulta de los libros del
siglo XVII, a partir de la década de los años 70, la figura de un noble, don Álvaro
Muñoz de Figueroa, caballero de la Orden de Santiago, comenzaba a tomar un protagonismo
inusitado en la vida cotidiana, detectando su presencia en numerosas escrituras
notariales, de carácter civil y religioso. Coincidía esta progresiva presencia con
la desaparición de su primo don Gonzalo Muñoz de Loaisa, cuya alargada sombra parecía
haberle hecho permanecer en una zona de penumbra hasta ese momento, y con el
progresivo declive de aquella rama familiar, envuelta en peleas por el destino
de su memorable hacienda.
La
construcción de la actual Parroquia de Santa María del Prado (Merced), se debe
a D. Álvaro Muñoz
Toda esta actividad relacionada con don
Álvaro y con su familia, hacía entrever que también esta rama de los Muñoz y no
solo don Gonzalo, había contado con bienes muebles e inmuebles de
consideración. Esta fortuna, recogida y ampliada por el caballero santiaguista
con gran acierto, se destinaría en gran parte, a partir de dicha década, a la
financiación de diversas obras pías, fundaciones y memorias, culminando con su
labor de mecenazgo, convirtiéndose en el protector de la Orden de la Merced Descalza,
tanto en Ciudad Real como en Miguelturra.
Estas razones nos llevaron a intentar
profundizar en el conocimiento de este personaje para intentar comprender su
influencia en la Ciudad Real del momento y los motivos que le llevaron a
decantarse precisamente por proteger a los mercedarios y no otra orden ni
convento diferente, a pesar de que por entonces ya existían otras casas
religiosas con gran prestigio en la ciudad, amén de las parroquias, lugares
todos ellos en los que, como veremos más adelante, sus antepasados habían
rivalizado en la fundación de memorias, capillas y enterramientos.
2.
ESTADO DE LA CUESTIÓN: ¿QUÉ SABIÁMOS DE DON ÁLVARO?
Para comenzar es importante tener
presente que las primeras noticias biográficas referentes a don Álvaro Muñoz de
Figueroa se recogen en ciertos estudios históricos clásicos, sobre todo en los
que se ocupan de genealogías. Repasaremos algunos de ellos, teniendo presente
que ciertas noticias han pasado con el tiempo de unos autores a otros, en
ocasiones sin el contraste de fuentes necesario, determinando que se tengan por
buenas investigaciones antiguas que pueden haber sido transformadas, incluso
por los descendientes inmediatos de los personajes investigados, en favor de
ciertos objetivos familiares. Estos defectos en la forma, en una disciplina
harto enmarañada como es el origen familiar, pueden provocar la aparición de
ciertos desfases o imprecisiones biográficas, que terminan por constituirse en
datos válidos sin serlo.
En 1688, fecha en la que todavía vivía
don Álvaro, don Luis de Salazar y Castro, caballero de la Orden de Calatrava y
cronista al servicio del rey Carlos II, situaba los orígenes de la rama
familiar de este caballero en la unión de don Alonso Jofre de Loaysa, regidor
de Villa Real, y de Doña María Muñoz. Según Salazar era don Álvaro “Señor de esta Casa, y Mayorazgos en aquella
Ciudad, y Patron del Monasterio de los Mercenarios Descalços de ella”
(Salazar, 1688: 86).
En
la fundación del Convento de las Mercedarias de Miguelturra, también intervino
D. Álvaro Muñoz
Por estas mismas fechas vivía en Ciudad
Real el maestro Joseph Díaz Jurado, cura de la iglesia parroquial de San Pedro
Apóstol, autor principal de un compendio histórico y genealógico conservado en
varias copias manuscritas: la Singular
idea del Sabio Rey don Alonso dibujada en la fundación de Ciudad Real.
Desde un primer momento los historiadores que han manejado los distintos ejemplares
que con este nombre han llegado hasta nuestros días (Delgado Merchán, Inocente
Hervás y Buendía, Ramírez de Arellano o más recientemente Ángel Vázquez
Morcillo y Francisco Ruiz Gómez, cuya edición hemos utilizado en este estudio),
han señalado la existencia de varias manos en dicha obra, hasta tres
diferentes, sobre todo teniendo presente que en algunos aparecen recogidas
noticias pertenecientes a la segunda mitad del siglo XVIII, imposibles de
atribuir al maestro Díaz Jurado, ya que éste murió en el mes de abril de 1707,
después de hacer testamento (1). En los capítulos
VII y VIII correspondientes al linaje de los Muñoz (Díaz, 1986: 257-265) Díaz
Jurado sitúa la llegada a Ciudad Real de los primeros miembros de esta Casa,
procedentes del reino de Aragón, en el año 1435. Pronto harían fortuna
desdoblándose en varias ramas familiares, que a su vez, emparentarían con otras
familias poderosas de la ciudad, como los Treviño y los Loaisa. Para el autor o
autores de las genealogías contenidas en este manuscrito, un antepasado,
llamado don Diego Muñoz, casaría en Ciudad Real con doña Inés de Loaisa,
sucediéndose distintas generaciones hasta llegar a don Álvaro Muñoz de Loaisa y
Treviño, quien casaría en primeras nupcias con doña Juana Mexía, procedente de Villanueva
de los Infantes. De este primer matrimonio nacería solamente doña Tomasa
Muñoz y Gámez. Muerta la primera esposa
volvería don Álvaro a casarse, en este caso con doña Luisa de Torres, oriunda
de la cercana villa de Miguelturra. Siguiendo su línea argumental, de este
segundo matrimonio procedieron tres varones: don Álvaro Muñoz de Figueroa,
nuestro caballero, y dos hermanos menores: don García Muñoz, caballero de
Calatrava, capellán de los Reyes en Granada y don Fernando Muñoz, quien se
casaría, en Villanueva de los Infantes, con doña María Vohonachil.
La mayoría de los historiadores locales
surgidos en Ciudad Real entre los últimos años del siglo XIX y las dos primeras
décadas del siglo XX, recogieron las noticias de uno u otro cronista, Salazar o
Díaz Jurado, admitiendo, como cosas ciertas, que don Álvaro se llamaba como su
padre, que tenía una media hermana, llamada Tomasa, y dos hermanos: don García
y don Fernando. En realidad el interés por su persona se reducía en estos
estudios a su labor como mecenas. Como comprobaremos después, en realidad se
confunden abuelos, tíos, padre e hijo.
Luis Delgado Merchán, recogió las
figuras de don Álvaro Muñoz de Figueroa y de su esposa doña María de Torres,
como los benefactores de la Orden Mercedaria, acudiendo en ayuda de los frailes
de Ciudad Real en el año 1680 (fecha como veremos imprecisa) para levantar la
iglesia del convento pues, según este autor, la escasez de la dotación inicial
realizada por el fundador, el capitán Andrés Lozano, había determinado la
ausencia de este importante elemento hasta fecha tan avanzada (el resto de las
obras se habían iniciado en 1621). También don Álvaro habría ejercido su labor bienhechora
con los vecinos de la ciudad al dotarla de un segundo pósito, con el deseo de
complementar al único existente hasta esa fecha, de carácter municipal, a todas
luces insuficiente para abastecer las necesidades de una población campesina,
acuciada por las sucesivas pérdidas de sus cosechas, a causa de las sequías
experimentadas en la zona entre los años 1679 y 1680. Este granero se
levantaría contiguo a la nueva iglesia mercedaria, permaneciendo en pie casi
doscientos años, hasta que sus herederos lo vendieron, para formar parte del
solar en el que se levantaría el Palacio de la Diputación Provincial (Delgado,
1907: 335).
D. Álvaro
Muñoz de Figueroa era caballero de la orden de Santiago
Inocente Hervás y Buendía también
incluyó a este personaje en sus investigaciones sobre la historia de la
provincia de Ciudad Real, aunque de forma más precisa y pormenorizada,
manejando directamente las fuentes originales. Este autor nos presenta asimismo
la faceta piadosa de don Álvaro, coincidiendo con Luis Delgado en el dato de
haber promovido la construcción de una iglesia mercedaria donde antes no la
hubo, pero precisando mejor la fecha de inicio de las obras, al aportar parte
de la escritura notarial que recogía el contrato, suscrita el 12 de abril de
1674 (Hervás, 1914: 354). Semejante despliegue de datos utiliza Inocente a la
hora de mencionar la fundación del mencionado pósito, realizada en el mes de
octubre de 1694 (id.: 330).
Entre los historiadores del último
tercio del siglo XX que tuvieron como objeto de estudio la Edad Moderna en
Ciudad Real, también encontramos algunas referencias a nuestro personaje. Ese
es el caso de Carla Rahn Phillips, autora de una de las mejores monografías
sobre esta época histórica publicada en 1979. El rumbo de las investigaciones
ya no se centraba por entonces en glosar las excelencias militares y piadosas
de las clases privilegiadas, sino que iba mucho más allá, intentando tejer la compleja
red económica, política, social y religiosa de una ciudad como Ciudad Real, relacionándola
con los acontecimientos de semejantes características experimentados por la
España de aquellos tiempos. El panorama presentado por Carla para los años en
los que vivió don Álvaro es ciertamente desolador: progresivo desaceleramiento económico,
uso inadecuado de los recursos naturales, agricultura mediocre y falta de innovaciones
técnicas, asfixiada por una ganadería heredera de los derechos mesteños, expulsión
de los moriscos, inclemencias climatológicas, peste... (Rahn, 1979: 1-41). En
su análisis de la nobleza local, considera a don Álvaro como uno de los mayores
propietarios de ganado de la zona, fundamentalmente de ovejas para lana,
estabuladas en las montañas de León.
No se olvida esta autora tampoco de su
faceta piadosa, desglosando la fundación del mencionado pósito, descubriéndonos
un noble dotado de una clara visión de futuro, manifestada en las distintas
cláusulas de esta fundación, actitud lejana a la desidia demostrada por las
autoridades locales en la administración del pósito municipal, cuyas carencias
e inoperancia motivaron la creación de dicha obra pía (id.: 40-41).
En el año 1996 la facultad de Historia
de la Universidad de Castilla La Mancha, organizó un congreso sobre las Órdenes
Militares en la Península Ibérica. Entre las comunicaciones presentadas, María
Teresa Sánchez-Barrejón y José Ángel Asensio realizaron una recopilación de los
datos conocidos sobre la figura de don Álvaro. En lo referente a su ascendencia
familiar siguen básicamente la línea de Joseph Díaz Jurado. Se refieren también
al estudio del profesor López-Salazar, aplicándole la inexistencia de cargos
públicos al servicio de la monarquía para los varones de su linaje. Como
añadidura considerándolo un “espíritu caballeresco de finales del siglo XVII”,
desglosan las condiciones de la escritura fundacional de la iglesia de la
Merced, insistiendo en su faceta de caballero cristiano (Sánchez-Barrejón,
2000: 2235).
Escudo
de armas de los Muñoz en la cancela de entrada de la Parroquia de la Merced
Javier Barranquero, en su estudio de conventos
de la provincia de Ciudad Real, dedica también espacio a esta cuestión de la
fundación de la iglesia de la Merced, utilizando como fuente principal los
documentos conservados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional de
Madrid (Barranquero, 2003: 374-378). Como otros autores, reconoce que don
Álvaro, a la hora de dictar sus condiciones, no fue demasiado exigente, dejando
de lado privilegios que otros nobles hubieran defendido a capa y espada, como
el disfrute de asientos privilegiados en el altar mayor. De hecho, los frailes
mercedarios, reconociendo esta situación, incrementaron las prerrogativas del
mecenas, buscando no solo beneficios espirituales, sino otros “más prosaicos,
de tipo social”, relacionados con rituales desarrollados durante la Semana
Santa: entrega de una palma por parte de la comunidad y ofrecimiento de la
llave del Santísimo Sacramento durante el Jueves Santo.
Por último terminaremos este repaso a
los antecedentes bibliográficos citando un estudio genealógico de la familia
Muñoz, incluido en el libro de heráldica perteneciente a Carlos y Miguel
Parrilla. En el apartado referente a los escudos que aparecen en el exterior e
interior de la iglesia de la Merced de Ciudad Real, identifican las armas de don
Álvaro y su esposa, María de Torres Aguilera, indicando que no se conserva el correspondiente
expediente de caballero en el Archivo Histórico Nacional. Para estos autores,
siguiendo documentación de la Real Chancillería de Granada, el santiaguista fue
hijo de Francisco Muñoz, fundador de un importante vínculo. Asimismo consideran
a su esposa, doña María, hija primogénita de José Torres Molina y María Muñoz Buenache,
ambos nacidos y avecindados en Ciudad Real (Parrilla, 2008: 228-229).
Pilar
Molina Chamizo (Museo de Ciudad Real). II Congreso Nacional Ciudad Real y su
Provincia
(1) Archivo
Histórico Provincial de Ciudad Real (en adelante AHPCR), Protocolos Notariales,
Ciudad Real, Pedro Fernández Moreno, folios 84r a 85v.
Junto
a la Parroquia de la Merced, donde actualmente se levanta la Diputación, D. Álvaro
levantó un pósito que permaneció en pie hasta el siglo XIX
Yo pasé por Ciudad Real.. y Ciudad Real pasó por mí, (hace tanto.., tanto tiempo!). Gracias por colocar ante mis ojos calles, rincones, espacios en los que fui muy,muy feliz.
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