martes, 1 de noviembre de 2011

MES DE NOVIEMBRE, MES DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO



El mes de noviembre es el mes en el que pasa a primer plano el Purgatorio. Ese es el más profundo sentido del “mes de las ánimas”: al hecho evidente de la muerte, que en noviembre como mes característico del otoño es evocado cotidianamente por la caída de las hojas de los árboles y plantas, le une el pueblo cristiano el hecho del purgatorio…

Hay un silogismo, no enunciado explícitamente, ante el hecho universal y evidente de la muerte: “Todos morimos… De entre los muertos, de muchos sabemos que gozan ya el Cielo que deseamos… ¿No podrá nuestro recuerdo beneficiar a los otros difuntos de quienes podríamos conjeturar que aún no han recibido el don definitivo…?

Los Concilios ecuménicos II de Lyon, Florencia y Trento definían el fundamento dogmático de ese sano presentimiento del Pueblo de Dios. El Concilio Vaticano II recoge: “… Algunos entre los discípulos (de Cristo)… ya difuntos se purifican, mientras otros son glorificados…” (L.G. nn. 49-50). Alude luego a lo que es tradición de siempre de la iglesia: “el sacrificio de la Misa, las oraciones, limosnas y otras obras de piedad que según las leyes de la iglesia han acostumbrado hacer unos fieles por otros…” (Conc. II de Lyón, Dz 856).


Es buena la insistencia, con el Purgatorio de fondo, cuando se acaba el Año Litúrgico: ¡Orar por los que acabaron su historia!

Y adentrados en el mes de noviembre, la festividad de hoy 1 de Noviembre la de “Todos Los Santos”. La Solemnidad de hoy se dedica a lo que San Juan describe como “una gran muchedumbre que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus y lenguas”: los que gozan de Dios, canonizados o no, desconocidos las más de las veces por nosotros, pero individualmente amados y redimidos por Dios que conoce a cada uno de sus hijos por su nombre… “Hoy se aglomeran en la gran fiesta común: los humanamente ilustres: Pedro, Pablo, Agustín, Jerónimo, Francisco, Domingo, Tomás, Ignacio… y los oscuros: el enfermo, el niño, la madre de familia, un oficinista, un albañil, la monjita que nadie recuerda, gente que en vida parecía tan gris, tan irreconocible, tan poco llamativa, la gente vulgar y buena de todos los tiempos y todos los lugares…


Las comunidades de Oriente celebraban ya en el siglo IV en un día señalado la memoria de todos los Mártires: los Sirios lo hacían en el Tiempo Pascual, mientras los Bizantinos elegían una fecha después de Pentecostés. S. Efrén refiere, en sus Cármina Nisibena, esa conmemoración; y habla del año 413 el Breviario Siríaco. De lo de Constantinopla es testigo S. Juan Crisóstomo: hoy mismo continúan los Griegos recordando a la multitud de los mártires en el Domingo después de Pentecostés. No hay en cambio alusión alguna a una conmemoración semejante ni en el Leccionario Capitular de Würburg ni en el Evangeliario Capitular Romano, así como tampoco en los sacramentarios Gelasiano, Gregoriano antiguo o Gregoriano de Hadriano: en Occidente, en efecto, sólo se comenzó una celebración semejante –aunque no ya de sólos mártires sino de todos los Santos- cuando acababa el siglo VII: fueron los pueblos celtas, y concretamente los francos, quienes la iniciaron. Lo testimonian así el Leccionario de Mürbach y los Códices de los Martirologios inspirados en Beda y Alcuino. Curiosamente nada dicen de una celebración semejante los Martirologios Hieronimianos más completos. Roma comenzaría a celebrar esta memoria conjunta de todos los Santos en el siglo IX: de su conocimiento y conmemoración por parte de Gregorio IV (827-844) da fe al Martirologio de Adón, refiriéndose a su celebración en la Galicia en el 1 de noviembre.


El pueblo, que propende a sensibilizar y materializar toda su fe, por de pronto se arremolinó con flores y adornos, con luces y limpieza en torno a los sepulcros en nuestros cementerios: si se habla de triunfo en el Cielo, ¡aquí están los cuerpos de nuestros Santos…!

Por su parte las Cofradías y Hermandades tienen la costumbre de vestir a sus dolorosas de luto. Las tonalidades oscuras, las vestimentas de luto, los colores negros… se hacen habituales en las prendas y vestimentas que las distintas camareras dan a las dolorosas en éste mes.

La Cofradía de la Flagelación no podía permanecer ajena a la costumbre de vestir a su titular de negro, y quien se acerque por la Parroquia de Santo Tomas de Villanueva podrá contemplar un autentico viaje en el tiempo a la etapa decimonónica en el siempre difícil arte de vestir una imagen.

Quiero expresar mi felicitación a la Camareria de la Cofradía, porque una vez más se han superado y nos muestran a nuestra querida Virgen del Consuelo bellísima de negro. Imagen que estrena tocado regalado por los hermanos/as: Prado Alcazar, Prado González, Ascensión Fernández-Caballero, Cinthya Moyano, Tania Muñoz, María Ortega, Ana Isabel López, Alfredo Muñoz, Francisco Javier Moyano, Jesús León, Jesús Hernando y Emilio Martín.
Como detalle decir, que el rosario que lleva la Virgen en sus manos, es un rosario de los Siete Dolores de la Santísima Virgen, algo poco visto en la vestimenta de nuestras dolorosas y que es una pieza de principios del siglo XX de la antigua orden servita de la Parroquia de Santiago Apóstol.


La Dolorosa que preside la entrada a nuestra Casa de Hermandad, también se ha vestido de morado para este mes de noviembre

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