jueves, 29 de marzo de 2012

EL OBISPO DE CIUDAD REAL RECHAZA LA REFORMA LABORAL POR REBAJAR LOS DERECHOS DE LOS TRABAJADORES



El Obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, escribió una carta  en la hoja diocesana “Con Vosotros” dirigida a todos los fieles de la Diócesis el pasado 18 de marzo mostrando su desacuerdo contra la reforma laboral desarrollada por el PP al considerar que la misma rebaja claramente los derechos de los trabajadores respecto a situaciones anteriores”.

Aunque desde el Obispado de Ciudad Real han declinado hacer declaraciones a los medios de comunicación alegando que no quieren suscitar “ningún tipo de polémica a dos días de la huelga porque la carta está escrita hace más de una semana”, han reiterado que su postura sigue siendo la misma que mantiene el Algora en la misiva, y en la que lamenta que “llevamos muchos años ya de nuestra democracia donde siempre los perdedores en el concierto social, repito, siempre, son los mismos y siempre los más débiles”.

En este sentido, el Obispo ciudarrealeño aseguró  que no es a él a quien le toca juzgar la conveniencia de esta reforma en el aspecto técnico o jurídico en un momento “en el que la sociedad entera está amenazada por una crisis global sin precedentes en la historia humana” y que hay que fiarse de que son las instituciones las “que deben entender de problemas de tan gran magnitud”.

Sin embargo, si exigió a las instancias políticas, sindicales, empresariales, financieras y a los distintos colectivos de expertos que actúen con responsabilidad y, “si siempre tenemos todos la obligación de construir el bien común, anteponiéndolo a intereses particulares, ahora más que nunca corresponde mayor obligación al que más puede”.


A este respecto, ha criticado que nadie hable de provisionalidad en las medidas que se están tomando, “luego lo que se quiere hacer es establecer un mercado de trabajo en el que los empleadores hagan y deshagan a su antojo, olvidando que el empleado posible es, ante todo y sobre todo, persona a la que otros han dado la vida, la han educado, tiene necesidades básicas: familiares y sociales, no es una mera fuerza de trabajo que se admite o despide unilateralmente y durante un largo periodo de tiempo, pues, en un año de provisionalidad en el empleo (esto es lo que dice la Ley), puede ocurrir de todo, desde una gripe a un suceso familiar al que hay que atender antes que a cualquier otra urgencia de la vida de la empresa. Las personas no somos tan flexibles, tan elásticas, como nos quieren hacer creer”.

En su opinión, no parece creíble que no se puedan tomar otras soluciones para generar empleo y apunta a que “parece mentira que a día de hoy tengamos que echar mano de usos del pasado que trajeron tanta injusticia y explotación a los trabajadores. Con estas medidas y sin meterme a profeta, se van a conseguir los mismos frutos de un pretendido bienestar, hasta es posible, pero no habremos avanzado nada en que el trabajador se sienta realizado con su trabajo y le sirva para llevar una vida estable y sin sobresaltos; que haga posible la familia, la educación de los hijos, el tejido social compacto y fuerte que hace personas y países fuertes para soportar las inclemencias de las coyunturas históricas”.

Asimismo, en esta carta de gran contenido social, pide que si “no hay más remedio” que aplicar estas medidas, se complementen con otras en las que “lo central sea la vida de las personas”, al tiempo que afirma que “da la impresión de que las sociedades desarrolladas van a ser las que más poder concentren en menos manos y esto no se corresponde con las aspiraciones de una sociedad democrática avanzada. Los jefes políticos europeos toman sus medidas por vía de urgencia sin apenas contar con los parlamentos respectivos; los poderes financieros se están concentrando en muy pocas manos. No sé si es muy descabellado pensar que, en el río revuelto de la crisis, están pescando los más poderosos sin contar con la opinión de la sociedad”.

Repercusión de la carta en la prensa local:



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