LA
PROCESIÓN DEL VIERNES SANTO POR LA TARDE, CON CINCO “PASOS”
“La
Enclavación”, con su modesta Hermandad, única no restaurada. El Cristo de la
Piedad y el entusiasmo de don José Gómez y don Fernando Vázquez- Alsina y el
Santo Descendimiento
A las dos horas escasas de haberse
“recogido” la procesión del Viernes Santo por la mañana, con el gentío apiñado
en la calle Cuchilleria y alrededores del templo parroquial de San Pedro, ya
estaba “Menchita” batiendo el tambor para avisar a los “armaos”, que habían de
dar guardia a Cristo muerto, en la solemne procesión del Santo Entierro, que
partía de la parroquia de la Merced, presidida por el Obispo Prior y todas las
autoridades, éstas con su chaqué o levita sin que faltase la chistera, en
aquellas fechas de obligado uso en los trajes de ceremonia.
Pero antes de seguir adelante un inciso,
para aclarar algún leve reproche que se nos ha hecho, indudablemente con razón.
Insistimos en que la referencia que estamos haciendo en estos reportajes, sobre
la Semana Santa ciudarrealeña, alcanza la década de los años 10 y casi el 20 y
el 21, porque resulta muy difícil delimitar y señalar la fecha exacta de
algunos acontecimientos, relacionados con nuestras procesiones pasionarias. Tal
nos sucedió con el “paso” del Santísimo Cristo del Perdón y de las Aguas, que
hasta final de esta década citada no se le agregaron los dos ladrones, pues
hemos visto unas fotografías de los años 15 o16, en que solamente figuraba el Santísimo
Cristo. Más tarde es cuando se agregaron las otras dos cruces y fue entonces
cuando el pueblo comenzó a llamar a este “paso” el de las “Tres Cruces”. Si
alguno de los más allegados a esta Cofradía –nos referimos casi concretamente a
los hermanos Rojas Dorado- pudiera aclararnos la fecha exacta, la
consignaríamos con mucho gusto.
EL
NIÑO JESUS Y “LA ENCLAVACION”
La procesión de la tarde del Viernes
Santo siempre la recordamos iniciada por la Guardia Civil a caballo, en traje
de gala, inmediatamente detrás la pequeña imagen del Niño Jesús con túnica
negra, llevada en andas por pequeños cofrades, que en corto número le
acompañaban también, ¿verdad Celestino? La familia Ayala era la encargada de
custodiar la imagen el resto del año y de “gobernar” su salida procesional.
La primera Hermandad que desfilaba en
esta gran procesión de cinco “pasos” era la de “La Enclavación”, en la que se
nos ha dicho tenía gran participación el gremio de la madera. Era un grupo
escultórico de discreta categoría artística, pero que impresionaba por su
tamaño y por el momento de la Pasión de Cristo que representaba. En los años
que a nosotros llega el recuerdo, era un veterano trabajador creemos que
apellidado Moraga, quien lo sacaba a la calle, pues el número de cofrades no debía
ser ya muy nutrido. No falta quien nos contó que este “paso” no había formado
siempre en esta procesión, pero realmente no tenemos confirmación de ello. Sus
penitentes portaban faroles de acetileno y el hecho de llevar el capillo
granate oscuro, puede que afirme aquella información, pues ya sabido que el
color predominante en estas Cofradías del Viernes Santo por la tarde era el
negro.
No hemos de hacer un reproche –solo
elogios se merecen por su entusiasmo y actividad- a los hombres sobre los que
recayó el peso de la reconstrucción de
nuestra Semana Santa por los años cuarenta. Pero ese reproche si hemos de
hacérselo a todo Ciudad Real, a tantos
como se proclaman amantes de su Semana Santa, y permitieron que, como en el
caso de “La Coronación”, nos quedásemos sin contar con momento tan
trascendental como el de “La Enclavación”. Si no fuera evidente la crisis
porque atraviesa en Ciudad Real la Semana Santa, motivada por varias razones
que no es este el momento de analizar, nos atreveríamos a sugerir que la
Hermandad del Cristo de la Piedad, de tanta raigambre y solera, como
seguidamente vamos a reflejar, le echara valor, recabando ayudas, y consiguiera
que el momento de clavar a Jesucristo en la cruz precediera a su bella imagen
titular, por la que tanta devoción se siente en nuestra capital. Nuestro
modesto apoyo no le faltaría a quien se decidiera a completar este “paso” tan
añorado por los que ya pasan de la cincuentena de años que recuerdan el
grandioso grupo del monte Calvario.
EL
CRISTO DE LA PIEDAD
Es tradición en Ciudad Real que en el
siglo XVII se inició ya la devoción a una imagen del Crucificado atribuida a
Luisa Roldán, más conocida por “La Roldana”, con el nombre del Santísimo Cristo
de la Piedad, a la que se daba culto en la iglesia de Santa María la Mayor,
posteriormente elevada a Catedral o Santa Iglesia Prioral al instituirse el
Obispado Priorato de las Cuatro Órdenes Militares. Hasta nosotros nos ha
llegado la referencia que esta imagen fue realizada con el propósito de ser colocada en el
magnífico retablo que preside nuestra catedral, pero al subirla hasta lo alto
del mismo y debido a la distancia con que había de ser contemplada, resultaba
de pequeño tamaño y hubo de hacerse otra imagen mayor. Si es cierta o no esta
tradición, no somos nosotros quién para afirmarlo ni negarlo, pero sí lo
consignamos para la debida constancia.
A principios de siglo, un grupo de
buenos ciudarrealeños amantes de las cosas de su tierra y estimulados por el ya
citado párroco don José Antonio Espadas, constituyeron la Hermandad del
Santísimo Cristo de la Piedad, siendo don José Gómez y don Fernando Vázquez
quienes llevaron el peso principal de formar la nueva Hermandad, pero contando
con personas tan devotas de la antigua imagen como los señores Martín, Víctor
Cantos, Medrano Rosales (don Ramón), que fuera hermano mayor, como igualmente
el militar señor Sánchez de León, don Juan de la Cruz Espadas y don Félix
García Ibarrola, hasta el año 36, y posteriormente los señores don Alfonso
Navarro y don Rafael Ayala Cueva, siendo un gran entusiasta de la Cofradía don
Ángel López Calderón, con acreditado gusto para el adorno del trono, cuajado de
claveles rojos.
El desfile de esta Hermandad, con túnica
negra y capillo del mismo color, portando los cofrades hachones de cera, era de
gran fervor y seriedad en esta procesión oficial del Santo Entierro,
incorporándose, como la Dolorosa, desde la catedral, hasta la Merced, en la
calle de Toledo. La imagen hacía subir un punto de emoción a los espectadores,
que al ser llevada en andas por un grupo de costaleros vistiendo túnicas
negras, hacían balancear la gran cruz con un sonido característico. A su paso
se cantaban numerosas saetas, especialmente en las calles del Compás y Lirio,
como al llegar a la plaza de Agustín Salido, desde uno de los balcones donde
siempre había de detenerse para que una voz femenina bien conocida moviera a
devoción a los que ya esperaban escuchar la bien timbrada voz de una mujer
nacida en el popular barrio de Santiago. Era especialmente emotivo el momento
de quedar encuadrado el “paso” en el principio de la calle del Lirio, tras la
trabajosa maniobra de los costaleros, dirigidos por su capataz, procedente del
Compas de Santo Domingo. El genial poeta don José Luis Barreda Treviño dedicó
al Cristo de la Piedad un bello soneto, del que son estos versos:
¿Por qué, Señor, tanta bondad conmigo?
Al que a tus leyes hizo vil desprecio,
con tu clemencia pagas su pecado.
En tu piedad inmensa busco abrigo,
yo que, ¡pobre de mí! Ingrato y necio,
los clavos de tu Cruz he remachado.
La venerada imagen fue destruida el año
36, como tantas otras, y al reorganizarse la Cofradía en los años cuarenta, se
adquirió una artística talla del imaginero sevillano Castillo Lastrucci, que
igualmente hizo el bello trono, constituyendo uno de los mejores “pasos” de
nuestra Semana Santa, gracias al interés y celo de don Rafael Ayala Cueva,
luciendo en su procesión una rica colección de estandartes bordados en oro, que
representan las Siete Palabras de Cristo
en la cruz. Lástima que, por dificultades de contar con personal idóneo, se
sustituyera la tradición de ser llevado a hombros por la carroza con ruedas,
aunque buscase la fórmula de que fuera lo más idóneo a cuando se llevaba en
andas.
Es interesante destacar que cuenta la Hermandad
con un estandarte pintado por el gran artista local Ángel Andrade, cofrade
fervoroso del Cristo de la Piedad, así como un cetro de plata de ley para el
hermano mayor.
EL
SANTO DESCENDIMIENTO
Seguía a continuación del Cristo de la
Piedad un conjunto escultórico de Alsina, representando el momento de ser
bajado de la Cruz el cuerpo muerto de Cristo. Y con el nombre de “Santo
Descendimiento” se constituyó la nueva Hermandad, que tuvo numerosos cofrades,
especialmente del ramo de la construcción, aunque la familia Pérez, de tanta
vinculación con las cosas de Ciudad Real, fuera muchos años rectora de la
Cofradía, siendo hermano mayor el abogado don José Pérez Fernández. No hemos podido
obtener mayor número de datos sobre la primitiva Hermandad y quienes fueron sus
principales propulsores.
Los penitentes visten desde hace muchos
años valiosas túnicas de terciopelo negro con capillo blanco y portan faroles,
que fueron modificados al reorganizarse la Cofradía en los años cuarenta,
siendo el “paso” actual del escultor Marco Pérez.
Con el fin de no hacer demasiado extenso
el reportaje retrospectivo de esta semana, dejamos pendiente para la próxima
las dos Hermandades que cerraban esta procesión y la de la Soledad, con que
finalizaba nuestra Semana Santa por los años a que nos estamos refiriendo.
CECILIO
LOPEZ PASTOR
(HOJA
DEL LUNES, AÑO VII Nº 213, LUNES 29 DE MARZO DE 1971)
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