miércoles, 17 de septiembre de 2014

CIUDAD REAL EN LA REVISTA HUMORÍSTICA MADRID CÓMICO


Portada del semanario del 5 de febrero de 1887 con la ilustración del que fuera Alcalde de Ciudad Real, Ceferino Sauco Díez

“Madrid Cómico” fue uno de los más importantes semanarios de toda la historia de la prensa de humor española. Lo fundó Miguel Casañ. Contaba con ocho páginas y se vendía al precio de diez céntimos.

La impresión corría a cargo de M. G. Hernández y Antonio Marzo y la redacción se instaló en Concepción Jerónima, 10. Fueron sus colaboradores iniciales Constantino Gil, Ricardo de la Vega, Miguel Ramos Carrión, Vital Aza, Navarro Gonzalvo, Pérez Zúñiga y Rodríguez Chaves.

Sus redactores tenían un salario de cincuenta pesetas. En 1881 se cerró el periódico pero uno de aquellos, Sinesio Delgado, se lo compró a Casañ por doscientas cincuenta pesetas (que le prestó Balbina Valverde, célebre actriz del Teatro Lara) y lo resucitó convirtiéndose en su nuevo director.

Lo condujo con maestría, preocupándose desde la contabilidad a la maquetación.

Contó con la inestimable colaboración gráfica de Eduardo Ramón "Cilla", y entre sus sucesivos colaboradores incorporaría a Luis Taboada, Leopoldo Alas "Clarín", Peña y Goñi, Eduardo Sáenz-Hermúa "Mecachis", Xaudaró, Ricardo Martín, Sancha, Rojas, Leal de la Cámara, Tovar, Fresno, Medina Vera y Juan Gris.

A lo largo de su existencia tocó los temas principales de la época: el teatro y los toros; y la política (aunque se empeñara en negarlo).

Cultivó la parcela erótica desde el enfoque gráfico, las crónicas epigramáticas y la crítica social y de costumbres. Hacia final de siglo fue perdiendo su vertiente cómica para convertirse en revista literaria y de espectáculos. Se despidió Sinesio Delgado, siendo sustituido por breve tiempo por Ruíz de Velasco.

Poco después será su director "Clarín" y con posterioridad traspasará la dirección a un joven Jacinto Benavente.

Pero cada día que pasa, pierde humor y apoyo del público. Y termina por echar el cierre defini

El número 207, del año VII de su publicación correspondiente al 5 de febrero de 1887, aparecen varias ilustraciones de Ramón Cilla sobre Ciudad Real acompañadas por un pequeño texto satírico obra de Sinesio Delgado sobre nuestra ciudad.

En la portada de este número aparece una ilustración del que fuera alcalde de Ciudad Real y director de “El Labriego”, D. Ceferino Sauco Díez, de quien se dice en la portada: “Tiene talento, es afable, y honrará al pueblo manchego la figura respetable del director de El Labriego”.

En su página número 3 el apunte satírico escrito por Sinesio Delgado sobre nuestra ciudad, en la sección “España Cómica” dice lo siguiente:

Ni un alma en la estación. Sólo, á lo lejos, se ve la sombra del que toca el pito, que, envuelta la cabeza en la capucha, atraviesa el andén, muerto de frio. Cruzamos un pasillo solitario, y una sala lo mismo que el pasillo… A dos pasos está Puerta Ciruela, y no hay bicho viviente en el circuito, y hay que pasar la noche en pleno campo, ¡y hay que pegarse luego cuatro tiros! Un sujeto embozado en una capa llega secretamente, y al oído, como un revendedor de los de Apolo, me ofrece, no butacas, sino asilo.

¡Dios te bendiga, oh sombra bienhechora, como yo en mis adentros te bendigo, pues vienes á probar que vive gente en ese inmenso poblachón dormido!

No hay nada en Ciudad Real. Nada notable. De calles y personas y edificios no se puede charlar cinco minutos, porque en cuatro palabras está dicho. Las casas jalbegadas, calles anchas, todo bien arreglado y todos limpios, nada raros en costumbres y lenguaje, nada extraños en detalles ni utensilios.

Hay, sin embargo, gentes pacienzudas que huyendo del barullo y del bullicio há que viven aquí más de dos meses sin enfermar siquiera de fastidio. ¡Casi las tengo envidia! Ellas disfrutan los gratos goces del hogar tranquilo, y habitan, sin saberlo, en una aldea donde llegan las nuevas y los ruidos como llegan á orillas del estanque las ondas del pequeño remolino.

Una mañana entera me he pasado corriendo calles y buscando tipos, y… ¡parece mentira! Casi casi, me va gustando andar por estos sitios. Sereno y puro el cielo, sol brillante unas casitas blancas como armiños, los vagos paseándose en la plaza, un silencio agradable, soporífero, en todo solitario pero alegre que recuerda las siestas del estío á la sombra de un chopo de la huerta donde cantan cigarras y pardillo… ¡esto es encantador! Uno respira con grata fruición el aire tibio y hace de Ciudad Real, allá en la mente, las puertas del soñado paraíso, en que el alma en su centro se recoge sin deudas, ni papeles, ni amoríos…

A través de una reja de dos metros mira con deleite, embebecido, una modesta sala, con su mesa donde juegan al tute los vecinos su consola con conchas y floreros y un niño de la bola muy bonito, su perrito de lanas en un cuadro con una rosa atroz junto al hocico, sus cromos de Matilde á las cruzadas con orden admirable repartidos y sendas cortinillas en los huecos sujetas con cordones amarillos, cuando acertó á salir por una puerta una niña gentil que era un prodigio.

Miróme la manchega dulcemente, habló después á la mamá al oído, se sonrieron ambas con malicia y echaron calle arriba, acto continuo. –¡Aventura tenemos! –dije entonces,- yo tengo mucha suerte, soy un pillo, ¡hasta en la Mancha atrapo corazones! ¡y luego me dirán que no conquisto!- Y seguí la pareja de mujeres pensando dar remate á mis designios, creyendo amor naciente las sonrisas y las miradas trasformando en guiños, como el buen don Quijote, en esta tierra, tomaba por gigantes los molinos.

Ella volviendo el rostro á cada paso, yo haciéndome ilusiones como un chico, dimos en las afueras de allí á poco y… se quedó la historia en el principio. Llegó un joven. El novio. ¡Era una cita! Ella le dijo… ignoro lo que dijo, el caso es que el futuro matrimonio se me rió en las barbas de lo lindo.

Varias ilustraciones sobre Ciudad Real capital en las paginas centrales

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