domingo, 21 de junio de 2015

EL HUNDIMIENTO DEL TORREÓN DEL ALCÁZAR



El día 2 de enero de este año de 1962, la prensa local de Ciudad Real da la noticia del hundimiento del Torreón del Alcázar de Alfonso X el Sabio. El hundimiento ha tenido lugar el día de Año Nuevo. La noticia se acompaña de una fotografía de la histórica reliquia debida a la cámara y cuidado de don Julián Alonso, cronista de la capital. También se dice allí que D. José María Martínez Val, Presidente de la Comisión de monumentos –y aunque el Torreón no estaba declarado tal-, se había dirigido a la Dirección General de Bellas Artes y al Ayuntamiento de Ciudad Real recabando ayuda para su conservación, sin obtener resultados.

El miércoles 3 de enero, el mismo diario “Lanza” reproduce un artículo de doña Isabel Pérez Valera, Directora de la Casa de la Cultura, aparecido en el “Boletín de Información Municipal”, núm. 4, de octubre último, intitulado “El Torreón del Alcázar”: hace historia del Alcázar y recomienda la conservación del monumento.

El día 5 se publica una fotografía de Herrera Piña. El viejo Torreón es ahora un montón de piedras, al pie de uno de los pilares de fábrica, aún intacto. Porque hay que decir que el llamado torreón era en realidad una puerta de piedra labrada, suponemos perteneciente a la muralla que rodearía el primer recinto del Alcázar.

El jueves 18 de enero, aparece un artículo elegíaco de don Julián Alonso, con este título: “¿Qué queda ya?” La alarma del señor Alonso es tan grande y tan fundada que llega a temer por la suerte de otros preciados restos históricos de Ciudad Real, y pide a la Casa de Cultura una oportunidad para exponer documentos gráficos que posee del antiguo Ciudad Real.

Posteriormente hemos podido comprobar la resonancia que el acontecimiento ha tenido en la prensa nacional, y hemos recordado con emoción un trabajo de D. Emilio Bernabéu, de 4 de junio de 1952, en cuyo título se incluía una angustiosa pregunta: “Ciudad Real ¿el lugar maldito?” Lo cierto que el Alcázar del Rey Sabio, cuyos materiales de construcción, con privilegios de portazgo, empezaron a acarrearse en 1256 –el año siguiente al de la fundación de la ciudad- y terminaron en 1312, no quedan más que las piedras numeradas previamente por el actual propietario de los terrenos, don José Lomas, y unas fotografías. Quizá el viejo Torreón aprovecho las lluvias para echarse en el suelo mullido y apremiar así a quienes han de reconstruirlo en serio. Las piedras labradas por nuestros antepasados del siglo XIII, el más glorioso de Europa, son blandas, algunas se han roto al caer, pero todas están vivas, como estaban los cacharros de cerámica numantina del museo de Soria, cuando fueron recogidos del suelo hechos añicos.  La verdad es que el Torreón de nuestro Alcázar desconocido de Alfonso X, se ha derrumbado en el suelo, no piedra a piedra como acontece a los cuerpos inanimados, sino de golpe y a plomo, como las personas minadas por el sufrimiento y sostenidas no más que por la esperanza. Decimos desde aquí que si estas piedras recogidas ahora con cariño , una a una, por don José Lomas, no oyen la voz de “arriba” de las Instituciones que pueden y deben hacerlo, nosotros, los que hemos recibido lecciones de Historia y de espiritualidad durante años, atribuiremos un significado al hundimiento del Torreón del Alcázar. Porque ¿quien tiene derecho a tranquilizar la conciencia diciendo que esto, una reliquia del pasado, es un estorbo, o bien que es “un montón de piedras?” ¿Un montón de piedras ha dicho usted?

G.R.G. (Revista “Calatrava”, 00-01-1962, página 5)


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