viernes, 9 de octubre de 2015

EL MILAGRO DE LA CALLE PEDRERA


Vista de la calle Libertad en 1919, calle perteneciente a la judería ciudadrealeña

Ciudad Real aún era “Villarreale” el 12 de junio de 1411. Algo acaecía en esa fecha y grande había de ser, pues, desde muy temprano a la Puerta de Granada y a la Corredera venía una muchedumbre humana de acá, y de los contornos llegada. Mediaba la mañana cuando con gente y más gente, acudían también el Tribunal de la Santa Hermandad, la villa y las Comunidades religiosas  y, al frente, el Clero parroquial.

El gentío, con desasosiego de emoción, oteaba los caminos de Andalucía y Alcaraz, y prorrumpió en cánticos y oraciones, al descubrir, en la lejanía, otra multitud que aparecía cantando el Rosario y apretujando, a lo que pudo apreciarse después, a un fraile de ropajes blancos y negros, enarbolando estandarte blanco con las imágenes de Cristo crucificado, en un lado, y de la Santísima Virgen, en el revés.

Así llegaba a Villarreale Vicente Ferrer, que no otro era el fraile del estandarte.

La multitud, que esperaba, unióse a la que venía y por la calle de Granada, siempre cantando y rezando, dieron en la Dorada y, “línea recta”, pasaron a San Pedro por la puerta del Sol para, sin detenerse, salir por la de la umbría y convocar, el Santo, para el siguiente día el comienzo de la Misión. Cuentan que la procesión continúo “a visitar a Nuestra Señora la Santísima Virgen del Prado que, en aquel tiempo, no tenía edificado en su grande templo, que hoy existe más que la capilla mayor o abanico y las dos capillas siguientes” (?).

Igualmente hacendado parece visitara, procesionalmente o no, a Nuestra Señora de la Pedrera en su iglesia, hoy molino aceitero pues, por lo menos y a lo que se dice, tanto ascendiente y tanta devoción gozó esta Señora que la del Prado. Por otro lado a muy sugeridores comentarios se presta el silencio que los relatos históricos de la Misión guardan para los lugares y calles del barrio de Santa María –aun cuando en él colocaran la leyenda o milagro que luego relato- y se prodiguen las citas referentes al barrio de San Pedro, entonces centro urbano, enclave y confluencia de lo judío y de lo cristiano.

Los templos no eran capaces para tan grande aglomeración como se presumía, y hubo de decidirse a predicar la Misión en la ancha calle de la Mata, “desde un balcón de madera que tenía la casa accesoria propia de los Cabeza de Vaca, luego parte del vínculo de los Torres. Las portadas principales de dichas casas sitan en la calle de Caldereros”. ¿No son en la actualidad, Casa Popular de la Virgen del Prado, creada por Gandaseguí? ¿Qué ha sido del balcón histórico?

Precisamente frente a esas casas estuvo la Sinagoga Mayor que tras los atroces sucesos de 1391, fue convertida en iglesia cristiana bajo la advocación de San Juan Bauptista, por deseo de su poseedor don Juan Rodríguez de Villarreal, tesorero del rey en Toledo, quien la donó, el 29 de enero de 1399, al reverendo padre Fr. García de Sevilla, prior sevillano del convento de San Pablo (fundación atribuida a San Fernando), para que fuese casa religiosa de los Frailes Predicadores “lo que antes había sido habitación del demonio”.

Así, frente a la sinagoga convertida en casa de Dios frente al barrio judío maltrecho y populoso, el apóstol Vicente empezó la Misión el día 13 de junio. Sus primeras palabras fueron: “Timete Deum et date illi honores”.

Su voz, como “eco de campana muy ladina, permitía oír la predicación a una legua de distancia”… cual precursora audición radiofónica.

Tal era su elocuencia, que muchos judíos de toda edad pidieron y recibieron el bautismo. En algunos fue sincera la conversión, pero la mayor parte, atemorizados “por los horribles sucesos pasados y llenos de rencor y sospechas sobre su futuro turbio, se bautizaban en público y apostaban en privado”.


Con cruz verde eran señalados los nuevos cristianos o sambenitados y trasladados al barrio que, junto a Santiago “terminaba línea recta en la Puerta de Calatrava y comenzaba en la plazoleta donde había clavada una cruz verde. El cura de los moriscos cuidaba de las operaciones.

La villa pasaba por época de gran esplendor y, un día de la Misión, Vicente profetizó de ella:

Llegarán tiempos que los que os sucedan vean dentro de sus muros mucha parte en ruinas y en un solar coger los frutos de cebada y panizo, sustento para muchos de sus habitantes, y también hortalizas”.

Así se ha verificado”.

Tantos milagros obraba Fr. Vicente Ferrer en su vida predicadora, que su Prior hubo de prohibirle hacerlos sin su consentimiento y dábase el caso, ante la inminencia de realizar alguno, de dejarlo en prodigiosa espera hasta alcanzar la venia que bondadosamente le era siempre otorgada. Cuentan que “de sólo cuatro procesos que se hicieron en Aviñón, Tolosa, Nantes y Nápoles, se sacaron, sin los demás, ochocientos sesenta milagros”.

Casi sin variación, copio de un viejo papel el portento de la calle de la Pedrera de Villarreal:

Estando en la Misión, “se quedó un breve rato suspenso y dijo: Es necesario que en este momento socorráis una grave necesidad. Saca un lienzo de la manga y dice: Seguid este paño y donde pare entrar a socorrer lo que halléis. Voló el pañuelo por los aires y, siguiendo la calle de Caballeros llegó a la de la Pedrera para pararse en la puerta de una casa de esta calle. Entran, rompen la puerta de la cocina y hallan un desgraciado con cordeles en la mano para ahorcar a su mujer. Evitan la desgracia. El pañizuelo volvió por la misma vía a manos del santo Apóstol”.

¡Curioso y encantador milagro, en verdad!

Hasta el amanecer pasaba las noches confesando. Algunos días decía misa en la capillita de Nuestra Señora de la Soterraña, sita en lo alto de la muralla antigua de la Puerta de la Mata”. Desde que vino abajo, la ermita, la Señora tuvo culto en el convento de Santo Domingo, hasta su demolición en el siglo pasado. ¿Qué sería de Ella, y cómo sería?

Terminó la Misión el día de San Juan Bautista, patrono del convento y del fundador, y al otro, con la procesión y aparato de costumbre, marchó el siempre apuesto fray Vicente Ferrer. Tan agraciado y gentil que “algunas mujeres querían traerle a mal y él las ganó para el cielo”.

Al despedirse acudieron las Corporaciones y el pueblo en masa. “Por la Puerta de Toledo, salió para Malagón y, de allí, para Yébenes y, después, a Toledo”.

Buceen los eruditos. Tomen lo cierto y tiren lo que no valga, como en otras ocasiones dije pero conste aquí lo leído en apolillados manuscritos y resobados papelotes, pues, a mí, gran placer me dan estas leyendas, suaves y jugosas, y no había de privaros a vosotros de él, si sois del mismo gusto, callándomelo. Por otro lado, de esas suavidades jugosas, de la leyenda se me alcanza suele nutrirse, en más de una ocasión, la Historia, rígida y seca. Si lo escrito no te gusta bien harás alejándolo de ti o rompiéndolo que si me ufana ser dueño de mis albedrío y gusto, justicia grande considero dejar a cada cual administrar los suyos… y “el bien que viniere para todos sea, y el mal, para quien lo fuere a buscar”.

Julián Alonso Rodríguez (Diario Lanza jueves 5 de junio de 1952)


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