sábado, 12 de diciembre de 2015

EL CASTILLO DE CARACUEL DE CALATRAVA



A veinte kilómetros de Ciudad Real se encuentra Caracuel de Calatrava. El nombre de Caracuel deriva del que se usaba en árabe, que a su vez procedía de los romanos, habiéndolo tornado estos del primitivo vocablo indígena; por lo que puede considerarse uno de los topónimos más antiguos de la región, y lo llamativo de su nombre unido a ser paso y fin de jornada en el Camino Real desde Castilla a Andalucía hizo que uno de los viajeros más frecuentes, el autor del Quijote, se fijase en él y lo usara en su grafía normal y también con variantes en su inmortal obra.


Desde una cota de 750 metros de altitud, el castillo domina poderosamente una amplia zona de cerros y de valles, que circundan su emplazamiento, limitado por lejanas sierras sobre las que se vislumbran aún las atalayas que sirvieron de enlace con las otras fortalezas de la zona. Se accede a las ruinas del castillo por un camino que sale por detrás de la Ermita del Santo Cristo de Caracuel de Calatrava. El camino es de escalones de angosta piedra, justo cuando termina, junto a un árbol se gira a la izquierda para subir por lo alto del monte hasta el castillo. El recorrido es de aproximadamente de 700 metros, siendo de propiedad privada y dado su situación de ruina, su acceso está prohibido si no es con permiso de los propietarios.


El emplazamiento del castillo sería probablemente el de un castro prerromano, habiendo sido ampliado en la Edad Media por los musulmanes y posteriormente por los cristianos. En el año 878, ya en época musulmana, Caracuel fue escenario de una batalla entre el caudillo cordobés Haxim y el rebelde Ibn Mervan aliado del rey de León, siendo derrotado y hecho prisionero Haxim. Un año después, el califa de Córdoba envía una expedición para reducir Caracuel y otras plazas de la región. En el año 912, de nuevo el califa Abderramán III dirige una expedición contra Al-fath ben Zennum tomando Caracuel y otros castillos.


En 1085 con la caída de Toledo en poder de Alfonso VI se considera incluido este castillo en el reino de Toledo, aunque debió ser solo de “jure”, ya que años después formó parte de la dote de la mora Zaida en el año 1091. Cuenta la leyenda que en este castillo vivía una reina árabe llamada Clara. El nombre de Caracuel derivó de caracruel por la cara tan cruel que tenía dicha reina.
 

En 1130 con las expediciones de Alfonso VII el Emperador hasta Los Pedroches Caracuel cayó en manos cristianas, aunque debió ser transitoriamente pues en el año 1147, con la caída de Calatrava se incluyeron otras plazas, entre ellas a Caracuel, perdiéndose posteriormente en la invasión almohade de 1156. Nuevamente tuvo que ocuparse por Alfonso VIII en 1178, a la vez que Alarcos, para perderse en el año 1195 como consecuencia de la derrota cristiana en este lugar volviendo a recuperarse ya definitivamente con la expedición de las Navas de Tolosa en 1212.


La encomienda de Caracuel fue fundada en 1170 siendo una de las más antiguas del Campo de Calatrava junto con la de Benavente y Las Guadalerzas. El cambio de titularidad a favor de Corral de Calatrava se efectúo en el Capítulo General en 1551, a consecuencia del mayor auge que adquirió esta población, debido a su situación topográfica más favorable a la labor agrícola. Sin embargo, la encomienda continuó nombrándose por los dos títulos, Corral de Caraquel. En las Relaciones Topográficas de 1575 se explica el sentir de este pueblo sobre su descenso y el paralelo aumento del Corral.
 

En el Capítulo General de 1652 se estableció que los Compulsos de Cañada y Caraquel se agregaran a Corral de Calatrava, contando entonces con 38 vecinos, siendo la disminución de su población proporcionalmente menor que en otros pueblos del Campo de Calatrava, tal vez debido a que su principal medio de vida, derivado del tránsito viajero, se había mantenido aún.


En 1826 cuenta con 58 vecinos y 208 habitantes, a pesar de haber cesado ya en esta fecha el tránsito hacia Andalucía, aunque se mantenía todavía en pleno uso la ruta hacia Extremadura.


Del castillo se  conserva restos de murallas, de dependencias y torre albarrana pentagonal que forra a una torre más antigua, almohade, hecha en tapial. Igualmente su recinto cuadrado, con torres, y los restos de un aljibe, nos permite hacernos una idea de cómo se vivió en estar fortalezas durante la Edad Media.


A pesar de encontrarse bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español se encuentra en estado de ruina, sumido en un proceso de progresivo deterioro por abandono y hundimiento de sus estructuras.


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