jueves, 11 de agosto de 2016

EN LA “INTIMIDAD” DE LA FE



Ayer publicaba el diario “La Tribuna de Ciudad Real”, un reportaje de la bajada de la Virgen del Prado, con autorización exclusiva del Obispado y del Cabildo Catedral, propietario de la imagen de nuestra querida Patrona, sin que la Ilustre Hermandad ni Corte de Honor hayan intervenido, ni se le haya consultado nada. Reportaje tratado con mucha delicadeza por parte de la periodista y fotógrafo presente en el acto y que hoy reproduzco en el blog. El reportaje lleva por título: En la “Intimidad” de la Fe:


La devoción, la fe, no es algo que pueda cuantificarse, pero hay lugares y momentos en los que casi puede palparse. Uno de esos lugares es la Catedral de Ciudad Real y uno de esos momentos, la bajada de la Virgen del Prado del Camarín al altar, con motivo de las fiestas patronales, un momento íntimo al que sólo tienen acceso algunos miembros de la Hermandad de la Virgen del Prado y las camareras oficiales de la Corte de Honor de la Virgen.

Respeto, mimo, orden, perseverancia, fe y cariño. Estas son las palabras que a uno se le vienen a la cabeza cuando asiste a la bajada de la Virgen del Prado del Camarín al altar, donde la patrona de Ciudad Real está más cerca de los suyos con motivo de las fiestas que la capital celebra en su honor en agosto.


Una ráfaga de cohetes es cada año la encargada de anunciar, pasadas las 19.00 horas, que la imagen ya está preparada para recibir a los suyos. Ese es el margen que la Corte de Honor y la Hermandad de la Virgen del Prado tiene para preparar a la patrona. Un tiempo que empieza a correr pasadas las 11.00 horas, cuando tras la misa de coro, las puertas de la Catedral se cierran para convertir en algo privado, casi familiar, este traslado.

Sólo 15 mujeres (de la Corte de Honor) y una decena de hombres (de la Hermandad de la Virgen del Prado), tienen el privilegio de asistir a este momento en el que el tiempo parece detenerse, ajeno a la velocidad de un siglo XXI que se queda al otro lado de la muralla.


EL TRASLADO

Con las puertas cerradas a cal y canto comienza el proceso al que por primera vez asiste un equipo de La Tribuna. Un bello momento en el que todo el mundo parece tener muy claro qué debe hacer y cuándo debe hacerlo. Al frente de las mujeres, Celia Casado, que este año se estrena como presidenta de la Corte de Honor de la Virgen, pero que lleva años vistiendo a la imagen; y como responsable de la Hermandad de la Virgen del Prado, Francisco Pajarón, que recuerda a unos minutos de que todo comience que “sólo las camareras y los técnicos pueden subir al Camarín”. Su afirmación es apropiada, él sabe que el lugar que resguarda todo el año a la patrona es pequeño y sólo puede estar la gente justa para evitar problemas en el traslado.


Todos tienen claro qué tienen que hacer. “Se decidió en una junta en la que se asignaron las tareas”, explica a La Tribuna Pilar, una de las camareras a la que este año le ha tocado custodiar al Niño mientras se produce el traslado de la madre. Comparte tarea con María Dolores, que sujeta con mimo y cuidado el niño en sus brazos a la espera de que otra hermana le traiga la ropa que llevará la pequeña talla en los próximos días.


A unos metros y sin perder de vista la escalera por la que baja la imagen, otras hermanas de la Corte sacan brillo a la plata, a las ráfagas que enmarcan la imagen y a la media luna que lucirá los próximos días, ya desde el trono de plata. Cada uno sabe qué debe hacer, y se emplea en su trabajo de manera desinteresada con un único objetivo, conseguir que la Virgen luzca en todo su esplendor. “Todos queremos que luzca preciosa”, dice Carmen, que lleva 50 años como hermana de la Corte.


Por eso nadie se detiene en su quehacer. Solo les aparta de su trabajo un murmullo que llega de la parte superior de la catedral. Apenas unos segundos después, el murmullo se convierte en la Salve, que ahora resuena por todos lados, acompañando a la Virgen del Prado en el proceso más complicado del traslado, la bajada por las escaleras y la subida al trono, en todo momento arropada por miembros de la hermandad y un invitado de excepción, el pandorgo José Luís Vendrell, que nos asegura que “no quería perderse este momento”. Él forma parte este año de esa cuadrilla de ocho personas que durante el traslado garantizan “la seguridad de la Virgen”. Ellos la acunan, y junto a ellos, otros tantos brazos no interrumpen pero se muestran dispuestos a echar una mano. Todo es poco para garantizar la seguridad de la Virgen que es trasladada con un abrigo para evitar daños.


HASTA EL TRONO

Tras una breve parada a los pies del altar, miembros de la Hermandad de la Virgen del Prado vuelven a cogerla para subirla al trono, donde otros la esperan. Sólo una voz dirige todos los movimientos, en un tono constante y precioso, el mayordomo Alfonso Doblado. A él le corresponde uno de los cometidos más “complicados”, la manipulación de la Virgen a lo largo de un proceso que termina sólo cuando la imagen está segura.


Doblado lleva años haciéndolo, aún así, reconoce que todavía se le “encoge” el corazón en el momento justo en el que la imagen se saca del Camarín. Salvado ese momento, y con la Virgen ya segura, su cometido es algo más técnico pero igualmente importante. Consiste en colocar el pollero, una estructura sobre la que se apoya el peso del manto, las ráfagas que acompañan a esta imagen de Rausell y Llorens que data de 1950, y la corona. Como explica Doblado, este pollero se utiliza desde que en la última restauración para evitarle peso a la talla.


LOS ROPAJES

A unos metros de donde los hermanos de la Hermandad de la Virgen del Prado se centran, supervisados y aconsejados por su presidente, Francisco Pajarón, en la seguridad de la talla, y tras rezar el Ángelus, las camareras de la Corte preparan las enaguas, las joyas y el manto de la Virgen.

Todas colaboran pero solo Celia Casado se encargará de vestirla, este año “que no está Conchi Guijarro” ayudada por Prado y Javier. Con Casado arriba y todos pendientes de lo que necesita, alfileres, tijeras, imperdibles…, se empieza a engalanar a la Virgen, primero con unas enaguas; después con un peto y el mandil, y por último, con el manto, este año “otra vez el del centenario”, porque el de la coronación se deja para el año que viene “que se celebra el cincuentenario de la coronación”.


“Es una joya” dice una de las hermanas. “Es una obra de arte”, dice otra, admirando la belleza de esta pieza de tisú de plata, bordada en oro, en la que es posible ver los escudos de las cuatro órdenes militares. Tesón y mucha fuerza se necesita para colocar esta pieza con la que se culminan las más de tres horas que cada año la hermandad dedica a engalanar a la Virgen para sus fiestas.


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