Ayer
publicaba el diario “La Tribuna de Ciudad Real”, un reportaje de la bajada de
la Virgen del Prado, con autorización exclusiva del Obispado y del Cabildo
Catedral, propietario de la imagen de nuestra querida Patrona, sin que la
Ilustre Hermandad ni Corte de Honor hayan intervenido, ni se le haya consultado
nada. Reportaje tratado con mucha delicadeza por parte de la periodista y fotógrafo
presente en el acto y que hoy reproduzco en el blog. El reportaje lleva por
título: En la “Intimidad” de la Fe:
La devoción, la fe, no es algo que pueda
cuantificarse, pero hay lugares y momentos en los que casi puede palparse. Uno
de esos lugares es la Catedral de Ciudad Real y uno de esos momentos, la bajada
de la Virgen del Prado del Camarín al altar, con motivo de las fiestas
patronales, un momento íntimo al que sólo tienen acceso algunos miembros de la
Hermandad de la Virgen del Prado y las camareras oficiales de la Corte de Honor
de la Virgen.
Respeto, mimo, orden, perseverancia, fe
y cariño. Estas son las palabras que a uno se le vienen a la cabeza cuando
asiste a la bajada de la Virgen del Prado del Camarín al altar, donde la
patrona de Ciudad Real está más cerca de los suyos con motivo de las fiestas
que la capital celebra en su honor en agosto.
Una ráfaga de cohetes es cada año la
encargada de anunciar, pasadas las 19.00 horas, que la imagen ya está preparada
para recibir a los suyos. Ese es el margen que la Corte de Honor y la Hermandad
de la Virgen del Prado tiene para preparar a la patrona. Un tiempo que empieza
a correr pasadas las 11.00 horas, cuando tras la misa de coro, las puertas de
la Catedral se cierran para convertir en algo privado, casi familiar, este
traslado.
Sólo 15 mujeres (de la Corte de Honor) y
una decena de hombres (de la Hermandad de la Virgen del Prado), tienen el
privilegio de asistir a este momento en el que el tiempo parece detenerse,
ajeno a la velocidad de un siglo XXI que se queda al otro lado de la muralla.
EL
TRASLADO
Con las puertas cerradas a cal y canto
comienza el proceso al que por primera vez asiste un equipo de La Tribuna. Un
bello momento en el que todo el mundo parece tener muy claro qué debe hacer y
cuándo debe hacerlo. Al frente de las mujeres, Celia Casado, que este año se
estrena como presidenta de la Corte de Honor de la Virgen, pero que lleva años
vistiendo a la imagen; y como responsable de la Hermandad de la Virgen del
Prado, Francisco Pajarón, que recuerda a unos minutos de que todo comience que “sólo
las camareras y los técnicos pueden subir al Camarín”. Su afirmación es
apropiada, él sabe que el lugar que resguarda todo el año a la patrona es
pequeño y sólo puede estar la gente justa para evitar problemas en el traslado.
Todos tienen claro qué tienen que hacer.
“Se decidió en una junta en la que se asignaron las tareas”, explica a La
Tribuna Pilar, una de las camareras a la que este año le ha tocado custodiar al
Niño mientras se produce el traslado de la madre. Comparte tarea con María
Dolores, que sujeta con mimo y cuidado el niño en sus brazos a la espera de que
otra hermana le traiga la ropa que llevará la pequeña talla en los próximos
días.
A unos metros y sin perder de vista la escalera
por la que baja la imagen, otras hermanas de la Corte sacan brillo a la plata,
a las ráfagas que enmarcan la imagen y a la media luna que lucirá los próximos
días, ya desde el trono de plata. Cada uno sabe qué debe hacer, y se emplea en
su trabajo de manera desinteresada con un único objetivo, conseguir que la
Virgen luzca en todo su esplendor. “Todos queremos que luzca preciosa”, dice
Carmen, que lleva 50 años como hermana de la Corte.
Por eso nadie se detiene en su quehacer.
Solo les aparta de su trabajo un murmullo que llega de la parte superior de la
catedral. Apenas unos segundos después, el murmullo se convierte en la Salve,
que ahora resuena por todos lados, acompañando a la Virgen del Prado en el
proceso más complicado del traslado, la bajada por las escaleras y la subida al
trono, en todo momento arropada por miembros de la hermandad y un invitado de
excepción, el pandorgo José Luís Vendrell, que nos asegura que “no quería
perderse este momento”. Él forma parte este año de esa cuadrilla de ocho
personas que durante el traslado garantizan “la seguridad de la Virgen”. Ellos
la acunan, y junto a ellos, otros tantos brazos no interrumpen pero se muestran
dispuestos a echar una mano. Todo es poco para garantizar la seguridad de la
Virgen que es trasladada con un abrigo para evitar daños.
HASTA
EL TRONO
Tras una breve parada a los pies del
altar, miembros de la Hermandad de la Virgen del Prado vuelven a cogerla para
subirla al trono, donde otros la esperan. Sólo una voz dirige todos los
movimientos, en un tono constante y precioso, el mayordomo Alfonso Doblado. A
él le corresponde uno de los cometidos más “complicados”, la manipulación de la
Virgen a lo largo de un proceso que termina sólo cuando la imagen está segura.
Doblado lleva años haciéndolo, aún así,
reconoce que todavía se le “encoge” el corazón en el momento justo en el que la
imagen se saca del Camarín. Salvado ese momento, y con la Virgen ya segura, su
cometido es algo más técnico pero igualmente importante. Consiste en colocar el
pollero, una estructura sobre la que se apoya el peso del manto, las ráfagas
que acompañan a esta imagen de Rausell y Llorens que data de 1950, y la corona.
Como explica Doblado, este pollero se utiliza desde que en la última restauración
para evitarle peso a la talla.
LOS
ROPAJES
A unos metros de donde los hermanos de
la Hermandad de la Virgen del Prado se centran, supervisados y aconsejados por
su presidente, Francisco Pajarón, en la seguridad de la talla, y tras rezar el Ángelus,
las camareras de la Corte preparan las enaguas, las joyas y el manto de la
Virgen.
Todas colaboran pero solo Celia Casado
se encargará de vestirla, este año “que no está Conchi Guijarro” ayudada por
Prado y Javier. Con Casado arriba y todos pendientes de lo que necesita,
alfileres, tijeras, imperdibles…, se empieza a engalanar a la Virgen, primero
con unas enaguas; después con un peto y el mandil, y por último, con el manto,
este año “otra vez el del centenario”, porque el de la coronación se deja para
el año que viene “que se celebra el cincuentenario de la coronación”.
“Es una joya” dice una de las hermanas. “Es
una obra de arte”, dice otra, admirando la belleza de esta pieza de tisú de
plata, bordada en oro, en la que es posible ver los escudos de las cuatro
órdenes militares. Tesón y mucha fuerza se necesita para colocar esta pieza con
la que se culminan las más de tres horas que cada año la hermandad dedica a
engalanar a la Virgen para sus fiestas.
Fuente:
M. Sierra http://www.latribunadeciudadreal.es/Noticia/Z8845E816-AFEB-E372-B4935B1732BE66E3/En-la-intimidad-del-Camarin
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