Comenzamos situándonos al principio de
la Guerra Civil en Ciudad Real, mediante versión del historiador Arrarás
Iribarren, que nos describe en su libro de la Cruzada española (págs. 146,152):
“Los
extremistas de la localidad no estaban contentos. A su juicio, la revolución no
seguía en Ciudad Real el ritmo acelerado que en los pueblos. Se guardaban
excesivas consideraciones al enemigo. Era una vergüenza que todavía se
celebrasen misas y que los frailes y el Obispo Prior siguiesen en sus
residencias como si no hubiese ocurrido nada. Hubo una nueva reunión de
gerifaltes en el Gobierno Civil para tratar de este espinoso tema. Los más
intemperantes se impusieron y en la noche del 24 al 25 de julio se adoptó el
acuerdo de que el Frente Popular se incautase de las iglesias, conventos y del
palacio del señor Obispo-Prior. Ciudad Real, pueblo eminentemente religioso,
cuenta con muchas cosas de culto y devoción, algunas de venerable antigüedad y
de mucho interés religioso y artístico.
El
crimen alterna con el robo. En el Gobierno Civil se planea el expolio de las
iglesias y en especial el de la Catedral donde se guarda el tesoro de la Virgen
del Prado. Para que lo entregue, se hace violencia sobre el doctor Estenaga,
diciéndole que son órdenes terminantes de Madrid”.
Manuel Romero Sánchez-Herrera
(1896-1984), que fue durante la Guerra Civil presidente de Unión Republicana,
nos relata en sus memorias, publicadas en 1970, “Durandín. Estampas de la
Guerra Civil”, libro, por cierto, desconocidísimo en Ciudad Real. Cuando su
partido político se hizo cargo de la custodia de la Santa Iglesia Prioral Basílica
Catedral de las Órdenes Militares y previamente nos analiza la grave situación
de odio y violencia que se respiraba a nivel general y muy especialmente contra
la Iglesia. Con este valioso testimonio Durandín nos arroja más luz respecto a
la magnitud del robo de la Catedral.
Manuel Romero –Durandin- después de 34
años de silencio nos dice:
”Los
partidos del Frente Popular, apenas iniciada la guerra ocuparon, conventos,
iglesias, palacios particulares; expulsando a sus ocupantes: varones o hembras;
los objetos de culto desaparecieron, siendo sometidos a desordenada garrapiña
por los izquierdistas. Se exceptúa de esta forma de actuar el partido Unión
Republicana que, como sede de su organización, se conformó con el local que
tenía arrendado anteriormente a la Guerra”.
Germán
Vidal Barreiro, Gobernador Civil de Ciudad Real desde el 2 de junio de 1936
hasta el 6 de octubre del mismo año. Fue quien ordenó el asalto a la Catedral
”Los
grandes edificios, el Seminario entre ellos, fueron ocupadas por la casa del Pueblo,
Sindicatos, socialistas y la checa correspondiente, de lamentable recuerdo.
”El
partido comunista, compuesto de un número insignificante de afiliados y apenas
conocido en la capital –Ciudad Real-, ocupó el Palacio del Obispado. Los
jefazos, de humilde condición, dejaron sus viviendas, ocupando lujosos pisos de
burgueses adinerados y asesinados.
”En
este aspecto, dos individuos pertenecientes a Unión Republicana, elevaron una
denuncia al Comité de Incautación, por la cual quedaba al descubierto y en
entredicho el presidente de Unión Republicana, que no había imitado la conducta
del resto de los partidos izquierdistas.
”Para
responder a la denuncia fue requerido Durandín por el citado comité.
”Adujo
en su defensa que para poco más de cien afiliados sobraba local con el que
tenían para sus actividades corrientes; respecto a la ocupación y vigilancia de
conventos e iglesias, lo consideraba como gran sarcasmo y burla. Los milicianos
encargados de este menester, dejaron entrar y salir libremente a los cientos de
mujerucas y chicos que se dedicaban a visitar los edificios religiosos; al
mismo tiempo que les servía de recreo escamoteaban aquellos objetos que les apetecía.
”Ante
estas explicaciones y debido, según el Comité, a la falta de milicianos, le
ofrecieron al presidente se encargara Unión Republicana de la custodia de la
Catedral, donde aún no se había desbordado el libertinaje antirreligioso del
pueblo. Aceptó Durandín bajo la condición de actuar con absoluta autonomía para
evitar lo que sucedía en los demás edificios religiosos.
”Aquella
misma tarde, presidente y secretario de Unión Republicana, seguidos de cuatro
jóvenes del partido, se presentaron ante la puerta de la Catedral; tres o
cuatro milicianos de filiación socialista, que hacían guardia, fueron
relevados. Al marcharse los milicianos, dejaron su armamento, digno de figurar
en estas páginas para conocimientos de aquellos que soñaron en el triunfo de
los rojos.
”Dos
carabinas viejas y sin munición, una escopeta atada con un bramante; nada más.
Parte
exterior de la Cámara del Tesoro hasta 1936
”Con
esto pensaban repeler el asalto que se esperaba de los curas, guardia civil y
derechistas. ¡Ya está bien!
”El
jefe del grupo socialista acompaño al presidente y secretario al interior de la
Catedral, donde a salto de mata inspeccionaron lo que en ella se encontraba y
estado. Al parecer nada faltaba, excepto las bombillas eléctricas, que no
quedaba una; algunos cajones abiertos, sobre el suelo, ropas desperdigadas;
examinada la puerta del “tesoro de la Virgen”, se vio a simple vista que había
sido manipulada con intención de abrirla sin logar conseguirlo.
”Se
marchó el grupo socialista; al fin, solo. Los dos republicanos volvieron al
interior del templo, donde la semioscuridad, el silencio, misterio y ambiente
atraía al presidente como imán de hierro. Pasaron directos al altar mayor; allí
contemplaron la imagen de la Virgen, patrona de la capital, con su carita
vuelta en dirección a la nave central.
”En
una hoja copio literalmente al propio presidente.
”Al
subir los escalones del altar mayor me sobrecogió el silencio angustiándome, al
extremo de recordar que, entre las pocas veces que visité a la Virgen, jamás me
acometió tal dolor y angustia. Mi compañero y yo caímos de rodillas,
humillados, como si al estar allí cometiéramos un delito; lágrimas
incontenibles rodaron por mis mejillas, acongojándome al extremo de transcurrir
unos minutos sin pronunciar palabra por imposibilidad de pronunciación.
”A
mi mente acudieron atropelladamente recuerdos del pasado, días de fiesta, días
de esplendor, vítores a la Virgen morenita de cara pequeña, brillantes desfiles
donde miles y miles de fieles demostraban amor por aquella imagen abandonada en
su hornacina. Aquellos mantos de oro y pedrería, entusiasmo de todo el pueblo,
momento de emoción cuando entre el estruendo de bombas y cohetes volvía a
ocupar su trono a la Señora.
”¿Acaso,
pensé, seríamos los dos republicanos los últimos que le rendirían pleitesía?
”Sobre
el altar, dos cálices volcados como pájaros muertos, de sus entrañas se
desprendían sagradas formas que escalonadamente llegaba al suelo.
”En
un papel, encontrado en uno de los bolsillos, oculté con todo respeto y mano
temblorosa las Sagradas Formas, al día siguiente, las manos vírgenes de la
superiora del Hospital, sor Juliana, hice entrega del precioso tesoro. Ella,
virtuosa mujer, agradeció mi rasgo con emoción infinita”.
Puerta
interior quedaba acceso a la escalera que conducia a la Cámara del Tesoro hasta 1936
Y más adelante:
“Nos
toca ahora hacer historia de los sucesos acaecidos en las postrimerías de la
custodia de la Catedral. Insistentes rumores circulaban por las bocas de
izquierdas sobre una orden llegada de Madrid. Según ella debía de reunirse en
el Gobierno todo objeto de plata y oro que se hubiera recogido en iglesias y
conventos para mandarlos a un puerto del Mediterráneo y largarlos a Rusia, que,
a su vez, nos suministraría armas y víveres. Sólo faltaba el saquear el tesoro
catedralicio; en la actualidad estaba intacto y se suponía valía muchos
millones de pesetas.
”El
presidente se personó en el Gobierno Civil, y al titular del mismo, Germán
Vidal Barreiro le suplicó le aclarara lo que hubiera de cierto sobre los
rumores anteriores. El gobernador se lo confirmó, no sin expresarle el disgusto
que por su parte tenía (?). Pertenecía a izquierda republicana; su profesión,
maestro nacional.
”Durandín,
con dureza y gran disgustó, expresó que marchaba directamente a la Catedral
para retirar la guardia de Unión Republicana, pues su partido no se
responsabilizaba del acto de saqueo que se proyectaba; no quería ser testigo
del robo. Se llevó a efecto, las alhajas se trasladaron al Gobierno; de “voz
populi” se supo que alguna o algunas esposas de los camaradas principales
burlaron alguno que otro par de pendientes o anillos de la Virgen, que
exhibieron en sus inocentes orejas durante la guerra”.
Estrecha
escalera que daba acceso a la Cámara del Tesoro
Gracias a José Balcázar y Sabariegos (1872-1944), que durante 1939-1940 recogió datos y testimonios de alto interés sobre el robo del Tesoro-Catedral y que publicó en su libro “La Virgen del Prado a través de la Historia”, donde en el capitulo XX trata sobre este lamentable suceso, nos relata la visita y entrevista hecha en el domicilio personal del Beneficiado de la Catedral, Mauricio Padilla de San Diego, Sacristán Mayor y Custus Templi, quien le narra lo siguiente:
“El
día 14 por la mañana me visitaron Don Saturnino y Don Ramiro Sánchez Izquierdo
para decirme, en nombre del Sr. Obispo Prior, que atendiese la orden de entrega
que llevarían unos policías. Poco después se me presentaron éstos con un
mandamás (Viriato Molina) a la cabeza y convinimos en que a las cuatro de la
tarde se verificaría aquélla. El arcón/es donde estaban las joyas de la Virgen
tenía tres llaves que estaban en poder de los canónigos Sres. Torquemada,
Lorente y Jiménez Manzanares. Las recogí al momento. A las cuatro en punto
vinieron por mí. Fuimos a la iglesia. Entre la puerta del sol y la verja
exterior había ya un camión para la carga –primero las joyas, oyes, primero las
joyas- repitieron todos. Y subimos por la angosta escalera de caracol que hay
entre la sacristía vieja y la puerta puerta de entrada, y llegamos al camarón o
descansillo de una torre vieja, donde estaba el Tesoro Catedral. Abrimos el
arcón y allí estaba el Porta-Paz, dos coronas y esparcidos por el suelo
estuches con valiosas alhajas. Como fieras se tiraron a ellas, pero cuando
llegaron al paroxismo fue cuando abrí unas cajas grandes de carne de membrillo
que estaban llenas de perlas, esmeraldas y diamantes rosa, entonces metieron
todos las manos y a puñados se las guardaban en los bolsillos y estaban tan
excitados que al descender por la escalera, una vez que quedó limpia la
habitación, se les caían las piedras preciosas y aun las pisaban, tanto que no
me pude contener y les dije:
-Ya
que se las llevan, cuiden de ellas que valen un tesoro.
-
Y a usted que le importa.
-¿Y
se llevaron muchos? –interrogué a Don Mauricio.
Muchos
–me contestó- aunque ahora no puedo precisarlo, porque las dos relaciones o
inventarios que de ellas tenía las entregué también. El día 23 se hizo una
segunda entrega, entre otras, de cinco copones de plata, diez y ocho cálices,
un copón de oro de kilo y medio de peso, y que usaba el Sr. Obispo Prior; una
cruz parroquial y dos ciriales de estilo bizantino de plata sobre dorada; regalo
de las Órdenes Militares, una piel de gamuza con imperdibles y sortijas y
alfileres de oro. Collares de perlas, etc., tres ánforas de plata que pesaban
una arroba, otras tres más pequeñas del mismo metal, una custodia con piedras
preciosas, regalo de Doña Criptana y otra valiosísima materialmente cuajada de
iguales piedras, procedente de Uclés. Además cargaron con las capas corales,
tres pontificales completos, un centenar de albas, etcétera, etc.”
Respecto al Tesoro-Catedral sustraído,
pasó de inmediato desde la Santa Iglesia Prioral Basílica Catedral de las Órdenes
Militares en cuatro camiones bien cargados, hasta las dependencias del Gobierno
Civil, donde se apartaron previamente las de más valor y las de menor
consideración, que fue tasando Manuel Francés durante largo tiempo.
José
López de la Franca y Gallego. “Historia del Porta-Paz de Ciudad Real” páginas
28-33.
Interior
de la antigua Cámara del Tesoro
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