En la antigua Grecia, cuna de las Bellas
Artes, tuvo su origen histórico la palabra “Academia”, según refieren las
crónicas atenienses, porque se dio este nombre a un lindo jardín a orillas del
Cefiso, de exuberante vegetación, en la que predominaban los olivos y plátanos,
y que, convertido en Gimnasio, fue legado a la República en tiempo de Teseo por
un héroe amigo suyo, llamado Academo, entusiasta propagador de las ideas metafísicas.
A tan ameno lugar acudía gustoso el
sabio Platón para enseñar sus teorías filosóficas, concurriendo los
intelectuales de aquella época para escuchar y aprender los profundos
pensamientos que encerraba la doctrina del gran sistematizador de la dialéctica.
Rindiendo un doble tributo de respeto al
fundador y de admiración al Maestro, se denominó a la teoría de Platón en los
primeros siglos, filosofía académica, y sus discípulos eran designados con el
título de académicos.
Pasaron los antiguos tiempos, y durante
la Edad Media, aparece en Francia, durante el reinado de Carlomagno, la Escuela
Palatina, docta Corporación para ejercitarse en letras y ciencias los grandes
pensadores de la época.
En la Edad Moderna imitan tan laudable
ejemplo Italia y España y fundan las Academias en el sentido que hoy damos a
esta palabra, dedicándose al cultivo de la Literatura, Historia, Medicina,
Ciencias y Bellas Artes.
Por último, en nuestros días se aplica
esta denominación a los centros de enseñanza en que se aprenden las asignaturas
que se cursan y aprueban en Institutos y Universidades, siendo establecimientos
docentes que, practicando los deberes morales, atienden a la educación física y
al desarrollo intelectual, armonizando la higiene con el estudio y la gimnasia
con la instrucción, para que tenga el alumno mens sana in corpore sano.
Estas Academias suelen establecerse en
las grandes poblaciones, donde cuentan en los múltiples elementos que necesitan
para la realización de sus provechosos fines culturales en las distintas
esferas del saber humano.
Pero lo que sorprende verdaderamente es
instalar un centro de esta importancia en una capital de tercer orden, próxima
a Madrid, dotarlo de todos los adelantos modernos y construir un edificio ad
hoc, amplio, higiénico, lujoso, con capacidad suficiente para 115 internos, y
tener que negarse en algunos cursos a admitir más alumnos por cubrirse el
número total de plazas, porque es un caso insólito, digno de consignarse y
merecedor de los más entusiastas elogios.
Tan gigante pensamiento, y ese hecho
extraordinario, se registra en Ciudad-Real con la “Academia General de
Enseñanza”, fundada y dirigida desde el 1895 por el Licenciado en Ciencias
Físico-Matemáticas D. Miguel Pérez Molina, infatigable luchador, amante del
trabajo y espíritu progresivo, que con una constancia ejemplar consagra todas
sus actividades y energías al desenvolvimiento de su idea pedagógica, habiendo
conseguido en pocos años honrar a su provincia con una de las mejores Academias
de las que existen en España.
Hallase situado el edificio en uno de
los puntos más céntricos y sanos de la población, ocupando una superficie de
1.200 metros cuadrados, con sólida construcción y tres fachadas, estando la
principal en la misma calle en que se encuentra el Instituto, a cuyas aulas
asisten los alumnos de la Academia diariamente para ser conocidos y preguntados
por los Catedráticos que han de juzgarlos en los exámenes.
Hacer una detallada descripción de todas
las dependencias del local es tarea improba y de la que puede prescindirse
porque habría que agotar los adjetivos encomiásticos, y basta con decir que el
vestíbulo es severo; las galerías espaciosas, el comedor magnífico; los salones
de estudio con pupitres individuales; las clases amplias, con elevados techos y
el menaje propio de las asignaturas que se explican; la escuela preparatoria
para el ingreso en la segunda enseñanza
un acabado modelo de perfección pedagógica, y la de párvulos, dirigida
por el Profesor suizo Mr. Poisat; los dormitorios, establecidos en tres
soberbias salas, por su admirable cubicación, exceso de luz y aire puro, reúnen
las más completas condiciones de salubridad; el museo escolar tiene ochenta
cuadros murales con los principales productos y sus transformaciones para la
industria; los gabinetes de Historia Natural, Física, Química y Agricultura,
guardan en armarios y vitrinas modelos de máquinas adquiridos en el extranjero,
ejemplares zoológicos y colecciones mineralógicas de inestimable valor; y la
Biblioteca es un derroche de buen gusto, con sencillos pupitres y elegantes
librerías que ostentan 3.500 volúmenes clasificados por catálogos de materias y
autores, entre los que figuran desde los antiguos clásicos hasta las obras más
famosas de la moderna literatura.
Allí se encuentran la bandera y el
estandarte de la Academia, de raso azul, bordado en oro, y la preciosa lápida
conmemorativa de la solemne fiesta celebrada por los alumnos en honor del
inmortal Cervantes, al cumplirse el tercer aniversario de la publicación de “Don
Quijote de la Mancha”.
El mejor elogio que puede hacerse de
aquella memorable velada, es consignar que fue digna del genio sublime a que se
rendía homenaje, por los elocuentes discursos que se pronunciaron y las
hermosas poesías que se leyeron, vibrando en las palabras y en los versos el
alma de la Patria, ungida por la admiración al entonar sus cantos de gloria.
Al salir de la Biblioteca me entregó el
amable Director un reglamento de la Academia, y al ver que los alumnos están
sujetos a un régimen interior excelente, a una inspección beneficiosa y a un
estudio constante, me expliqué lógicamente los brillantes resultados que
obtienen en los exámenes de fin de curso, viendo recompensados sus desvelos con
las más honrosas calificaciones, numerosos premios y Matrículas de Honor, que
también testimonian la ilustrada competencia del docto Profesorado.
A los éxitos de fin de curso contribuye
el sistema de educación integral adoptado por la Academia, que publica también
desde su fundación un Boletín con grabados intercalados en el texto.
Del último número copiamos los
siguientes párrafos:
“Para
las plazas gratuitas o becas que concedimos, fueron designados por la Excma.
Diputación provincial dos jóvenes, siendo uno de ellos asilado del Hospicio
provincial. El Excmo. Ayuntamiento eligió otro de sus Escuelas Municipales, previa
oposición entre los más adelantados de la Graduada.
El
tipo de internado por nosotros seguido se diferencia del que el Estado francés
sostiene en sus Liceos y que en España se quiso copiar para los Institutos con
poco acierto, pues ha llegado su descrédito a tal punto, que las familias echan
de menos el que tenían establecido las Comunidades religiosas expulsadas.
Bien
quisiéramos tomar como modelo el sistema inglés, que consideramos el más
perfeccionado; pero, ya que esto no sea posible, procuraremos aproximarnos,
dando la independencia debida al educando. Es decir, no somos partidarios de la
reclusión constante en el Colegio, pero sí del orden y disciplina en todos los
actos del mismo, no prescindiendo de los deberes religiosos que les enseñaron
sus padres. Implantaremos para el nuevo curso la instrucción militar, hoy
obligatoria, para que desde niños se disciplinen y sepan cumplir mejor el día
de mañana sus obligaciones para con la Pátria. En suma, que alejándonos de los
inconvenientes que antes apuntábamos, nos acercamos más y mejor a la educación
cívica y moral, como complemento de la física e intelectual”.
En el amplio despacho del Director se
halla, en lugar preferente, el Diploma de Comendador de la Orden de Alfonso
XII, honrosa distinción que fue pedida por las Corporaciones oficiales de esta
provincia, y que el Gobierno concedió gustoso como recompensa a los
indiscutibles méritos y grandes servicios prestados por el Sr. Pérez Molina al
ejercer el cargo de Alcalde Presidente del Ayuntamiento, cuya gestión fue
altamente beneficiosa para Ciudad-Real, viéndose obligado a dimitir el cargo
para dedicarse con asiduidad a sus trabajos profesionales.
En una memorable sesión le fue entregado
el valioso bastón de mando, adquirido por suscripción popular, acompañado de un
artístico álbum con las firmas de todos los que contribuyeron a la realización
de este homenaje de cariño, que patentizó las simpatías de que goza entre sus
paisanos.
El año pasado acudió al Palacio real con
D. Ricardo Gasset, que llevaba los planos para construir en Madrid un Colegio
como los de Londres, y D. Alfonso XIII ofreció la dirección del nuevo Centro
docente al Sr. Pérez Molina con frases de elogio a sus aptitudes excepcionales
y entusiasta vocación por la enseñanza. Honor que declinó, altamente
reconocido, por atender a su Academia de Ciudad-Real.
Pero perseverando en sus anhelos
pedagógicos ha conseguido recientemente la creación de una Escuela Militar, de
carácter privado, autorizada por el Capitán General de la región, y que
funciona con el mejor éxito, formando el Claustro de Profesores ilustrados
Oficiales de nuestro brillante Ejército.
Confieso con ingenuidad que la visita a
la Academia General de Enseñanza me produjo grata impresión, y al despedirme
del celoso Director estreché efusivamente su mano, diciéndole sin lisonja: “Hombres
como V. son los que necesita España, porque viven dedicados a difundir la
instrucción, que es base del progreso, y el progreso es el alma de la vida”.
Rafael
Abellán. Cuadros A Pluma. Notas Descriptivas de Ciudad Real. Ciudad Real 1914
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