lunes, 13 de febrero de 2017

HACE MÁS DE TRES SIGLOS QUE SE CELEBRABAN CORRIDAS DE TOROS EN LA PLAZA MAYOR DE CIUDAD REAL


 
Dibujo de Paco Blanco del desaparecido ayuntamiento capitalino

Que Ciudad Real tuvo siempre una gran afición a la fiesta de los toros, es algo que nos atestigua la historia. Don Inocente Hervás nos habla en su “Diccionario” de este aspecto, poco conocido, y que divulgamos en la seguridad de que interesá por lo curioso de su descripción.

La actual  Plaza del Generalísimo hallábase construida, desde su principio con portales sobre postes de madera y sobre ellos, se alzaban corredores y grandes ventanas y balcones del mismo material, hasta su reforma, que empezó en 1728 y terminó en 1744.

En esta plaza se celebraban, invariablemente, todos los años dos corridas de toros, bajo la dirección del Concejo en los días 15 y 16 de agosto, festividades de la Virgen del Prado y San Roque. La gran afición que demostró Ciudad Real a esta clase de espectáculos, queda patente al decir que no  dejó de utilizarse este medio para allegar fondos para fines benéficos cuando la obra apremiaba. En 1732, el cura de Santiago organizaba una fiesta de toros para costear el dorado del retablo mayor de su Iglesia; los Hermanos de San Juan de Dios, dieron igualmente sus corridas en 1776 para levantar su arruinada Iglesia; el Concejo acudía al año siguiente para terminar las obras del Prado; en 1751 el mayordomo de San Pedro solicitaba igual gracia para construir el retablo de Nuestra Señora de la Guía, y la abadesa de las Franciscanas para concluir los de San Juan Nepomuceno y San Francisco.


Como los corredores y ventanas eran de particulares, se solicitaba la cesión de estos, vendiéndose a buen precio. En uno de esos corredores de la plaza tenía el Vicario su sitial, con almohada de terciopelo carmesí, desde el que presenciaba la fiesta.

En 1640, hace por tanto más de tres siglos, el Corregidor mando retirar, por parecerle que atributos tales sólo eran permitidos a personas reales, dicho sitial, calificándose de injuriosa aquella determinación por la clerecía, que obligó a retirarse a los agentes del Corregidor, volviendo el sillón a su sitio. A estos actos siguió el proceso consiguiente, elevándose a la Audiencia de Granada y el parte que de él existe, es en extremo curioso e interesante,  para apreciar las costumbres de aquella época y las relaciones entre las dos potestades.

Es lástima que en los legajos en que se relata todo esto, no consten datos más concretos sobre ganaderías y caballeros que interviniesen en las corridas de toros, pero no es poco el saber que la fiesta nacional tiene un abolengo de siglos en nuestra capital y conocer el primitivo lugar donde se desarrollaba. Nuestras corridas de Beneficencia, vienen a ser en la actualidad una continuación en distinto coso, como es lógico, de aquellas primeras que se daban a favor de menesterosos o para fines piadosos.

D. N. Ramírez Morales. Boletín de Información Municipal nº 2, abril de 1961

 
Una corrida del siglo XVIII según un dibujo de Goya

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