sábado, 14 de octubre de 2017

LA CAPILLA FUNERARIA DE DON FERNANDO DE COCA EN LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE CIUDAD REAL (I)


 
Escudo del Chantre de Coca en la puerta de acceso de la capilla

La constante presencia del mundo de la muerte en la  realidad medieval es algo tan conocido y estudiado en nuestros días que no necesita justificación. Una de las preocupaciones prioritarias del hombre de la Edad Media consistía en alcanzar la vida eterna, y por tanto, preparar todo lo relacionado con la muerte, que paradójicamente es parte de su vida, era la actividad principal y común de todos los estamentos sociales.

Lo que hemos expresado se concreta, para una parte de la sociedad medieval, en el deseo generalizado de disponer de un espacio privado destinado a  enterramiento dentro de una iglesia o lugar sagrado. De este privilegio disfrutaban los reyes, príncipes, alta nobleza, obispos y santos y con el transcurso del tiempo se amplían las posibilidades a otros grupos de la sociedad menos notables. Se incluye al  clero en general y a miembros de la  burguesía con recursos económicos suficientes que les permitían emprender y comprometerse en importantes obras funerarias, especialmente en iglesias parroquiales. La elección del lugar de enterramiento es una decisión personal que debe ser aceptada por los responsables religiosos del edificio correspondiente. En ocasiones se aprovechan, adaptándose a  la nueva finalidad, capillas ya existentes; en otras ocasiones son de nueva construcción, como es el caso que nos ocupa, capilla añadida en el  lado de la epístola próxima a la  cabecera. En relación con este aspecto se ha llamado la atención sobre el problema de la integración de la capilla funeraria en la  arquitectura anteriormente construida ya que puede llegar a  romper la regularidad de su fisionomía original (1).

 
Vista exterior de la Capilla de Don Fernando de Coca con contrafuertes circulares que refuerzan los ángulos

El compromiso de propiedad de una capilla funeraria implica responsabilizarse de todos los asuntos económicos concernientes a la  obra arquitectónica en su proyección interior y  exterior, al cerramiento mediante una reja, al enriquecimiento del espacio con el monumento funerario propio y/o de familiares y allegados. Suele incorporarse un retablo para el desarrollo de la liturgia, siendo la misa uno de los medios más poderosos para la salvación del alma. Su iconografía, posiblemente dictada por el fundador y dotador, es consecuencia de diversas circunstancias como pueden ser sus devociones particulares, la advocación de la capilla, o la moda devocional de la época. A partir de  las noticias proporcionadas especialmente por los testamentos (2) se sabe que el fundador de una de estas capillas enriquecía a la misma con numerosos objetos litúrgicos necesarios para el culto general y el  específico funerario tales como Piezas de orfebrería, ropas, libros o  cuadros. Estas obras son por tanto, en conjunto, el resultado de unas preocupaciones religiosas, de una situación social, de la  capacidad económica y de la voluntad personal del fundador. El espacio funerario privado, más o menos rico en sus diversos componentes, es también consecuencia de un deseo de fama y de prestigio social, que se expresa con la incorporación de la heráldica familiar repartida por distintos lugares del espacio, como las claves, ménsulas, rejas, lápidas o los sepulcros e  incluso en los muros exteriores de la  capilla.

 
Ventana semicircular de la capilla por su parte exterior con follaje de carnosas rosáceas de largos pétalos

La capilla que estudiamos no ha sido hasta este momento objeto de una atención completa por parte de los historiadores; ha llamado especialmente la  atención el sepulcro del comitente don Fernando de Coca, pero no ha sido valorado el significado
global del conjunto integrando los diversos monumentos que en él se albergan. Este estudio pretende hacer un análisis minucioso de las distintas obras de arte aquí reunidas atendiendo a su forma, estilo e  iconografía, así como a los paralelismos y comparaciones que pudieran establecerse con otras piezas del arte de su época.

Es el  promotor y fundador de esta obra el  clérigo Don Femando de Coca como refleja la inscripción que recorre el borde de su sepultura. Don Fernando de Coca disfrutó de diversos cargos a lo largo de su vida, documentada a fines del XV y los primeros años del XVI, entre los que consta haber sido capellán de la Iglesia de San Salvador del Castillo y Fortaleza de la ciudad de Soria (3), Chantre de Soria y Canónigo obrero de Sigüenza (4) y, además, párroco de la iglesia de San Pedro de cuya construcción estuvo encargado (5), aspecto éste que seguramente motivó la elección del lugar de su enterramiento (6). Tanto en su propio sepulcro como en otros lugares de la capilla aparece repetido su emblema heráldico, un árbol entre dos leones rampantes (7).

 
Heraldo con las armas del chantre en el muro exterior de la capilla, ya casi borrado por el tiempo

LA CAPILLA FUNERARIA

Fue erigida de nueva planta en el siglo XV rompiendo el lienzo del muro sur de la Iglesia de San Pedro, una construcción de tres naves de los siglos XIV y XV del que solo ha permanecido como testigo la ventana alta original ornada con tracería de doble arco lobulado y rosetón bajo el apuntado de encuadramiento. El acceso a la capilla desde la nave de la iglesia constituye una fachada interior, de mayor ambición que calidad de labra, si bien de aparatoso efecto. Forma su estructura un gran arco semicircular con arquivoltas distanciadas, en cuyos registros, compartimentados por baquetones rectilíneos que dibujan un trazado rectangular, se dispone la decoración vegetal, motivos de basta factura que se repiten en la ventana de la capilla. Las figuras de los apóstoles Pedro y Pablo, titulares de la iglesia, en sendas hornacinas laterales, son nuevas, sustituyendo a las originales desaparecidas en 1936. El tímpano ostenta las armas del prelado presentadas por ángeles tenantes.

 
Puerta de acceso a la capilla antes de 1936 con las imágenes de San Pedro y San Pablo destruidas en 1936

La capilla forma un cuadrado de 6,80 m. de lado. En sus muros de mampostería, una sola ventana semicircular se adorna con follaje de carnosas rosáceas de largos pétalos repetidas también en el exterior, las mismas que decoran la puerta. Una bóveda de terceletes con ligazones cierra este espacio; sus plementos de piedra perfectamente encuadrada se apoyan en nervios moldurados con los perfiles habituales en las construcciones del siglo XV y descansan en grandes ménsulas angulares que muestran repetidamente el escudo del fundador sostenido por ángeles alados; bajo sus redondos ábacos se han representado un haz de heno, tres aspas seguidas y frisos de flores. En el exterior destacan los grandes contrafuertes circulares que refuerzan los ángulos, y los muros culminan en un estrecho alero recorrido por bolas, rosetas y pequeñas cabecitas; en el del lado Oeste se conserva, en tan al estado que impide prácticamente su reconocimiento, una imagen que parece representar una figura sosteniendo un escudo. La decoración de la capilla en el interior es completa desde el punto de vista de su finalidad funeraria y de una riqueza de materiales y labra verdaderamente destacable. Fueron realizados del sepulcro de alabastro del fundador, dos lápidas de sus padres en el suelo, en el centro de la capilla ante el altar, y un retablo de alabastro en el testero absidal, además de la reja (8) que, aplicada a la ya dicha monumental y labrada portada, aisla y privatiza el oratorio del resto de la iglesia.

María Moreno Alcalde Y Mª Jesús Gómez Bárcena. Anales de Historia del Arte, ISSN 0214-6452, Nº 9, 1999, págs. 67-89

 
La puerta de acceso en la actualidad, con las imágenes de San Pedro y San Pablo que se colocaron en los años ochenta del siglo pasado


(1) Bango Torviso, 1.: «El espacio para enterramientos privilegiados en la arquitectura medieval española», en Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, (UAM) IV. 1992, p. 106.
(2) Rucquoi, A.: “De la resignación al miedo: la Muerte en Castilla en el siglo XV”, en La Idea y el sentimiento de la muerte en la Historia y en el Arte de la Edad Media. Universidad de Santiago de Compostela, 1988, pp. 51-66. Carlé, C.: Una sociedad del siglo XV. Los castellanos en sus testamentos, Buenos Aires, 1993. Royer de Cardinal, S.: Morir en España (Castilla, Baja Edad Media), Buenos Aires (s.a.).
(3) Archivo de Simancas, Sección Registro General del Sello, año 1496 (noviembre), fol. 206. En este  mismo archivo, año 1478 (agosto) fol. 84, se cita a un Fernando de Coca en relación con la “renunciación de la guarda de la capilla de la Reina Catalina en la iglesia de Toledo” personaje que, por fecha, bien pudiera ser el mismo.
(4) Muñoz Párraga, Mª Carmen: La catedral de Sigüenza (las fábricas románica y gótica), Guadalajara, 1987. Según los documentos de la catedral es Chantre de Soria y canónigo obrero de Sigüenza, por lo menos desde el año 1488, con última referencia en 1506.
(5) Quadrado, J.M. y De la Fuente, V.: España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia, Castilla la Nueva, Toledo y Ciudad Real, Ed. Barcelona, 1978 (1ª, 1853) p. 462. Hervás y Buendía, I.: Diccionario histórico-geográfico, biográfico y bibliográfico de la provincia de Ciudad Real, Ciudad Real, 1890: en p.537, especifica que dirigió la obra del templo, y cita su origen vascongado.
(6) Sin apoyo documental en Portuondo, B.: Catálogo monumental de la Provincia de Ciudad Real, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes, 1917; reed. Ciudad Real, Inst. de Estudios Manchegos, 1972, p. 96, se le cita como Capellán de los Reyes Catolicos y Chantre de Coria.
(7) Menéndez Pidal de Navascués. F.: “Heráldica funeraria en Castilla”, Hidalguía, 1965, p.142. Precisa: “la heráldica acabó siendo elemento imprescindible en el adorno de monumentos funerarios”.
(8) Portuondo, B.: Op. cit. Nota 6, p.97, especifica que: “la reja es muy ligera con una inscripción calada en letras monacales, a la que falta un trozo, y que dice: “esta obra mando hacer el señor Chantre de Coria”. La reja actual no responde a esta descripción.

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