domingo, 3 de diciembre de 2017

CIUDAD-REAL EN EL SIGLO XVII.- MOVIMIENTO INTELECTUAL.- INSTITUCIONES DOCENTES.- UN DOCUMENTO CURIOSO (III)


 
Vista coloreada de Ciudad Real del siglo XIX

No pudieron dar mejor empleo a sus capitales los hijos opulentos de la Mancha en aquel siglo de decadencia y retroceso, que el que le dieron destinándolos a la creación de centros de enseñanza o a la conservación y fomento de los que encontraron establecidos en épocas anteriores, medio el más eficaz de alentar a un pueblo en las horas de desmayo, haciendo renacer sus esperanzas y abriendo a su actitud los horizontes del porvenir. No hay obra benéfica de mayor alcance ni de más provechosos y positivos resultados. En esto se anticiparon y ganaron por la mano al nuestro, que tanto se ha distinguido en fundaciones de este linaje debidas a la iniciativa individual, otros siglos de menos pretensiones de ilustración y que aparecen en la historia menos enamorados seguramente de la ciencia.

No he podido comprobar –y sabe Dios que lo siento- no obstante haber examinado  escrupulosamente los documentos que hoy obran en el Archivo de la Iglesia parroquial de San Pedro de esta ciudad, la existencia de una Academia de Derecho Canónico fundada, al decir de algunos, en la referida Iglesia por el Bachiller D. Bartolomé Salvatierra en el siglo XVI, Academia que debía vivir y funcionar a ser cierta la noticia, en el siglo décimo séptimo y de la cual por su innegable importancia y el grande honor que hacía a la ilustración del Clero de aquel tiempo, parece inverosímil que desapareciera por completo la memoria, máxime constando allí otras fundaciones del referido Bachiller. Sólo he encontrado entre los acuerdos Capitulares consignados en la colección de documentos inéditos, que forman el Libro mudo o Becerro de dicha parroquia, uno del 1728 en que se dice que el Abad del Cabildo nombró para la dotación de la Cátedra de san Pedro, que en esta Iglesia fundó el Sr. Bachiller don Bartolomé Salvatierra para pobres doncellas huérfanas a tal y tal, institución, que a no haber cambiado los fines para que fue creada, no puede referirse a la Academia de que tratamos.

Al siglo XVII en su primer tercio, cuando el nivel de cultura intelectual había experimentado en esta población considerable descenso, corresponde la fundación hecha por el Presbítero D. Juan Bravo (año de 1621, cuyo testamento ocupa los folios 801 al 825 de mencionado libro, y en él hay una cláusula muy sustanciosa, por la cual manda a sus Albaceas que destinen parte de su hacienda a dar carrera literaria completa desde la Escuela a la Universidad a dos jóvenes, deudos suyos y de su nombre y apellido. El documento es harto curioso y de interés, y como dicha cláusula es corta, merece la pena de transcribirse integra. Dice así:


“-Estudiantes (al margen)- Iten que dichos Patronos elijan dos mochachos, deudos mios y de mi nombre y apellido y así elegidos los que de mas habilidad parecieren se propure que aprendan Letras dende su principio y estando en poder de sus padres sean ayudados con el gasto que se haga en pagarles el Maestro de Escuela, y estudio e libros para todo en otra cosa alguna y se guarde lo demás que dicha mi hacienda rentare hasta que los dichos mochachos estén hábiles para poder ir a Universidad y aprender Letras que su habilidad y entendimiento les dieren, con que sean Letras para servir a Dios con ellas porque para esto es mi intención ayudarles: y si en los dichos réditos que obieren caído o pudieren caer y rentar obiere sustancia para poder ambos a dos ir a estudiar a Universidad, sean ambos ayudados con todo y sino obiera posibilidad mas de para uno, los dchos, patronos elijan y envíen el mas hábil, aunque sea menor en edad, y si ambos estuvieren en paridad, por quitar discordias echen suertes entre ellos e vaya el que por suerte saliere el cual sea ayudado en la dicha Universidad hasta ser graduado de Bachiller, y si de ahí adelante quiere proceder su estudio hasta graduarse de Licenciado y siendo virtuoso y aprovechado y no distraído, los patronos le provean de todo lo que rentare la dcha hacienda, como dcho es y acabado con el siendo graduado de Licenciado o viéndose a esta ciudad o residiendo en ella medio año, luego los patronos tornen a guardar su primera Orden de elegir mochachos.

Es también mi voluntad que si los tales estudiantes estando en la Universidad y estudio vivieren viciosamente, los patronos teniendo cierta relación de ello, elijan otros que así se llamen de mi apellido.

Pero la institución docente de interés más general, de mayor utilidad y provecho para el vecindario de esta capital y pueblos comarcanos y que mejor demuestra, de un lado el atraso y lo necesitada que de instrucción se encontraba Ciudad-Real en el siglo XVII, de otro el alto saber de sus fundadores, pertenece de derecho a D. Diego López Tufiño y D. Antonio de Torres Treviño, hijos ilustres de esta ciudad, muerto el segundo aquí y enterrado en la Iglesia de San Pedro (1646) y el primero en la Villa del Potosí del Perú, Comisario aquél y Receptor este del Santo Oficio de la Inquisición de la referida villa.

A un litigio ruidosísimo sostenido en tres instancias y elevado a la decisión Suprema del Papa, entre los Religiosos de San Juan de Dios y el Clero parroquial de San Pedro, litigio que dura desde 1719 a 1729, se debe seguramente la conservación de los preciosos documentos que atañen a la fundación de que me ocupo. Cinco años después de la resolución definitiva a favor del segundo (1734) fueron trasladados los restos mortales de D. Antonio de Torres Treviño al Convento de San Juan de Dios, y en mitad de uno de los salones, donde está instalada hoy la Escuela práctica de la Normal de Maestros puede ver el curioso una lápida sepulcral con la siguiente inscripción:

“-Aquí yacen los huesos del cadáver de don Antonio de Torres Treviño, Presbítero, Comisario que fue del Santo Oficio, vecino de esta ciudad, fundador Patrono de este Convento Hospital. Falleció en el año de 1646. Fue depositado en la Parroquia del Sr. San Pedro y trasladados sus huesos a dicho Convento en el de 1734”.

Luis Delgado Merchán. “La Mancha Ilustrada” Valdepeñas 1 de marzo de 1893, páginas 2 y 3. Centro de Estudios de Castilla-La Mancha.

 
Desaparecido cobertizo de la puerta del sol del siglo XIX

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