martes, 19 de junio de 2018

ALGUNOS DATOS DE ISABEL II.- EL INSTITUTO DE 2ª ENSEÑANZA IMPROVISADO PALACIO.- PREPARATIVOS Y ESTANCIA DE LOS REYES EN CIUDAD REAL


Vista de la fachada del antiguo instituto, antes de convertirse en museo

Se cumplen hoy 9 de diciembre de 1984, el 118 aniversario de uno de los mayores acontecimientos históricos que ha conocido Ciudad Real y su provincia: la visita de Isabel II, la de su esposo, don Francisco de Asís María de Borbón, la de don Alfonso de Borbón, Príncipe de Asturias, y la de la Infanta doña María Isabel, acompañados de un elevado número de miembros de la Corte y servidores de Palacio, grandes de España, Cuarto Militar del Rey, capitán de Alabarderos, el P. Claret, que era el confesor de la reina, gentiles-hombres…

Entre todos los componentes de la regia embajada que visitaba Ciudad Real, Isabel II acaparaba el protagonismo del acontecimiento.

Había nacido la reina el día 10 de octubre de 1830, del matrimonio formado por Fernando VII y María Cristina de Nápoles, sobrina del rey y su cuarta y última esposa,  matrimonio que tuvo lugar en 1829. Isabel fue proclamada Reina el día 29 de octubre de 1833, un mes después de la muerte del rey, su padre. El 10 de octubre –coincidencia de fechas- de 1846, con sólo 16 años de edad, se casa con Francisco de Asis, primo de la reina.

“El matrimonio –se lee en la Historia de España dirigida por T. de Lara, editada por Labor- fue un acto contrario a la voluntad de la reina, cuya separación práctica respecto de su cónyuge corrió pareja con su vida privada propensa al escándalo.

La vida de Isabel II transcurre en el s. XIX, posiblemente el más turbulento de nuestra historia. Una parte importante, tal vez la más decisiva por sus indudables repercusiones en posteriores acontecimientos la ocupa el reinado de Isabel II. Fernández Carvajal va a calificar el s. XIX "como el siglo de inestabilidad por antonomasia en nuestra patria". Inestabilidad que se refleja en los levantamientos y sublevaciones como la de Barcelona de 1842 y el de los sargentos del Cuartel de San Gil; en los períodos de dictadura, incluso, como la de Narváez en 1848; en las coaliciones de Espartero-O'Donnell; en las desamortizaciones, en las guerras internas en las exteriores también, como la de Marruecos o los inicios de la dé Cuba; depresión económica; gobernantes que lideraron las más bajas ambiciones del poder; en la implantación del liberalismo burgués de mano de la violencia; en el carlismo y el anarquismo reacciones populares de distinto signo al liberalismo del s. XIX español.

Una visión, ésta tal vez hipercrítica, pesimista, nacida de la consideración que ofrecen los acontecimientos. Visión que puede quedar justificada con las palabras de Palacio Atard, cuando afirma que las frustraciones de nuestro s. XIX han sensibilizado nuestra actitud hipercrítica" .

No obstante lo negativo de los hechos que marcan el reinado de Isabel II, incluidas las tristes guerras dinásticas. "que comienzan en el Norte herencia evidente –dice Tuñón de Lara- del fracaso de la revolución liberal en España"; así como otros motivos de descrédito no fueron óbice para que la monarquía como institución contase, a lo largo de la época, con un amplio apoyo popular, ejerciendo en el pueblo una fuerza de mito fascinante y que se va a confirmar, una vez más, con ocasión de la visita de los reyes a Ciudad Real, en medio de una explosión de auténtico fervor popular.

Entrada al viejo instituto antes de su restauración 

En este tiempo 1866, Ciudad Real y su comarca tenían una población de 26.945 habitantes de los que 13.520 eran hombres y 13.425 mujeres. La población escolar era de 2.475 alumnos y 825 vecinos eran pobres de solemnidad. La cosecha de 1866 fue pésima, debido a la pertinaz sequía y a la permanente invasión de langosta que asolaba gran parte del terreno cultivable de la provincia.

Ciudad Real contaba desde 1842 con la Escuela Normal Superior, con el Instituto de Segunda Enseñanza, "nacido a la sombra de la Escuela Normal", afirma Pablo J. Vidal, en 1843 y, finalmente la Escuela Normal Femenina en 1859.

IMPROVISADO PALACIO REAL

Con ocasión de la visita real, el Instituto de Segunda Enseñanza va a cobrar singular importancia porque sus dependencias -en él funcionaba desde 1848 el Colegio de alumnos internos del Instituto- se va a convertir en "improvisado palacio", según expresión de don Agustín Salido, para albergar a tan egregios huéspedes. Era el único edificio de la capital que podía ofrecer unas instalaciones mínimas necesarias. Téngase en cuenta que pasarían algunas décadas para que se edificasen los palacios Episcopal –la Diócesis Priorato se crea en 1876- y Provincial, cuyas obras comenzaran en 1889.

El gobernador, Agustín Salido, publicó en el B. O. de la Provincia del día 11 de diciembre, la siguiente orden:

“Con el objeto de que el grande acontecimiento del paso por esta capital y su provincia de SS. MM. Y AA. quede consignado de modo imperecedero, se va fijar en el muro de la escalera principal del Instituto de provincia una lapida de mármol blanco con letras de oro, que dirá lo siguiente:

El día 9 de diciembre de 1866 entró en esta Capital doña Isabel II de Borbón, acompañada de su Augusto Esposo, Don Francisco de Asís, y de sus hijos, el Príncipe don Alfonso y la Infanta doña Isabel, pernoctando en este edificio; y el Ayuntamiento de la Capital, acordó fijar esta lápida para eterna memoria”.

Cambiada de sitio miles y miles de personas vinculadas al Instituto “el viejo caserón de la calle de Caballeros”, como lo recuerda López Bustos, hemos visto esta lápida, desaparecida desde sólo hace unos años, deteriorada con ocasión de unas obras de restauración del Instituto, siendo director del mismo el catedrático de Dibujo, don Manuel Romero.

Por el significado que entraña, Por el Significado que entraña, nuestro Instituto; uno de los pioneros de la Segunda Enseñanza de España desearíamos que Ayuntamiento y Claustro del actual Instituto “Ntra. Sra. de Alarcos”, se pongan de acuerdo y se reponga la lápida en el sitio que corresponde.

Galería del Instituto antes de su restauración y transformación en museo  

Ordenó, asimismo el gobernador, que en todos los Ayuntamientos de la provincia se guarde en sus archivos una carpeta que llevará la siguiente inscripción: “Carpeta de documentos e impresos referentes a los festejos y demás actos oficiales que tuvieron lugar en esta provincia de Ciudad Real con motivo del paso por ella de la reina Isabel II, con los demás particulares que se refieren a la parte que esta población tomó en dichos festejos, nombres de las personas comisionadas para felicitar a las reales personas y niños que llevaron las ofrendas”.

Sirva esta aportación de datos, para que personas vinculadas a la búsqueda histórica, indaguen en los archivos municipales la posible existencia de esta documentación a la que se hace referencia.

PREPARATIVOS Y ESTANCIA DE LOS REYES

Por parte de la comisión correspondiente se había preparado un detallado programa con minuciosa relación de actos horarios, itinerarios, personalidades que debían intervenir, etcétera. Un bando del Gobernador invitaba a todos los ciudadanos a hacer patente su entusiasmo, mantener el orden, rogando a los vecinos de la capital a que sean hospitalarios con las personas que os demanden un lugar en donde pasar una noche, que va a hacer época en nuestros anales”. Suponemos que nuestros antepasados secundaron la invitación de la primera autoridad provincial, no obstante lo cual, la totalidad de las iglesias de la ciudad estuvieron abiertas la noche de aquel 9 de diciembre de bajísimas temperaturas, según las crónicas de la época.

Los festejos comenzaron en la tarde del día 8, lidiándose unas vaquillas en la plaza de toros, a beneficio de la comida que se daría a los pobres de la ciudad el día siguiente. Hacendados hombres de la capital contribuyeron con sus aportaciones a éste y otros actos de beneficencia destinados a los asilos, hospitales, conventos de clausura, parroquias…, pobres de la cárcel, también. Entre otros donativos se colectaron 100 arrobas de vino mil reales de vellón, 20 fanegas de candeal y otras 100 arrobas de vino; doce dotes de quinientos reales para chicas huérfanas.

A las doce y media del día 9, repique general de campanas en toda la provincia, “y, desde aquel momento tres fuentes de vino correrán en el Pilar o Pozuelo Seco de don Gil, Plaza de la Constitución y Prado de la Virgen”, continuando así todo el tiempo que los egregios visitantes estuvieron en Ciudad Real. Buen remedio, además de la lógica alegría que posibilita el vino por aquello de que el “vino alegra el corazón de los hombres”, para combatir las bajas temperaturas exteriores, porque las interiores… Sin embargo, no hubo que lamentar ningún incidente, felicitando el gobernador a todos los ciudadanos por su comportamiento.

Vista del claustro

El tren real, que había salido a las 8,30 de Madrid, llegó a Ciudad Real a las 16,20, deteniéndose en las estaciones del recorrido: Alcázar, Manzanares, Daimiel –dedicaremos un capitulo al accidente provocado por el tren que precedía al tren real-, Almagro, Miguelturra, rivalizando todos los pueblos, en dispensar calurosos recibimientos a los reyes: arcos de triunfo en Alcázar, con gentes venidas de todas partes, estruendo de los cohetes, silbidos de las máquinas locomotoras…;  en Manzanares “donde el gusto más exquisito había presidido su decoración, pareciendo breves a los leales habitantes los minutos de espera; en Almagro con banderas, gallardetes y flores en la avenida de la Estación, presidiendo toda la ciudad las cruces de la Orden, de la que la reina era Gran Maestre y el rey, clavero mayor; Miguelturra, “siendo notable el entusiasmo de aquel pueblo excitado por las elocuentes y sentidas manifestaciones de su alcalde y de su párroco.

Iguales o parecidos sentimientos de fervor, de recibimientos multitudinarios, se pusieron de manifiesto en los pueblos del recorrido del tren real con dirección a Badajoz y Lisboa.

Por lo que toca a Ciudad Real, los alrededores de la estación de ferrocarril estaban ocupados por un inmenso gentío de todas clases y condiciones, expectantes desde muchas horas antes. Junto al pueblo, autoridades, comisiones, Corporaciones… En carruaje descubierto, propiedad del Tte. General, conde de la Cañada, SS. MM. Marcharon desde la Estación a la iglesia de Ntra. Sra. del Prado, actual Catedral, recorriendo el siguiente itinerario: Puerta y calle de Ciruela, Pilar, calle de los Arcos (Gral. Aguilera), plaza de la Constitución, Mercado Viejo, calle de Toledo, Estación, Caballeros, Azucena, Camarín y Prado de la Virgen. Calles y plazas llenas de público que obstruían materialmente el paso del cortejo regio, hasta el punto de hacer imposible, en algunos momentos, el avanzar.

En el templo parroquial, profusamente iluminado y adornado, se cantó un Te Deum y una salve, por una coral traída de Madrid para este acto. Posteriormente, los reyes subieron al Camarín de la Virgen, rindiendo honores, a uno y otro lado de la escalinata, los cofrades con hachones encendidos. Los reyes recibieron ejemplares, ricamente encuadernados, de la historia de la Virgen, publicados en 1648. A la reina de España se le entregó la credencial de hermana mayor de la Cofradía, para sí y para todos sus sucesores, y las credenciales de hermanos de la Cofradía para el rey, el príncipe de Asturias, y para la infanta. La entrega fue hecha por  don Santiago Maldonado, caballero de Santiago y hermano mayor de la Virgen.

Se encargó al profesor catedrático de Dibujo del Instituto, don Antonio Gabriel Monsegue que pintase un cuadro, reflejando la escena que se había vivido en el Camarín de la Virgen, y que sería expuesto de forma permanente en la iglesia (1).

Con tres arcos de triunfo y el estruendo de las campanas y cohetes, y de los compases de varias bandas de música, la comitiva real llegó a palacio, el Instituto de Segunda Enseñanza, que contaba con una distribución y amplitud distinta y superior a la actual. Se celebró la recepción y besamanos, y a continuación. La comida regia, finalizando la jornada con fuegos de artificio en la calle de Caballeros y Plaza de la Constitución.

Antigua escalera del viejo instituto, actualmente desaparecida 

 A las 7 de la mañana del día: 10, los reyes partieron con destino a Badajoz.

La "Gaceta de Madrid" del día 10 de diciembre, refiriéndose a la estancia de los reyes en Ciudad Real, dice:

"Son las siete la mañana y SS.MM. y AA. van a partir en este momento para Badajoz. Anoche  verifícó el besamanos general, que duró tres horas y puede decirse qué toda la provincia de La Mancha sé ha concentrado en la capital para ofrecer a los reyes el acendrado testimonio de adhesión, respeto y cariño: Habrían pasado de 500 las comisiones que se han presentado a SS. MM. Ciudad Real y sus pueblos hecho a sus magestades, (sic) y altezas un recibimiento que formará época en la historia de esta comarca de castilla”.

El Viaje de regreso de Lisboa a la capital de España lo realizaron los reyes siguiendo el mismo itinerario, llegando a Ciudad Real a las 7 de la mañana del día 16 diciembre. A lo largo del trayecto Almadén-Ciudad Real, en una de las noches frías de aquel riguroso invierno, en torno a miles de hogueras repartidas de trecho en trecho, que alegraban y. llenaban de luz, el entorno las gentes esperaban el paso  del tren que conducía a los reyes con tal entusiasmo y concurrencia "como si el viaje se hubiera verificado a las doce del día más hermoso de primavera", según relata el cronista.

En Ciudad Real, la familia real no descendió del tren, aceptando el desayuno que el Ayuntamiento le había ofrecido. Las gentes entusiasmadas podían a los reyes ver a sus padrino, el simpático príncipe de Asturias. "El entusiasmo rayó en delirio cuando S. M. misma alzó en sus brazos al tierno ruño, esperanza de este país".

Poco después se reanudaba el viaje hacia Daimiel, donde los reyes presidieron el funeral por las víctimas del desgraciado accidente del día 9.

Ángel Jara B. y Ángel Jara L. Diario “Lanza” 9 de diciembre de 1984

(1) Maruja Zorita y otras personas conocedoras de la historia del Instituto afirman tener noticia de éste y otros cuadros de la familia de Isabel II, y que desaparecieron durante la guerra civil al ser utilizados como combustible para calefacción.

Parte superior de la antigua escalera del viejo instituto

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