domingo, 10 de junio de 2018

EL JARDIN DEL INSTITUTO (II)



En el 1907, siendo director don Maximiliano de Régil catedrático de Geografía y secretario don Vicente Calatayud, se solicitó al Ministerio el nombramiento de un jardinero de plantilla, tal petición fue denegada, y por esta causa el jardín fue de mano en mano y hubo años que quedó atrasadillo según me contaba don Vicente.
También trataron de adquirir la casa colindante, propiedad del Marqués de Treviño, para ampliación del jardín y frontera de este instituto, y así regularizar su perímetro para formar con todo él, una sola manzana que con la adicción del verjado vendría a ser este edificio uno de los más notables y espaciosos de Ciudad Real y uno de los mejores Instituto de España.

En 1908,  siendo director don Clemente García, Retamero, catedrático de Matemáticas, fue sustituida la noria con su tiro de mulas, por otra de mano. Al año siguiente se instaló un motor eléctrico de medio caballo y de esta forma el riego del jardín fue más fácil, y se logró sacar un caudal de 16.000 litros de agua diarios, se plantaron nuevos árboles y los dos olivos que tantas veces fueron fotografiados para el "Blanco y Negro" y otras revistas.

En junio de 1915, seguían siendo director don Clemente García Retamero y secretario don Vicente Calatayud Gil, y entonces vino mi padre don Bernardino Zorita Rodríguez trasladado del Instituto de Huelva. Como era un enamorado de las flores se hizo cargo del jardín, e inmediatamente procedió a sembrar nuevas semillas y restaurar los desperfectos ocasionados por el tiempo y que estaban sin arreglar por falta de jardinero.

Se construyó un hermoso jardinero junto a la noria y en esta misma zona, se plantaron panginos, higueras y melocotoneros.

En el año 1925, fue nombrado director don Vicente Calatayud Gil, y según me decía mi padre, don Vicente se volcó por completo en el jardín. Mandó traer de Alicante seis hermosas palmeras que fueron el orgullo del jardín, y por iniciativa de don Ángel Andrade, catedrático de Dibujo, se construyó la celosía de madera hecha por mi hermano Bernardino para tapar la tapia trasera de la casa de doña Concha, marquesita de Treviño. Fue un éxito, pues toda esta pared quedó tapada por completo con bonitos rosales trepadores que daban flores casi todo el año. A los pies de estos rosales plantó mi padre tantas azucenas que era imposible contarlas. Al llegar la época de la floración el olor que emanaban era tan enorme, que impregnaba todo el barrio.

Años después, era yo junto con mis sobrinos Carmen y Bernardino los encargados de llevar a casa de los señores profesores, hermosos ramos de azucenas, rosas y frutas, pues sin exagerar nada, este jardín era como un pequeño edén.


En la parte de la noria, y también bajo la dirección de don Ángel Andrade, se puso otra celosía de hierro, que en poco tiempo se cuajó de rosales de Pitiminí, tan bonita era que años después, el gran Andrade con sus mágicos pinceles s plasmó en un cuadro que no llegó a terminar, pues murió el día 18 de noviembre de 1932.

Siendo don Ramón Alvarez, director del Centro, por el año 1926, se hizo la adquisición del Botánico de Madrid de numerosas adelfas blancas y rosas y un sin fin de macetas para adorno del jardín.

En el año 1928, fue nombrado director don Cristóbal Caballero Rubio, catedrático de Filosofía, Ética y Derecho, que como buen andaluz, cuajó gran parte del jardín de claveles sevillanos, jazmines, rosas de terciopelo rojas, crisantemos y pitas.

En 1930, siendo director don Joaquín García Rúa, y por iniciativa de don Rodrigo Méndez, catedrático de Agricultura; don Ángel Corrales, catedrático de Historia Natural y don Ángel Andrade se cambiaron las formas de algunos setos rodeándolos de santolina, epiretum y ebonibos. Se plantaron cuadros de colios, violetas, reina margarita, gallardía, amarantos y alhelíes dobles. Se plantaron también dos lilos dobles, uno blanco y otro lila oscuro, procedentes del Palacio Real de Madrid, se los regaló a mi padre don Leonardo Burgos ayuda de cámara que fue de S. M. el Rey don Alfonso XIII.

En abril de 1941, se celebro el primer centenario de la fundación del Instituto, y para esta fiesta él director don José Balcázar y Sabariegos, catedrático de Lengua y Literatura, ordenó que se arreglara de tal forma el jardín que parecía como si le hubiesen sacado de un cuento de hadas. Don Ramón de la Osa, secretario y profesor de Dibujo, fue el encargado de que se llevaran a cabo estas obras.

Llegó el año 1943, y por fin la casa de la señora Marquesa que tantas polémicas suscitó, fue demolida para ensanche del jardin, pero no para propiedad del Instituto, sino para el Ayuntamiento. Entonces era el director don Eusebio León y Díaz-peco, catedrático de Matemáticas y secretario don Rafael Fisac Clemente, profesor de Física, que de una manera rápida cedieron, también nuestro querido jardín al Ayuntamiento.


Poco tiempo después con gran disgusto vimos desaparecer nuestro jardín, y como dijo nuestro inolvidable don Carlos López Bustos, catedrático de física y química, nunca vimos a mi padre tan pálido y nervioso, por aquellos días, ni comer quería, eran tantos años los que había cuidado de sus árboles y flores! En este momento me parece estarlo viendo ayudado por el mozo-jardinero Gabriel Cabezas, cavar la tierra con fuerza, para que crecieran las plantas pronto y con buen brío como él decía.

Aún recuerdo con nostalgia el rincón de los olvidos tan bonito y acogedor, allí se daban cita en las tardes de verano el claustro de profesores, se hablaba de todo y tanto, que si escribiera, todo lo que oí sería interminable. Nunca faltaba a esta reunión don Julián Alonso, director y catedrático de ciencias naturales que fue del instituto.
Hacia el año 1948, se volvió a reconstruir el jardín y de verdad que quedó bonito. Estaba rodeado de centenares de thyas y en su centro bonitos cuadros cuajados de tulipanes, narcisos, margaritas, dailas, adelfas, palmeritas y sobre todo plantaron una buena colección de pinos, cedros, abetos y acacias de bola.

Todo creció como por obra de encanto, tan bonito se puso, que hasta mi padre lo empezó al mimar con cariño.

Conocí tres jardineros del Ayuntamiento, Juanito, Paco y el tercero no recuerdo bien el nombre. Al retirar al último jardinero, empezó la decadencia del Jardín. Poco a poco fue muriendo tras penosa agonía, daba pena ver cómo la chiquillería se posesionó del jardín hasta no dejar ni las piedras. Sólo se salvaron algunos pinos, un cedro, unas acacias y otros cuantos arbolitos que aún sin regarlos y maltratados, seguían dándonos su generosa sombra en los meses de estío.

Al fin el día 11 del mes 11 y a las 11 de la mañana del año 1966, estos pobres árboles cayeron cortados por la máquina serradora. Sólo quedó en pie un bonito cedro, que pensábamos, y sobre todo don Ramón de la Osa que se salvaría de la sierra, pero no, al fin cayó a la una y media de la tarde. Todo acabó con gran pesar mío, pues vi nacer este jardín, lo llegué a querer casi tanto como al primero. En el año 1967 siendo alcalde de Ciudad Real don Eloy Sancho, dio las órdenes oportunas para que el jardín del instituto volviera a ser reconstruido. Comenzaron las obras dirigidas por el concejal señor Gascón, y una mañana del mes de mayo apareció de nuevo y por tercera vez arreglado el jardín de tal forma, que causó la admiración de todos.

Por eso ahora a don Lorenzo Selas, alcalde de nuestra ciudad y a la concejal de parques y Jardines doña Matilde Fisac y en recuerdo de que ellos también fueron alumnos de este instituto y que también corretearon por este jardín en sus tiempos de estudios, les pido de todo corazón que hagan que este jardín resurja pronto y que sea muy bonito, para que "nuestro viejo instituto" se sienta feliz como lo fue en sus tiempos de esplendor.

Maruja Zorita. Diario “Lanza”, miércoles 31 de marzo de 1982


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