martes, 4 de septiembre de 2018

DON ÁLVARO MUÑOZ DE FIGUEROA: UN CABALLERO SIN SOMBRA (II)


D. Álvaro Muñoz fue bautizado en la parroquia de San Pedro

3. DON ÁLVARO MUÑOZ TREVIÑO DE LOAISA Y FIGUEROA

Una vez examinados los antecedentes pasaremos a intentar desenmarañar la compleja biografía de don Álvaro. No ha sido labor fácil, y, por supuesto, todavía quedan muchos documentos por descubrir, siendo el más importante el testamento de este caballero, del que apenas tenemos referencias aisladas, pues el libro de protocolos original en el que debía encontrarse desapareció, al igual que la mayor parte de los libros parroquiales de la iglesia de Santiago apóstol, de la que fue parroquiano. No obstante, creo poder afirmar, que el volumen de documentación conseguida, ayudará sin duda a revisar determinados datos y a clarificar la verdadera posición, que ocupó este personaje en la vida política, social, económica y religiosa de su época.

3.1. LOS ORÍGENES DEL CABALLERO: ABUELOS, PADRES Y HERMANOS

Los fondos de las órdenes militares, custodiados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid son una fuente inagotable de datos para la Edad Moderna, cuya infinita información puede llegar a desbordar a los investigadores. En ocasiones, pasamos por alto determinados documentos que, a la larga, constituyen la clave para desentrañar problemas complejos de solucionar. Suelen resultar de gran utilidad los fondos correspondientes a la documentación generada en los expedientes para la concesión del hábito de caballero. El problema en ocasiones reside en conseguir localizar el expediente, que corresponde al individuo en concreto que estamos buscando, sobre todo teniendo presente, que en aquellos momentos, era normal que los aspirantes emplearan indistintamente sus diversos apellidos, dificultando enormemente su identificación.

Este es el caso que nos ocupa. Tradicionalmente se ha considerado, que no se había conservado el expediente para la toma del hábito de Santiago por parte de don Álvaro Muñoz de Figueroa. Cuando un caballero quería conseguir este honor, debía seguir un complejo procedimiento administrativo (Álvarez-Coca, 1993: 286-297). Los aspirantes pasaban por un lento proceso de averiguación, que generaba tres expedientes a nombre del caballero: el del secretario, el del escribano de cámara y el de pruebas. En nuestro caso, afortunadamente, hemos podido localizar el segundo, incluido en el apartado correspondiente a los denominados “expedientillos” (2). Este documento, a instancias de la correspondiente Real Cédula de merced de hábitos, incluye la genealogía de un aspirante llamado Álvaro Muñoz Triviño de Loaysa, nada que ver con los apellidos que después emplearía preferentemente nuestro personaje: Muñoz de Figueroa. Don Álvaro, podía haber utilizado a placer los siguientes: Muñoz, Treviño, Loaisa, Figueroa, Mexía, Torres y Aguilera, pues todos ellos formaban parte de su ascendencia.

Ayuntamiento ciudadrealeño en los tiempos del nacimiento de D. Álvaro

Pero vayamos por partes. Comenzando por su padre, según podemos leer en dicho expedientillo, se llamaba don Gonzalo Muñoz Treviño de Loaysa, natural de Villanueva de los Infantes, hijo de don Álvaro Muñoz Treviño de Loaysa, natural de Ciudad Real, y de doña Juana Mexía, natural de Villanueva de los Infantes. Indagando en los libros de bautismo parroquiales de Infantes, hemos encontrado la partida de bautismo de don Gonzalo, bautizado en la iglesia de San Andrés el 2 de enero del año 1591, siendo sus compadres el regidor Francisco Gallego y su esposa, doña Elvira (3). Vemos pues que el padre de Álvaro, no fue bautizado con el nombre de “Álvaro” sino de “Gonzalo”, apareciendo una disparidad con los datos aportados sobre este particular por Joseph Díaz Jurado. Durante gran parte de la primera mitad del siglo XVII y hasta el año 1652 en el que muere, es fácil encontrar simultáneamente documentos referentes a dos Gonzalos: el que nos ocupa y don Gonzalo Muñoz Treviño de Loaisa, llamado “el Rico”, hijo de don Fernando Muñoz Treviño de Loaisa Guevara y de doña Juana de Molina, personaje que, como dijimos al principio de esta comunicación, fue estudiado por Jerónimo López-Salazar. Uno y otro pueden diferenciarse claramente contrastando las firmas que emplean al realizar sus escrituras.

Tenemos aquí uno de los primeros rasgos que conformarían el devenir de Álvaro: la vinculación de su familia a la villa de Infantes, sobre todo por vía matrimonial a través de los enlaces con los Mexía, muchos de cuyos integrantes, gozaron de cargos de confianza en la Inquisición (Parrilla, 2003: 289-290). Los vínculos entre las dos ramas de la familia serían muy fuertes, observándose un ir y venir de sus miembros entre los dos lugares (Ciudad Real e Infantes), complicando aún más su identificación, ya que varios de ellos tenían nombres semejantes. La familia infanteña de don Gonzalo, como demostración de su poder económico y para salvaguardar la salvación de sus almas, ejerció un importante mecenazgo sobre el convento de Clarisas de aquella villa. Allí se enterraría su madre, doña Juana Mexía, dando origen a una memoria de misas que con los años administraría también don Álvaro (4).

De don Gonzalo conocemos dos hermanos: don García y don Fernando. El primero fue presbítero, y llegó a alcanzar el cargo de capellán en la Capilla Real de Granada (5); el segundo, vivió en Villanueva de los Infantes, donde ocupó el cargo de regidor perpetuo (6). La descendencia procedente de este segundo hermano, como veremos después, heredaría finalmente el mayorazgo de don Gonzalo, al morir sin hijos legítimos su hijo Álvaro.

Siguiendo los datos contenidos en el mencionado expedientillo, la madre de don Álvaro se llamaba doña Luisa de Torres, hija de Juan de Torres Mexía, natural de Miguelturra, y de doña María Aguilera, natural de la villa de Alcolea de Calatrava. Pero doña Luisa de Torres no fue la primera esposa de don Gonzalo. Hubo un matrimonio anterior, celebrado el 11 de mayo de 1614 en la iglesia de San Pedro de Ciudad Real, entre don Gonzalo y doña María Gámez, hija de don Juan de Gámez y de doña Catalina de Torres (7). Esta unión fue muy efímera, pues la joven esposa moriría al dar a luz a su primogénita, a quien pusieron por nombre Tomasa, bautizada en la misma iglesia el 8 de abril de 1615, siendo pues hermanastra de Álvaro (8). Con el tiempo esta niña casaría con don Diego Muñoz Molina, caballero de la orden de Alcántara, regidor perpetuo en Ciudad Real y Toledo, primo de don Álvaro, hermano del famoso don Gonzalo Muñoz de Loaisa “el Rico”. Don Gonzalo mantendría una cordial relación de amistad con don Diego, incluso tras la pronta muerte de su hija Tomasa, tras la que su yerno volvería a casarse, en esta ocasión con doña Juana Gutiérrez de Montalvo. De este segundo matrimonio nacería el 22 de mayo de 1670 su primogénito, llamado también Diego, apadrinado por don Álvaro Muñoz de Figueroa y su esposa María de Torres, cuya descendencia, como veremos al final de este estudio, heredaría el mayorazgo de esta rama familiar (9).

D. Álvaro junto a sus hermanos ingresarían en la Esclavitud de la Virgen del Prado

Malogrado el primer matrimonio, don Gonzalo contrajo un segundo, del cual nacerían al menos tres hijos varones: Álvaro, Lorenzo y Juan, que junto a Tomasa ingresarían en la esclavitud de la Virgen del Prado en el primer tercio del siglo XVII (10).

De Lorenzo no hemos encontrado datos, aunque ya habría muerto en 1652 pues no figura en el testamento de su padre como heredero de sus bienes. En los libros parroquiales de San Pedro hemos localizado no a un Lorenzo, sino a una Lorenza, bautizada el 3 de enero de 1624 y confirmada en 1627. Caben dos posibilidades: que muriera esta niña y después pusieran el mismo nombre a un varón nacido a posteriori, entre esta fecha y 1633, o que se trate de un error al incluir el nombre en la mencionada esclavitud, debiendo poner Lorenza y no Lorenzo.

Juan vivió hasta el año 1662, siendo enterrado el 28 de mayo en la iglesia de Santa María del Prado, en el hueco bajo el altar mayor propiedad de su padre (11).

3.2. INFANCIA Y JUVENTUD

En la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de Ciudad Real, se conserva un importantísimo documento: la partida de bautismo de don Álvaro fechada el 14 de febrero de 1629:

En Ciudad Real, a catorçe dias de el mes de febrero/de mill y seisçientos y veinte y nuebe años, yo el Doctor/Baltasar de Mena, cura propio de la parrochial/de el Señor san Pedro desta Ciudad Real, Baptiçe a Al-/varo, hijo de Don gonçalo muñoz y doña luisa/de torres, su muger; tuvolo en el cataçismo,/exorçismo y pila Don fray lorenço de si-/guenza, cavallero del havito de san Joan/y enbajador de la dicha Religion; fue su/comadre doña Juana de Molina, muger de/don Fernando muñoz, y lo firme:/Don  Balthasar/de Mena (firma)// (12).

Si analizamos la anterior partida, a simple vista, destaca la elección de las personas que lo apadrinaron. En primer lugar fray Lorenzo de Sigüenza, tío por vía paterna de don Gonzalo, llamado en el siglo don Lorenzo Muñoz de Loaisa y Treviño, quien ocuparía importantes cargos en su orden (Díaz, 1986: 262). Don Lorenzo había manifestado una gran predilección por este sobrino y por su segunda esposa doña Luisa de Torres, donando “graciosamente” a este matrimonio cuantiosas sumas de dinero (más de 6.000 ducados), circunstancia que reconocería con gratitud don Gonzalo en su testamento (13). La comadre del bautismo sería doña Juana de Molina, esposa de don Fernando Treviño Muñoz de Loaisa, padre de don Gonzalo “el Rico” y de don Diego Molina, quien, como dijimos antes, se casaría con doña Tomasa, hermanastra de Álvaro.

Aunque D. Álvaro y su padre fueron parroquianos de San Pedro, con el tiempo y debido al protagonismo que fue tomando la iglesia de Santa María del Prado, volcaron su interés en obtener un lugar privilegiado para enterrarse en este último templo

La elección de San Pedro para realizar el bautismo nos indica, que sus padres serían parroquianos de la misma en su juventud, siguiendo la tradición de sus antepasados. De hecho algunos Treviño, poseían en aquel templo un lugar de enterramiento favorito: la capilla de San Juan, llamada también “capilla de las once”, situada en la cabecera de la nave del evangelio (14). Con el tiempo padre e hijo, atraídos sin duda por el protagonismo que comenzaba a alcanzar la iglesia de Santa María del Prado y su imagen titular, volcaron su interés en obtener un lugar privilegiado para enterrarse, comprando dos bóvedas o huecos bajo las gradas del altar mayor, en el lado de la epístola, frente a la hoy desaparecida entrada a la capilla de los Loaisas, también llamada de las Reliquias o del Hierro. Era este un lugar solo al alcance de los más pudientes, en el que se enterraron por ejemplo don Pedro de la Saz Correa, don Gonzalo Muñoz de Loaisa “el Rico” y su esposa doña Jerónima Velarde (15). Asimismo don Gonzalo, y después de la muerte de este su hijo Álvaro, fueron patronos de una capellanía, instituida en aquella iglesia por don Lorenzo Muñoz Treviño de Loaisa, sobre la que había un juro de cuatro mil ducados de capital impuesto, por privilegio real, sobre el cabezón y rentas de Villanueva de los Infantes (16).

Desde su nacimiento, Álvaro, como primer varón, debía heredar los bienes de su padre, convirtiéndose en el destinatario del mayorazgo, al haberse agotado, sin descendencia, la rama procedente de su tío don Diego Muñoz de Loaisa y Treviño.

Como preparación de un futuro puesto en la sociedad, y para demostrar su noble origen y limpieza de sangre, don Gonzalo, al cumplir su hijo los nueve años, gastó buenos cuartos en obtener la calificación necesaria para conseguir el hábito de Santiago, eligiendo para ello la orden militar vinculada al Campo de Montiel y a la villa de Infantes. Como vimos anteriormente, el expediente se inició en el año 1638, despachándose con gran rapidez, de manera que le fue concedido el hábito el 26 de agosto de ese mismo año.

El año 1648 fue una fecha singular en el devenir de padre e hijo. En la primavera don Gonzalo, familiar del Santo Oficio, fue hecho preso por las justicias de la ciudad y llevado preso a la cárcel de la Santa Hermandad (17). Allí debió pasar varios días acusado de haber protagonizado “un enfado y pesadumbre” contra Bernabé de Balderas, clérigo de menores órdenes, de quien había procedido la denuncia. Gonzalo, como era habitual, nombró varios procuradores para que le defendieran ante las justicias del Consejo Real. Entre ellos estaba don Luis Rodero Salazar. Este personaje, natural de Miguelturra, era hermanastro de su suegra, Ana Rodero. Su poder en aquel momento era muy grande: fraile de la Orden de Calatrava, llegó a ostentar el cargo de capellán de honor del rey y prior de San Benito de Jaén (18). Debemos suponer que pronto sería liberado gracias a las gestiones realizadas por tan poderoso representante.

Curiosamente no solo don Gonzalo tuvo problemas con la justicia ese año sino también su hijo, quien, en el mes de agosto, hirió a un tal Diego Díaz, vecino de Ciudad Real. La herida fue de cierta importancia pues, según la documentación que hemos encontrado, el agredido quedó manco (19). La situación debió ser comprometida, aunque nuevamente la intervención de un familiar evitó mayores consecuencias. En este caso medió don Pedro de Aguilera Bermúdez, quien incluso firmó la escritura en lugar del agredido, asegurando que había sido una “desgracia casual”, sin mediar pesadumbre ni enfado alguno. En consecuencia: Diego exculpó a don Álvaro de toda culpa, perdonándole el agravio y la injuria.

D. Álvaro nació en una Ciudad Real amurallada cuya población no llegaba a los 10.000 habitantes

Este suceso podría haber causado gran pesar a la familia, puesto que faltaba escasamente un mes para que Álvaro se casara. El 23 de septiembre de 1648 contrajo matrimonio con doña María de Torres en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de Miguelturra (20). Como dote a este matrimonio, Don Gonzalo ofreció dar seis mil ducados, de los cuales mil pertenecerían a la legítima de su madre, doña Luisa de Torres.

La esposa de don Álvaro, doña María, había nacido en enero de 1624 (21). Por lo tanto contaba ya con veinticuatro años en el momento de su boda (era cinco años mayor que él). Podríamos considerar que, para aquellos tiempos y al no ser viuda, era una novia muy tardía. Hija de Luis de Torres Aguilera y de Ana Rodero Salazar Guerrero, por lo tanto prima hermana de don Álvaro, pues la madre de él, doña Luisa, y el padre de ella, don Luis, eran hermanos. Entre los miembros más destacados de su familia estaban sus tíos maternos: don Luis y don Bartolomé Rodero Salazar, religiosos ambos. Recordemos que don Luis, fraile calatravo y prior de San Benito de Jaén, había ayudado a don Gonzalo a salir de la cárcel de la Hermandad cuatro años antes. La relación entablada entre ellos se iría reforzando con el tiempo hasta tal punto que don Álvaro llegaría a convertirse en su albacea testamentario, iniciando un vínculo con Miguelturra, que se plasmaría en sus esfuerzos para conseguir, que llegara a buen término el deseo de la familia Rodero de contribuir a la fundación de un convento de mercedarias descalzas en la ermita de la Virgen de la Estrella (22).

Cuatro años después de la boda de su hijo, don Gonzalo enfermó de gravedad. Sintiéndose morir redactó su testamento el 21 de enero de 1652. Después de encomendar su alma a Dios, ordenó enterrar su cuerpo, amortajado con el hábito de San Francisco, en la bóveda debajo del altar mayor de la iglesia de Santa María del Prado. Encargó mil misas rezadas que debían repartirse por igual entre los altares de los conventos de franciscanos, carmelitas descalzos, dominicos y Mercedarios Descalzos. También ordenó continuar pagando un vínculo de seis mil misas que debía efectuarse en el convento de Clarisas de Villanueva de los Infantes, en nombre de su madre doña Juana Mexía. Como herederos universales don Gonzalo nombró, además de doña Luisa, a los tres hijos que todavía vivían: doña Tomasa, esposa de don Diego Muñoz y Molina, don Álvaro y don Juan. Como albaceas designó además de a su esposa e hijo mayor a su yerno don Diego Muñoz y Molina (23). A los pocos días, con cincuenta y siete años, don Gonzalo murió, siendo enterrado el 28 de enero según sus deseos. En la partida de defunción se indicaba que había sido confesado por fray Diego de Santa María, religioso del convento de Mercedarios Descalzos, recibiendo después la extremaunción. En el entierro su cadáver estuvo acompañado por todo el cabildo, curas y beneficiados de Santa María, cumpliéndose así su última voluntad (24).

Pilar Molina Chamizo (Museo de Ciudad Real). II Congreso Nacional Ciudad Real y su Provincia

(2) Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), OM- Expedientillos, n.º 2045 (1638-2). Curiosamente en el se incluye el expediente de hábito formalizado en el año 1638 para Álvaro Muñoz Triviño de Loaysa y de Torres Mejía, sin duda nuestro mismo caballero (Vignau, 1901: 238).
(3) Archivo Diocesano de Ciudad Real (en adelante ADCR), Villanueva de los Infantes, iglesia de San Andrés, libro de bautismos, 1581-1591, folio 219r.
(4) AHPCR, Protocolos Notariales, Ciudad Real, Laurencio del Valle, 21 de enero de 1652, folios 11r a 14r.
(5) Ibíd., 1651 (17 de julio), folios 77r y v.
(6) Ibíd., 1651 (9 de febrero), Folios 19r y v.
(7) ADCR, Ciudad Real, San Pedro, libro de matrimonios, años 1597-1658, folio 70v.
(8) ADCR, Ciudad Real, San Pedro, libro de bautismos, años 1612-1630, folio 32r.
(9) ADCR, Ciudad Real, Santa María del Prado, libro de bautismos, 1652-1673, folio 232v.
(10) Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Merced (en adelante APNSM), Libro de la esclavitud de Nuestra Señora del Prado, 1633, folio 22v. y ADCR, Ciudad Real, San Pedro, libro de bautismos, años 1612-1630, folio 105v.
(11) ADCR, Ciudad Real, Santa María, libro de defunciones, años 1649-1681, folio 114v.
(12) ADCR, Ciudad Real, San Pedro, libro de bautismos, años 1612-1630, folio 163v. El margen de esta partida de bautismo alguien añadió ochenta años después una anotación de gran valor para nosotros: “Murió en 18 de Noviembre de 1710/en Santiago”.
(13) AHPCR, Protocolos Notariales, Ciudad Real, Laurencio del Valle, 1652 (21 de enero), folio 12r.
(14) AHPCR, Protocolos Notariales, Ciudad Real, Cristóbal de Ureña, 1656, folio 142v.
(15) APNSM, “Planta y becerro de los huecos y tramos de sepulturas de la parroquial de Nuestra Señora Santa María del Prado, la Mayor de la ciudad de Ciudad Real, siglo XVIII (sin especificar año), n.º 113, folios 1r y v.
(16) AHPCR, Protocolos Notariales, Ciudad Real, Laurencio del Valle, 1652 (13 de marzo), folios 123r y v.
(17) Ibíd.,1648 (21 de abril), folio 174r.
(18) AHN, OM, Archivo Histórico Judicial de Toledo, pleito n.º 48.462, sf.
(19) AHPCR, Protocolos Notariales, Ciudad Real, Laurencio del Valle, 1648 (28 de agosto), folios 469r y v.
(20) ADCR, Miguelturra, Nuestra Señora de la Asunción, libro de matrimonios, 1645-1654, folio 91v.
(21) ADCR, Miguelturra, Nuestra Señora de la Asunción, libro de bautismos, 1601-1624, folio 188v.
(22) AHPCR, Protocolos Notariales, Ciudad Real, Pedro Fernández Moreno, 1705, folio 271r.
(23) AHPCR, Protocolos Notariales, Ciudad Real, Laurencio del Valle, 1652 (21 de enero), folios 11r a 14
(24) ADCR, Ciudad Real, Santa María del Prado, libro de defunciones, 1649-1681, folio 32v.

El 23 de septiembre de 1648, D. Álvaro contrajo matrimonio con doña María de Torres en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de Miguelturra

No hay comentarios:

Publicar un comentario