domingo, 13 de octubre de 2019

ARTISTAS MANCHEGOS



Al dedicar esta crónica al modesto artista Vicente Rubio, perdona, lector, un paréntesis, pues hay rincones en esta Región Manchega por muchos desconocida, que no deben pasar desapercibidos, y yo que no soy manchego y que como muchos en mi caso, siempre creí que la Mancha fuese reflejo de lo que vemos desde Alcázar hasta la Encina, me absuelvo confesando mi error craso y fuerza es que después de haber descrito en el número 106 (16 de Abril de 1914) en VIDA MANCHEGA los frondosos campos de Fernancaballero, cante ahora las bellezas de la vega de Argamasilla de Calatrava, cuna del insigne artista de quien en esta crónica deseo ocuparme.

Entre cercas y vallados de fresco verde, cortando la tierra rojiza en geométricas formas, privilegiado suelo de vegetación fecunda por sus múltiples cultivos, verdadero vergel cercado por montañas angulosas; «E1 Peñón», el «Cerro del Moro»,  «La Vaqueriza», el tan elevado «Cerro del Turuchel», circundados por la importantísima «Sierra Alta», todas ellas de rígida repoblación Forestal, cual los montes de Galicia, por entre las que a sus pies discurre desde el lejano «Chorro del Oso» el río Argamasilla que es tesoro de aquella privilegiada tierra, la vida y riqueza de la comarca entera. Allá abajo, en la llanura y tras verdes bullones de bosquecillos de abundantes árboles frutales y entre macizos de jardinería, se halla un conjunto de apiñadas casas que constituyen el pueblo de Argamasilla de Calatrava: ¿Qué de extrañar, lector, tiene que sea esta la cuna de un laureado artista?...

En este paraíso, Vicente Rubio sintió su inclinación al dibujo y los pinceles, sin más ambiente de arte que aquel que le prestara madre Naturaleza; luchaba con fe, exaltada por su temperamento de artista y en la carencia absoluta de medios, cual locura propia de sus pocos años, atravesó aquellas sierras hasta llegar a Madrid en demanda de los Centros de enseñanza por él tan desconocidos como por él sentidos y anhelados.

Frisaba en los diez años cuando ingresó en la Escuela de Artes e Industrias, en cuyas aulas distinguióse tanto, que por sus méritos y mediante oposición brillante ingresó en la de Bellas Artes de San Fernando; fueron sus profesores los famosos maestros Alejandro Vera y el eminente artista malagueño Moreno Carbonero.

Distinguióse en la clase de Colorido y Composición, mereciendo Diploma en el primer curso y niño todavía reveló su temperamento artístico en fructífera sazón luchando a campo abierto en reñida oposición ganando el premio metálico en el segundo curso de esta clase.


En aquel entonces se anunció para el año 1906 en ocasión de la feria de Ciudad Real una Exposición Artística y como buen manchego concibió, con su natural modestia a la par que con el más acendrado cariño a la capital de su terruño, mostrar sus adelantos, concurriendo a la Exposición con un lienzo de gran tamaño (su primera obra) Horas felices, revelando en su corazón de artista la satisfacción que siente aquél que rinde a su país natal las primicias de su arte: Obtuvo premio, y grandes cuanto merecidos fueron los elogios qué le tributó unánimes la prensa regional.

No pretendo, querido lector, cansarte describiéndote minuciosamente la historia de este modesto artista manchego, narrando las luchas y contingencias, la calle de amarguras que al igual que a todos los de su humilde condición que sienten el ideal artístico han sufrido para vencer en su sublime arte y triunfar de la avara codicia del mercader; sólo me propongo en esta información apuntar algunos datos parabién formarla psicología del artista; y para ello debo sentar en principio algo que pueda llevarte al convencimiento de cuanto estimo en las dotes que concurren en nuestro biografiado.

Considerando que el arte y su técnica están tan íntimamente unidos cual si fuesen una misma cosa, puesto que consagrando nuestra fé a las páginas de la Historia del Arte; no puede perfeccionarse el arte sin su propio desarrollo fuera imposible separarlo, en modo alguno sustraerlo, ni aún siquiera progresar el arte sin la técnica, porque es bien cierto, como afirma un eminente crítico del arte que, jamás se hallan avances técnicos, sin nuevas ideas artísticas ante imágenes del mundo externo, hemos pues, de convenir que evidentemente todo artista de temperamento y de sentimiento tiene que ser artista técnico. Mas cuando el artista reproduce una obra de otro autor llegando á su más perfecta interpretación (bellas artes) es lo que en lenguaje del arte italiano denominase Virtuosismo.

Pues bien; examinando las obras de Vicente Rubio a partir de Horas felices, encontramos paisajes, reflejo vivo de la hermosa comarca de Argamasilla, llenos de frescura, espejo de la realidad ambiente, contrastando con otros paisajes tomados en esta misma región manchega, de pesante melancolía, propia de la monótona y árida llanura sólo interrumpida por los famosos molinos de viento; vemos también el retrato de un viejo labriego de su país natal, tipo de perfecto manchego magistralmente ejecutado, y que revela la característica del sentimiento alma del ser original; y por último detenemos la vista ante una acabadísima reproducción del tan celebrado último cuadro de Rosales Muerte de Lucrecia; soberbio alarde de instintivo acierto en sus comienzos de artista, en que Vicente mostró con su técnica y su temperamento, los sentimientos del inmortal autor.


Con todo esto no diré sin embargo que Vicente sea artista creador, es más pintor, es artista de sentimiento, es artista técnico, es a su vez virtuoso del arte pictórico.

La virtud y la inclinación al bello arte, hácese acreedor a la compasión que merece aquél que se consagra á recorrer un calvario sembrado de espinas y malezas. Vicente joven aún, bien comprendió que había de mantener una constante titánica lucha para vencer de los mercaderes y hacer valer sus obras; bien concibió que había de abrazar una vida bohemia, que había de sacrificar (para él lo más sagrado) el amparo a sus seres queridos que han menester de su trabajo y de sus iniciativas. Todo esto constituía para él una pena de pertinaz desvelo y por ende pensando como viejo y sin abandonar su constante ideal a los pinceles, concibió desentrañar los secretos del arte fotográfico y cual artista consciente en cuanto a arte se refiere, bien pronto logró su afán y en el transcurso de tres años evolucionó de tal modo con tan plausible acierto, que ha triunfado en su obra; y hoy ofrece a Ciudad Real un establecimiento fotográfico de su propiedad construido al efecto en el que vése hasta el último detalle de exquisitez en el arte alternando el modernismo de buen gusto desde los muros de su fachada hasta su laboratorio particular de ensayos a donde él solo le es dado penetrar para abstraerse á su constante labor.

La galería de una construcción acabadísima en disposición apropiada a recoger en todas posiciones las luces; el gabinete de ampliaciones en el que no se omite detalle alguno para el objeto a que está destinado; la sala de retoque, los departamentos de revelar y el de viraje, provisto éste de sus grandes cubetas con desagüe a la mayor comodidad y disposición para dar color y terminar en corto tiempo cientos de fotografías ya sean citratos o platinos; y sobre todo el elegante salón de recibo y espera del público, verdadera exposición de retratos o muestras por los modernísimos procedimientos, goma, aceite y especialmente carbones en colores, todo ello que determina evidentemente que el artista ha penetrado en cuantos secretos atesora la fotografía.

Así comparte Vicente Rubio con su ideal de artista, el amor a su patria chica y sus nobles sentimientos de cariñoso amparo a su familia, siendo acreedor por su modestia e iniciativas del aprecio con que su pueblo lo distingue a la par que de esta breve información que en justicia a sus merecimientos le dedica su admirador.

TRISTANO.

Revista “Vida Manchega” 11 de junio de 1914


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