lunes, 6 de abril de 2020

RELIGIOSIDAD, PROTOCOLO Y CONFLICTO: LA BENDICIÓN DE LOS RAMOS EN CIUDAD REAL (II)


La autoridad civil, siempre asistió a los oficios de Semana Santa y ocupo un puesto privilegiado en los mismos. En esta fotografía publicada en la revista “Vida Manchega”, en su núm. 50 del 27 de marzo de 1913, podemos ver las autoridades civiles de aquellos años a la salida de la Catedral el Domingo de Ramos

Pues, bien, en Ciudad Real, el acto de bendecir los ramos parece que estuvo rodeado con frecuencia de la polémica, el conflicto y hasta la indecencia. Cuando en 1596 el cardenal-infante Alberto convoque un sínodo, el sacerdote Alonso Muñoz, párroco de Santa María del Prado, elevó un memorial a su arzobispo donde manifestó su preocupación por el modo de desarrollarse este acto:

en esta ciudad se a acostumbrado a azer la bendición de los ramos de la plaza publica desta cibdad y el sermón en ella parece indecencia, pidiese que de aquí adelante no se predique no se aga la vendicion de ramos en la dicha plaza sino que se haga una procesión xeneral con todas las iglesias (o) lo que el cavildo ordenare y se predique en la iglesia, lo qual se ara con mas devoción y decencia (4)

Conforme pasan los años no hacen sino perpetuarse las conductas inapropiadas para días tan señalados, ya que con la excusa de fines piadosos, clérigos y fieles se engolfaban en juegos, rifas, mercadeos y otras pasiones que parecían más humanas que espirituales. Veamos tales costumbres a través de los ojos de un misionero franciscano, de paso por Ciudad Real en 1760, que se escandaliza ante la forma en que se vivía la religiosidad popular:

En tres tiempos del año, Navidad, Carnestolendas y Pascua de Espiritu Santo cada parroquia en su tiempo respectivo tiene soldadesca y ofrecimiento cada una su ramo en el día que la toca. Ofrecimiento y ramo consiste en esto: salen los clérigos de la parroquia a quien toca la ciudad pidiendo para las Animas Benditas. Uno da una gallina, otro un pernil, etc., siendo mucho lo que se saca de este modo, ya que esta todo junto, lo ponen a la puerta de las iglesias como en publica almoneda, no pasara que alguno lo compre, sino para que lo jueguen; ponerse algunas mesas con naipes cerca, o en la lonja de la iglesia, un sacerdote dize, esta gallina vale quatro reales, ponese a jugar entre dos, y el que la gana se la lleva, y el que la pierde da los quatro reales a los sacerdotes, y asi de todas las demás cosas que han sacado: echo esto quatro jaches o mozalvetes hacen de capitán, alférez, cabos y soldados, llegase el dia del ofrecimiento y estos ofrecen los primeros; el capitán, como un doblon de a ocho, y los subalternos con ofrecimientos respectivos, y la demás multitud que se junta a este pernicioso abuso ofrece según su voluntad. Reciven todo este globo los sacerdotes, cada unos de su parroquia, y juntándose la limosna con titulo de las Animas Benditas, a lo menos seis mil reales en cada parroquia, llegando esto por lo regular cada año a diez y ocho mil reales entre las tres parroquias. Esta cantidad se queda precisamente los sacerdotes de cada una de ellas, sin saberse si las misas correspondientes a tan crecidas limosnas se cumplen con la equidad y justicia que pide tan reparable materia (5)”.

Aunque desde el Concilio de Trento se quiso separar liturgia y costumbre, comprobamos como, dos siglos después, deben ser los ilustrados quienes atajen una serie de comportamientos aceptados por la mayoría pero execrables para las autoridades, empeñadas en una cruzada contra las vertientes más populistas y espontáneas del catolicismo español.

Procesión del Domingo de Ramos del Cabildo Catedral en 1914, imagen publicada en la revista “Vida Manchega”, el 9 de abril del citado año. En la imagen podemos ver al entonces Obispo-Prior Gandásegui

Paradójicamente es precisamente gracias al enésimo pleito emprendido por un ambicioso burgués ciudadrealeño, Agustín Pérez de Madrid, escribano público, familiar del Santo Oficio, antiguo sastre y próspero tendero, con comercio abierto en la plaza pública o mayor. Orgulloso de su desahogada situación económica, aunque sus padres habían sido un  confitero y la hija de un zapatero, anteponía el “don” a su nombre a la menor ocasión y constamos cómo se quería infiltrar en los cabildos más prestigiosos de Ciudad Real (Santa Hermandad Vieja y el propio ayuntamiento). Corría el año de 1769 cuando este eterno pleiteista se enroca en aparecer entre la elite municipal, aunque no ere más que un simple guarda de campo honorífico titular de la vara de la Hermandad General, solo por “dar que decir, sobresalir y escandalizar”, en opinión de muchos de sus paisanos. Pues bien, gracias a su afán litigista y a su empeño por aparentar, sabemos cómo se desarrollaba la bendición de ramos a estas alturas del siglo XVIII. No sabemos si los párrocos de las tres collaciones de la ciudad se turnaban para presidir este acto o bien se dejaba en manos del vicario de Ciudad Real y campo de Calatrava, delegado nada menos que por el Arzobispo Primado de Toledo, pero lo cierto era que a esta pomposa ceremonia asistían todas las corporaciones urbanas.

En público se bendecían los ramos que después se habrían de repartir y luego tenía lugar un solemne sermón, que serví de apertura de la Semana de Pasión. De este modo, en unos bancos o estrados colocados en el soportal del consistorio se sentaban el corregidor (el gobernador nombrado por el rey), los dos alcaldes (uno representaba a los vecinos nobles y otro a los plebeyos), los regidores (un equivalente a los actuales concejales, pero mucho más prestigiosos) y el procurador sindico del común (una especie de defensor del pueblo). La comitiva principal estaba integrada por el delegado regio y los ediles, dispuestos en orden jerárquico, comenzándose por ellos a la hora de repartir los ramos, que besaban solemnemente conforme los recibían “pasando desde el estrado a la sala baja de estas casas consistoriales, donde se hallaba el cabildo eclesiástico a la vuelta para tomar el asiento a efecto de oir el sermón (6)”. Tras asistir a los divinos oficios en la plaza mayor, todos participaban  de la procesión de los ramos, una oportunidad privilegiada para demostrar la devoción, pero también para ver y ser vistos, manifestando su amor a Jesucristo del mismo modo que su interés por visualizar ante sus propios paisanos cual era su sitio en la comunidad.

No en vano honor y fama, piedad y privilegio eran los fundamentos de una sociedad profundamente imbuida de los valores cristianos, orgullosa de su catolicismo y amante de una religiosidad externa barroca, donde era tan importante la esencia como la apariencia, el sentimiento intimo como la opinión de los demás. Otros tiempos y otros modos de vivir una Semana Santa que siempre ha siso sentido como momento de contricción, pero también de alegría por la sublime entrega del Hijo por el resto de la humanidad.

Miguel Fernando Gómez Vozmediano
Universidad Carlos III de Madrid

“Vera Cruz” Núm. 22, revista Oficial de la Hermandad de la Vera Cruz y Ntra. Sra. de la Soledad de Puertollano. Año 2011.

(4) Este cura rigorista tampoco deja títere con cabeza cuando critica la romería a Nuestra Señora de Alarcos en marzo, ya que los clérigos abandonaban sus tareas pastorales y los fieles quebrantaban el ayuno propio de la Cuaresma. ADT, lib. 397, ff. 300r-301v.

(5) ADT, Sala II, Misiones Populares, s. XVIII, sf.
(6) Archivo Real Chancillería de Granada, Audiencia y Chancillería, caja 1121, pieza 1, sf.

El desaparecido Ayuntamiento del siglo XIX, en torno a cuyo edificio se vivió el acto de la bendición de los ramos en el citado siglo, ya que esta ceremonia desapareció, al crearse el Obispado-Priorato de las Órdenes Militares 

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