sábado, 19 de septiembre de 2020

MÁS SOBRE EL ARTESONADO DE SANTIAGO Y OTRAS COSAS

 

Vista del interior de Santiago en los años cincuenta del pasado siglo con las falsas bóvedas que cubrían el artesonado


He olvidado a quien oí decir que lo prometido, si pronto no se hace no se cumple nunca, y para verme libre de tal peligro aquí va, a no muchas fechas de la promesa, la descripción del artesonado de Santiago. No la hago yo, pues, tras salir oscura y enmarañada, sería vestirme apolillado traje de pavo real y nada decente, cuando bien clara y limpia la hizo, en 1911, don Rafael Ramírez de Arellano. Lo copio como lo tengo hecho, en ocasiones múltiples y papeles varios, desde la primera, que data del 20 de noviembre de 1919, en “Vida Manchega”, revista regional ilustrada, de gratísima recordación en nuestra ciudad, y que hoy repito, a los 36 años, en este, para mí al menos, siempre abierto y condescendiente LANZA.

En la nave central, “a unos dos metros por encima de las bóvedas se conserva, casi completo, un artesonado o armadura de lazo de a cuatro magnifico, del siglo XIV en su último tercio, que es una lástima no esté al descubierto para la admiración de naturales y forasteros”.

“Es el techo de madera, en limpio, y ha tomado un hermoso color de caoba. Tiene un almizate central muy cuajado de lazo a cuatro, como queda dicho, formando estrellas, y la labor de este almizate se corre por las descendidas en tres fajas, una central y otra en cada extremo. Los centros o fondos de esta labor, tanto en lo ornamentado como en las descendidas están estofadas, dorados y pintados con brillantes colores, con dibujos geométricos unos y de  flores y hojas otros, y si bien esta parte pictórica, que es a la morisca, se halla bastante deteriorada, no es imposible su restauración. Los nueve pares de tirantes, que sujetan el artesonado” –uno fue serrado después y sustituido por un madero en bruto- “y que se apoyan sobre caprichosos, variados y amplios canes, están también muy hermosamente decorados con pinturas a la morisca. El almarbate, o sea el friso, se compone de dos líneas de tabicones, en los que alternan los escudos de armas de Santiago, Calatrava y el blasón de los Muñiz de Godoy, que es el que nos induce a deducir, con precisión, la época en que se construyó; es decir, que fue costeado por el gran maestre don Pedro Muñiz de Godoy.

“Este techo se restauraría, para que pudiese verse, con muy poco dinero, pues solo es necesario tapar dos rajas de ancho de dos solivas de las descendidas, hecho al tiempo de las bóvedas para refrescar las maderas y librarlas de la polilla y carcoma, con esa restauración pudiera durar hasta que se pudiera acometer la de las pinturas, que es más costosa” y debe ser muy meditada y cuidadosa.


El artesonado de Santiago oculto por la misma época que la anterior imagen


“Entre la bóveda actual y el artesonado, sobre el arco toral, hay un rosetoncillo bien conservado” -no lo está tanto ahora- “aunque con algún desperfecto, compuesto de un rosetón central y 5 o 6 alrededor, por donde recibía la iglesia misteriosa y gratísima luz”.

Las naves laterales “tenían, por techos, colgadizos de madera”.

La última vez que vi el artesonado en el verano de 1954, aún pudimos comprobar, los que allá subimos, merece la pena descubrirse. Mas: es necesario, urgente, hacerlo volviendo a la iglesia esa joya oculta en mala hora y restaurar el ventanal circular del arco toral, que casi solo conserva el arranque de los rosetones marginales y cuya hechura nos dejo escrita Ramírez de Arellano, como consignamos arriba.

Con serrar la bóveda de yeso y desmontar las cornisas en que se apoya; tapar provisionalmente, al menos, “las dos rajas de ancho de dos solivas de las descendidas”, y reconstruir con material noble el ventanal circular, ya sería suficiente, de momento, para restituir esta belleza a la casa de Dios y al arte.

Por añadidura, los yesones, al caer desde lo alto, romperían la moderna y anacrónica solería, y eso saldríamos ganando si en la sustituida a poco más bajo nivel, que es el propio, por grandes losas de arcilla cocida en armonía con tan rancia iglesia. Al posarse el polvo sobre los rayados negros de las paredes los ocultaría y eso saldríamos ganando también. Y sin estos alucinantes adornos (?) que distraen la devoción, y sin la visión de visiones de pobres retablos de marquetería en templo de tanto abolengo, y sin olor a pintura, se rezaría más a gusto a Santiago apóstol, pues, como dijo quien otra vez olvidé, el aspero “fato” de la pintura reciente es incompatible con los delicados aromas de la oración y del incienso, y con el noble recreo de la vista.

Julián Alonso Rodríguez, diario “Lanza”, jueves 27 de octubre de 1955


Plano de la Parroquia de Santiago antes de la restauración de los años ochenta del pasado siglo


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