jueves, 13 de mayo de 2021

LOS LIENZOS DE ANDRADE 25 AÑOS DE OSTRACISMO (I)

 



TERMINADO de construir en 1892 según proyecto de 1889, del arquitecto Sebastián Rebollar el Palacio de la Diputación Provincial de Ciudad Real contó desde inicios y por lo mismo, en cierto modo  consustanciales a él, con elementos decorativos que la corporación encargara en 1890 al pintor provincial Ángel Andrade. Prescindiendo de otras aportaciones suyas al mismo edificio, se alude aquí, de forma expresa, a la decoración de la cúpula y del techo del salón de sesiones, dato este sobradamente conocido y que no obstante, resaltamos  por coincidir su memoria histórica con la del edificio.

Constituye el palacio, de otro lado, uno de los escasos edificios históricos civiles con que cuenta una ciudad en la que los vestigios patrimoniales del pasado han experimentado un detrimento de tal categoría que difícilmente podrían encontrarse razones serias con que justificarlo como no sea en palabras de Ortega y Gasset, la ignorancia de que "el saber histórico es una técnica de primer orden para conservar y continuar una civilización provecta”, o una particular interpretación del poder que, asumido teóricamente en nombre de la mayoría, actúa de espaldas a la misma.


La estructura urbana atropellada

BASTEN dos ejemplos no por reiterados con menor fuerza argumental que, no siendo los únicos, ilustran de manera fehaciente las anteriores reflexiones y son confirmativos de las mismas. Con el primero nos referimos a la construcción del actual Ayuntamiento de Ciudad Real, obra de Higueras, un edificio proyectado para un espacio diametralmente diferente (plaza de una ciudad de Bélgica), al que posteriormente fue elegido para su ubicación y cuya construcción se realizó sin concurso previo y contrariando el acuerdo municipal de realizar un edificio de estilo "castellano" y las voces populares de protesta que en aquella ocasión si protagonizaron una polvareda de gran calibre, aunque vana a la vista de los resultados, consolidados de forma definitiva en el verano de 1976. La relación causa-efecto de aquella construcción continúa proyectándose sobre la plaza más tradicional con que cuenta la ciudad, como ejemplo vivo para el ciudarrealeño de lo que algunos sectores de la sociedad entienden por ser ciudadanos de su tiempo, o del atropello con respecto a la idiosincrasia de los entornos. Precisamente en esta modificación de la estructura urbana, mucho tuvo que ver otro pintor provincial al que nos seguiremos refiriendo, Manuel López Villaseñor, que como en su día apuntara María Luisa Jiménez en un informe, publicado en el diario LANZA sobre la reforma del salón de sesiones del palacio, "desde su púlpito de “gloria local” sancionó el edificio definiendo cómo debían acrecentar los manchegos su Patrimonio y con qué".




La reforma de 1960

EL segundo ejemplo se centra en la reforma del salón de sesiones del Palacio de la Diputación acordada por la corporación provincial en el pleno del 26 de febrero de 1956 y llevada a cabo en 1960 una vez oídos los informes de los señores Camón Aznar y Lafuente Ferrari, en aquel entonces directores de Archivos y Bibliotecas y del Museo de Arte Moderno respectivamente. La actual y segunda restauración llevada a cabo en el Palacio ha permitido la observancia de la estructura primitiva del salón que básicamente consistía en un espacio rectangular con cinco vanos en el muro izquierdo que da a la plazuela de la Merced, y "un espacio a modo de tribuna con tres palcos sustentados por columnas y que era el lugar destinado a prensa y público", en el de la derecha. En el techo, y pegados, cuatro lienzos alegóricos del gobierno civil, realizados como apuntábamos al principio, por Ángel Andrade.

Ante la mencionada reforma de 1960 fueron presentados a la corporación, cinco bocetos aportados en 1958 por diferentes casas de decoración de Madrid y Ciudad Real. Cuatro de estos pertenecían a los establecimientos Davis y Azcona, de Madrid, Viuda de Marino Fernández Bravo, de Ciudad Real, y Hernández Palacios, esta última también madrileña y al parecer la de más interesante proyecto. Las cinco, no obstante, suponían una redecoración del salón, nunca una modificación, y en cualquier caso, según fuentes de especialistas consultadas, la puesta en práctica de medidas más acordes y menos radicales que la que finalmente se aceptó.

Correspondió la autoría de esta última al arquitecto Miguel Fisac y al pintor López Villaseñor, de nuevo "gloria local" reafirmada con laureles oficialistas, y su aplicación supuso la creación de un paramento en forma cóncava, antepuesto a los muros derecho y frontal de la primitiva estructura. Con los muros fueron "sepultados" los elementos decorativos situados a la derecha y que pueden hoy observarse merced a un estrecho pasillo existente entre ellos y el nuevo paramento cuya finalidad no fue otra que la de albergar el gran mural de 140 m2 de extensión que fue encargado a Villaseñor, lleva por título "Vida, Trabajo y Cultura" y supone, en palabras de su autor, un canto a la provincia.





El lenguaje del mural

SIN ánimo de adentrarnos en matizaciones técnicas de un fresco que por otra parte ha sido ya valorado desde ángulos diversos como una gran aportación de Villaseñor al muralismo (recurso tan en boga en los años del desarrollismo español, sobre todo en la década de los 60), sí cabe constatar que este "majestuoso" trabajo responde, como otros coetáneos, a los deseos oficialistas de la época. Y presenta, según puede leerse en el informe de María Luisa Jiménez, "grandes afinidades con algunos códigos lingüísticos del arte oficial musoliniano. Ante la falta de operatividad de los lenguajes vigentes en las Exposiciones Nacionales para crear una nueva imagen, se intentó la adaptación de lenguajes oficiales utilizados en países que, como Italia, vivía regímenes totalitarios semejantes al español".

La reforma de Fisac supuso además "la sustitución de la antigua techumbre de madera a dos aguas por otra de ladrillo con vigas de hormigón" y el desprendimiento de los lienzos de Andrade que, según razones fundadas, fueron "literalmente troceados" y relegados, durante veinticinco años, en un depósito de libros y en condiciones de las que se informará más adelante.


Prerrogativas estéticas

SI el lector espera que ante los precedentes cambios estructurales del patrimonio se levantaran voces de protesta, hemos de contestar que las desconocemos. Es obvio que no habían de partir de los sectores poderosos política y socialmente, puesto que eran sus propulsores, ni de las mayorías, con frecuencia desinformadas, ¿de las glorias del arte o de la cultura, entonces? La abogacía que alguna de ellas ha realizado recientemente de sus prerrogativas estéticas, ha de entenderse quizá, desde una óptica estrictamente parcial en cuanto que la sensibilidad estética, artística, histórica, cultural en suma, para ser auténticamente tal pasa, de forma necesaria, por postulados.de memoria y conservación de patrimonio - decía Ortega que "romper la continuidad con el pasado, querer comenzar de nuevo, es aspirar a descender y plagiar al orangután", y también que "no hay cultura donde las polémicas estéticas no reconocen la necesidad de justificar la obra de arte-" y podría añadirse siguiendo tesis unamunianas, por la aceptación de que "el deber de quienquiera, se consagre a la ciencia o el arte es estimar su obra más grande que él mismo y buscar con ella, no distinguirse, sino la mayor satisfacción del mayor número de prójimos".




En este sentido interpretamos el razonamiento de María Luisa Jiménez cuando manifiesta que "el tema del Patrimonio artístico es un asunto muy serio que no consiste en "no tocar" vestigios venerables atemporales en una actitud de arrobo solemne, sino en conservar estas huellas del pasado para que, revisándolas, ubicándolas en sus coordenadas espacio-temporales precisas, poniéndolas en comunicación con otras manifestaciones cercanas, recuperando otras, ir construyendo esa malla del pasado colectivo de la que hemos hablado".


Una coexistencia difícil

CONSIDERANDO poco oportuno reiterar las motivaciones que han originado la reciente polémica sobre el mural de Villaseñor (de las que el pintor mismo es principal protagonista), al estar más adelante puntualizadas por el arquitecto José Rivero, sí parece necesario presentar ante la opinión pública el especial cuidado puesto en la actual remodelación del Palacio para la restauración de las obras pictóricas, tanto de Andrade (en este caso el mal estado ha requerido mayor laboriosidad), como de Villaseñor y restante patrimonio. La conveniencia, puesta de manifiesto por Miguel Fisac en la reunión de la Comisión del Patrimonio Histórico Artístico del 5 de septiembre de 1985, de devolver al salón su primitiva estructura (lo que es posible en su práctica totalidad) y la colocación reciente en su lugar originario de los lienzos de Andrade (como lectura que es, precedente a posteriores actuaciones' y acorde con el marco para la que fue creada), y la coexistencia en el salón del fresco de Villaseñor, plantea en el espacio una seria tensión estética para la que también Miguel Fisac prevé como única solución, la retirada del mural.

A través de fuentes oficiosas pero serias, MANCHA ha tenido conocimiento del ofrecimiento realizado por una institución de Ciudad Real en el sentido de dar acogida digna a la obra pictórica que nos ocupa. La decisión en última instancia es de envergadura política y sólo a la corporación, como propietaria de la obra, compete.

Revista “Mancha. Ciudad Real” Noviembre de 1986

 


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