jueves, 19 de agosto de 2021

LA VIRGEN EN TODOS LOS HOGARES

 

Retablo cerámico de los talleres de Ruiz de Luna con la imagen de la Virgen del Prado, que se conserva en el Centro de Exposiciones de la Diputación Provincial, antigua Casa Cuna



El grande amor de toda la  ciudad para con la Santísima Virgen del Prado, nuestra patrona, podría probarse, por ejemplo, con las visitas que le hacen todos los ciudarrealeños cuando la bajan del Camarín para sus fiestas o por la presencia de la decena de miles que participa en su procesión del 15 de agosto...

Pero a mí se me ha ocurrido mirar un poco más hacia atrás y se me han venido a la memoria unos sencillos hechos que también servirían para certificar la devoción para con Nuestra Señora...

Uno: El de la pequeña imagen de la Virgen del Prado que peregrinó por los pueblos de nuestra diócesis anunciando la celebración de  su IX Centenario y del Año Mariano. Esa imagen fue esculpida por don Jerónimo López Salazar y era propiedad de don Julián y doña Mariana Alonso, devotísimos de la Virgen del Prado. Don Julián era profesor del Instituto de segunda enseñanza en Cádiz: Esa pequeña imagen les acompañaba en todos sus viajes, y el mismo don Julián habría pintado varios de los mantos que tenía la imagen. Su padre había sido gobernador militar de una de las colonias de España en América: Con las varillas, de un abanico, de ricas maderas de las Colonias, sus buenos hijos mandaron hacer una preciosa custodia, en cuyo nudo pusieron una imagen de la Virgen del Prado. La donaron a los Franciscanos de Cádiz, quienes, al tener que abandonar su convento en el comienzo de la guerra civil, la devolvieron a sus dueños. Los hermanos Alonso la donaron de nuevo, ahora a los PP. Franciscanos de Guadalupe, en cuyo Museo se encuentra actualmente. Y lo de esta buena familia no acaba ahí, en sus detalles para con la Virgen del Prado: Los mantos verde y morado, actuales, de la Virgen del Prado, son regalo de la hermana: de los años 1968 y 1969, respectivamente:  de tisú ambos. Como también de ella fue el regalo del águila bicéfala, en plata, del orfebre Puigdollers, que se le pone a la Virgen en el manto, a la espalda.


Imagen de la Virgen del Prado realizada en 1941 por el escultor ciudarrealeño Jerónimo López-Salazar, para el que fuera cronista de la ciudad, D. Julián Alonso Rodríguez y que actualmente se conserva en la capilla de la Casa de la Iglesia



Otro hecho expresivo de amor a la Virgen del Prado: La piadosa costumbre de nuestra capital de poner en el portal de entrada a las casas una pequeña hornacina con dos puertecitas, una luz y una pequeña ménsula para poner flores al grabado de la Virgen del Prado colocado en el fondo de la hornacina. Vi una de estas hornacinas, hace unos años, en un portal de la calle Ciruela, próximo a la Estación; y, hace dos o tres meses, vi otra en el número 25 de la calle Calatrava -acompaño su foto en esta evocación.

Lo de los azulejos de la Virgen del Prado sería otro testimonio: Recuerdo el de la calle Postas, frente al Mercado, y otro, el de la fachada del instituto de la calle Caballeros, seguramente hecho poner por el cronista de la ciudad, académico de la Historia y autor de un buen libro sobre la Virgen del Prado publicado en 1940, don José Balcázar Sabariegos, director de ese Instituto. Por esto me ha agradado sobremanera el acierto del Ayuntamiento de nuestra ciudad al proyectar un azulejo de Talavera con la Virgen del Prado a colocar en las inmediaciones de su ingreso, para memoria de este IX Centenario.

Hasta un último recuerdo ha aflorado a mi mente en este sencillo rastreo en busca de pequeños testigos de la devoción a la Virgen: Lo del Ave María. Lo recordarán muchos, como yo: la costumbre de decir «Ave, María», cuando, al llegar a una casa estaba abierta la puerta de la calle y no se veía a sus moradores, o cuando se deseaba obtener permiso para entrar en una habitación a medio abrir... Con la respuesta «Sin pecado Concebida», todo quedaba franqueado. El «¿se puede?» no tiene tantas resonancias, sin duda. Hasta la misma llegada de la República en 1931, los serenos que vigilaban las calles durante la noche cantaban las horas comenzando con el «Ave, María Purísima» para seguir luego refiriendo el estado del tiempo (si calmoso, lluvioso...). Tras 1939 volvió a implantarse esta costumbre piadosa, más la proliferación de las fechorías comenzó a aconsejar a los serenos abstenerse de dar señales de la calle en que se encontraban, lo que podría facilitar el «trabajo» de los maleantes en otras calles del distrito.


Templete en la caña de la custodia regalada por D. Julián Alonso al Monasterio de Guadalupe en los años cuarenta del pasado siglo, con la imagen de la Virgen del Prado en orfebrería plateada, y que se puede ver en la sala del tesoro del monasterio


Con estos recuerdos me he remontado hasta el más ilustre de los hijos de Ciudad Real, Hernán Pérez del Pulgar, el de las hazañas: ¿No fue él quien escribió: «Ave María Purísima» en las puertas de la Mezquita de Granada; precediendo la conquista de los Reyes Católicos...? De lejos le viene a nuestra ciudad esta característica del entrañable amor a la Virgen: hasta el pasado siglo se grababa en tantas puertas de las calles el «Ave María».

Y me he quedado pensando...: ¿Sería mucho esperar de los ciudarrealeños, que tanto aman a la Virgen del Prado, que no hubiese vestíbulo de sus pisos, o de sus casas en que faltase un cuadro de la Virgen, como memoria de este fausto noveno centenario...?


Por Ilmo. Mons. Dr. D. Aurelio Gómez-Rico. Diario “Lanza” 21 de mayo de 1988, Extra IX Centenario de la Virgen

 

Águila imperial que lleva prendida la Virgen en el manto, regalada en el año 1967 por Dª Mariana Alonso Rodríguez


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