Que razón tenía Marciano Cuesta Polo, cuando el día 22 de noviembre de 1.978, publicaba un artículo en ABC, sobre e pañuelo de «yerbas» y comenzaba diciendo: «Se está llenando la ciudad, acaso la provincia, a lo mejor dichosamente La mancha toda, de bandadas de Pájaros humildes y poderosos, de sencillos cuadrados de tela bien barata que humildes y poderosos, de sencillos cuadrados de tela bien barata que se abrazan a la cabeza, al cuello, al corazón. ...» ya han pasado veintiún años desde que aquel julio de 1978, Carlos de la Torre y Rafael Cantero, de regreso en automóvil de unos San Fermines, junto con Enrique Muñoz Mendoza y Miguel Ruiz, en conversación sobre los detalles y características de la conocida fiesta de San Fermín y con el fin de que el conductor Carlos de la Torre estuviese entretenido y evitar que le entrara sueño, apareció como tema de diálogo, la falta de un símbolo arraigado, vinculado a nuestros antepasados y que estuviese en vigor en la actualidad, al tiempo que representara nuestra idiosincrasia.
Y así poníamos de ejemplo, como en Pamplona durante las fiestas que acabábamos de disfrutar, todas las personas, pamplonicas o visitantes lucían su pañuelo rojo, y así sucedía en Teruel con un pañuelo de color morado, o el conocido cachirulo en Aragón... sucediéndose gran número de ejemplos de símbolos en distintas ciudades españolas.
Hasta que en un
momento de la noche, Carlos, tuvo el alumbramiento de una idea, que no era
otra, que el lamento de que teniendo en nuestra tierra, un pañuelo que llamamos
de yerbas, que había servido para que nuestros campesinos de generación en
generación, lo utilizaran para secarse el sudor, fruto del sol y del trabajo
cotidiano, y que había sido incorporado desde hacía tiempo a la vestimenta
tradicional de Ciudad Real por el grupo Mazantini, no pudiese promocionarse
como símbolo de unión y cultura en nuestras fiestas.
Búsqueda
de pañuelos...
Llegando a la conclusión de que efectivamente, el pañuelo de «yerbas» podía ser el símbolo que nos uniera a todos los ciudadrrealeños en nuestras fiestas y que podíamos lucirlo con el mismo orgullo, que en otras localidades de la geografía española lucían sus pañuelos característicos.
Aún no se había descansado lo suficiente del viaje, cuando nos pusimos a busr car pañuelos de yerbas por toda la ciudad, con el fin de poderlos llevar anudados al cuello en la pandorga que se avecinaba.
En ésta tarea se incorpora Javier Trujillo, encontramos pañuelos de Yerbas, en unos tradicionales almacenes de la calle Ciruela, en una mercería que existía en la calle Jacinto etc.
Según íbamos
adquiriendo los pañuelos, los poníamos a la venta en el Bar Los Faroles
colgados como si fuese un escaparate, de la reja de una de las ventanas, y fue
tal el éxito que empezó a tener la idea desde un principio, que las pocas
docenas de pañuelos de yerbas que localizábamos se vendían inmediatamente, teniendo
que recurrir a comprar más pañuelos en las tiendas de Miguelturra y Torralba de
Calatrava, porque en Ciudad Real ya no encontrábamos.
En Sa Pandorga
de este año (1978) ya se lucieron un centenar de pañuelos, llamando la atención
de la gente, que se interesaba por el motivo de llevar un pañuelo al cuello,
dándole por nuestra parte, gustosamente y con proliferación de detalles el
motivo por el cual llevábamos ese pañuelo, al tiempo que animábamos a que también
lo lucieran ellos.
Marciano
Cuesta
Pero este movimiento un tanto idealista en pro del pañuelo de yerbas, adquirió firmeza y concienciación a raíz de un espléndido artículo publicado en ABC por Marciano Cuesta Polo, por entonces Presidente de la Asociación de Coros y Danzas y Delegado Provincial de Educación y Ciencia, bajo el título «El Pañuelo Manchego y los Coros y Danzas».
A partir de este momento en los comercios de la capital ya es fácil encontrar pañuelos de yerbas, y el interés por lucirlo va en aumento.
En el año 1.979 y en fechas próximas a la Pandorga, la venta de pañuelos de yerbas también se efectúa de una forma masiva en «El Cafetín de San Pedro» regentado por el popular Ramón Barreda.
Era tal el grado de satisfacción, que tenían los el grupo que estábamos promoviendo la utilización del pañuelo manchego como símbolo de tradición, que un buen día, se nos ocurrió la idea de que el símbolo de tradición, que un buen día, se nos ocurrió la idea de que el primero que tenía que lucir su pañuelo al cuello, era nuestro personaje más universal, es decir don Quijote, y Vicente Lara, una noche trepó por el pedestal de la estatua de D. Quijote, de la plaza del Pilar, y le puso al cuello del hidalgo caballero el pañuelo de yerbas.
Aunque a decir
verdad, le duró poco tiempo, porque unos empleados municipales que no entendía
que era eso que le habían colocado al Quijote y pensando que se trataba de una
broma, se lo quitaron.
Cuando el pañuelo de yerbas empieza a ser utilizado de una forma generalizada, es en la Pandorga de 1980, donde se restaura la costumbre de nombrar Pandorgo.
En este año se nombra Pandorgo a Tomás Valle y la fiesta coge un impuso que ha ¡do superándose año tras año, hasta llegar a este momento donde no hay persona que se acerque a Ciudad Real o salga a la calle el día de la Pandorga que no lleve acariciándole el cuello nuestro pañuelo manchego que llamamos de yerbas.
Y terminamos
esta descripción de cómo se gestó la idea de lucir, de exteriorizar nuestros
sentimientos y tradiciones a través de un pañuelo, con las mismas palabras que
Marciano terminaba su artículo anteriormente aludido «Se está llenando la
ciudad, acaso la provincia, a lo mejor dichosamente la Mancha toda, de trocitos
de tela de ilusión a cuadros como una justicia sobre la hierba, como una
igualdad razonable; y es un revuelo urgente y merecido. Ejército de vida y de
palomas que no debe parar.
Rafael
Cantero y Carlos de la Torre. Diario “La Tribuna de Ciudad Real”, domingo 15 de
agosto de 1999
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