lunes, 13 de marzo de 2023

SUCEDIÓ EN EL AÑO 1924

 

El Niño Jesús que trajo don Emiliano a San Pedro    


Don Emiliano, con más entusiasmo que acierto, había sustituido, para abrir la procesión del Viernes Santo por la mañana, aquel grande Niño Jesús de San José, que tenía todo el encanto de las viejas tallas, por uno de pasta, rubito, abrazado a la cruz, muy de Olot, que es igual que decir muy de sabor sin sabor a no ser para mojigatas y piadositas beatas amigas de recordatorios con estampitas de cromos y colorines, suaves, de origen extranjero en un país como el nuestro, de recios lienzos religiosos y de asombrosas tallas que poder reproducir en ellos.

Quitó los niños encapuchados de telas moradas, y reorganizó la cofradía infantil de modo que los chicos del barrio llevaban túnica del color del Titular y, como El, fueran abrazados a la Cruz, y púsoles peluca, en melena, y corona de espinas.

Ese año, le estaba pequeña la túnica a un chicote de la Parroquia, y su madre pensó que también cuando chico, jugaría Jesús con las niñas de los vecinos de la Familia Santa de Nazaret y no había razón para que no fueran ahora compartiendo su dolor. Sin pensarlo más, probóle la túnica a Pradito que por entonces tendría sus seis buenos añejos. Le venia pintiparada, y ¡hecho!: Pradito, camuflada, iría aquel año acompañando al Niño Jesús de San Pedro.

Había el peligro de que la rechazase don Emiliano, si lo sabía, pero la nena era dócil y no dejaría mal a su mama y cumpliría sus indicaciones:

-Si te preguntan quién eres dices que un chico, y que te llamas Luis.

 



¡Poco contenta que iba la niña vestida de Niño Jesús!, y, como era guapa, llamaba la atención en la procesión. Tan callada, tan formal, sin hablar con nadie… ¿Cómo iba a hacerlo si no conocía a ninguno de los que en las filas formaban? ¡Cómo que ellos eran chicos y ella chica!

-¡Mira que guapo!- decían, al pasar la procesión, por no sé que calle, -¡Se parece al Niño Jesús!

Y ella sentía, así, dentro una gran alegría.

-¿Cómo te llamas, guapo? -le dijeron más allá.

Luis -Respondió con voz apagadica.

-¿Y cómo más -indagó la curiosa para localizar la familia del angélico… Pero, oportunamente, se puso en marcha la procesión, y no hubo respuesta.

Mediada iba la carrera y ya no habían orden en las filas infantiles. Aquel se sentaba en el borde de la acera; el otro lloraba de cansancio; el de más allá llevaba la cruz como una garrota; quien ronchaba galletas o se cambiaba de fila; algunos iban en montón, charlando y jugando “Luis”, serio en su sitio, llamaba más la atención. Un poco aburrido y triste callado y candado, pero firme y en orden. Llamaba la atención por esto y por su cara bonita. Le decían piropos. Una mujer le besó. “El” callaba, vanidosillo, pues la mujer es vanidosa por naturaleza, desde la infancia y por muy camuflada que esté.




…Y por este camino llevó el diablo sus enredos y malicias, y en una parada:

-¡Es más guapo que una niña.

-dijeron.

-¡Si soy una niña! -exclamó gozosa, mujercita, espontanea, olvidando los encargos de su mamá.

¡Pobre Pradito! Se corrió la noticia como reguero de pólvora.

-¡Mira qué niña!... ¡La nena parece un niño Jesús de bonita!... ¡Toma, hija, este caramelo!... ¡Aquí viene una niña vestida de Niño Jesús!

Los chicos, compañeros, se acercaron; la miraron:

-Oye, este dice que eres una chica ¿es verdad?

-¡Si, si, es una chica!  Y se reían.

Y Pradito no pudo más. Se echó a llorar. ¡Entonces sí que parecía un Niño Dios pasionario!

Siguió en las filas de la procesión, pero no oía nada. Ni piropos, ni consuelo, ni risas burlonas, ¡ni nada! Estaba desolada.

Un poco más adelante, la retiró su mamá de la procesión, y Pradito seguía llorando y llorando, desconsolada, con congoja, con amargura infantil.

Costó mucho trabajo serenarla para hacerle esta foto ante la puerta del Perdón de San Pedro. Entonces todavía no existía el jardín que ahora circunda el templo. El viejo cementerio parroquial, abandonado, era una alta plazoleta, árida, con unos viejos olmos junto al atrio, y la barandilla que quitaron del Pilar la bordeaba en parte.

El vergel actual lo pensó y cuajó don Emiliano.

 

Julián Alonso Rodríguez. Diario “Lanza”, martes 27 de marzo de 1956        



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