No quisiera pasar por
un viejo nostálgico receloso de las modernas tendencias progresistas. Me anima
a escribir la plausible disposición municipal a conservar, entre otros valores,
los urbanísticos tradicionales y su apertura a oír el parecer de los vecinos.
Así ha ocurrido días pasados con los de la Poblachuela aunque se notó la falta
de notables interesados y entre los asistentes, algunos menos entrañables, hubo
división de opiniones, según mis referencias.
Recordemos, que
nuestros historiadores locales recogen la tradición o leyenda según la cual La
Poblachuela fue hechura de Pascual Ballesteros, hermano de Miguel Turro y ambos
hijos de don Gil, el rico home de Alarcos, señor de El Pozuelo. Según Hervás
fue una dehesa comunal de la que el Ayuntamiento se desprendió vendiéndola para
pagar deudas contraídas durante la guerra ce la Independencia. Surgieron a raíz
de entonces pequeñas explotaciones agrarias familiares, llamadas huertas aunque
por falta o escasez de agua predominara el secano. Estas explotaciones tenían y
tienen las que se conservan como centro una casa de tapial o ladrillo, cubierta
con teja árabe, de paredes encaladas, con corral, cuadra, pajar, granero y
almacén: todo sencillo y modesto. Nuestro Miguel Fisac ponderó este tipo de
construcción muy extendido en nuestra provincia y todavía con valor por su
utilidad.
Se conservan
algunos nombres: «La Torrecilla», «la Matea», «la Juanilla», «la Coja», la de
«Naranjilla», la de «Cara de Sable», la del «médico de la sardina», la de «las Cocinillas»
...
Y familias que las
vienen explotando por generaciones: los Bellones, las Calle, los Castellanos,
los Pobletes, los Guerreros, los Sevillanos...
Todos los aquí
nacidos y criados tienen una con· ciencia de propia personalidad con su parroquia
y cementerio y centro cultural. Tuvieron Escuela y plaza de toros. No dicen voy
o vengo del Centro sino voy o vengo de Ciudad Real o voy o vengo del pueblo.
Aunque la Parroquia está dedicada a Santa María Magdalena, celebran con mayor
solemnidad el día de San Miguel, una jornada de romería con numerosa
concurrencia de propios y extraños.
Creo que fue a
fines del siglo pasado o principios de éste (escribo de memoria, sin documentos
a la vista), cuando hacendados de «Ciudad Real» se construyeron fincas de
recreo cambiando el estilo arquitectónico: Messias, Martín Moreno, la Francesa,
don Álvaro, Cien Guindillas, Arredondo... Salvo una, que sepamos, las demás han
cambiado de mano.
Hasta hace poco
tiempo relativamente no había electricidad: se utilizaban candiles, quinqués,
carburos, velas. Y es cosa de unos seis años qué tienen agua potable para usos
domésticos facilitada por el Ayuntamiento-a través de conducciones costeadas
por los huertanos.
Años atrás, no
muchos, nuevos pudientes del «Pueblo» han infundido hueva vida a La
Poblachuela, pero... sus instalaciones ya no se llaman huertas sino chalés,
lujosos, costosos que tapan y desvirtúan la vieja fisonomía. aunque cuajen en
cualquier lugar de nuestra geografía nacional. Sólo conocemos dos excepciones,
una de ellas, en especial, la del preclaro pintor Navarro que ha -respetado el
exterior de la vieja casa acondicionando el interior a su comodidad y buen
gusto.
Reconozco que ya
es difícil corregir las desviaciones (a nuestro juicio) apuntadas. Así parece
que lo entienden también técnicos municipales (LANZA del 1º del corriente,
página 4) pero sí evitarlas para el futuro.
En resumen, se
trataría de volver a la construcción tradicional en fachadas, muros y alturas
dejando en libertad el acondicionamiento interno y respetando de esta manera el
carácter, la personalidad del anejo, excluyendo las barriadas trabadas
geométricamente con compás y tiralíneas desde un despacho.
(Estas líneas no
están motivadas por consideraciones económicas: de seguir adelante la idea, a
unos beneficiará, a otros perjudicará, suponemos. Personalmente no nos afecta:
si escribimos es por los motivos al principio apuntados. No se nos ha pasado
por la imaginación reclamar en forma).
Antonio Ballester Fernández
(Cronista oficial de la ciudad). Diario Lanza martes 5 de noviembre de 1985