martes, 19 de marzo de 2024

UN CARTEL DE VILLASEÑOR ANUNCIÓ LA SEMANA SANTA DE 1954

 



La Semana Santa de Ciudad Real renacía de sus cenizas. Nunca mejor empleado el término, porque el entusiasmo de un grupo de ciudadrealeños, a quien no se le agradecerá bastante su dedicación y acierto, junto al pueblo entero de Ciudad Real, estaba logrando restañar todas las heridas religiosas y artísticas que se habían sufrido en los años de la guerra civil al resultar quemada y destrozada toda la imaginería que nuestros antepasados habían logrado reunir en una Semana Santa de la que la capital manchega se ufanaba con toda justicia. Eran años en los que las procesiones ciudadrealeñas habían mejorado notablemente e incluso dos nuevas Hermandades, las de Nuestra Señora de los Dolores de Santiago y la Coronación de Espinas, habían aumentado en un paso las procesiones de Jueves Santo del barrio del Perchel y del Viernes Santo por la mañana en la parroquia de San Pedro.

Fue mucho el daño ocasionado pero fue mayor la decisión de quienes se empeñaron en hacerse cargo de la herencia tan maltratada y pronto nos pusimos manos a la obra de superar todo lo perdido y devolver a Ciudad Real el orgullo de una Semana Santa que superara en número de Hermandades y esplendor de las mismas a todo lo que había desaparecido en aquellas fechas nefastas. Y así -ya lo hemos relatado en más de una ocasión- pronto se constituyó una Agrupación de Cofradías de Semana Santa, presidida por Juan de la Cruz Espadas Bermúdez, como hermano mayor que era en 1936 de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Piedad, que inició los primeros trabajos de restauración de todo lo perdido hasta 1942, año en el que se estimó procedente constituir dentro de la que pasó a llamarse Asociación de Cofradías, una Comisión Permanente que permitiera una mayor dedicación y apoyo a las Hermandades que volvían a manifestar su vigencia casi en su totalidad a las que durante tres años no habían podido tener una manifestación externa. Se nombró presidente de la Comisión a Lorenzo Montero Buiza, que era hermano mayor de Jesús Caído, quien con la valiosa colaboración de otros hermanos mayores trabajaron hasta lo imposible, no sólo para recuperar lo perdido, sino para insuflar ánimo y apoyo económico a otros buenos ciudadrealeños para que se acrecentaran el número de hermandades y por tanto se ampliara el número de procesiones a lo largo de la Semana Mayor.

 



A Lorenzo Montero le sucedió en 1946 Evaristo Martín Freire, a 1 sazón presidente de la Diputación y hermano mayor de la recién constituida Hermandad de la Virgen de las Angustias. Su mandato fue amplio, hasta 1952, y en esos años a partir de 1942 se fundó la Hermandad del Silencio, que haría su primera salida procesional a las cinco de la madrugada del Jueves Santo desde San Pedro. Una nueva Hermandad, la de las Palmas, procesionó el Domingo de Ramos el25 de marzo de 1945. Sucesivamente algunas de las antiguas Hermandades habían contado con el inestimable apoyo de la Comisión Permanente al adquirirle los pasos respectivos y subvencionando a otras. Constituida la Hermandad de Jesús Medinaceli en 1952, después de sucesivas incidencias fue acogida en la parroquia del Pilar que regentaba un buen amigo y compañero en las tareas de prensa, el recordado Felipe Lanza Rodríguez, pudo salir en la tarde del Martes Santo y un año después se le uniría la Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza, gracias al entusiasmo religioso de los agentes comerciales. Los más optimistas considerábamos ya consolidada nuestra Semana Santa, al tener resonancia provincial y aún regional.

UN CARTEL DE LÓPEZ VILLASEÑOR. Con distintos medios se venía haciendo propaganda de las procesiones de Ciudad Real, bien con carteles, programas, pregones y alguna novedad cinematográfica, que todo nos parecía poco. Yo había sucedido a Evaristo Martín en la presidencia de la Comisión Permanente, en mi calidad de hermano mayor de una de las Hermandades de más solera del barrio de Santiago, la del Ecce-Horno, que el pueblo conocía más por el nombre de Pilatos, gobernador romano que en el paso que fuera destruido el año 36 se asomaba a un “balconcillo” para mostrar a Jesús al pueblo enfurecido contra él. Mi buena amistad con Manolo López Villaseñor, destacado pintor ciudadrealeño que ya se cotizaba muy  alto, me incitó a solicitarle que nos hiciera el cartel anunciador de la Semana Santa del año 1954 y tras una cierta duda tras el mucho quehacer que tenía en su estudio, en el que lo visité, aceptó orgulloso por ser para su Ciudad Real y al poco tiempo lo recibía con todas las garantías de conservación y a reglón seguido lo enviamos a una acreditada litografía, procediéndose luego a su distribución por la provincia, pueblos y capitales importantes de la región de Castilla la Nueva y las principales oficinas de Turismo, así como en las estaciones ferroviarias de la zona. El cartel -que reproducimos con estas fineas- llamó mucho la atención por ser su línea artística moderna y aunque no dejara de haber algún detractor, la verdad es que Villaseñor recibió muchas felicitaciones.




NUEVE PROCESIONES DE DOMINGO DE RAMOS A VIERNES SANTO. La relación de las procesiones en la Semana Mayor la iniciaba el Domingo de Ramos la procesión de la Cofradía de las Palmas desde la Catedral, al finalizar la misa pontifical ofrecida por el prelado diocesano don Emeterio Echeverría, que por cierto sería la última que lo hiciera en tan señalada fiesta religiosa.

Tras el Vía Crucis de Penitencia del Lunes Santo, serían dos Hermandades de muy reciente constitución, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Medinaceli) y la Virgen de la Esperanza, que partían de la parroquia del Pilar, sobre las siete y media de la tarde del Martes Santo. A las 11 en punto de la noche se abrían las puertas de la parroquia de San Pedro para que se iniciara la procesión con la imagen de la Virgen del Mayor Dolor, de la Hermandad del Silencio, con su acompañamiento de mujeres.

Se pasaba al Jueves Santo para a las tres de la madrugada y también desde San Pedro, hiciera su salida la Hermandad más numerosa de nuestra Semana Santa, la del Silencio, que desde el año 1943 ya venía haciendo su recorrido procesional con un hondo sentido de penitencia y austeridad, con sus dos imágenes, el Cristo de la Buena Muerte y años después la Virgen del Mayor Dolor.

La pasionaria de la parroquia de Santiago se iniciaba a las siete y media de la tarde con los cofrades del Niño Jesús, Ecce Horno (Pilatos para el pueblo), Cristo de la Caridad (Longinos) y Virgen de los Dolores. A las 12 de la noche de nuevo salía a la calle -lo había hecho antes el Domingo de Pasión- el Jesús Nazareno de Illanes, una de las imágenes por las que el pueblo ha sentido siempre una mayor devoción, siguiéndolo hasta su regreso a San Pedro ya de madrugada. El Viernes Santo, a las diez y media, la procesión principal de San Pedro, en la que se integraban los pasos del Niño Jesús, Oración del Huerto, El Encuentro, Jesús Caído y Cristo del Perdón y de las Aguas. Siempre finalizaba cerca de las 3 de la tarde.



Luego a las 7 de la tarde, y desde la parroquia de Santa María del Prado, la Merced como se la conoce más, la procesión oficial del Santo Entierro con el Niño Jesús con túnica negra, Cristo de la Piedad, Santo Descendimiento, Virgen de las Angustias, Santo Sepulcro y Nuestra Señora de los Dolores de la Catedral. Magna procesión en la que se integraban las primeras representaciones eclesiásticas, civiles y militares. Aún quedaban fuerzas para no perderse la procesión de la Virgen de la Soledad, que desde San Pedro había hecho su salida a las once y media de la noche, con su corte de mujeres muchas de las ataviadas con mantilla negra y flor pasionaria, en la que también se habían ya incluido penitentes con túnica severa. Juzgue el lector, sobre todo si está interesado en el devenir de la Semana Santa de la capital, el incremento de Hermandades y nuevos pasos en estos 50 años que comentamos.

LOS PRESIDENTES QUE SIGUIERON. Para finalizar quiero pedir homenaje de recuerdo a los buenos ciudadrealeños que siguieron como presidentes de la Comisión Permanente. En 1955 tomó el relevo Pascual Crespo Campesino, bajo cuyo mandato surgió la feliz idea de cerrar la Semana Santa con un paso de Jesús Resucitado, lo que lograría con Alfonso Navarro Villodre, nuevo presidente, el año 1960, obra del escultor recientemente fallecido Joaquín García Donaire, Siguió a partir de 1963 Carlos Rojas Dorado, al que sucedió Alfredo Ballester Escobar de 1966 a 1970 y después Sixto león Cabello en el periodo 70 a 72 y al que siguió Rafael Ayala López de 1972 a 1974 y José Fernández Pérez hasta 1981. Párrafo aparte merece, por su largo periodo y acierto, Vicente García-Minguillán Lara, ya que permaneció en el cargo, tras sucesivas reelecciones, de 1981 a 1992 siguiéndole Fernando Hita Zamorano hasta 1995, Pascual Sánchez Ruiz hasta 1998 y Francisco Gómez Campos, un breve periodo. En 1999 el Pleno de hermanos mayores acuerda unificar la presidencia de la Asociación de Cofradías y la de la Comisión Permanente, que hasta el año siguiente pasa a ocuparla Javier González de Yubero, al que sucede el actual presidente Emilio Martín Aguirre, que con un grupo de eficaces colaboradores están dando un importante impulso a nuestra Semana Santa, a la que pretende sea declarada de Interés Turístico Nacional, algo que se logrará.

Cecilio López Pastor. La Tribuna de Ciudad Real domingo 4 de abril de 2004



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