martes, 13 de agosto de 2024

EL CABILDO ACCEDE A QUE LA VIRGEN DEL PRADO SALGA POR LAS CALLES

 



El Paseo del Prado se quedó pequeño. O Ciudad. Real había crecido demasiado. Es el caso que en la procesión de la Virgen, muchos fieles alumbraban dando la vuelta al paseo sin que la imagen saliera de la Catedral. Y no digamos los simples espectadores, apretados hasta la aglomeración en los paseos del cuadrilátero. La imagen debía salir por las calles. La Patrona del Prado recorrería su ciudad, dejando a un lado tradiciones y prejuicios.

Pero la cuestión, así planteada, no era tan fácil: se hizo una previa campaña de prensa, se llenaron varios pliegos con centenares de firmas y se preparó una visita al señor Obispo, que lo era entonces don Narciso de Esténaga y Echeverría, inmolado más tarde como mártir en el trágico verano del 36.

El 19 de julio de 1924 el doctor Esténaga recibió a la comisión formada por don Ángel Rojas Moreno, miembro de la Corte de Honor de la Virgen del Prado y concejal; don Enrique Lérida Rubio, por la Cofradía de "San Juan Ante Portam Latinam"; don Ponciano Montero Ramírez, presidente de la Unión Obrero-Benéfica y los directores de los diarios locales, señores Oráa Mathet y Recio Rodero. Los comisionados entregaron al Prelado el álbum donde se reflejaba el clamor popular y el deseo ferviente de que la procesión de la Virgen del Prado saliese en la próxima Feria por las calles de Ciudad Real. El doctor Esténaga encontró magnífica la idea, se adhirió a la misma, pero remitió la respuesta definitiva hasta oír la opinión del Cabildo catedralicio, que se celebró dos días después, precisamente en este 21 de julio del 24.

La respuesta, huelga decirlo, fue afirmativa. Era un deseo del señor Obispo, intérprete fiel de los anheles de un pueblo, y con eso bastaba. Pero en la reunión debió haber alguna voz disonante, con el fundamento serio del mal estado de la imagen, muy deteriorada por su antigüedad de siglos, y el peligro de que sufriera algún daño irreparable por el movimiento de la carroza y la deficiente pavimentación, nunca comparable a la suavidad del paseo enarenado del Prado. Eran razones de peso y hasta algún miembro de la misma Hermandad se mostraba de acuerdo con el canónigo discrepante.

“Camilo Segre”, seudónimo de Enrique Lérida, uno de los comisionados y más tarde industrial librero con gran prestigio, escribió Claro en “Vida Manchega” y consiguió que el canónigo aludido dijese públicamente que él no se oponía al criterio del Prelado, ni a la opinión mayoritaria de la Hermandad, ni al clamor del pueblo.

Y aquel año 1924 la imagen venerada por siglos salió el 15 de agosto por vez primera de su recinto del Prado, recorrió las calles de Ángel Andrade, Estación, Toledo, Feria y Plaza, para regresar a la Catedral. Era su Prioste o Hermano Mayor don Jacobo Maldonado. Y, gracias a Dios, ningún deterioro sufrió la Virgen. Pero, por si acaso, el día de la octava la procesión, continuando su tradición secular, no salió del Prado, como se hizo asimismo en algunos años posteriores, lo que sirvió para demostrar que el Paseo era pequeño para tantos miles de fieles, devotos o espectadores.

La imagen de la leyenda milagrosa ¡ay!, sufriría después martirio y destrucción por los iconoclastas del siglo XX. ¿A quién ofenderían las pobrecitas imágenes que estaban quietas en sus retablos, pacíficas en sus camarines, hieráticas en sus hornacinas y fijas y reposadas en sus altares?

ANTON DE VILLARREAL. Diario Lanza martes 21 de julio de 1970



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