Hoy es uno de los templos más hermosos que hay en España. Su fábrica es de ladrillo, con arcos sillares labrados, en lo alto de la capilla mayor terminan las aristas que los componen, en el centro de una piña dorada de admirable hermosura.
No tiene el templo más de una sola nave; empero es tan grande, tan alta y espaciosa, que acaso no haya otra em España que la iguale, excepto la catedral de Coria que la excede n dimensión.
El retablo del altar mayor, más moderno que la fábrica del templo, que ocupa todo el testero principal, es de lo mejor de los buenos tiempos de las artes. Consta de cuatro cuerpos y de los órdenes de arquitectura dórico, jónico, corintio y compuesto, con cuatro columnas en cada uno, entre ellas y el resto del retablo hay más de cincuenta piezas de escultura primorosamente labradas.
En el centro del retablo se halla la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, a la que vulgarmente se le da el título de el Prado. Hallase colocada en un trono de plata, en un hermoso camarín, donde se guarda preciosas alhajas que la piedad de los fieles en tantos siglos ha ido acumulando allí.
Entre los muchos y ricos vestidos que aún
conserva la Virgen, hay uno regalado por Fernando III el santo, en 1242, que es
de tela de oro, con flores verdes y encarnadas, y dos grandes cenefas de
terciopelo color púrpura, bordadas de oro muy fino de realce y gusanillo,
guarnecido todo el vestido de camafeos, unos de plata y otros de plata
sobredorada, engarzados en rica y fina pedrería.
Se concluyó el retablo en el año de 1616, en el reinado de Felipe III, que algunos atribuyen al celebre escultor Montañés.
A cada lado del altar hay un corredor alto con arcos de hierro que sostienen de forma agradable ocho lámparas cada uno, las cuales antes eran de plata, regalos de los siglos XVI y XVII, con otras diferentes alhajas, cuya mayor parte fueron extraídas durante la guerra de la independencia.
En el centro de la iglesia había una magnifica lampara de plata de mil trescientas cuarenta y cuatro onzas de peso, la que desapareció también.
La religiosa piedad del opulento hacendado D. Diego Muñoz y Pereira y de Doña Eugenia Antolinez de Castro, su esposa, vecinos de Ciudad Real, han sustituido dicha lampara con otra también de plata, de doscientas noventa y tres onzas, igual peso que el que tenia su hija doña María, que siendo muy niña se cayó del corredor de su casa al patio y no recibió la menor herida ni contusión.
De las bóvedas de este templo están pendientes los estandartes Reales que sirven a los alféreces mayores para la proclamación de los reyes, en cuyo lugar vuelven a colocarse terminada la solemne ceremonia, como un tributo de la devoción popular y como un monumento de aquel fausto suceso.
Este magnífico templo tiene una elevadísima
torre, toda de piedra labrada, separada algún tanto del cuerpo del templo, como
se ve frecuentemente en las ciudades de Italia, en que las torres o campaniles están
separadas del cuerpo de la iglesia.
Esta torre, se ha concluido en el actual reinado de Isabel II, en 1835, ha tenido de coste más de un millón de reales, y en la ventana del Este, hay colocada una hermosa, grande y sonora campana, de la cual hizo donación a esta iglesia el santo rey Fernando III de Castilla.
Esta campana permaneció muchos siglos en la antigua torre demolida hace más de sesenta años. Tiene la siguiente inscripción singular en la parte superior:
Asunta est Maria in coelum gaudent angeli: Laudantes benedicum Dominun.
Y en la inferior:
Dióme a la milagrosísima imagen de Nuestra Señora Santa María del Prado la devoción de la Majestad del Señor D. Fernando, año de 1212.
En la parte exterior tiene una cruz y once escudos con las armas de Castilla y León, y en medio de cada uno una flor de lis.
Esta imagen sumamente venerada, no solo en la capital sino en toda la Mancha, es festejada en aquella provincia con gran solemnidad, el día 15 de agosto, siendo inmensa la concurrencia de gentes a su templo, celebrándose en la ciudad su festividad, y además una feria con juegos y diversiones públicas.
Muchos son los reyes que han acudido a este santo templo a postrarse ante la imagen de la Virgen del Prado.
Doña Berenguela, mujer de Alfonso XI, acompañada de su hijo el santo rey Fernando y su esposa doña Juana, fue allí en 1249 y consta que hicieron grandes concesiones y donaciones a aquella iglesia por su mucha devoción a la santa imagen que allí se veneraba y venera todavía.
Son infinitos los milagros obrados por el Señor por intercesión de esta santa imagen, cuya santa devoción convirtió en una ciudad el despoblado prado del Pozo Seco de D. Gil.
Imágenes de la Virgen María
aparecidas en España. Historia, tradiciones y leyenda, por el Conde de
Fabraquer. Tomo tercero 1861
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