martes, 8 de septiembre de 2015

LA VIRGEN BLANCA EN LA HISTORIA DE CIUDAD REAL


Imagen de la Virgen de la Blanca que recibió culto en la Parroquia de Santiago hasta el año 1936 en que fue destruida, y a la que tuvieron gran devoción los ciudadrealeños durante siglos

Recogemos la nota de Don Inocente Hervás y Buendía. Por él sabemos, como era la imagen de aquella histórica Virgen Blanca, que cobijaron los muros de la Vieja Calatrava. El autor del Diccionario Histórico Geográfico, nos la detalla así: “se halla esta Santa Imagen en tosca silla sentada y adorna su cabeza  blonda cabellera, etc.” Pero antes de explicar la devoción que el pueblo siente por esta talla de la Santísima Virgen; hagamos un poco de historia.

Corría ya el año 1147, cuando el piadoso emperador Alfonso VII consigue hacer cristiano el fuerte baluarte de Calatrava que ha ocupado hasta entonces el poder musulmán. El egregio  monarca no tarda mucho en disponer la donación de la antigua mezquita de los árabes a la Iglesia católica. Lo hace el 13 de febrero del mismo año de su conquista y a través de Raimundo, Arzobispo de Toledo. El mandato que le da es el siguiente… “como hasta aquí fue mezquita de moros, la hagáis casa de Dios e iglesia de fieles…”

Pero todo no serían bonanzas para las armas cristianas, vendría después la derrota de Alarcos y el espanto de los que conocieron el poder y la bravura musulmana.

Cuando ya han transcurrido diecisiete años de la tragedia de Alarcos, vuelve otra vez el estandarte de la cruz a ondear de nuevo sobre las torres de la fortaleza aunque todos sus muros son un montón de ruinas.

Estando así las cosas entre moriscos y seguidores de la cruz, ya  en el año 1212, el Maestre Don Rodrigo Garcés y junto a los muros de Calatrava la Vieja, logra levantar una modesta iglesia que dedica a Santa María la Blanca y donde en una modesta hornacina, colocó la talla de la Madre de Dios. Y, es tanto el fervor que los fieles sienten en la veneración de la imagen, que, mostrándole continuamente su devoción llegaron con ella hasta los últimos años  del siglo XVII. Era tanta la fe que en Ella ponían los hijos de Ciudad Real, que sólo a su ermita acudían a pedirle la solución de sus calamidades y miserias.

La ciudad entera “recurría únicamente a Nuestra Señora de la Blanca”, -nos dice Hervás y Buendía-, y, también aprendemos de este historiador, como el Ayuntamiento, en muchas ocasiones, ordenaba trasladar su imagen a la parroquia de Santiago. En la que organizaban “fervorosas rogativas” pidiendo solución a las tribulaciones que sufría el pueblo.

Fueron muchos los años que se invocó el patrocinio de la Virgen Blanca, y, muchas de las gracias que los cristianos recibieron a través de esta imagen, pero ya en el siglo XVIII disminuyó su culto que desde tiempo atrás el vecindario le venía demostrando. Se debía la dejadez al esplendor que por aquel entonces empezaba ya a tener Nuestra Señora del Prado como Patrona de todos los hijos de Ciudad Real.

Por unas u otras causas, la fe que siempre pusieron en Ella los fieles, se fue enfriando y hasta desapareció su cofradía. “La ciudad, -sigue Hervás- sólo recurría a su intercesión en contadísimas ocasiones, por  lo  que el culto se abandonó y la ermita amenazaba ruina eminente”.

Ante la dejadez de los que antes habían sido sus devotos, parece ser, que, el párroco de Santiago y sin contar para nada con el Ayuntamiento capitalino, trasladó la imagen de Santa María la Blanca al templo santiaguista, colocándola en el camarín del altar mayor en el año 1774. Este hecho, no gustó a muchos de sus devotos que aún le seguían fieles. Para que volviera a su ermita, intentaron repararla; pero entre dimes y diretes, transcurrieron catorce años sin darle solución a tan bendito asunto.

En todo ese tiempo, -no relata la historia-, los vecinos de Carrión entraban en la ermita arruinada sus ganados, pues habían desaparecido ya sus puertas y ventanas.

Y fue así, poco a poco, y como ha sucedido muchas veces en la historia de los pueblos, la devoción de Nuestra Señora de la Blanca y ante la que tantas veces se postraron sus devotos, se fue perdiendo entre las brumas del tiempo.

Alumbraban los tiempos ya cambios y devociones nuevas, por eso quedó todo como un retazo más para engrosar los túneles del tiempo ido.

Enriqueta Fernández (Diario Lanza, martes 15 de agosto de 2000, Extra Feria de Ciudad Real)

Junto a los muros de Calatrava la Vieja estaba la ermita de la Virgen de la Blanca, lugar donde acudían los ciudadrealeños a solicitar favores a la Virgen


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