martes, 15 de septiembre de 2015

MÁS VIEJAS FAMILIAS DE CIUDAD REAL


Nobles casas de añejos linajes ciudadrealeños se repartían por toda Ciudad Real. La fotografía de Julián Alonso nos muestra una vieja portada de la calle de la Mata

Paisano mío y lector amigo: Hará unos dos meses, poco más o menos, te ensarté una larga relación de viejas casas de Ciudad Real y te prometí, entonces, ponernos a prueba, tú y yo –tú de paciencia; yo, de pesadez-, con la continuación y fin de las anotadas en mis papelotes, guardados con cariño. Allá te envió mi promesa cumplida, y tan cumplida te va que mucho me temo la dejes sin leer o la tires cansado. Estarás en lo justo. No te lo reprocharé, si así lo hicieres. Bien lo merece mi aridez, y eso que, para disimularla, hice tres manojos con las familias que quedan.

Formé uno con los que, mis notas, no consiguen el emplazamiento de la residencia. Hice otro con los que “asolada” la tenían por aquellas fechas del primer tercio del siglo XIX. Últimamente amontoné las que en esa época, conservaban edificio más o menos solariego.

Te advierto, no me cargues –como en otra ocasión hiciste- más falta de ortografía que las propias, pues he respetado la original de los apellidos y de algunos párrafos completos, y éstos, como es de rigor, entrecomillados van. Corrige, tú, si te place, y recuerda de pasada, cómo la ortografía, no ha sido virtud y obligación, del escritor, hasta tiempos recientes.

Empecemos, pues:

No sé dónde tenían la casa de los Cárdenas, “entroncada con los Belardes” y ya citada anteriormente, esta; de los Ponce de León; de los Avellanedas; de los Baldepeñas; de los Oliver y Tamayo; de los Espinosa de los Monteros; de los Belez; de los Rosales; de los Balmasedas; de los Preteles; de los Almansa de Gil; de los Idiartes y Rodas; de los Loras; de los Gimenez Coronados; de los Berenguel; de los Monteagudos; de los Deceas; de los Melendes; de los Davilas; de los O Viedos; de los Ladrón de Guevara; de los Aguirres; de los Picos; de los Tremendos; de los Calceradas; de los Baldivieso; de los Savariegos; de los Ruices del Valle; de los Duran de Cascana; de los Cozar; de los Liras; de los Coca, a la que pertenecían el fundador de la Capilla “del Chantre”, de San Pedro; de los Nuñez de Prado en la cual hubo un Caballero Templario.

A la casa de los Puertos pertenecían “los fundadores de las capellanías de Coro de la Parroquial del señor S. Tiago”. A la del Marmol, don Luis, “el fundador del Monasterio de las Religiosas de la Purísima Concepción franciscas”. A las de los Costanzas un “Inquisidor de esta Ciud. Rl. En el corto tiempo que estuvo la Inquisición, que fueron poco más de dos años, y se quemaron 50 Judíos en el Brasero, que estaba en el Terrero”. Unos de los descendientes de la familia “Igueras”, dejó una fundación piadosa el día 8 de septiembre para dotaciones a las huérfanas y (para que), el Clero de Sta. María del Prado cumpla una Memoria anual para el Culto de esta portentosa señora, en su Natividad”.

Casa de los Garcia Pissa, “El que tenga este apellido y pueda probar que sus Mayores legítimamente son descendientes de Navarra, son sin duda, Nobles descendientes de la Casa de Navarra. Dn. García Pissa fue el que fundó la Capilla de Ntra. Sra. del Rosario de la Parroquial del Apostol S. Tiago, el Cebedeo, el año 1464”.

Portada de piedra con blasón, alfiz y balcón de forja acristalado de la casa de la familia Córtes de las Heras en la calle de la Mata. La fotografía fue realizada por Jorge Sánchez Lillo en 1980 y la portada se conserva en la nueva construcción que se hizo sobre el solar de esta vieja casa solariega
 
“Asoladas” estaban las Casas de los Cejudos, Azagras, Cerbantes, Villa Lobos, Bustamantes, Fúnez, Ceballos, Acebedos, y las de los Mendozas (en la calle de la Palma); los Carcamos (en la del Cohombro), y la antigua de los Forcallos (en la calle Real).

Casa, en pie tenían los Berreos y los Maldonados, así como “los Medranos –antes Triviños”-, en la calle de Caballeros. En la de la Mata estaban enclavadas las casas de los Geldres y los O Valles. Los Bastantes la tenían en la del Jaspe. Los Carrillos, los Barajas y los Isasis, en la de los Reyes. Los Ledesmas y los Cuebas, en la de la Paloma. Los Barbas, Folgar y Sandoval, en la de Toledo. Los Pachecos, los Guerreros (antes Bustillos), los Molinas, los Baldeses, los Sierra y Mena, los Arciniegas y los Arellanos, en la calle de Leganitos, de la Inquisición o del Barrionuevo.

Los Saz Corea, tenían la casa en la calle de la Azucena y uno de ellos, Dn. Pedro, “dejo todo su caudal para sostener el culto diario en la “Pal. De Ntra. Sra. del Prado, pagando a su clero las horas canónicas”.

Las casas de los Guzmanes y de los O Campo y Cencerao, estaban en la calle de Calatrava, así como la de los Salcedos Quintanilla y las de los Ureñas y los Rey Lobos.

Los Aguilera de los Ríos, poseían tres casas situadas en la calle Calatrava, en la de la Inquisición y en la de Caballeros. Los Rojas vivían en la calle Real, y, allí, igualmente, los Orias. Los Baleros en la calle de Alta Gracia. Los Astorgas, en la de la Sangre. Los Ochoas y los Muñices de Aissa y Prado, en la de la Cruz. Los Celadas, en la  Palma. Los Ordoñez, en la de la Luz. Los Idalgos, en la de la Paz. Los Laras, en la calle de la ermita de San Miguel. Los Rodas y Dueñas, en la de Caballeros y Lanza. Los Adames, en la de Postas. En la del Mesón Viejo, los Ríos. En la de Alarcos, los Arias. En la de la Culebra, los Moras. En la del Hospitalillo de la Mejora, los pobletes. En la de Ciruela, los Sánchez del Pulgar. En la de la Estrella, los Belascos de Ondella.

“Los mas de esta Nobleza asistieron a la Guerra de las Navas de Tolosa con la M. de dn. Alfonso VIII y el Arzobispo Dn. Rodrigo Gimenez de Rada de Toledo. Familias muy antiguas que vinieron de la Ciudad de Alarcos a Vecindarse a esta Población de Villa Real oy Ciud. Real”.

Si por casualidad, hasta acá me has seguido, consuélate con la seguridad del término de esta dilatada “Crónica de Sociedad” centenaria. De mí, sé decirte lo mucho que me gustaría, al anochecer de esas tardes rotas; melancólicas; tersas, como el cristal; silenciosas, como nuestras, y, por ello, encantadoras, acompañarte, complacido, en un recorrido romántico y sentimental, por las calles nuestras, descubriendo casonas viejas, de familias viejas. Ya verías como las sombras se poblaban de visajes, de lucecillas, de ruidos, de chillidos y de gritos, amortiguados por la lejanía de los años, por qué, ¿no crees habla de llegarse a nosotros un algo inconcreto, flotante, cósmico, amenazador o perdonador, de esos olvidados nuestros que – cuando con más fortuna-, aguardan eternal bajo las feas losas de cualquier templo de la ciudad, o en “los panteones” de Santiago, sí no es que –más desgraciados-, fueron aventadas y profanadas sus huesos al desaparecer templos, que ni tú ni yo conocimos, como Sto. Domingo, pongo por caso, o templos y conventos que conocimos, como la Iglesia de los frailes del Carmelo y el convento de San Francisco, o cementerios levantados, como vimos, al ajardinar los alrededores de San Pedro y al construir y urbanizar determinadas casas de la calle de la Estrella, tras el templo de Santiago.

¡Vaya, vaya, dejémoslo que se puso demasiado macabro este final de “Ecos de Sociedad” pretérita!

Julián Alonso Rodríguez (Diario Lanza, viernes 26 de enero de 1951, página 6)


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