martes, 17 de noviembre de 2020

PLAZUELA DE AGUSTÍN SALIDO

 

Reforma que sufrió la plaza en 1961

El riesgo del escritor es escribir algo o de algo que no interese. La habilidad profesional despierta en el lector un interés por lo no interesante, y el conseguirlo realmente es ya casi un milagro, pero todas las profesiones conllevan su riesgo y ésta no podría ser de otro modo. Digo esto porque, tal vez, haya muchos lectores a quienes no interese quien sea Agustín Salido, o, quizá, ni se hayan planteado que sea más el mero nombre de una placita de Ciudad Real.

Plazuela que está junto a la de Santiago y muy cerca de la calle Jacinto, sin más historia que su cercanía a la Parroquia, lo que la hace participar -o al menos, la hacía de la verbena de Santiago Apóstol la calurosa noche de la víspera, con sus puestos de limoná, turrón y otras bagatelas con que entretener a quien acude a visitar al Santo.

En verdad que no llega a ser plaza. Se queda en un ensanche de la calle, poca cosa, ciertamente. Aquí se cumple ese dicho de «querer y no poder» ya que apenas posee más que el intento de abrirse y como solazarse en mayor espacio, sin conseguirlo. En el centro de este breve temblor de plazuela se alza, tan tímida como la misma plazuela una alusión al Excmo. Señor don Agustín Salido, de quien Hermenegildo Gómez Moreno, en su libro «Notas históricas alrededor de la imagen de la santísima Virgen del Prado», transcribe un fragmento del libro de Salido "Historia de Nuestra Venerada Patrona» escrito en romance.

Entre otros sucesos, se cuenta este del caballero aragonés Mosén Ramón Floraz, servidor fidelísimo del rey Sancho el Mayor de Navarra, caminando por tierras del Ebro. A su cabal/o se le hundió una pata junto a una fuente, adonde caballero y caballo se habían acercado a beber, y el hundimiento dejó al descubierto una cueva en uno de cuyos nichos de –la pared, había una imagen de la Virgen, sentada en forma de matrona romana, con un Niño sobre sus rodillas y con un pergamino en latín.

A partir de este momento el caballero inicia una serie de aventuras y no escasas dificultades hasta llegar a Navarra con el precioso hallazgo. Hasta que al fin, con harto contento por parte del monarca, se le prepara solemne recibimiento a la Excelsa Soberana. Pues bien, este suceso es relatado en romance por Agustín Salido, paisano que da nombre a esta placita de que hablo.

Es cierto que poéticamente los romances sólo son mediocres. Su valor reside en lo histórico de los referidos hechos, y cuando decimos históricos no lo hacemos con todo el rigor científico, pues sabido es mi escaso afán por la erudición y el dato. En el libro de Agustín Salido puede ser que haya tanto de leyenda como de historia, pero a fin de cuentas ¿quién sabe decir donde comienza una y termina la otra?

La lejanía de los tiempos se extiende sobre los sucesos como una niebla que transforma lo que llamamos, realidad. Digo lo que l/amamos realidad porque real es todo, lo que no entra en ella es la nada. Lo que ocurre es que existen diversos grados de realidad, y, en numerosas ocasiones, esa niebla del tiempo que hace parecer las cosas lo que no son, prestándoles esa imprecisión temblorosa de lo incierto, o al menos, de lo dudoso, de lo que está por adivinar, produce el verdadero encanto de lo histórico. Es más hermoso lo insinuado que lo claramente preciso y visto.

El día, si llega, que sepamos que no habitan seres en otros planetas, si es que no existen, aunque yo prefiero seguir creyendo en su existencia que es la forma de alimentar la imaginación y no descorrer el velo del misterio. Pues digo que el día que los misterios dejaran de serlo, quedaríamos un poco decepcionados. Es más grato este entreveramiento de historia, historias y leyendas. Pero fíjense adonde he ido a parar desde la plazuela de Agustín Salido...

Si he conseguido interesar a algún lector y despertar su curiosidad por otro de nuestros grandes paisanos, no ha sido vana la tarde de este sábado sevillano cuando escribo esta columna, mientras escucho, en lata claro está, a Brahms.

Francisco Mena Cantero, diario Lanza 13 de mayo de 1987



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