domingo, 12 de diciembre de 2021

UN REY EN CIUDAD REAL (I)

 



Si, amable lector, un rey auténtico, como suele decirse, de carne y hueso y nada menos que don Alfonso X el Sabio, fundador excelso de nuestra capital, en los promedios del siglo XIII, en 1255, con el que hable, para honor mío, acompañándole en la expedición nocturna dentro de la población y sus alrededores próximos y lejanos.

Media noche era por filo y cuando ya no resonaban las músicas de la gran cabalgata de los reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, tuve la ocurrencia de liarme en mi capa de paño de Bejar, ya deslucida y de color de ala de mosca, que conservo como recuerdo de mis años, juveniles de Universidad –más de medio siglo—y me lance bien tapado el rostro a dar una vuelta por el silencioso Ciudad Real.

Al llegar a la Puerta de Toledo, grande fue mi sorpresa, al ver abierta la puertecilla de la escalera que conduce a los adarves o sea al espacio que en tiempos estuvo almenado en lo alto del muro, y en ella una figura de hombre con manto real, corona y cetro y una antorcha encendida que sostenía un heraldo de lujosa dalmática.

 

Escalera de subida a la terraza de la Puerta de Toledo



Al principio creí que las tales figuras serían de la pasada cabalgata, pero en esto oí una voz trémula al instante de apagarse la luz, que me dijo: No te asombres por esta aparición, que soy en persona indubitada, el rey don Alfonso X, el fundador de Villa Real que vengo a visitar ésta que fue regia morada mía y de muchos monarcas que se sucedieron en el trono.

Me invitó amablemente a que le siguiera y subimos por la empinada escalera que conduce a lo alto de la antigua Puerta de Toledo, yo, lo confieso sinceramente, aunque me retrate de cobardón, más muerto que vivo, sin poder articular una sola palabra.

¿Qué edificio es ese que hay en el altozano, que lo rodean como si fuera guardia armada, tantos cipreses? me preguntó el regio acompañante.

Es la necrópolis de Ciudad Real, desde hace un siglo, que se prohibió enterrar dentro y alrededor de las Iglesias, por razones de higiene.


 
Acceso a la parte superior de la Puerta de Toledo 


-¿Y aquél castillo en la falda de la Atalaya que no conozco?

-No hay tal castillo, Majestad, aunque lo hubo en tiempos; es el depósito del agua, que surte a la población, cuyo liquido proviene del Pantano que un gran hombre mando construir, para regar estas sedientas tierras, que se llamó Gasset, y que gracia a él hoy no se muere de sed Ciudad Real, le dije respetuosamente.

-Aquella torre que se ve en aquel cerro ¿qué es?

-Señor, es un torreón que se levantó allá por el año 1844, para telégrafo óptico.

-Bien, bien, daremos una vuelta a la ciudad por dentro y por fuera de sus murallas. ¿Pero qué, miro, si no ha murallas, ni las ciento cincuenta torres almenadas para defenderlas, que yo con mi propia espada al trazar el circuito marqué de trecho en trecho, así como sus cinco puertas?


Terraza de la Puerta de Toledo



-El Estado las mal vendió y sus dueños la demolieron para utilizar sus piedras y sacarse de ganancia unas pesetejas.

-¡Que barbaridad hicieron, pues ellas libraron siempre a mi bona villa, de las acometidas de los caballeros y mesnadas de la Orden de Calatrava su enemigo desde casi su fundación!

-Majestad, me atreví ya más sereno, a decirle, ¿queréis recordar sus calles y plazas, Iglesias y palacios del tiempo pretérito?

-¿Qué es este edificio, que tiene en su frontis el escudo de España?

-Fue fundado en los últimos años del siglo dieciocho por un arzobispo de Toledo, llamado Lorenzana, para hospicio de ambos sexos, que laboraban en sus grandes talleres, pero que al entrar en esta población el general francés Sebastiani, fue desalojado y convertido en cuartel, como hoy lo es de Artillería.

-Andiamo, me dijo en lengua italiana, que urge acabar pronto esta tournée artística e histórica.

 

Vista de los jardines del cementerio desde lo alto de la Puerta de Toledo



-Aquí estaba la iglesia del Pozuelo de Don Gil cuando en 1253, visitaron este pueblo que yo hice Villa Real, mis augustos padres el rey, don Fernando III, con su esposa y mi regia e incomparable abuela la reina doña Berenguela de Castilla.

-Cierto es lo que decís, pero desde el año 1875, en la catedral del Priorato de las Cuatro Ordenes Militares, repliqué y el templo fue obra de muchos años, hasta casi nuestros días y, nave única en España, sola sin laterales, que le dan esa majestad y demuestra el atrevimiento de sus constructores, por la altura de sus muros y bóvedas, anchura y extensión.

-Cierto, cierto, así es, dijo el sabio monarca.

-Quisiera ver mi Alcázar, palacio que yo levante y donde murió en 1275 mi querido hijo don Fernando, el llamado de la Cerda.

-Majestad vamos y veréis un cuadro desolador, pues solo queda un arco o puerta de entrada, ruinoso, para caerse cualquier día. Del resto ni rastro alguno queda.

-¿Qué fue de mi sala de armas y de su contiguo convento de San Francisco?

-Señor, se derrumbaron ambos edificios y se construyó un hospicio, que ha poco tiraron y ahora se está levantando otro.

-Tejer y destejer, se llama esto y mucho me contrista el procedimiento, contesto don Alfonso.

En esto desperté y del sueño no quedó nada más que lo transcrito anteriormente.

Ciudad Real, noche de los Reyes Magos.

Emilio Bernabeu, diario “Lanza”, jueves 7 de enero de 1954


Vista del interior de la ciudad desde la Puerta de Toledo


1 comentario:

  1. Una parte de la historia de mi querida tierra que no conocía, gracias por tener la oportunidad de hacerlo ahora.

    ResponderEliminar