lunes, 31 de octubre de 2022

EL VALOR DE LA BONDAD (III Y ÚLTIMO)

 

D. Pedro Pardo dirigiendo la Coral Polifónica de Ciudad Real



El 4 de julio de 1983 Pedro Pardo dirigió su primer concierto con la Coral de la Agrupación Musical de Ciudad Real, más tarde conocida como Coral Polifónica de Ciudad Real. Fue un concierto en la parroquia del Pilar, su parroquia, para conmemorar la festividad de San Cristóbal. Pedro Pardo ya había asumido la dirección de la Schola del Seminario en diferentes ocasiones y también la dirección de un orfeón ocasional compuesto de gran cantidad de cantantes con ocasión de la Coronación canónica de la Virgen Del Prado en 1967. Pero fue a partir de 1983 cuando comenzó su labor permanente, hasta su fallecimiento, al frente de la Coral Polifónica, labor paralela a una intensificación de su actividad como compositor de música sacra y también profana, bajo la modalidad de cuatro voces mixtas a capella. Hablamos primero de su actividad como director y después de su tarea compositiva.

Podríamos decir que la trayectoria de la Coral Polifónica de Ciudad Real bajo la responsabilidad de Pedro Pardo estuvo poblada de éxitos tanto en la provincia de Ciudad Real como en el exterior: Cuarto puesto en el concurso nacional de la Cadena SER en 1984, participación en el Certamen nacional de Avilés en 1987, actuaciones en directo en RNE y en TVE, participación en los encuentros corales más importantes, por ejemplo el de Villarrobledo o el encuentro Ciudad de Manzanares en 1991, o en certámenes organizados por la Junta de Comunidades como los ciclos Música en Navidad o Encuentro coral de Castilla-La Mancha durante varios años. Sin embargo, el verdadero éxito de la Coral y de Pedro Pardo fue llevar la música clásica, la música grande, a lugares donde antes era impensable: pueblos pequeños como Las Casas o Bolaños, iglesias humildes como las Concepcionistas, San Martín de Porres o el Pilar, y su constancia en el servicio a la catedral de Ciudad Real, de la que se convirtió en coral oficial. Con este sello característico, la Coral Polifónica de Ciudad Real participó de un nuevo esplendor del fenómeno orfeonístico en Castilla-La Mancha, acorde con la nueva organización administrativa en autonomías, a la altura de otras grandes corales de la región como Mater Assumpta de Manzanares, Santa Cecilia de Campo de Criptana, la Coral San Julián de Cuenca o la Coral de la Agrupación Musical de Villarrobledo.

La faceta de compositor de Pedro Pardo no se circunscribe solo a su etapa como director de la Coral, sino que fluye durante toda su vida, desde la etapa del Seminario. Precisamente esa fase, en los años cincuenta, marcó su forma de componer pues coinciden en ella compositores tan interesantes de la catedral de Ciudad Real como Buitrago, maestro de capilla desde 1922 hasta 1975, y Rebassa, chantre del templo principal de la diócesis, venido a Ciudad Real para acompañar al obispo Juan Hervás (citados arriba). Esa influencia se deja sentir en todas las partituras de Pardo, que están siendo catalogadas en la actualidad, y a las que deben sumarse una intensa labor de armonización de obras procedentes de otros autores y cantos populares, todo con el objetivo de la interpretación por parte de la Coral Polifónica. Sin duda, el legado musical de Pedro Pardo es sorprendente y merece la recopilación que se está procediendo a realizar con la finalidad de establecer un listado de sus obras originales y que estas continúen siendo interpretadas por nuestros conjuntos corales en Castilla-La Mancha. En 1987 la Coral fue nombrada ciudadana ejemplar de Ciudad Real y al año siguiente, 1988, el propio Pedro Pardo, su directo, obtuvo este título que reconoce a los hijos más significativos de la capital provincial.


Homenaje de despedida de la parroquia



A la hora de destacar obras musicales de su autoría, merecen especial atención las piezas de contenido mariano pues la devoción a la Virgen María fue uno de los principales ejes de la dinámica creativa de Pedro Pardo. Desde muy joven, casi adolescente, Pardo copió partituras de otros e hizo las suyas propias con dedicación a la figura de María. Pero el momento de mayor inspiración llega con la celebración del IX Centenario de la Virgen del Prado, año 1988, para el que preparó varias plegarias de bella factura y la Misa Tota Pulchra a 4 y 6 voces mixtas y acompañamiento de orquesta de cámara, VC 20, en colaboración con el recién creado Conservatorio Marcos Redondo. Esta misa fue interpretada en la Eucaristía central de los actos del centenario, el domingo 22 de mayo de 1988 en el Parque Gasset de Ciudad Real, con asistencia de la reina doña Sofía y retransmitida en directo por TVE. Otras misas de gran interés del recordado sacerdote fueron la Misa a 4 voces mixtas y órgano a la Santísima Virgen del Pilar (1970), VC 18, y la Misa Popular a 1 y 2 voces (1997), VC 19.

Respecto a las obras marcadas por el devenir del año litúrgico, destacan las obras de Navidad A Belén, villancico pastoril, VC 1, Sobre la nieve, VC 30, y Sol de soles, VC 31, todos ellos villancicos a 4 voces mixtas. Del tiempo propio de la Semana Santa despuntan las dos versiones de La pasión según San Lucas y la Pasión según San Marcos, así como el Improperium del domingo Domingo de Ramos, VC 17, y Un mandamiento nuevo a solo y 4 voces mixtas, VC 35, composición para los oficios del Jueves Santo. En el terreno de la música profana es digna de alabar su obra titulada Canto a la Mancha a 4 y 6 voces mixtas, VC 5, que se hizo famosa en todos los conciertos de la Coral Polifónica durante los años 1983 y siguientes. Todas ellas, sacras y profanas, están en proceso de catalogación, ya muy avanzado, motivo por el que aportamos en número de código del catálogo. Esta es la manera de valorar como corresponde a estas obras, hacerlas oficiales como autoría directa de Pedro Pardo y conservarlas como patrimonio inmaterial.


Pedro Pardo García (1935-2001)



En 1990 Pedro Pardo fue nombrado canónigo del cabildo de la catedral de Ciudad Real con cargo de prefecto de música, desde el cual intensificó la actividad de la Coral Polifónica en el templo catedralicio. Su despedida de la parroquia del Pilar el 9 de marzo de 1991 resultó un homenaje espontáneo difícil de explicar de todas las gentes de su barriada, que mostraron un cariño hacia su párroco pocas veces contemplado. Igualmente, su despedida por jubilación del IES Maestre de Calatrava significó una muestra enorme de gratitud y afecto por este hombre sencillo que gastó su vida en favor de los demás. Hasta tal punto fue así que, una vez jubilado, fue obligado por el claustro y los alumnos a reintegrarse de nuevo a las tareas docentes hasta 2000, año de su jubilación definitiva.

En el haber de Pedro Parto, también, la recuperación de todas las obras de Salomón Buitrago, el compositor mencionado arriba, al servicio de la catedral durante más de cincuenta años. Gracias a él cientos de partituras escritas a mano, en la más pura tradición de los copistas, se salvaron de un olvido casi seguro, cuando no pérdida, debido a que los familiares de Buitrago, desperdigados por España, no podían conocer el valor de dichos documentos. Pedro Pardo los trajo a la catedral de Ciudad Real, donde, en su día, durante 1999 y 2000, tuve la suerte de poder entrar en contacto con ellos para clasificarlos, catalogarlos y establecer un listado oficial de más de doscientas treinta obras de Salomón Buitrago. Esta recuperación del patrimonio musical, que Pardo calificaba como “gran riqueza”, no hubiera sido posible sin la constante preocupación de este director de coral bien formado y verdaderamente amante de la cultura manchega.

Esta mezcla inusitada de bondad, valentía y trabajo, con el que fatigó su cuerpo hasta extremos difíciles de imaginar, nos ofrecen como resultado la figura inmensa de un sacerdote, un hombre, que supo afrontar tres épocas distintas bajo un mismo prisma de servicio a los demás. Su lema, “pro homines”, que defendió desde su etapa de estudiante, se plasmó definitivamente en aquella frase del Evangelio que él siempre destacaba: “he venido para servir, no para ser servido”. Desde este punto de vista, al mismo tiempo sencillo y extraordinariamente esencial, se entienden mejor todas las dinámicas de una vida que constituye una parte íntima de la historia de Ciudad Real. Por eso la Asociación de Amigos de Pedro Pardo está ultimando la presentación de un libro que incluirá la catalogación de todas sus obras, la digitalización de estas, para que ninguna se pierda, un álbum muy completo de fotografías, y una biografía rigurosa inmersa en el contexto histórico, o mejor, contextos históricos, en que desarrolló su vida. En breve, esta obra, en el mejor formato posible, podrá ver la luz para bien de todos los ciudarrealeños y aprendizaje de todas las personas que ensalzan en estos tiempos tan difusos el valor de la bondad. Porque Pedro Pardo y su obra, para bien de todos, es patrimonio de Ciudad Real y de todos aquellos que valoran el bien común.

 

Fuente: https://www.lanzadigital.com/provincia/el-valor-de-la-bondad/

 

Vicente Castellanos Gómez: doctor en Historia por la UCLM, catedrático de Educación Secundaria con ejercicio de la docencia en IES Santa María de Alarcos de Ciudad Real, donde es jefe del departamento de Historia, investigador, autor del libro Musicalerías: Ciudad Real, música y sociedad (1915-1965) y de La Unión Patriótica en la provincia de Ciudad Real (1923-1930). Compositor y cantautor. Ha editado tres discos. Ha coordinado doce libros de la Editorial Santa María de Alarcos y es autor de numerosos artículos y capítulos de libros. Trabaja como profesor asociado de la UCLM, campus de Ciudad Real, impartiendo clases de Historia en Relaciones Laborales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.


El alcalde de Ciudad Real y las dos hermanas de Pedro Pardo descubriendo el busto de don Pedro en la Parroquia del Pilar en el año 2003


domingo, 30 de octubre de 2022

EL VALOR DE LA BONDAD (II)

 

Equipo JOC Pilar en 1974 en su debut en la III Regional

 


Pedro Pardo utilizó las herramientas a su disposición para generar un nuevo ambiente de unión y vivificación de la parroquia del Pilar: creó un coro parroquial de adolescentes y jóvenes, creó un grupo de teatro afín a la parroquia y fundó un equipo de fútbol, al principio infantil, luego juvenil y finalmente senior, con el paso de los años, que estuvo en activo desde 1964 hasta 1983, compitiendo oficialmente en la provincia desde 1974. Este equipo fue conocido como JOC Pilar, pues Pedro Pardo era consiliario diocesano de las Juventudes Obreras Católicas. Era una forma de aprovechar lo que más gustaba a los chicos, el fútbol, para llevarlos al buen camino del Evangelio, sin obligarles a las prácticas de la Iglesia, que ellos aceptaron sin más cuando interiorizaron la experiencia de vida cristiana junto a don Pedro. De esta manera el espíritu del Concilio Vaticano II se hacía realidad en una humilde barriada de Ciudad Real.

Recuerdan todas las fuentes como los entrenamientos eran de madrugada, en el campo de fútbol del Seminario. Pedro Pardo recogía a los chicos con su furgoneta y los entrenaba cuando apenas había amanecido, con un balón repintado año tras año, pero con una ilusión que cuajó, con el paso del tiempo, en un equipo extraordinariamente competitivo que logró el ascenso a II Regional Preferente hasta en dos ocasiones, de la mano del entrenador Julián Amores, que había empezado también como juvenil con el equipo creado, entrenado y presidido por Pedro Pardo. Puestos al habla con los rivales del JOC Pilar, todos coinciden en su excelente comportamiento dentro y fuera del campo, un equipo caballeroso que llevaba por bandera las buenas formas, la lucha noble dentro del campo y el excelente trato del rival. Esos fueron los valores personales y éticos que inculcó Pedro Pardo a lo largo de estos 19 años intensos de dedicación a un proyecto deportivo que atrajo a todo el barrio, no solo a familiares y amistades de los jugadores. La JOC Pilar tuvo la fuerza de aunar a las gentes de un barrio gris y pobre que empezaba a contar para el resto de Ciudad Real, que empezaba a salir de su atraso pertinaz y que, sobre todo, se aunaba en torno a su párroco y a su iglesia con un cariño difícil de definir y de superar. Este milagro hizo posible, por ejemplo, la construcción de un nuevo templo de Nuestra Señora del Pilar entre 1973 y 1975, que incluía locales parroquiales y la modernización de todas sus infraestructuras en torno a un patio porticado, donde, actualmente, luce un busto de homenaje sentido a la figura de Pedro Pardo.


Cuarteto Vocal Sacerdotal

 


Eran aquellos los años de la transición democrática. Años de incertidumbre a nivel económico y social. Años herederos de la crisis económica del petróleo en 1973, cuyos efectos en España fueron el paro lacerante y la inflación. El papel de Cáritas diocesana, cuyo delegado fue Pedro Pardo entre 1960 y 1979, era fundamental para llevar ayuda y recursos a localidades y grupos sociales que sufrían especialmente la recesión. La furgoneta DKW de Pedro Pardo se hizo famosa en toda la provincia por su llegada sin demora a los rincones donde más se necesitaba la justicia social y la ayuda desinteresada, cargada de alimentos, ropa, enseres y todo lo necesario. Los propios chicos del coro, del grupo de teatro o del equipo de fútbol ayudaban a don Pedro en esta tarea de redistribución incansable durante tantos años y que quedó marcada en la historia diocesana de Cáritas.

Y en el fondo la música, siempre la música, como prolongación vital de las profundas convicciones evangélicas de don Pedro Pardo. Desde 1967 hasta 1972 Pedro Pardo dirigió un grupo de gran atractivo musical, el Cuarteto Vocal Sacerdotal, cuyo repertorio era el canto polifónico clásico del siglo XVI y el canto ceciliano del siglo XX (estilo compositivo que reivindicaba precisamente la polifonía clásica a 4 voces mixtas y a capella, sin acompañamiento instrumental). El cuarteto estuvo formado por el propio Pedro Pardo, director y tenor primero, Juan Miguel Villar Pérez, tenor segundo, Jesús Abad, barítono, y Antonio Lizcano, bajo de excelentes cualidades, chantre de la catedral desde 1966. Eran sacerdotes con apenas treinta y tres años cumplidos y su éxito en los numerosos conciertos que dieron a lo largo de la provincia fue incontestable. Especialmente relevantes los conciertos que se celebraron anualmente en la Casa de la Cultura de Ciudad Real, organizados por su histórica directora Isabel Varela.

La tercera época que vivió en su vida Pedro Pardo García fue la que podemos denominar años de seculariación de la sociedad española, generada a partir de la libertad religiosa que legisla la Constitución de 1978. La norma terminaba definitivamente con el estado confesional creado en el Concordato de 1953 y establecía una libertad que se tradujo en un movimiento social pendular desde una práctica religiosa intensa hacia una práctica reducida por parte de la población. Este es uno de los rasgos básicos de la sociedad española durante los años ochenta y noventa del siglo XX, las dos últimas de vida de Pedro Pardo. También la ciudad, Ciudad Real, cambió de forma vertiginosa durante este periodo: creación del campus de Ciudad Real dentro de la UCLM en 1985, llegada del AVE a Ciudad Real el 14 de abril de 1992, vital para la nueva conexión laboral y poblacional con Madrid, y especulación en torno a grandes proyectos, unos llevados a término, como el Hospital General Universitario, y otros frustrados como el aeropuerto de la ciudad o el complejo recreativo El Reino de don Quijote.


Pedro Pardo contempla la nueva parroquia de Nuestra Señora del Pilar

 


La moderna sociedad secularizada y cada vez más mediatizada por las nuevas tecnologías, a nivel local y escolar, fue otro de los grandes retos de Pedro Pardo, vinculado durante estos años a la docencia de Religión en Secundaria, en concreto en el IES Maestre de Calatrava, más conocido como el Politécnico, durante el periodo 1979-2000. En este contexto Pedro Pardo tuvo que asumir la nueva legislación educativa, especialmente la LOGSE de 1990, que ponía a la asignatura de Religión en grave riesgo al equipararla a una clase de alternativa a la Religión sin apenas definir y garantista con el alumnado, pues no aportaba calificación. El gran mérito de Pedro Pardo fue la valoración de la materia muy por encima de la media en su instituto, con alto grado de matrícula y, sobre todo, con alta estima por parte del alumnado, que, confesaba, en general, que la clase de Religión era su preferida. No sabemos qué influyó más, si la vocación docente del sacerdote, puesta de manifiesto en su propia parroquia, o su ejecución humanista y directa de los valores evangélicos, pero lo cierto es que la respuesta de los estudiantes no deja lugar a dudas. Uno de los documentos más impresionantes que podremos manejar sobre la vida de don Pedro es un cuidado cuaderno azul lleno de testimonios de los que fueran sus alumnos con motivo de su fallecimiento, en forma de homenaje póstumo. Su lectura evoca sinceridad y dolor por una pérdida extraordinariamente sentida y el agradecimiento por una enseñanza vital que ayudó a madurar a muchos de sus discípulos.

 

Vicente Castellanos Gómez

Fuente: https://www.lanzadigital.com/provincia/el-valor-de-la-bondad/


Pedro Pardo improvisa un aula como capilla para celebrar la Eucaristía en 1982 en el IES Maestro de Calatrava


sábado, 29 de octubre de 2022

EL VALOR DE LA BONDAD (I)

 

Pedro Pardo  el día de su toma de posesión de la Parroquia del Pilar en diciembre de 1963 junto al obispo Juan Hervás Benet

 

Se cumplen 20 años del fallecimiento del querido y añorado sacerdote Pedro Pardo García

 

El 4 de octubre de 2001, hace veinte años, fallecía en Madrid el reverendo Pedro Pardo García a la edad de 66 años, después de complicarse de forma irreversible una operación en que le fue amputado un dedo del pie derecho. Pedro Pardo venía sufriendo durante años dolencias de estómago y su deterioro era evidente en los meses anteriores. Sin embargo, nadie esperaba el fatal desenlace de aquella madrugada, que sorprendió a todos sus amigos, que eran muchos, a lo largo de la mañana y que llenó de lágrimas a los vecinos de la barriada del Pilar, donde fue párroco durante 27 años, de Poblete, de donde era párroco desde 1990, de Aldea del Rey, su localidad natal, y de todo Ciudad Real. Quedaron especialmente impactados “sus chicos”, como él les llamaba, un puñado de hombres y mujeres de la barriada del Pilar o afines a ella, nacidos todos entre 1948 y 1950, que habían vivido su adolescencia y juventud al lado de este sacerdote, al que consideraban su segundo padre, el hombre que enderezó sus vidas y les dio un camino de vida y servicio para transitar. Ellos son los que hoy en día forman la Asociación Amigos de Pedro Pardo, una agrupación muy activa al servicio de su memoria y que honra todos los valores del querido sacerdote: la entrega, la ayuda a los demás, la compañía incesante y una implicación activa desde el punto de vista social en auxilio de los más necesitados en coherencia vital con los valores del Evangelio.

Pedro Pardo García nació en 1935 en Aldea del Rey en el seno de una familia pobre y humilde compuesta por su padre, Pedro Antonio, hortelano, su madre, Isabel, sastra, y sus dos hermanas, que nacerían en los años siguientes, Teresa y Ramona. Los años de guerra (1936-1939) fueron una dura prueba para esta familia, obligada a vivir de alquiler y a trabajar para sus convecinos más favorecidos para poder sobrevivir. A los cinco años, una tarde de intensa lluvia, Pedrito, como le llamaban todos, se encontró con el cura del pueblo, don Juan Manuel, que le invitó a que le ayudara en la iglesia y con gran contento empezó su colaboración, que no cesó hasta el día de su muerte. Pedrito era un chico extrovertido, alegre, teatral, que tomó como un auténtico oficio las tareas en la parroquia del pueblo, que desarrolló con total prioridad y responsabilidad.


Pedro Pardo, con sotana, bonete y fajín blanco de Latín y Humanidades con 13 años de edad


Animado por el párroco Pablo Martín y por el maestro de Aldea del Rey, Upiano Trujillo, Pedro Pardo marchó del pueblo hacia la capital provincial, Ciudad Real, con doce años de edad, para entrar en el Seminario menor en 1948. Durante los dos primeros años, correspondientes a los estudios de Latín, dentro del Plan Especial de los Seminarios Españoles, estuvo en el antiguo Instituto Popular de la Concepción de la calle de la Mata, habilitado para acoger a los muchos alumnos que se registraban en 1º y 2º de los estudios del Seminario en aquellas fechas. Posteriormente pasó al antiguo Seminario diocesano, ubicado en la calle Alarcos y hoy desaparecido. Allí completó los diez años restantes de su formación como futuro sacerdote, tres años más de Latín, tres años de Filosofía y cuatro años de Teología, dentro de un régimen estricto de internado acorde con los tiempos que se vivían, considerados históricamente como los años del nacionalcatolicismo, que se consumaron tras la victoria de Franco en la Guerra Civil.

En realidad, la vida de Pedro Pardo tuvo que amoldarse a tres épocas históricas muy diferentes de la historia de España y de la historia local: el nacionalcatolicismo referido, la época de apertura eclesiástica sin precedentes que supuso el Concilio Vaticano II y los años que siguieron, y la etapa de España en democracia (1975-2001), que fue una fase de fuerte secularización de la sociedad española.

La primera etapa, coincidente con su formación en el Seminario, le condujo a una consolidación de sus talentos como buen estudiante y buen músico, pues la música, de la mano de maestros consagrados como Agustín Sánchez de la Nieta, Pedro Rebassa Bisquerra o Salomón Buitrago Gamero, profesores del Seminario, se convirtió en su pasión y en la vía para trasladar a los demás su profundo espíritu evangélico. El 19 de junio de 1960, junto a once compañeros de promoción, Pedro Pardo recibía las órdenes del presbiteriano en la parroquia del Cristo de Miguelturra y el día 28 de junio oficiaba su primera misa (cantar misa, es la expresión) en la iglesia de San Jorge Mártir de Aldea del Rey, donde acudieron todos los aldeanos, incluso los segadores, que pararon ese día para asistir al canto de misa de Pedrito.

 

 
El 19 de junio de 1960 fue ordenado sacerdote Pedro Pardo en la iglesia del Cristo de Miguelturra por el obispo Juan Hervás Benet


El obispo de la Diócesis Priorato de las Órdenes Militares en Ciudad Real, Juan Hervás Benet, tuvo a bien encomendar como primer destino de Pedro Pardo el Camirro (Capilla misionera rodante), una caravana tirada por un Land Rover que recorría las fincas y pueblos más alejados de la provincia de Ciudad Real con el objetivo de evangelizar a las gentes que no disponían de un sacerdote ni una parroquia cercana, una tarea intensamente misionera y difícil, pues en no pocas ocasiones podían encontrase, los dos sacerdotes que la llevaban a cabo, con hostilidades consecuentes de la pasada Guerra Civil. Sin embargo, todo lo que Pardo refirió de esta fase, cuando solo contaba veinticinco años de edad, se resume en el cariño de las gentes de la Mancha y en una experiencia muy gratificante que duró aproximadamente dos años y medio. De alguna manera, la teoría del Seminario se convertía en vida y experiencia directa que influyó decisivamente en su apostolado posterior, muy entregada a las necesidades sociales.

En diciembre de 1963 Pedro Pardo fue nombrado párroco de una parroquia muy pobre de la zona fuera de rondas de Ciudad Real, una barriada creada en 1946 dentro de la política de casas baratas del primer franquismo para localizar y controlar a la población conflictiva, alejada de la zona centro. Era la barriada del Pilar y su parroquia, consagrada en 1960 con el nombre de Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, cuya infraestructura amenazaba ruina inminente. El segundo destino de Pardo no era, pues, mejor que el primero. El propio sacerdote confesó en una entrevista a Lanza que en los primeros meses no se atrevía a salir de casa pues en el barrio había un fuerte sentimiento anticlerical y sufría continuamente el trato despectivo de algunos vecinos que se cruzaban de acera cuando le veían o incluso escupían en el suelo con gesto de evidente rechazo. El barrio estaba sucio, no disponía de canalización de agua y el desafecto se podía cortar en el aire. Sin embargo, fue precisamente esto lo que motivó y justificó toda su intensa labor posterior de evangelización, que duró 27 años, hasta 1990, y cuya consecuencia fue la completa transformación de la barriada, sobre todo cuando don Pedro descubrió el corazón tan grande de cada uno de sus habitantes y empezó a trabajar con la juventud del barrio, motor del cambio en muy poco tiempo.

  Vicente Castellanos Gómez

Fuente: https://www.lanzadigital.com/provincia/el-valor-de-la-bondad/


Pedro Pardo junto a su DKV de Caritas


viernes, 28 de octubre de 2022

SE PRESENTÓ EL LIBRO EL VALOR DE LA BONDAD

 



El pasado 18 de octubre se presentó en el Museo de la Merced, en Ciudad Real, el libro El valor de la bondad. Época, vida y obras de Pedro Pardo García, sacerdote y músico (1935-2001). Se trata de una obra de Vicente Castellanos, editada por el Instituto de Estudios Manchegos (IEM) y la Asociación de Amigos de Pedro Pardo (ASAPP).

El acto, presentado por Ana Mª Fernández Rivero, secretaria general del Instituto de Estudios Manchegos, contó con las intervenciones de Fernando García-Cano Lizcano, autor del prólogo, así como del autor del libro, Vicente Castellanos Gómez, que interpretó melodías originales del sacerdote Pedro Pardo.

La vida y obras de Pedro Pardo García (1935-2001), sacerdote de Ciudad Real nacido en Aldea del Rey, son un ejemplo de autoridad cristiana y de moral coherente con los principios del Evangelio de Jesús de Nazaret. Trabajó durante gran parte de su vida entregando su persona, su valía y su tiempo a las familias más pobres de la ciudad en la barriada periférica del Pilar, a la que levantó de la postración. Dio sentido humano, social y también transcendente a muchos jóvenes ciudadrealeños nacidos en la posguerra española, y llenó sus vidas de ilusión y esperanza. Utilizó el deporte como instrumento para moldear hombres y mujeres maduros en su compromiso social y religioso. Y vinculó su gran pasión por la música con su admirable tarea pastoral durante toda su vida, especialmente durante diecinueve años en que dirigió la Coral Polifónica de Ciudad Real. Sus obras musicales, de considerable calidad -catalogadas y consignadas en este libro, con las partituras originales digitalizadas- forman parte de la historia musical de la catedral y de la diócesis de Ciudad Real.




El presente estudio biográfico, por otra parte, adquiere significación en el contexto histórico, social y eclesiástico en que se desenvuelve. La historia contemporánea de España es el lienzo donde se entienden y se valoran las pinceladas de vida y obras de don Pedro, como era conocido por todos. De ahí el enfoque histórico de esta obra, que analiza diferentes tiempos a los que responde de manera ejemplar la personalidad del reverendo Pardo García. Apartado de ideologías e intereses puntuales, don Pedro supo vivir con absoluta gratuidad los valores de entrega propios de una fe profunda a través de un reconocible amor por la vida y por sus semejantes. Por ello, desde su fallecimiento en 2001, Pedro Pardo se ha convertido en uno de los personajes más recordados y admirados de la reciente historia de La Mancha. Este libro contribuye con una investigación documental y testimonial rigurosa al reconocimiento público e histórico de su persona.

 



jueves, 27 de octubre de 2022

DON ÁNGEL ROJAS MORENO: EL MAESTRO

 

 
Revista “Vida Manchega” 13 de marzo de 1913


La «Escuela de Don Ángel» era una institución en el Ciudad Real de la primera mitad de nuestro siglo. Por allí desfilaron, en el trasiego continuo de los años, centenares y centenares, miles mejor, de niños pertenecientes a todas las clases sociales: era un «Colegio de pago», pero con cuota tan módica que cabían todos, los hijos de las familias más distinguidas y los otros, los de los menestrales, artesanos y obreros. La escuela de don Ángel estaba m uy bien organizada, cíclica dentro de lo posible, con sus clases para los pequeños, los párvulos a quienes enseñaba las primeras letras la esposa de don Ángel, doña Carolina, también Maestra titulada, auxiliada por alguna de sus hermanas, y luego, ya mayorcitos, pasaban al aula grande, donde el Maestro ejemplar, en una labor titánica de esfuerzos y de horas, iba transformando, puliendo y desarrollando aquellas inteligencias infantiles: a la manera del escultor, cuya gubia o cincel hacen maravillas de arte en la madera o en el mármol, así don Ángel Rojas recibía el tosco material humano, y con paciencia y tesón lo llenaba de espiritualidad, de conocimientos elementales y hasta de ciencia pura y suficiente para que aquellas promesas de hombres lo fuesen más adelante en la realidad de la vida.

— ¡Yo fu i alum no de don Ángel! — proclamarían luego, como blasón de educación perfecta, con orgullo santo y legítimo, los muchos que saben agradecer y valorar la elevada misión del Maestro, como en estas mismas páginas lo ha hecho recientemente su asiduo colaborador Julián Márquez, en un artículo emotivo y cordial.

Nosotros también fuimos discípulos do don Ángel Rojas. No en la enseñanza primaria, ciertamente. Fue después, cuando hicimos las prácticas pedagógicas necesarias para nuestros estudios de Magisterio que completarían los de Facultad. Y a la hora de elegir Maestro y Escuela, no lo dudamos un instante. Allí, al lado de don Ángel, aprendimos en el libro vivo de su conducta, de sus maneras, de su agrado, de su paciencia, de su arte para hacer fácil lo arduo y agradable lo ingrato, con simpatía, con llaneza, con la anécdota siempre oportuna a flor de labios, con la magnífica lección de su ejemplo vital y constante. Y fue durante aquellas prácticas inolvidables, aprovechando minutos de recreo y descanso, o prolongando agradablemente la jornada, cuando don Ángel nos contaba cosas de su vida, que a nosotros nos sirvieron unas veces de recuerdo, otras de estímulo, siempre de vivencia aleccionadora y ejemplar.


Boletín de Información Municipal Nº 33, agosto de 1970



Nació el día 1º de marzo de 1877, día del Ángel de la Guarda, fecha que justificaba su nombre. Hijo de una familia modestísima, no sentía rubor al confesarnos el oficio de su padre, un zapatero remendón, tan humilde como trabajador y honrado, que sacaba adelante a la familia con mil apuros y sacrificios. Aquel chicuelo no se conformaría luego con las primeras letras solamente, pues fue acólito en la Catedral y cantor o seise en la Capilla, donde aprendió música y completó su elemental instrucción.

Bajo la sombra y protección del tío carnal don Amalio Moreno, otro gran maestro de prestigio en la Ciudad Real de fines del XIX , don Ángel Rojas ingresó y estudió en la Normal del Magisterio. El niño se transformó en hombre y el timbre atiplado del seise se hizo voz recia en el aprendiz de baríto ­ no. Ya era «Maestro Elemental». Y «Maestro Superior» seguidamente. En aquella escalada profesional fueron condiscípulos suyos don Rafael García Roldán y el inolvidable don Gaspar A. Sánchez Pérez, más adelante Inspector-Jefe de 1.a Enseñanza y alcalde de Ciudad Real, inicuamente sacrificado en el trágico verano del 36.

¿Recuerda el lector aquello del hambre y el Maestro de Escuela? Por muy bajos que estuviesen los precios en los años finiseculares, ¿cómo se podría vivir con un sueldo inferior a las 1.000 pesetas al año, mejor dicho, con una cantidad que apenas llegaba a los 3.000 reales? Pues ese milagro lo realizó don Ángel Rojas en sus andanzas como Maestro interino de Poblete, de Hinojosas, de Aldea del Rey... dejando huellas de su actuación que han pervivido durante años.

Hasta que decidió establecerse aquí, en su Ciudad Real, creando un colegio privado, con la denominación oficial del «Santo Ángel». Cuando hay preparación científica, vocación firme y constancia en el trabajo, llega el triunfo como inmediata consecuencia: el colegio aumentó su matrícula año tras año y, aunque la jornada resultase agotadora, se ampliaba luego con clases nocturnas para adultos y, en colaboración con otros profesores, preparación de oposiciones al Magisterio.

El también las hizo al Cuerpo de Maestros ce Prisiones, porque un sueldo fijo y estatal preserva siempre de posibles avatares y contingencias, y las ganó brillantemente. Don Ángel Rojas fue «Maestro de la Cárcel» hasta su jubilación y aquí su alumnado de la población penal sí que era de la más heterogénea catadura: los tuvo «buenos», aunque delincuentes; pero también enseñó a leer al «Borgueta», que le salió discípulo aprovechado, pues una de sus primeras prácticas de escritura consistió en m andar una nota a su compañero de fechorías y bandidaje, el «Cañamón», proponiéndole la fuga. Ambos, «Cañamón» y «Borgueta», serían juzgados y ejecutados allá por el año 1912.

 

Vista de la calle General Rey



Esta y otras muchas anécdotas nos contaba don Ángel Rojas al concluir las clases de Prácticas. Conversador amenísimo, cultivador de amistades sin fin , era, sin pretenderlo, el centro de la tertulia íntima. ¡Qué bien se pasaba escuchando a don Ángel! No con el chiste procaz o la frase chocarrera, sino con el «sucedido» oportuno, el cuentecillo bien traído, la ocurrencia narrada con salero, la broma ingeniosa, todo ello fruto espontáneo de una cultura refinada y una vida intensa. En la partidilla de tute a domicilio , en la caza dominguera a la Atalaya en burro , o al Batán en la tartana de alguno de aquellos modestos aficionados a la cinegética, — ¡qué tiempos aquéllos, tan distintos y apenas ha transcurrido medio siglo!— don Ángel Rojas disfrutaba de la merecida y necesaria expansión y recuperaba energías para la dura y diaria tarea de su Escuela.

Hasta que un día, ya mayores sus hijos y situados en la posición privilegiada a que les daban derecho su preparación, estudios, trabajos y sacrificios, obligaron a los padres a dejar la Escuela ¡Con qué esfuerzo salieron don Ángel Rojas y doña Carolina Dorado de aquella casa de la calle del General Rey! Allí dejaban media vida porque allí sí habían formado hombres de provecho en las más diversas actividades y allí se forjaron inteligencia y fraguaron su personalidad quienes entraron siendo criaturas. Allí se recordaba todos los años, en la grata fiesta del 1º de marzo, día del Santo Ángel de la Guarda y onomástica del fundador, a los compañeros que fueron, mezclándose a veces padres hijos, alumnos pretéritos y actuales, unidos todo al lado del Maestro. Se pasaba lista y, desgraciadamente, siempre faltaban algunos...

Don Ángel Rojas, ciudadano de pro, nunca negó su concurso para beneficiar a Ciudad Real. Concejal en el Ayuntamiento bajo la presidencia de don Francisco Herencia Mohíno, contribuyó a las mejoras entonces implantadas y puso su impronta cultural en los más diversos cometidos. Por su iniciativa y presidiendo una comisión como miembro además de la Hermandad de la Virgen del Prado, se consiguió que la procesión de la Patrona saliese del angosto recinto de su Paseo y recorriese por vez primera las calles de la ciudad. Entusiasta de la Semana Santa, fue el brazo derecho de don Federico Fernández, impulsor de la numerosa cofradía del Cristo del Perdón, y luego Hermano Mayor o Presidente de la misma desde el año 1921 hasta el destrozo de la guerra civil. Y organizar el brillan­tísimo desfile de aquella popular Hermandad, con sus centenares de túnicas moradas y blancas, uniformes, estandartes, gallardetes, emblemas y a tributos, era empresa en la que se implicaba la familia en pleno de los Rojas, trabajando incansables meses antes y semanas después de cada procesión anual.

 



En 1946 ¡ay! don Ángel se quedó ciego. Aún no había cumplido los setenta años; y aún le quedaban casi catorce de vida. Una vida resignada y pacífica, serena y tranquila, llevada hasta su final con una conformidad y una paciencia singulares. Todavía guardaba su mejor anecdotario para el visitante, antiguo alumno o amigo leal. Un pitillo — ¡aquellos estupendos cigarrillos que le liaba su abnegada compañera, la inolvidable doña Carolina! — encendido con mano temblorosa y surgía la conversación siempre amena, plagada de recuerdos y añoranzas. Narrar el pasado es volver a vivirlo.

Fue por entonces cuando el que esto escribe, designado inmerecidamente para pronunciar el Pregón de la Semana Santa ciudarrealeña, se presentó en casa de don Ángel Rojas unas horas antes del acto. Había que leerle aquellas cuartillas. Sin su corrección y aprobación no existía posibilidad de «pregonar» nuestra Semana Santa. Y don Ángel tuvo la paciencia de escuchar, de interrumpir un par de veces, de enmendar y corregir levemente y dar su visto bueno final. Era la última lección que de él recibíamos.

Ciudad Real quiso pagarle, tal vez, dedicándole una calle de las afluentes a la de la Mata, en el barrio de San Pedro, por donde se desarrolló la vida entera de don Ángel Rojas Moreno. Sin ruido, un día apareció su nombre; y en igual forma, otro día cualquiera lo quitaron. No recordamos quién propuso lo primero ni quién decidió lo segundo. Es igual. A esto de los nombres de las calles no hay que darle demasiada importancia.

Y sin ruido también desapareció de este mundo terrenal. Concluía una vida sencilla, normal, sin sensacionalismo ni angustias desorbitadas, la vida de un hombre modesto desarrollada en un ambiente de igual modestia. La vida de quien, casi de la nada, supo encumbrarse y encumbrar a los suyos: hijos y discípulos. Sí, discípulos, porque para el buen Maestro son hijos también.

Francisco Pérez Fernández, Boletín de Información Municipal Nº 33, agosto de 1970


Diario “Lanza” 16 de enero de 1959



miércoles, 26 de octubre de 2022

LAS ESCUELAS NORMALES DE MAESTROS Y MAESTRAS DE CIUDAD REAL 1842-1936

 



El pasado jueves 13 de octubre, la Facultad de Educación de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) en Ciudad Real acogió la presentación del libro “Las Escuelas Normales de Maestros y Maestras de Ciudad Real, 1842-1936”, escrito por Miguel Lacruz y editado por la Biblioteca de Autores Manchegos, de la Diputación Provincial.

Varios años de investigación han dado como resultado este libro que es un exhaustivo estudio que pretende sacar del anonimato a más de cuatrocientos profesores y profesoras que durante casi un siglo, entre 1842 y 1936, ejercieron su enseñanza en las Escuelas Normales de Maestros y Maestras de Ciudad Real, dando a conocer tanto su biografía como la docencia impartida, los horarios lectivos, la formación, las publicaciones, la implicación en la sociedad del momento y las diferentes actividades que llevaron a cabo, para ejercer su profesión con eficacia y dignidad, consiguiendo con ello dejar su huella en los alumnos que les escuchaban en las aulas, aportándoles anhelos de aprender, de saber, de crecer, de trascender, de vivir con dignidad y ser buenos maestros y ciudadanos.

 

Miguel Lacruz durante la presentación de su libro / Patricia Galiana



A lo largo de seis capítulos, enmarcados cada uno de ellos en momentos históricos y educativos de gran trascendencia para la historia de la Educación en España, se describen los referentes legislativos, sus planes de estudio, las materias y sus horarios, además de conocer las distintas instalaciones que acogieron a estos centros, los recursos materiales y los presupuestos con que contaron para cumplir sus objetivos pedagógicos.

Conocer el transcurrir cotidiano de estos centros docentes nos ayudará a comprender mejor la historia educativa de nuestra provincia, al mismo tiempo que acompañamos en su quehacer cotidiano al profesorado, alumnado y maestros y maestras que pusieron los cimientos e iniciaron la dignificación de una profesión, calificada por algunos como “la mejor del mundo”, pues todos los que un día asistieron a una escuela conocieron en ella a un maestro o maestra que supo transmitirles la importancia del saber, el valor de aprender, el fruto del estudio, el respeto a los demás y los valores que como ciudadanos debían practicar.



martes, 25 de octubre de 2022

LA ILUSTRE HERMANDAD DE LA VIRGEN DEL PRADO RECOGE 10.000 KILOS DE ALIMENTOS Y 376,76 EUROS

 



La Ilustre Hermandad de la Virgen del Prado, realizó el pasado sábado 22 de octubre una campaña de recogida de alimentos en los supermercados que la Cadena Mercadona tiene en nuestra ciudad, en la Calle Rafael Torrija, Olivo, Paloma y Plaza de las Terreras, en favor de los más necesitados de Ciudad Real, y destinada a las Hermana de la Cruz.

 



Para su realización, a parte de los miembros de la Junta de Gobierno de la Patrona de Ciudad Real, se ha contado con la colaboración de varios hermanos y de la Asociación de Damas y Dulcineas de Ciudad Real, que estuvieron recogiendo en los diferentes mercadonas de la ciudad, desde las 9 de la mañana, hasta las 9:30 de la noche.




En total se han recogido 10.000 kilos de alimentos y artículos de limpieza e higiene, y 376,76 Euros, que han sido entregados a las Hermanas de la Cruz, para que continúen con su gran labor en favor de los más necesitados de nuestra sociedad, las cuales comentaban que "Jamás habíamos recibido una donación de tal magnitud", por parte de una hermandad en Ciudad Real.




Desde la Junta de Gobierno de la Ilustre Hermandad, quieren agradecer a Mercadona, que una vez más prestara sus instalaciones para realizar esta campaña; a los voluntarios y a la Asociación de Damas y Dulcineas de Ciudad Real, el tiempo dedicado en la recogida durante toda la jornada del sábado; y a las personas que colaboraron con su donativo en especies o económico, su gesto de solidaridad con los más necesitados de Ciudad Real. A todos ¡GRACIAS!



lunes, 24 de octubre de 2022

TRAS LAS HUELLAS DEL ALCALDE CEFERINO SAÚCO

 



Ceferino Saúco Díez (1851-1915) no fue un hombre cualquiera en su época, sino un intelectual que marcó la cultura finisecular y de los primeros años del XX en la ciudad que lo vio nacer, Ciudad Real. Su vasto legado como farmacéutico, político, periodista, escritor y actor aficionado estuvo significado por su carácter solidario y filántropo con las clases más desfavorecidas, a pesar de haber alcanzado puestos de gran relevancia a nivel nacional y provincial (fue diputado del Partido Liberal por Alcázar de San Juan -1881- y Ciudad Real -1884-), según destaca el principal biógrafo de su figura, su bisnieto Arturo Saúco Jiménez.

Fue profeta en su tierra, recibió diversos reconocimientos como hijo adoptivo (1911) y predilecto (1914) de Ciudad Real por su labor como alcalde de la capital (1909-1912), aunque durante casi un siglo desde que muriera fue un personaje desconocido para la memoria local. Hasta que en 2012 tres de sus biznietos, Arturo Saúco Jiménez, Jorge Jesús Saúco Ruiz y Francisca Palacios Ruiz, escribieron un libro (‘Ceferino Saúco Díez 1851-1915’) sobre su polifacético antepasado, editado por Almud Ediciones y el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha, que repasaba la trayectoria vital y profesional de aquel ilustre ciudarrealeño. Ahora, una década después, Saúco Jiménez ha hilvanado otra publicación de edición propia, donde refleja la pertenencia de su ascendiente por tres reales academias (Farmacia, Bellas Artes de San Fernando e Historia) y por la Orden de la Beneficencia, entre otras instituciones.

Pero más allá de la recopilación de documentos y títulos, el también profesor de Administración y Dirección de Empresas jubilado cree necesario destacar la impronta que su bisabuelo dejó como regidor en la capital ciudarrealeña, donde vio la luz y murió en la casa familiar del número 6 de la calle La Mata.




Quien fuera fundador y director del periódico decano de la prensa manchega El Labriego (1877- 1920) y gobernador civil en las provincias de Tarragona, Gerona, Zamora y Santander, promovió en tres años de primer edil importantes proyectos, en su afán “de traer a Ciudad Real la vanguardia del progreso que vio fuera”. No sólo fueron obras, sino también visitas de personalidades como los escritores Jacinto Benavente y Valle Inclán (colaboraba en su diario), el general Aguilera, o el influyente ministro Rafael Gasset.

“Lástima”, lamenta el biógrafo, que la etapa más activa de Ceferino coincidiera con “una de las épocas más convulsas de la historia de España”, marcada por ‘el desastre del 98’. “La guerra de Cuba, agravada con la intervención de Estados Unidos, la insurrección de Filipinas, o el fin de la Regencia de María Cristina ante la mayoría de edad de Alfonso XIII, fueron hechos que influyeron en la política española a todos los niveles”, sostiene.

Saúco Jiménez hace estas y otras consideraciones en el recorrido que junto al diario Lanza ha realizado in situ en los principales proyectos impulsados por su bisabuelo Ceferino, como la Escuela de Artes, el nuevo mercado, la remodelación del Paseo del Prado y la Plaza Mayor, o la renovación del acerado y el alumbrado.

En parte para reivindicar una vieja petición de la familia para que el nombre de Ceferino Saúco Díez nomine una de las vías de la ciudad “por la que tanto hizo”. De hecho, no sólo su legado ha marcado la fisonomía de la capital, sino que sus restos, ubicados en el Cementerio municipal, conforman “un patrimonio de la memoria colectiva de la historia ciudarrealeña”. “Creemos, reitera Saúco Jiménez, que Ceferino se merece un poco más de recuerdo del que ha tenido en la capital”, y que “volviera a tener una calle (la de La Mata llevó su nombre)”. “No pedimos al Ayuntamiento que sea un espacio principal, sino un lugar que lo evoque”.


Las placas de Ceferino Sáuco y Carolina Ardile, su mujer / Carlos Díaz



1.- Cementerio

 

La visita se inicia en el camposanto ciudarrealeño, donde Ceferino Saúco Díez yace en un nicho, junto a su esposa, Carolina Ardila Sande, y tres de sus hijos, Araceli, Adelina y Alfredo.

En el recuerdo de dos piezas de mármol, delante de las que Arturo Saúco Jiménez deposita un ramo de clavelinas y un gladiolo, están inscritos los nombres del matrimonio con   tratamiento honorífico. Él, como ilustrísimo señor y la fecha de su muerte, el 1 de noviembre de 1915, y la viuda, con el registro de su deceso, el 16 de enero de 1928. Hasta esa fecha, los restos del alcalde estaban depositados en una tumba, pero ese año fueron trasladados a la fosa de pared al fallecer su mujer. También es el lugar donde se reunieron los restos mortales de sus tres vástagos desaparecidos prematuramente. Sobrevivieron Carolina y Arturo, quien es abuelo de Saúco Jiménez y padre de Arturo Saúco Escobar.

En este punto, el bisnieto vuelve a la reivindicación de dar luz al nombre de su antepasado reiterando su llamada al Ayuntamiento. “Aquí reposan las cenizas de un hombre que fue ilustre y consideramos que forma parte del patrimonio cultural y social capitalino, al que se podía dar más proyección con la recuperación de su memoria, sobre todo tras la publicación de dos libros sobre su figura”, comenta el exdocente delante de las placas funerarias, donde también hay dos fotos de su padre y abuelo, junto a una figura en miniatura de un Jesús Cautivo.




2.- Escuela de Arte

 

La Escuela de Artes y Oficios de Ciudad Real es otro de los emblemas que dejó Ceferino Saúco. Proyectada en 1911 junto al ministro de Fomento Rafael Gasset para impartir enseñanzas a los obreros, se instaló en el número 3 de la calle la Mata. Tras 111 años de vida, la actual Escuela de Arte ‘Pedro Almodóvar’, ubicada en la Plaza de la Provincia desde 1962, cuenta con estudios de distintos niveles -Bachillerato, ciclos medios o enseñanzas artísticas superiores-.

El guía de la memoria de uno de los alcaldes más dinámicos de principios del siglo XX recuerda que la institución fue creada por Real Decreto en 1911 (en base al RD de 1901 de creación de escuelas de Artes e Industrias), cuando Ciudad Real contaba con 15.000 habitantes, el 20 por ciento de los 75.000 actuales.

“Ceferino tuvo claro que iba a intentar modernizar su tierra con los proyectos más vanguardistas que veía en otros territorios, reitera el heredero del regidor, al haber sido gobernador civil de varias provincias catalanas, castellana y del norte, y senador por Ciudad Real en Madrid”.

Se creó una comisión organizadora, presidida por el propio Ceferino, como alcalde, y compuesta por José Medrano Rosales, comisario regio y amigo personal de Gasset, Clemente García, director del Instituto General y Técnico, un representante de la escuela Normal de Maestros y Maestras, el abogado José Cendrero y el político y periodista Emilio Bernabéu.

Así lo recoge el libro editado en el centenario de la escuela, que señala que “fue pensada para el aprendizaje de oficios, más que para la enseñanza del arte”.




Los primeros planes de estudios estaban enfocados a los oficios artesanos, relacionados con la construcción o el ferrocarril, y también dibujo artístico, y clases de gramática, caligrafía, y de elementos de Historia del Arte. Incluso hubo un taller para las Enseñanzas de la Mujer.

El edificio, propiedad de Medrano, con esquina a la calle Alcántara, tenía 560 metros cuadrados, y se distribuía en dos plantas (25 metros de altura) en espacios para la ebanistería, vaciado y modelado, y otras salas de dibujo por las que pasaron nombres como José Vázquez Úbeda (fue director), hermano del conocido pintor Carlos Vázquez.

En la actualidad, tras los grandes cambios en la concepción de los currículums académicos, “se desarrollan cantidad de oficios como decoración, pintura, arte gráfico, y diseño gráfico con ordenadores”, celebra el mismo interlocutor.

“La escuela de Artes es otra prueba de cómo Ceferino fue desarrollando otro concepto de urbanidad”, asegura Saúco Jiménez, teniendo en cuenta que la capital en aquella época “era más pueblerina que ciudad”.




3.- Mercado de abastos

 

1911 también fue el año de inauguración del mercado de abastos ‘Nuestra Señora del Prado’. Vino a reformar las anteriores dependencias, “insalubres y obsoletas”, y facilitó las compras domésticas de la ciudadanía con unas instalaciones más “cómodas y embellecidas”.

El nuevo edificio “corrigió los problemas de higiene e insalubridad” que había en localizaciones anteriores tanto en los puestos como en los lugares de evacuación de los residuos. Por ello, su inauguración en el mes de agosto fue todo un acontecimiento. Tal y como reflejó La Correspondencia de España (Saúco era director de El Labriego, que fundó en 1877, con una larga vida como decano de 46 años) el acto estuvo presidido por “un gran entusiasmo” entre la población. Saúco Díez “recibió multitud de felicitaciones”, según el diario, y el recinto fue bendecido por el obispo y prior de las Órdenes Militares, Remigio Gandasegui, “con un discurso elocuente, no menos que los de los señores  (Julián) Arredondo, diputado provincial por el distrito de Almadén, (Emilio) Bernabéu, director de El Labriego, y Maldonado”.

“Fue fiesta fui un día muy bueno para para la población de Ciudad Real, y para otros representantes institucionales como los directores de otros periódicos de la época”. Aquel día fausto queda fijado para la familia de los Saúco, principalmente asentada en Málaga, en una placa de mármol con la fecha de apertura del establecimiento de venta de alimentos, ubicado en la calle Postas, y el nombre de Ceferino como promotor del mismo. La plancha la guarda un primo de Saúco Jiménez.

En la actualidad, y tras varias reformas, el mercado cuenta con puestos de carne, pescado, conservas y salazones, frutas, dulces, encurtidos, quesos y aceites.

 



4.- Paseo del Prado

 

Y junto al saneamiento, el embellecimiento fue la otra cara de las transformaciones urbanas impuestas por los políticos de la época. “Una de las cosas en las que Ceferino se empeñó en su etapa de alcalde de Ciudad Real fue en reformar y embellecer los parques y los paseos de la ciudad”, suscribe su descendiente en el actual pulmón verde de la capital, al pie de la catedral.

El Paseo del Prado fue objeto de estas mejoras, con nuevas instalaciones para el uso que los ciudarrealeños daban al espacio verde como solárium. “Lo transformó poniéndole otros materiales para que fuera un lugar de recreo para todos los habitantes”. Las obras, para Saúco Jiménez, dieron sentido al carácter actual, como centro de juegos y descanso, y para disfrute de las familias los días de fiesta, tras las celebraciones religiosas en el templo anexo, dedicado a la Virgen del Prado.

Otra de las mejoras introducidas en el mapa urbano ciudarrealeño fue “el cambio de las columnas antiguas de mampostería por otras de hierro” en la que era Plaza de la Constitución -se denominó así en 1820-, actual Plaza Mayor, además “de embellecer y modernizar” otras partes del entramado capitalino.

Según el catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), Félix Pillet Capdepón, ese céntrico espacio, núcleo de la sociedad local, fue optimizado con el Plan de decoro y mejora (1850) desarrollado “que hubieron de sufragar los vecinos que habitaban los tres lados de la plaza (no estaba cerrada por el nuevo ayuntamiento)”. Así lo recogió el investigador en la presentación de la exposición ‘La evolución de la Plaza Mayor de Ciudad Real: cambios de denominación y sucesivas agresiones’ en 2016. “Unos años después, relató Pillet, la vieja Casa Consistorial (la del arco) fue declarada en ruina (1865), lo que obligaría a trasladar sus pertenencias, de forma provisional, al número 6 de la calle de la Mata, en una casa propiedad del Ayuntamiento”. Curiosamente, esta casa es la de la familia de Ceferino, y donde el exalcalde ciudarrealeño nació (19-9-1851), murió (1-11-1915), y tuvo su domicilio durante 64 años.




Igualmente, Saúco Jiménez destaca el don de gentes de su célebre antepasado siendo alcalde, a la hora de atraer a figuras ilustres del momento como el escritor Jacinto Benavente, cuyo secretario personal era el sobrino carnal de Ceferino, Ernesto Pérez de Inestrosa Saúco. Igualmente, “Valle Inclán empezó de articulista en El Labriego donde Ceferino lo acogió”, así como nada más llegar al Consistorio “recibió al general Aguilera también”. El Diario de La Mancha recogió el 26 de noviembre de 1909 esta visita, informando del bando municipal publicado por el Ayuntamiento, en el que instaban a los vecinos de las calles anexas a la estación ferroviaria a engalanar estos espacios para recibir “al valeroso caudillo”. Se alojó en casa del alcalde durante unos días y se celebraron banquetes en su honor, con las principales autoridades civiles y militares.

El profesor jubilado también destaca las crónicas de aquellos años, con alabanzas a su bisabuelo, por la gestión implementada en la ciudad y sus proyectos urbanísticos de reformas porque “estaba obsesionado con la modernización”.

Y también dan cuenta de su “carácter íntegro”, incluso con la Iglesia. El País contaba el 14 de junio de 1910 que se enfrentó al obispo Remigio Gandasegui, cuando éste en una carta mostró su malestar por “dar la Comunión en la cárcel” y “menospreció a los concejales presentes”.

Ante las razones del prelado y prior sobre el derecho canónico y la autoridad máxima de la iglesia en los actos litúrgicos, Saúco le contestó que las ordenanzas municipales recogían a la autoridad civil como superior representación en ese tipo de actos y, por tanto, la Corporación no hacia sino dar cumplimiento a su normativa.

“Lástima”, se queja el bisnieto de Ceferino que éste tuviera que vivir “el entorno convulso y efervescente” de España en esos momentos, “con las guerras de Cuba y EEUU, y el inicio de un nuevo reinado”. “Hubiera sido mejor un escenario más tranquilo”, opina el biógrafo.

Jiménez Saúco también presume del busto que guarda como oro en paño del Santísimo Cristo de Limpias realizado para Saúco Díez, cuyo original está en la catedral de Toledo, del que “decían que lloraba sangre y que fue bendecido por varios obispos de Ciudad Real”.




5.- Número 6 de la Calle de La Mata

 

La visita acaba en el actual número 6 de la calle de La Mata, donde se supone estaba ubicado el caserón de los Saúco Díez y que a tanta gente insigne acogió.

“Aquí vivió y murió quien fue gobernador civil de cuatro ciudades, farmacéutico honorario de la Casa Real, con el Rey Alfonso XII, y gran reformador de Ciudad Real”, resume su descendiente del ilustre manchego.

En este punto, presume de la bonhomía del alcalde número 19 de la ciudad, que puso de manifiesto, entre otras ocasiones, en el año 1885 cuando llegó el cólera a Ciudad Real. “Tenía su farmacia en la calle Cuchillería y, aparte de regalar los medicamentos para curar a las personas que se habían contagiado que no podrían costear, también se dedicó a acarrear al cementerio los cadáveres que se encontraba por la calle para darles cristiana sepultura”.

Esta entrega y participación activa para con sus conciudadanos “le valió el reconocimiento posterior de la Cruz de primera clase de la Orden de la Beneficencia”, y que lo nombraran caballero de la Real Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, entidad con una larga historia en la Comarca de La Mancha, muy dinámica en la actualidad con foros de estudio.

Precisamente, dichos nombramientos centran el segundo libro que ha escrito Saúco Jiménez, y que presentará el 9 de junio en el Convento de la Merced, junto a Julio Chocano, de la mano de la Asociación Amigos del Museo de Ciudad Real – Convento de La Merced, donde “aparece Ceferino como miembro de varias reales academias y de la Orden de la Beneficencia”, con la reproducción de los documentos originales de su afiliación.

Otro de los capítulos trata de su nombramiento como jefe superior de la Administración Civil del Estado, con la consideración de usía Ilustrísima, y como director general de Hacienda. “Este cargo trasladado al día de hoy estaría en un escalafón alto, por debajo del ministro”, indica Saúco Jiménez, quien señala que podría haber ocupado los estamentos más altos de los ejecutivos del momento, tal y como recogió la prensa histórica.

“No quiso entrar en el Gobierno de Cánovas del Castillo, con Francisco Romero Robledo (jugaron un papel clave en el sistema de alternancia de partidos en la Restauración), y se quedó con la consideración de jefe superior”, además “de todos los cargos y todas las iniciativas que tomó y desarrolló para mejorar la vida de los ciudadanos de Ciudad Real, una tierra a la que amaba profundamente”.

 

Fuente: https://www.lanzadigital.com/provincia/tras-las-huellas-del-alcalde-ceferino-sauco/