Así
era Ciudad Real en el siglo XVI
En el templo de San Pedro Apóstol, como
en todos los de la ciudad, como en los de todas las Diócesis de España, como
los de todo el orbe católico, han aparecido los altares con paños negros y
morados. Es Domingo de Pasión.
La liturgia de la Iglesia, da hoy a sus
cánticos y rezos una cadencia triste, lúgubre, de dolor. Un panorama de
sufrimiento y de tragedia, invade el templo de San Pedro Apóstol en este
domingo místico y sagrado de nuestro esplendoroso siglo XVI. Felipe II, el
Monarca de los destinos universales, reinaba a la sazón en España.
Muy de mañana van acudiendo los vecinos
a los templos e iglesias de la ciudad, con aquel espíritu religioso y profundo
de la España de entonces. Los hidalgos con sus juboncillos ajustados, de
terciopelo negro, en los que resalta la blancura impecable de alto cuello,
rígido y almidonado. Obligados por la fresca brisa de la mañana, cubren sus
cabezas con la capucha medieval, que todavía está en uso, adornada y rematada
por la indispensable borla de seda. Casi todos llevan la gorra castellana, y
algunos, muy pocos, con el bonete, que si no es toledano, esta al menos
confeccionado aquí en la Ciudad Real, donde también se fabrican casi con el
mismo esmero y buen gusto que los de la imperial Toledo. Un poco ceremonioso, y
no menos etiqueteros, estos hidalgos de Ciudad Real, gustan también de llevar
tras sí a sus escuderos, lacayos o servidores, pues no en balde llevamos ya en
España más de un siglo, amoldándonos a las costumbres borgoñonas de ceremonia y
etiqueta qué nos trajeron los cortesanos del César. Por eso se ha estimado como
un honor la distinción con que el joven Monarca ha destacado y premiado –desde
luego tardío, es el triste sino ciudarrealeño-, la providencial lealtad de los
hidalgos de Ciudad Real , concediéndoles el rango de poder llevar daga y
espada, privilegio concedido por el Monarca por la pragmática de 1.525. Todos
la llevan siempre pendiente del cinto.
Felipe II ha mostrado deseos de pasar
una Semana Santa en el sacro-convento de Calatrava y habrá de cruzar por la
Ciudad Real, pues como le gusta estar en los Monasterios los días del Misterio
de la Pasión de Nuestro Señor, este año ha decidido pasarlos en el citado Sacro
Convento de Calatrava. Seguramente le acompañaran en el séquito real el Duque
de Alba, el Marqués de Corta, don Francisco de Benavides, el Marqués de las
Navas, el de Chinchón y otros muchos caballeros. De seguro también nada menos
que Fray Hernando de Ciudad Real, con cuya distinción quiere honrarle, pues
este fraile jerónimo que fue prior de Guadalupe, lo es ahora del Escorial.
Sabido es que cuando Felipe II recibió la fausta noticia de la victoria de
Lepanto se hallaba en el coro de la Iglesia provisional, rezando vísperas con
los monjes. Que esperó a su terminación y luego mandó al prior que estaba a su
lado que en acción de gracias por la nueva de Lepanto, se cantase el Te-Deum.
El
gran monarca Felipe II
Las damas principales de la ciudad van
al templo con sus amplios verdugados; algunas, sobre todo las más retrasadas o
perezosas, las que prefieren la solemnidad de la misa mayor, visten el pomposo
guarda infante. Las más aniñadas van seguidas de sus dueñas, discretas y
severas como la doña Rodríguez. Casi todas cubren sus cabezas con mantilla,
algunas con velo y las muy enlutadas y dolientes con un amplio manteo, al que
llaman “sobretodo”, el cual cae por la cabeza cubriendo hasta el rostro. En
bolsos y faltriqueras llevan con crucifijos, medallas y reliquias, los pañuelos
de encaje, pebetes y olorosas pastillas perfurmadas.
Una simpática nota de distinción y
patriotismo local se advierte en los caballeros y en los hidalgos. Y es que
todos cubren sus manos con suaves y perfumados guantes que han adquirido en las
guanterías de la Ciudad Real. Los guantes que aquí se fabrican en los numerosos
talleres de la artesanía local, pueden competir y rivalizar con los que se
confeccionan en Toledo y Ocaña.
A la hora de la misa mayor van acudiendo
a la Iglesia de San Pedro los artesanos y los menestrales con sus pardas
chaquetas de grueso paño de raya, que aquí se fabrican en los telares locales.
Las esposas e hijas de los plebeyos visten sus vistosas sayas de colores a
rayas negras, blancas, amarillas y verdes. Todos cubren la cabeza con vistosos
pañuelos de seda.
El Corregidor de la ciudad también
asiste a la misma, seguido de los alguaciles que con rigidez y tiesura le van
guardando la espada. Conocedor este del propósito del Monarca de cruzar por la
Ciudad Real para estar en el sacro-convento de Calatrava durante los días de la
Semana Mayor, se ha apresurado a poner tal circunstancia en conocimiento de las
personas principales y muy especialmente de los “priostes” de la Hermandad de
disciplinantes, para que cuando se produzca aquella circunstancia se apresure a
cumplimentar al Monarca y a ser posible vayan en el séquito real hasta el
sacro-convento, e igual al regreso hacia Castilla, acompañando hasta el
castillo de las Guardalezas. Entre los presentes y aguinaldos que han de
brindar al Monarca ha de ir primero el vino de Ciudad Real, pues cuando aquél
tuvo con su sobrino el Rey don Sebastián, la entrevista para discurrir lo que
luego fue desdichada rota de Alcazarquivir, en 10 de Diciembre de 1.576, los
monjes de Guadalupe obsequiaron al Monarca español con seis cueros de vino de
Ciudad Real, cuyo vino tanto celebró Felipe II. Por eso ahora desean repetir el
obsequio, y para entregarle a su séquito real han preparado del vino, lo mejor
de lo mejor.
No olvidan los de Ciudad Real, que el
Monarca ha distinguido a esta ciudad ordenando que la incluyan en las
Relaciones de ciudades y villas que mandó hacer en el año 1.574. Tampoco
olvidaban los de Ciudad Real la excelente impresión que le produjo al Monarca,
interesándose y preguntando por las cosas de la Ciudad Real, cuando cruzó por
esta ciudad en Enero de 1.570, yendo de Madrid a Córdoba, y volviendo luego en
junio del mismo año, después de haber visitado Sevilla. Era en el mismo año que
el Monarca había contraído matrimonio con doña Ana de Austria, y que se
consideraba extirpado el protestantismo en España; y que Santa Teresa, cruzaba
esta ciudad en sus fundaciones de Castilla y Andalucía, así como Fray L. de
León en sus viajes de Salamanca y Madrid hacia Córdoba, y en que Rinconete y
Cortadillo cruzan esta ciudad cuando van a Ventas Nuevas. Es en los días en que
fallece San Francisco de Borja.
Así
vestían los nobles e hidalgos en época de Felipe II
Es en los años en que se introduce la
dirección en los estudios en la Universidad de Salamanca, y en los que nace en
Valdepeñas Bernardo Balbuena, pues nació en 1.568, y que andando el tiempo
había de ser Obispo de Puerto Rico. Es cuando se empieza a formar el archivo de
Simancas (1.566) en que nace Tirso de Molina (1.571) y muere Juan de Juni
(1.571). En los días que fallece San Francisco de Borja (1.572); y en qué (20
de agosto de 1.572) tiene lugar la matanza de San Bartolomé. Cuando se cumple
el centenario del primer libro impreso en España (1.574) en cuyo año se
establece la Inquisición en Méjico y Juan de Mariana vuelve a España. Por
aquella época (1.576) se dicta sentencia absolutoria en el proceso contra Fray
Luis de León, entra triunfalmente en Salamanca; y al día siguiente de la
entrada asiste a una reunión del claustro salmantino.
Es por los años (1.580) que España se
anexiona Portugal y en los que el Duque de Alba se pone al frente del ejército y
marcha a la conquista de Portugal. En
aquel mismo año 1580 el catarro o gripe hace estragos en España y muy
especialmente en la Ciudad Real, ese catarro que si ahora es benigno y con
ironía de la moteja el once, entonces fue muy grave y principalmente en la
Ciudad real.
No podemos olvidar que por entones
(1.581) Felipe II entre triunfante en Lisboa, celebrando luego cortes en
Thomar; y que Luis Gómez de Tapia (1.580) publicó en Salamanca una traducción
de Las Lusiadas de Camoens, y luego Benito Caldera en Alcalá. Cuando Fray Luis
de León (1.583) publica en castellano “La Perfecta Casada”, la primera parte a
“Los Hombres de Cristo”. En este mismo año de 1.583 Felipe II sale de Lisboa y
por Badajoz y Guadalupe regresa a El Escorial; y en que (1.584) se termina El Escorial.
Tampoco se puede olvidar que en 1.586 Sixto V vuelve a prohibir que los
sacerdotes asistan a los juegos de Toros, lamentándose en que Salamanca asistan
hasta los profesores de la Universidad; y el 2 de Mayo de 1.587 se publica un
Decreto ordenando que lleven sotana todos los Estudiantes en Salamanca, entre
los que había muchos manchegos.
Por aquella época aparece una brillante
estrella nueva, junto a la Kappa de Casiopea. Si brillante fue la estrella
descubierta en el firmamento, también eran brillantes en España los días de
entonces, e iban siendo famosos los de la vida de Ciudad Real.
Francisco
Herencia.
(Publicado
en el extra de Semana Santa del diario “Lanza” el 28 de marzo de 1945)
El
Sacro Convento de Calatrava la nueva a principios del siglo XX
No hay comentarios:
Publicar un comentario