sábado, 5 de abril de 2014

PEQUEÑO INCIDENTE EN LA CUARESMA DE 1660


Interior de la Parroquia de San Pedro a principios del siglo XX, lugar donde se produjeron los incidentes en la Cuaresma de 1660

El Ayuntamiento de Ciudad Real disfrutaba de tiempo inmemorial de una Ejecutoria –decían- que permitía colocar sillas en las Capillas Mayores de las Iglesias de esta ciudad para asistir a los Oficios Divinos.

En la Cuaresma de 1660, todo cambió. En un expediente que se conserva en el Archivo, se dice que el día 18 de febrero, miércoles de Cuaresma, el Corregidor fue informado de que el Vicario, al visitar la Iglesia de San Pedro, preguntó para quién eran aquellas sillas que estaban colocadas en la Capilla Mayor. Se le contestó que para el Corregidor y regidores que asistirían al Sermón. Inmediatamente ordenó “que se quitaran las sillas y se bajasen al cuerpo de la Iglesia”, como en efecto así se hizo.

El Corregidor no asistió al Sermón, no quiso renunciar a sus derechos, y empezó el pleito de rigor, a que tan aficionados eran nuestros antepasados durante los siglos XVI y XVII ¿Qué motivos impulsaron al Vicario a tomar tal decisión? No hemos encontrado razón positiva alguna; pero al registrar otro expediente, en el mismo Archivo Municipal, su título nos hizo sonreir, y creo que en él está la clave, no de la razón o motivo de la decisión anterior sino de la “sin-razón de las debilidades humanas”.

Me refiero a la documentación que han registrado ya algunos historiadores de Ciudad Real como nota pintoresca. D. Inocente Hervás habla de ello en su Diccionario. Se trata de la “Relación de los hechos acaecidos en el año 1659 entre el Vicario de Ciudad Real y el Corregidor, con motivo de haber colocado en uno de los balcones de la Plaza, el Vicario, una silla con una almohada de terciopelo carmesí, y otra (almohada), en la baranda, en forma de sitial, para ver una corrida de toros. El Corregidor la quitó, y otros la sacaron violentamente e hicieron resistencia al Corregidor, afirmando éste que sólo persona Real o representación de ella podía usarla.

No tenemos noticia de cómo se desenvolvió la corrida. Por las declaraciones de los testigos vemos que los ánimos debían de estar muy alterados. Se envió testimonio de lo acaecido a la Real Chancillería de Granada, y del año 1660 es una Real Provisión “para que la función de toros en la festividad de San Roque se lleve a debido efecto sin que el Vicario coloque su sitial en el lado preferible, que pertenece al Corregidor”.

El protocolo de la Semana Santa del año que venimos comentando debió variar. Las sillas no se colocaron en las Capillas Mayores ¡qué incómodo resultó para muchos no disfrutar de un sitio privilegiado! ¡Las damas sin sus estrados! ¡Y qué violencia para todos los que intervinieron en los pleitos enviados a la Real Chancilleria de Granada!

En el año 1963, cuando Ciudad Real se dispone a conmemorar una vez más el drama Divino, con el mayor recogimiento, con el entusiasmo de las Cofradías, nos hace sonreír estas discusiones, que hoy nos parecen, con el enfoque del tiempo, tan nimias, pero que en la Semana Santa de 1660 apasionó, causó tristeza, y también divirtió a muchos ciudadrealeños, que a la salida de los Oficios Divinos comentarían con calor las incidencias que hemos relatado y que prosiguieron hasta el año 1666.

Isabel Pérez Valera,
(Revista “La Pasión” Semana Santa en Ciudad Real 1963)

Antiguo Ayuntamiento de Ciudad Real en el siglo XVII, actual carrillón en nuestra Plaza Mayor

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