Ciudad Real se nos ha quedado en la
memoria a todos los provincianos como la capital a la que se iba a estudiar,
residiendo en el Seminario o en el Doncel, y que al marchar todos los días la
calle Calatrava adelante se cruzaba la ciudad de poniente a oriente y
viceversa. Era también la ciudad donde se va a arreglar papeles, y donde se incorporaban
los mozos a la mili, pernoctando en las viejas y destartaladas pensiones, amuebladas
y decoradas con estilo azoriniano de “primores
de lo vulgar”, fondas regentadas por
viudas de algún militar, de un abogado o de algún maestro. Eran estas pensiones
como un resumen de la ciudad, tenían su color pardo, rosáceo o amarillento
decolorado, su sabor a tortilla y picatostes, y su olor a aceite frito y a
humedad; eran los colores, sabores y olores del tiempo pasado que iba tiñiendo
a la ciudad de un oro viejo. Pensiones que se abandonaban a las tres de la
mañana para recibir en el Cuartel el primer chocolate caliente y el petate
color verde militar, para marchar después hasta la estación, donde un tren
jadeante y renqueante se llevaba a los reclutas. A los provincianos nos
asombraba todo lo de la capital de provincia: allí las calles eran más largas,
como las de Calatrava y Toledo, los edificios más altos y las plazas más
recoletas, como la Mayor y la del Pilar, y es que a la capital manchega le
venían pintiparados los soportales de su Plaza Mayor, pero no aquellos
edificios monumentales que respetaban por su solidez, su volumen y su recia
pesadumbre.
Pero todo el que quiera acercarse al
alma de Ciudad Real, yo le aconsejo que lea el libro “Geografía urbana de
Ciudad Real”, estudio exhaustivo y muy bien documentado del que es autor mi
profesor, el nativo alicantino y manchego de adopción, don Félix Pillet
Capdepón.
El volumen no es moco de pavo, pues
tiene 648 páginas de letra pequeña y apretada, aunque es un libro bien
ilustrado con planos, gráficas estadísticas y fotografías de los edificios más
representativos que han ido marcando las señas de identidad en el desarrollo
urbano de Ciudad Real.
En la breve introducción, el autor nos
sitúa en los estudios anteriores que se han realizado sobre Ciudad Real y su
provincia, haciendo referencia a los clásicos: Don Luis Delgado Merchán y Don
Inocente Hervás Buendía y también nos cita las tesis doctorales de Rafael
Villegas, que estudia la Edad Media, y Carla Rhan Philips, que estudia el
desarrollo urbano de la Edad Moderna.
Nos dice Félix Pillet: “El emplazamiento
urbano fue producto de diversas razones políticas y económicas, motivadas por
la excesiva horizontalidad y la distancia al río, lo que originará auténticos
problemas infraestructurales, que vienen a concretarse en el ya histórico
problema del agua”.
Y a continuación nos dice que la función
y la infraestructura, así como el de la morfología urbana son los grandes temas
a tratar en este estudio.
En el capítulo primero, el autor nos
habla de la fundación y el desarrollo urbano de Ciudad Real. Tras la batalla de
las Navas de Tolosa (1212) comenzó una política muy activa de reconstrucción,
fundación y repoblación de la Mancha. Una de las plazas que se intentó
reconstruir fue la villa de Alarcos, pero hubo que desistir por estar en la
margen izquierda del Guadiana, donde se desbordaban y se infectaban las aguas
del río produciéndose fiebres palúdicas, por lo que las gentes fueron
abandonando Alarcos y asentándose en una zona llana y salubre conocida como
Pozuelo Seco. En el año 1255 Alfonso X el Sabio concedía la Carta Puebla a la
aldea, a la que bautizó con el nombre de Villa Real, y la ciudad empezó a
crecer auspiciada por sus manufacturas textiles abastecidas por la materia
prima cercana: la lana. La industria conoció dos siglos de apogeo (XIV y XV), y
a partir del siglo XVI comenzó un lento declive, y a la llegada de los moriscos
de la Alpujara, a partir de 1570, hizo que prosperase la agricultura
reemplazando a la industria decadente.
La ciudad que había ordenado Alfonso X,
diciendo por donde debía ir la cerca, creció dentro de sus murallas en forma de
elipse en un plano radiocéntrico que se va a mantener con sus murallas hasta
mediados del siglo XIX, con un eje norte-sur, de la Puerta de Toledo a la de
Granada, y otro eje de oriente a occidente, desde la puerta de Calatrava a la
de Alarcos. La muralla estaba guarnecida por 130 torres y 7 puertas: Toledo,
Calatrava, la Mata, Granada, Ciruela, Alarcos, Santa María, y posteriormente,
del Carmen; y dentro de las murallas empezaron a diferenciarse los tres
barrios: el cristiano, la morería y la judería.
El barrio cristiano fue el del primitivo
asentamiento, donde se afincó la nobleza linajuda, y ocupó toda la zona sur, de
la plaza del Pilar a las puertas de la Mata y Ciruela. El barrio de la morería
iba de la puerta de Santa María a la de Alarcos, limitado por el interior por
lo que hoy son calles Postas y Reyes. El barrio de la judería estaba ubicado en
la zona oriental de la ciudad entre las puertas de la Mata y de Calatrava. El
centro de la ciudad estaba en la plaza Mayor, siendo punto de unión y de
reunión, mercado y alcaicería.
En esta ciudad medieval se levantan
señeras sus tres parroquias: Santiago, del siglo XIII; San Pedro, de finales
del XIV; y Santa María, de principios del XV, aunque existen diversas versiones
sobre su origen y edificación.
Con la expulsión de los moriscos (1609),
la ciudad entra en decadencia y estará dominada por dos estamentos: el
nobiliario de los Treviño, y los Muñoz, que representan la oligarquía ganadera.
El sector agrario fue creciendo en
detrimento del industrial, y con la llegada de los moriscos creció el número de
hortelanos, pues así lo dice el viejo proverbio: “Quien tiene un huerto y lo
cuida un moro, tiene un tesoro”.
La expulsión de los moriscos fue seguida
de una serie de calamidades: sequías, plagas de langosta, malas cosechas,
encarecimiento del trigo, pestes, viruelas… todo ello hará que entre 1600 y
1750 la población se estanque o decrezca.
El cuestionario enviado en 1751 por el
Marqués de la Ensenada a Ciudad Real dice que la ciudad tenía 7.650 habitantes,
que vivían en 1200 casas y que había otras tantas en ruinas. La población se
dedicaba: un 64% al sector agrario; un 18% a la industria y manufacturas; y un
18% al comercio y a los servicios.
Y estos son los datos de una población
que irá creciendo en los dos últimos siglos hasta convertirse en la capital de
la tercera provincia más grande de España. Aunque para nosotros siempre tendrá
Ciudad Real ese sabor entrañable de regazo materno que ha sabido acogernos con
llaneza y con franqueza a todos los provincianos.
Lucio
López Ramírez (Diario “Lanza”, sábado 2 de noviembre de 2002, página 2)
Contestación
al cuestionario del Marqués de la Ensenada de nuestra ciudad
No hay comentarios:
Publicar un comentario