El origen de nuestra Plaza Mayor sería
análogo al de la mayoría de las plazas castellanas construidas en los siglos
XVI y XVII.
En el principio espacio libre en donde
se celebraban las ferias de mercados tan frecuentes en la época medieval, muy
concurridos por los habitantes de las comarcas vecinas, que acudían a contratar
sus mercancías, especialmente en aquellos días en que estos mercados estaban
exentos de todo tributo. Los judíos, que por entonces gozaban de cierta
protección en la naciente Villa Real, fueron especiales protagonistas en estos
mercados. Aquí tuvieron su famosa Alcaicería.
Este espacio libre, al paso del tiempo,
sería cercado por edificaciones de casas particulares, formando así el centro
urbano más importante de la población, donde,
en todo tiempo sería lugar de reunión de sus habitantes para la
celebración de los acontecimientos más notables.
Cuando en las Cortes de Toledo de 1480
se ordena la necesidad de construir “casas grandes y bien fechas”, en todas la
ciudades y villas principales para tratar los asuntos del común y, careciendo
nuestros regidores de los recursos necesarios para el cumplimiento de la citada
orden, aprovechando la estancia en la villa de la Reina doña Isabel la
Católica, se solicita y es conseguida la casa confiscada al judío Alvar Díaz,
situada en la esquina a la entonces calle de la Correnaria, hoy María Cristina,
en donde se estableció la primera Casa Consistorial. El documento de esta
cesión se guarda en el Archivo Histórico Municipal señalado con el número 32 en
la caja primera.
Poco más de dos siglos estuvo el
Ayuntamiento en la casa confiscada al Judío Alvar hasta en 1765 que, juntamente
con los corredores contiguos, fue destruido por un incendio, quizás provocado
por los judíos. Cien años después, el arquitecto don Cirilo Vara Soria fue
encargado de redactar el proyecto de un nuevo edificio que sería emplazado
sobre los arcos que cerraba la plaza, poniendo la primera piedra el entonces
gobernador civil de la provincia, don Agustín Salido y Estrada.
La plaza fue construida, según Hervás
Buendía, sobre soportales de madera, desiguales de forma y altura, y sobre
ellos se alzaban largos corredores y grandes ventanas y balcones, también de
madera, de forma variada y caprichosa, según el gusto de sus dueños…
A través del tiempo, las vistas de estas
primitivas casas fueron cambiando pero sin conseguir la uniformidad deseada.
En el siglo XVIII se hicieron en la
plaza varias reformas. Venciendo los grandes obstáculos con los que se luchó
para no hacer gravosas las reparaciones
a los dueños de la casa, se consiguió relativa armonía en las vistas de sus
edificaciones.
En el año 1861 se realiza la traída de
las aguas, construyéndose una fuente frente al viejo Ayuntamiento, adornada con
las armas de la ciudad y el escudo de Hernán Pérez del Pulgar, con la siguiente
inscripción:
“En
el glorioso reinado de doña Isabel II, siendo gobernador de esta provincia y
alcalde corregidor de esta capital el señor don Enrique Cisneros, abasteció de
aguas potables a la población. Esta fuente la construyó el ingeniero industrial
don Eugenio Solarriez”.
La construcción de la segunda Casa Consistorial en el año 1869 que cerraba la Plaza, separándola de la calle, entonces del Pilar hoy General Aguilera, obligó a nuevas obras de reforma. A lo largo de los treinta años primeros se inicia un lento proceso de cambio de la plaza: Se introduce el alumbrado eléctrico, en 1804, que viene a sustituir el gas, en el 1911, las viejas columnas de madera son sustituidas por otras de hierro. El mercado de abastos y la feria de agosto en 1916, abandonan el recinto de la plaza, siendo trasladado el primero al corralón municipal ubicado en las actuales dependencias del Parque de Bomberos y Caja de Ronda y la feria es instalada en el parque de Gasset. Por los años veinte se acomete el proyecto de la pavimentación de las dos calzadas, sustituyendo el empedrado por el adoquinado y en el treinta y tres es solado el paseo central.
Simultáneamente se fueron produciendo
otras transformaciones así, las plantaciones arbustivas, la reposición de
bancos, elementos de alumbrado y jardines. Recientemente se levantó en el paseo
central la efigie del Rey Fundador obra realizada por el artista manchego
Joaquín García Donaire. Todas estas obras embellecen y enriquecen nuestra
plaza.
En el año 1919 se procede a una petición
por parte de los propietarios solicitando la autorización de las obras precisas
para un ornato más digno de las casas de la plaza. El proyecto y planos son
realizados por don Florián Calvo y aprobados por el Ayuntamiento el 30 de
agosto del citado año. El día 15 de mayo de este año, cuando solo existía una o
dos casas transformadas según el anterior proyecto, aprueba el Municipio las
bases de otro concurso de reforma.
Acuden al referido concurso tres
trabajos presentados bajo los lemas “Hispania”, “Castilla” y “Ruidera”. El
jurado calificador, compuesto por don Gregorio Yaner, don Ángel Andrade, don
Jerónimo López de Salazar y el arquitecto municipal, don José Arias, acuerda proponer
el trabajo correspondiente al lema “Castilla” que resulta ser original de don
Joaquín Muró.
Insuficientes las dependencias del
Ayuntamiento para los servicios que impone los tiempos modernos y sobre todo,
el mal estado de su conservación, obligó a la Corporación Municipal a
proyectar, en 1969, la construcción de una nueva Casa Consistorial.
Con la edificación del nuevo
Ayuntamiento va surgir otro plan de remodelación al entorno de la plaza, en
armonía al estilo constructivo del mismo. Aparece, pues, el cuarto modelo en
las edificaciones de las casas de la plaza. Ya hay dos casas reformadas sus
fachadas imitando a la de la sede municipal. Dios quiera cunda el ejemplo y que
pronto el conjunto de las casas de nuestra plaza, presenten la unidad de
armonía y belleza que todos deseamos y Ciudad Real se merece.
Hermenegildo
Gómez Moreno, diario “Lanza”, extra de feria y fiestas, 14 de agosto de 1985
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