lunes, 30 de julio de 2018

LA PANDORGA UNA FIESTA POPULAR QUE NO MUERE (II)



EL TRAJE:

Desde la industrialización del tejido y desde la homogeneización de las modas, que empieza ya a mediados del siglo XIX, y va progresando en el tiempo hasta que se hace un tipo de vestido burgués o de vestido proletario, que nada tiene que ver con el arte popular, toda la enorme riqueza de arte popular aplicado a la indumentaria ha desaparecido. Pero, aunque esto haya ocurrido todavía se puede ver en algunas ocasiones el traje “ típico” llevado con estilo y gracia por los hombres y mujeres de la “ tierra” .

Una de estas ocasiones es el día de la Pandorga, en donde lucen el traje de fiesta.

El traje de fiesta de los mozos. Camisa blanca con cuello de tirilla, de mangas amplias ablusadas con puño y botonadura de nácar. Chaqueta corta de paño negro y ribeteada con cinta de alpaca negra. Faja de terciopelo negro profusamente bordada en vistosos colores. Chaleco de paño negro, con cuello cuadrado a la caja, ribeteado con cinta de alpaca. Pantalón de paño negro. Zapatos negros y lisos de piel de becerro. Sombrero negro con la copa cónica y un poco truncada, con el ala un poco vuelta.

El traje de fiesta de las mozas. Corpiño negro, entallado a la cintura, de manga larga y ajustada al final; por el escote del corpiño, el pechero de encaje. Pañoleta de fondo negro o burdeos; en forma de pico por la espalda, cruzada por delante y anudada atrás; sobre la pañoleta, un pañuelo de crespón blanco. Falda de lana con rayas verticales de colores muy vivos. Faltriquera sobre la falda en el lado derecho. Mandil de raso negro. Medias listadas horizontalmente, con vivos colores sobre fondo negro. Zapatos negros de piel de becerro, de punta chata y tacón grueso. Peinado con raya enmedio y el pelo recogido a la nuca, como moño y, sobre él, vistoso lazo de seda de color. Pendientes de oro con incrustaciones o colgantes de aljófar. Sobre el pechero, un vistoso camafeo o “sacramento”, anudado al cuello con una cinta estrecha de terciopelo.

Antes las mujeres llevaban senogiles, que eran unas cintas de lana hechas a mano; en ellas se bordaban letras:

Cada vez que te miro los senojiles se me ponen los ojos como candiles.

Actualmente, están sustituidas por comodidad.

En la actualidad, se puede contemplar la noche del 31 de julio cuando los mozos y las mozas ataviados como sus antepasados bailan y cantan seguidillas en homenaje a la Patrona de Ciudad Real.

La gente que los contempla participa, de alguna forma, de la indumentaria y raro es el que no lleva el típico pañuelo de hierba al cuello.

EL BAILE Y LAS COPLAS:

Respecto al baile, según las notas recogidas, ya sean bibliográficas, ya de transmisión directa, parece ser que se incorporan a la fiesta en los tiempos modernos y concretamente en la primera mitad del siglo XX. Pues, aunque se da noticia, en alguna historia referente a la Virgen del Prado se hace mención al baile, queda claro que está en un segundo plano, apareciendo más tarde para reforzar la fiesta:


... se había estatuido la fiesta de la Pandorga que corría a cargo del Alférez Mayor, fiesta en que, además de la típica serenata de bandurrias y guitarras, actuaba también un cuadro de bailes regionales...”
Con esto no se quiere decir que no fuese importante, sí lo era, y más en el país con una clara tradición en este campo. Hay referencias muy antiguas de que la danza existía, como se puede comprobar por medio de la arqueología. Por ejemplo, aparecen vasijas datadas en la segunda mitad del primer milenio a. C. en las cuales las escenas musicales son corrientes: “ Hombres y mujeres bailan dándose la mano” .

Pero la demostración de que el “canto” es lo primitivo de esta fiesta se ve claro cuando dice D. Hermenegildo Moreno: “...En la última noche del mes de julio se juntaban dichos instrumentos en casa del que celebraban la fiesta y salen, primeramente al camarín de la Virgen del Prado y después a casa de los Jueves y Gentes Principales. Les cantan unas cuantas seguidillas y retoman a casa del que tiene la Pandorga...”

O bien, lo que escribe Francisco Pérez en sus Efemérides Manchegas refiriéndose a comienzos del siglo XX: “...homenaje del pueblo de su patrona, salutación a la Virgen con música y cante de seguidillas o torrás...
Los bailes autóctonos de Ciudad Real y su comarca y que participan en la fiesta de la Pandorga son:

SEGUIDILLAS manchegas: Es el baile más característico de La Mancha.

Es la más gallarda y genuina manifestación de la métrica popular española y tal vez la más generalizada. Consta de una estrofa de cuatro versos, heptasílabos los impares y pentasílabos los pares, y una segunda parte que recibe el nombre de “bordón” o “ estribillo”, que contiene tres versos pentasílabos el primero y tercero y heptasílabo el segundo.

Las seguidillas manchegas las tenemos de diferentes formas, unas de carácter picaresco y tiempo animado, que tienen su enclave en la comarca de La Solana; y otras más señoriales y reposadas que son las que se interpretan en Ciudad Real.

El baile está en los pies, los brazos el hombre no los mueve. Pasos muy marcados con tacón y punta muy m arcada. Por este motivo bailar seguidillas no es muy cansado.

TORRAS: Son unas seguidillas más rápidas y a diferencia de las seguidillas que hay con letra “socarrona” y otras muy “amorosas”, las torrás son todas muy "socarronas” y el baile es mucho más rápido.

MELONERAS: Es idéntica a la seguidilla, pero no se canta, sólo se baila en círculo.

FANDANGO Y MALAGUEÑA: Viene de Andalucía, aquí coge un carácter más lento, elegante, pero sin perder su sabor.

Lo más importante es la música de la copla.


El baile es muy similar a la seguidilla, se utilizan los mismos pasos.

Hay una característica especial: que siempre que el “cantaor” canta, el paso va en comparsa con la canción, cobra más importancia al acabar la copla.

En el estribillo coge más importancia el baile.

Que la conoce no diga
el que de La Mancha sea,
que la conoce no diga,
si el fandango no ha cantao
ni ha bailado la seguidilla.

Julián Plaza Sánchez y  Purificación Muñoz Lázaro.

EL PANDORGO

Y, después de la fiesta, / el Pandorgo sin cresta.” Hubo un tiempo en que los mozos le cantaron así: con una burla grotesca. Hoy como la fiesta dura todo el año ya no se le puede cantar la copla. Pero al final, el Pandorgo queda para el arrastre, sin linda y m alhumorado porque todo se ha ido en músicas, vino, pan y toros.

Los estudiosos afirman que al principio del siglo XVIII se había instituido la fiesta de la Pandorga que corría a cargo del Alférez Mayor, fiesta que, además de la típica serenata de bandurrias y guitarras dada al pie del camarín de la Virgen del Prado, se invitaba a intervenir a otras agrupaciones de bailes regionales. En alguna ocasión la fiesta de la Pandorga fue suspendida por decisión del primogénito del Marqués de Castellanos.

La figura del Pandorgo se ha reencarnado ha poco. Es el Alférez Mayor de antaño; el que rige la mayordomía de la Fiesta; el “bulle y mando” del baile, el caporal de la cuadrilla guitarrera, el que tiene el poder como Mefistófeles en esa noche del último día de julio. En los tiempos nuevos ya hay una colección de Pandorgos vivos: Tomás, Pablo, Justo, Antonio, Benjamín, Emilio, y el de hogaño, que es otro Antonio con buena pata y metido en carnes. Cada uno ha tocado su palillo y ha gobernado durante un año haciéndole sombra a su ilustrísima el Regidor de la ciudad. La presidencia de los actos profanos ha sido compartida lo que demuestra la importancia de la figura del Pandorgo.

La elección de éste tiene un fondo democrático aunque la participación siempre es limitada. Todo se reduce a las peñas que se consideran genuinas representantes del pueblo. Ellas proponen y la Justicia dispone y, luego, los Pandorgos de otros años le eligen el nuevo, que ha de ser de carne y hueso, y ha de tener la potestad de cambiar la tristeza por la alegría y el mal por el bien y el hambre por el buen llantar y beber.

Este año, Antonio Villaseñor Turri11o se ha convertido por medio de este simple rito en el Pandorgo/86. Ya tiene atalajado el carro con las mejores galas y la yunta con campanillas de plata en el cabezal para llevar a los músicos que cantarán las coplas a Santa María del Prado:
La pandorguera Virgen,
la pandorguera,
déjame mil perdones,
que yo te quiera.
Si no lo haces,
las uvas y mis bésos
son mas agraces.

Despertar. Semanario de Castilla-La Mancha Nº 10 Julio-Agosto 1986



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