sábado, 7 de noviembre de 2020

“FARRUCO”, UN SIMPÁTICO Y PÍCARO MENDIGO

 

Farruco. Óleo de Martín Casado, año 1969    
                       

Decíamos que nuestra calle, era un continuo tránsito de personas, puesto que comunicaba la zona de la Estación de Ferrocarril, el barrio de Larache y de las “eras del cerrillo” (actualmente la zona de los cines y de los juzgados) con la Plaza del Pilar. A una de ella me voy a referir a continuación, concretamente al famoso pícaro-mendigo “Farruco” que proveniente de la vecina localidad de Miguelturra llegaba todos los días a Ciudad Real y raro era el día que no pasaba pidiendo por nuestra calle.

Parece que lo estoy viendo bajar por la calle, vistiendo de forma desarrapada y con un saco a la espalda que le servía de “maleta”, para ir metiendo en él, todas las cosas que le iban dando los vecinos, pues pedía casa por casa.

Sus costumbres higiénicas, no eran las más deseables, y los niños nos arremolinábamos en torno suyo solicitándole que hiciera una de las cosas que mejor sabía hacer, y que no era otra que producir unas “enormes y estruendosas ventosidades”, que a los niños, nos hacía reír muchísimo, sobre todo por el peculiar sonido que emitía, no dejándole marchar hasta que no repitiera una y otra vez aquella grosería.

Una anécdota, muy comentada por todo Ciudad Real en aquella época fue, que un día Farruco, se presentó en el convento de las monjas (el escritor habla de las Hermanas de la Cruz y su convento de la Plaza de Santiago) para pedir, y como las monjitas, habitual y regularmente le daban a Farruco algo de comida o ropa, no tuvieron inconveniente en darle lo que les solicitaba, aunque en aquella ocasión, las monjitas tenían un carro lleno de leña para calentarse en los fríos días de invierno de nuestra ciudad y le propusieron a Farruco que le darían una suculenta comida si les descargaba el carro de leña.

El pícaro de Farruco les dijo que sí, pero que como tenía el “estómago vacío”, primero tendría que comer para coger para coger fuerzas, y después les descargaría el carro de leña. Pues así se hizo, las monjas le prepararon de comer como solo ellas sabían hacer, es decir magníficamente y terminado de comer opíparamente, le preguntó Farruco a las monjas…queridas hermanas ¿saben ustedes cómo hace el tren?... las monjitas no sabían a qué venía esa pregunta y Farruco con todo su desparpajo, agachó la cabeza y se encogió, poniendo los brazos como las “bielas de las antiguas máquinas de vapor de “Renfe” y gesticulando en voz alta dijo, ¡pues así funciona el tren! Y se marchó diciendo “pi chachachá…  pi chachachá… pi chachachá…, quedándose las monjitas asombradas de ver cómo Farruco se iba alejando y sin descargar el carro de leña.

Bernabé Casado cuenta que Farruco frecuentaba mucho su casa, porque además de pedir, pícaramente les decía a las chicas que estaban cosiendo o bordando… a ver chicas, a ver cómo os dais la vuelta… para verles las bragas y cuando se percataba su madre Concepción, salía a escobazos con este personaje.

Agustín Jiménez Cano “Historia de la calle Pozo Dulce (años 50-60)  


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