miércoles, 24 de julio de 2024

LOS VERANOS DE LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX (II)

 

Antigua imagen de la calle del Ángel con el fondo de la torre de la Parroquia de Santiago con su viejo chapitel


Y vamos ya con la cuarta -verbena de tradición, la de Santiago Apóstol, en la noche del 24 de julio. Los percheleros no querían que nadie les ganase la partida e instaban al párroco Alejandro Lapastora, a que además de que la iglesia permaneciera abierta hasta la madrugada, no faltara una solemne misa al día siguiente en honor del titular del templo. Y he dicho antes que los percheleros- entre los que se encontraba quien escribe- no querían dejarse ganar la partida, porque muchos de estos vecinos de las calles de Calatrava, Altagracia, Refugio, Lirio, Norte y plaza de Agustín Salido, colocaban en las puertas y ventanas farolillos, que algunas veces ardían sin que pudieran cumplir su misión al completo, con gran disgusto de quienes lo habían colocado.

La otra gran fiesta popular del verano era la Pandorga, en la noche del 31 de julio en el paseo del Prado, ahora suprimieron lo de «Paseo» y les llaman «Jardines», pero de esta fiesta no vamos a dar detalles, bien recopilados en un reciente artículo muy completo del buen amigo Manuel Alcázar Bermejo en La Tribuna. Si recordar que los asistentes a la fiesta, en la que Mazantini, el ciego Argumosa y Pepe eran puntos fuertes a la hora de tocar y cantar las manchegas, pues por diez céntimos- una perra gorda- podíamos hacernos con una gaseosa fresquita en la fábrica de Ruiz de León, y si nos juntábamos varios amigos podíamos comprar una docena por una peseta.


Puestos de la Feria de Ciudad Real en 1926 en el Parque de Gasset

 

Los ciudarrealeños hemos «disfrutado» siempre de mucho calor en el largo verano, que culminaba de Virgen a Virgen- la del Carmen y la del Prado-, pero alcanzaba los más altos valores termométricos de Santiago a San Lorenzo, aunque por las noches podíamos defendernos dejando las ven ­ tanas abiertas, incluso en las habitaciones dormitorias que daban a la calle, aunque había que apagar la luz para evitar los mosquitos y a algunos mirones, que era dados al «ventaneo» para curiosear. Pero por las tardes, cuando más apretaba el calor, era confortante escuchar las voces del vendedor de helados, que con sus garrafas recorría las calles ofreciendo su mercancía, que no era otra que un vaso de horchata o de limón helados, que a los peques nos agradaba poder adquirir en la misma puerta de nuestras casas a cambio de unas monedas.

Ya cuando llegaba el 15 de agosto y se salía a la Feria, recién instalada en el Parque de Gasset gracias a la decisión del Ayuntamiento que presidió José Cruz Prado, había noches que refrescaba más de la cuenta y las damas, en los bailes, tenían que echarse alguna ropa ligera a los hombros, mientras en la Fuente Talaverana y la Ferroviaria se bailaba al compás de orquestas que en ocasiones no pasaban de discretas. Terminaba nuestra Feria en la noche del 22 de agosto, con la consabida traca final, pero enseguida venía la de Almagro, a partir del 24, que para los vecinos de la capital tenía mucho atractivo, tanto para ir a los toros y degustar las bien aliñadas berenjenas, sino también para participar en los bailes, que de siempre era muy animados y nos gustaba alternar con los amigos y amigas de la ciudad de los encajes. ¡Que tiempos!

Cecilio López Pastor. La Tribuna de Ciudad Real, martes 15 de agosto de 2000

 


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