martes, 27 de febrero de 2018

EFEMÉRIDES MANCHEGAS: LA HERMANDAD DE “LA SANTA ESPINA”



El libro de actas de la Hermandad de “La Santa Espina”, de cuya existencia nos da cuenta don Ramón González Díaz en un trabajo publicado en el “Boletín de Información Municipal”, comienza en el año 1719. Pero en el preámbulo del mismo se copia una bula del Papa Clemente VIII donde se afirma que “…Nos fue hecha relación que en la Iglesia Parroquial del Señor Santiago de la ciudad de Ciudad Real, de la Diócesis de Toledo, hay instituida llanamente una Cofradía así de hombres devotos, como de mujeres, con invocación de la Santa Espina de Jesucristo, para honra de Dios Todopoderoso y salud a las ánimas y provecho del prójimo… Dado en Roma en la sala de San Marcos, año de la Encarnación del Señor de mil seiscientos tres años, en veintiséis de abril año duodécimo de nuestro pontificado”.

Si esta transcripción responde a la verdad, como parece desprenderse de los datos cronológicos e históricos, resulta que la Cofradía de  “La Santa Espina” fue de las más antiguas de nuestra Semana Santa, ya que su origen se remonta a los comienzos del siglo XVII. En sus “constituciones” se limitaba a veinticinco el número de hermanos, se habla de túnicas rojas grandes y pequeñas y se establece la aportación de “un hacha de cuatro libras de cera”. La cofradía debió sufrir luego un prolongado paréntesis d atonía y quizá de inexistencia, hasta que se reorganiza el año 1779, “…en obsequio de una de las setenta y dos espinas que taladraron las sienes de la sacrosanta cabeza de Jesucristo y de las cuales se componía la corona, que sobre ella fijaron nuestras culpas, cual piadosamente creemos que es una de ellas la que se venera en la parroquia de Santiago de esta Ciudad Real…”.

Es decir, que aquí existía la preciada reliquia de una espina de la corona del Señor y una cofradía que le rendía culto secular. Pero su historia, a juzgar por el mismo libro de actas que comentamos, se ve interrumpida en varias ocasiones y “La Santa Espina” no es citada siquiera por la señora Pérez Varela en el capítulo sobre “Cofradias y Hermandades” de su interesante folleto “Ciudad Real en el siglo XVIII”. Fue ya al iniciarse el presente cuando resurgió para que cerrase la procesión perchelera de Santiago en la tarde-noche del Jueves Santo: un modesto panadero, Silvino Campos, tuvo la iniciativa,  contando con la eficaz ayuda del párroco don José Antonio Espadas. Y entre los hermanos mayores que le dieron postrer realce, el compañero Cecilio López Pastor –sin duda el mejor historiador de nuestra Semana Santa contemporánea- nos cita a don Juan González Dichoso y al impresor Maximino Díaz.

¿Era acertado el “trono” o “paso” que se hizo para la venerada reliquia?: una gran custodia de apariencia ojival, que no pudo ser de metal precioso, albergaba el relicario; y flanqueando la dorada custodia, las figuras de dos ángeles de acentuado barroquismo y exagerada policromía. No creemos era, ciertamente, una genial obra de arte, aunque el lector podrá juzgar con mejor criterio observando la adjunta fotografía. Pero contenía una reliquia impar, en la que el pueblo creía con fe de siglos.

La iconoclastia del 36 lo destrozó todo.

La devoción y el entusiasmo de los años cuarenta todo lo rehízo. Menos, lógicamente, este paso de “La Santa Espina”, porque su contenido y su simbolismo eran irreemplazables.

Antón de Villarreal. Diario “Lanza”, sábado 26 de abril de 1975, contraportada.


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