sábado, 15 de agosto de 2020

LA SONRISA DE ELLA


La imagen de la Virgen del Prado destruida en 1936 por republicanos del Frente Popular

¡Vállame Dios, como hubo de complacerme “Perchelero” de “nacencia” o no, seas quien seas o vengas de donde vineres, pues no sé quién eres, aquello de “¿Y de la Pandorga, que?” que hace días, uno después de la Pandorga, lanzaste, desde LANZA, con una oportunidad cierta y un cariño “por lo nuestro” más cierto y emotivo aún! Y pecado había de cometer, como manchego, no dándote las gracias por lo que de recuerdo tiene para estos cachicos de nuestro patrimonio querido, sentimental y bonito ¡que nos van perdiendo!

Hogaño, mi buen “Perchelero”, iba a escribir algo sobre esta popular, antigua, sabrosa, fiesta local, tal que hice, también desde LANZA, no ha mucho, en varios años casi seguidos. En aquella ocasión, hasta la prensa barcelonesa comentó, elogiosa, nuestra Pandorga, pues, sobre lo publicado por mí, aquí, allá lo llevó un buen periodista, de acá, conocido por todos. Y, fuera por lo que fuera y con más o menos colorista llama, dos años ardió tan ciudarrealeño festejo, en su día, con baile en tablado, junto a las tapias del templo patronal y por añadidura grata, con bien surtidas y novísimas poesías de las cuales, tú, como vate, puede no estuvieras muy apartado. Pero apenas hubo cante, pues “un cursilón seudo-snobismo de estar siempre a la moda” –aunque tardía y trasnochada con demasiada frecuencia- acabó con él. Aclaremos: aquella noche hubo una voz, jaranera y alegre en su época, que, beneméritamente nos cantó cascada y vencida ya, pero en manchego, y un joven, con la suya pastosa, buena, varonil, regalonos con unas seguidillas de la tierra que a poco nos supieron. Pero nada más, pues faltó, en tan señalada noche, el entusiasmo el pugilato, entre “cantaores”.

Recordarás se originó, como colofón, el lamentable espectáculo que, con autorización exótica y snobista, profanó aquel ambiente única y exclusivamente ciudarrealeño –ciudarrealengo- con entrometidos guitarreos, morbosos, y canciones, modorronas, pamperas y mexicanas, suficientes para disolver la muchedumbre sedienta de Pandorga y congregada, con entusiasmo, en el Prado para solazarse con la casi perdida fiesta que quería resucitar “en honor emotivo, cordial y fervoroso a su Reina excelsa”. Tengo entendido hicieron su agosto los improvisados “aguaduchos” que mantuvieron la ilusión de los clásicos que, a comienzo de siglo, instalaban adosados a las tapias de las salas capitulares y cuyo efímero resurgir allí; no volverá nunca más!

La Virgen del Prado en su paso en los años cuarenta del pasado siglo XX

El recuerdo de aquellas filarmónicas interferencias extrañas moviome, temeroso de su repetición, a poner punto en  boca o, mejor, quitar el punto a la pluma este año y conformarme solamente con entrar en la Catedral para, como tú, “ver a la Virgen”, y, como tú refieres de ti, me senté en el Prado para añorar como único recurso.

Si, tienes razón, no hubo, el 31 de julio, ni un humilde rasguear de guitarras campesinas, ni vibro la varonil voz de mis paisanos -¡oh, “Mazantini”, Paco Argumosa…! –cantando esas seguidillas, agrestes, sahumadas de labriego polvo de “vereas” y de eras y colmadas de amor y devoción, que anularan la copia de la cicatería famosa, que los tiempos confirman no fue sola de aquel Maldonado.

¿Por qué ha de ser olvidada, sepultada, la noche en que la zagala, la novia feliz, jugosa y maciza esperaba a su gañan, mayo, cantando aquello de:

“La Pandorga en la calle,
ya va danzando.
Llévame del bracero
De fiesta al Prado”.

Aunque, al presente, no puedan, como antaño, beberse una gaseosa “de bolita”, de la fábrica “del alcaldillo”, sentados en la barandilla del paseo. Para lo que han hecho, no era preciso todo el mar arborofobo que hicieron en el vergel de la Virgen.

Pones en tu artículo que “mientras ciudades progresivas y supercivilizadas cuidan y miman aquellas folklóricas manifestaciones que hablan de su pasado”, aquí hacemos -¡hacen, los que lo hagan!-, de “Juan Simón” con lo castizo y entrañable nuestro, y, remato, son tan diestros los “enterraores” que el inventario de sus “hechos” es, por desgracia, pródigo.

Y no estará de más recordar “algo” de lo que espigando, espigando, comente otras veces, y aún sugerir otros “algos”, ahora:

Antes, mientras la Virgen  estaba abajo, la Catedral trascendía a reguera de huerta, que es igual que decir  a albahaca. Matas grandotas y floridas regalaban a la Señora, dejándolas a sus pies, las hortelanas que, al amanecer, antes de poner su puesto en la plaza, pasaban a darle los buenos días. ¿ Por qué no le traen ya matas de albahaca florida las hortelanas? ¿Por qué, el 15 de agosto, no modernizamos, poniéndola el día, exaltándola, la belleza suma de esta oferta vieja y sencilla haciendo que cada niño de Ciudad Real le lleve una flor, una flor solo, pero blanca, a la Patrona? A la Virgen, únicamente flores blancas. Desde la olorosa vara de nardos, a la señorial rosa, al clavel reventón o de cinco hojas, a la ampulosa rama de gladiolos, a la pomposa dalia, a la radiante margarita… al humilde y apretado grupo de geranio blanco, para que las camaristas de la Señora, en guardia de honor a sus pies, las vayan clavando su verde armadura de albahaca y compongan, de ese modo, en su carroza, en forma de cuajado ramo blanco, bienoliente, el entrañable filial homenaje de pureza, bondad y cariño infantil a la Madre, asentado sobre la albahaca de humildad de las madres. Y si sobraran flores –que sobrarían- en unas parihuelas armar otro ramo monumental para que, durante la procesión, lo portasen, a hombros, los cofrades de la Ilustre Hermandad como honor singular y como escaño o peana del secular estandarte absurda e imperdonablemente arrinconado, y no sabemos en qué condiciones de seguridad conserva tan valiosísima, preciada y rancia joya de la Hermandad ¡Como reiría la Virgen! ¡Si viera la ufana que va Nuestra Señora del Rosario, advocación patronal de Cádiz, entre la imponente montonera de flores formada, en su trono, a razón de una sola vara de nardo por niño gaditano! ¡Oh Reina de los Desamparados valenciana sobre altar de flores!...

El inicio de la procesión de la Ilustre Hermandad en los años sesenta del siglo XX

Sin ninguna caridad, ni respeto alguno, con injusticia manifiesta, había quien se mofaba de los “amortajaos” que, publica y rendidamente, cumplían su original promesa. Pero, entiendo yo con amor y sonrisas pagaba la Virgen a los “amortajaos” que de rodillas, sangrantes por la arena, y con los brazos en cruz, macizados los dedos con goterones de cera, daban la vuelta al Prado –desde luego esto se terminó- o alumbraban en la procesión ataviados con el vestido que sus deudos les tuvieron preparado para el viaje eterno, fallido gracias a Ella! Con respetuoso silencio se ven desfilar en una romería gallega a los moribundos, grandes y chicos, mujeres y hombres, que sanó la Virgen aldeana, a la que acompañan solemnes, cargados con los ataúdes que tuvieron dispuestos. Nuestros “amortajaos” erais menos macabros, pero la burla, cruel, despiadada, censurable entre civilizados, los desterró.

¿Por qué suprimir las bengalas a lo largo del recorrido procesional y triunfal de la Señora del Prado que mereciera elogio de los forasteros, calificando el detalle de singular y bello? ¡Cómo reía la Virgen entre llamaradas rojizas, cual las del amor bueno quemándose en buen amor!

En desfile sin igual y grandioso, siete mil almas que la alumbran en su día. ¿Por qué la juventud ciudadrrealeña, ataviada a lo nuestro, al pasar la Señora por el Ayuntamiento, no la paran y, desde la terraza, con señorial fondo de luz y reposteros, -qué lástima aquel tapiz, tan maltratado, que para el balcón central pintara Andrade!-, no la festeja con la encantadora danza de Porzuna y, al remate, no la “feria” con simbólico diezmo de nuestras cosechas y artesanías en esportillos de esparto? ¡Cómo reiría, satisfecha, la Virgen! Cáceres, y aquí, cerca Valdepeñas, nos dan cumplido ejemplo de estas manifestaciones folklóricas locales, de pura ley, rendidas a las plantas de sus Patronas.

¡Detalles de belleza insuperable! ¿verdad? ¡Cómo reiría, seguramente, la Patrona con ellos! Porque, -¡qué pena!- la garrida Morena del Prado está seria hace muchos años. ¿Por qué no reirá, ahora, la Virgen? Fíjate en esta estampa, el encanto de la risa, -¡antes!-, de “la mejor Moza de Ciudad Real, la que en la espalda lleva, -¡llevaba!-, “el águila imperial”.

“De rosas y claveles
y de alhelíes
 se Te llena la boca
cuando te ríes”.

¡Di-quí a luego”, amigo “perchelero”. ¡”Choca esos cinco con cordialidad singular y esperanza!

Julián Alonso Rodríguez. Diario “Lanza” martes 14 de agosto de 1962

El paso de la Virgen por la Plaza Mayor a inicios de los años cincuenta del siglo xx

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