Portada
de la revista “Vida Manchega” publicada el 10 de abril de 1916, donde se puede
ver la procesión con el féretro Doña Teresa Rosales, viuda de de Medrano, al
salir de su domicilio en la calle Caballeros
Hasta el año 1972, era costumbre en
nuestra ciudad, el acompañamiento del clero parroquial en procesión, desde la
casa mortuoria, es decir, en la casa donde el óbito se había producido, o en la
que había sido depositado el cadáver para ser trasladado a la iglesia donde se celebraban las exequias, costumbre que se sigue manteniendo en
muchos pueblos de la provincia. Por razones de tráfico, se suprimió en Ciudad
Real esta costumbre, por un decreto del entonces Obispo-Prior, D. Juan Hervas,
que comenzaría a aplicarse desde el 1 de enero de 1973, y que fue publicado en
el boletín oficial del obispado en noviembre de 1972. A continuación reproduzco
el decreto:
“Decreto
del Obispo Prior sobre el nuevo Ritual de Exequias.
La
Comisión Episcopal de Liturgia publicó el 3 de diciembre de 1971 en nuevo
ritual de exequias, preparado según las directrices del Concilio Vaticano II, y
confirmado por la Sagrada Congregación para el Culto Divino el 23 de septiembre
del mismo año.
Encomendamos
a la Comisión Diocesana de Pastoral y a la Subcomisión de Liturgia realizar los
estudios previos para su implantación en nuestra -diócesis y para ello se
celebró, una reunión de delegados arciprestales de Liturgia el 6 de mayo de
1972 y otra del Colegio de Arciprestes el 25 del mismo mes, que estudiaron los pormenores
a que da origen la pluralidad de tipos de celebración previstos en el nuevo
ritual. Como no hubiera plena, unanimidad de pareceres en algunos puntos,
hicimos una consulta a todos los sacerdotes el pasado mes de septiembre.
Vistos
los resultados de esta encuesta, y oídos los asesoramientos de nuestros
colaboradores, decretamos lo que sigue:
l.-El
nuevo ritual de exequias entrará en vigor en nuestra diócesis el día primero
del próximo año 1973.
2.-El
rito normal de la celebración exequial será el tipo I, modalidad simplificada,
descrito en los números 102 al 122 del ritual, completado con la “estación en
la casa del difunto”, como se describe en los números 71 al 76 del mismo
ritual; es decir, se mantiene el levantamiento del cadáver y su traslado
procesional desde la casa mortuoria a la iglesia, excepto en la capital, donde
razones de tráfico imponen que el rito exequial comience en la iglesia suprimiéndose
el levantamiento del cadáver y el traslado procesional.
3.-
Si en alguna otra población existiesen las mismas razones, podrá seguirse la
misma norma de la capital, pero a condición de que el párroco cuente para ello
con la conformidad de los feligreses, a los que habrá que consultar previamente,
dándoles un plazo conveniente, antes de tomar la decisión. Si en la población
hubiera varias parroquias, todas observaran la misma norma.
Fotografía
publicada en la revista “Vida Manchega” el 10 de agosto de 1917, donde se puede
ver la procesión con el féretro D. Juan Ayala
4.-
La estación en la casa del difunto se hará con vestiduras sagradas, pero se suprimirá
el canto durante el traslado procesional de la casa a la iglesia. Incluso en la
iglesia, si no puede interpretarse decorosamente el canto, es preferible hacer
el rito recitado.
5.-
El rito exequial lleva consigo siempre la celebración de la Santa Misa, a no
ser que lo impidan las rúbricas o que resulte totalmente imposible.
6.-
Ordinariamente se utilizará el calor morado para las exequias de adultos y el
blanco para las de niños, aunque pueda también utilizarse el negro donde
existan ornamentos preciosos de este color.
7.-
Recomendamos vivamente a los párrocos que aprovechen las reuniones de
familiares y de todo el pueblo de Dios a que da lugar la muerte de los fieles,
para tener con las personas reunidas en la casa mortuoria, corpore insepulto,
alguna celebración de plegaria, donde no falte la lectura de la palabra de Dios
y el comentario homilético, que sirva de consuelo y haga brillar la fe y la
esperanza.
8.-
Es muy de alabar, y lo recomendamos encarecidamente, que alguno de los
presentes mientras se da sepultura al cadáver en el cementerio, dirija alguna
oración comunitaria por el difunto, pudiendo utilizar alguna de -las oraciones
contenidas en los números 97 y 100 del ritual.
En
esta ocasión creemos oportuno recomendar también que, en la celebración de la conmemoración
de Todos los Fieles Difuntos (2 de noviembre), se procure dar un carácter más catequético
y pastoral a las celebraciones en el cementerio, preparando un rito digno y
comunitario, y evitando, si es posible, la recitación de responsos.
Confiamos
que el buen sentido pastoral llevará a todos los sacerdotes a saber aprovechar
la riqueza de formularios que ofrece el nuevo ritual, para que las
celebraciones exequiales alcancen los frutos que pretende la Santa Madre
Iglesia.”
Procesión
con el féretro D. Rafael Martín Herrera, fotografía publicada en la revista “Vida
Manchega” en mayo de 1918