viernes, 6 de junio de 2025

ALARCOS PREHISTÓRICO

 


Lacurris y también Larcuris, así es nombrada la importante ciudad de Ovetania que baña el Guadiana, señora y dueña del suelo donde corriendo los siglos se había de alzar Ciudad Real con el destino a su vez de ser en la Edad Moderna la capital de La Mancha. El hallazgo de una lápida erigida en honor de P. Cornerio Sarcuritano encontrada en Malagón dio motivo al eminente Zurita para hacerle vecino de Alarcos; deducción, que con Florez aceptaron la inmensa mayoría de nuestros geógrafos e historiadores.

Entre los geógrafos e historiadores antiguos solo y únicamente Tolomeo nos da cuenta de la existencia de esta ciudad en el siglo 2 de la Era Cristiana; pero situándola entre Baeza y Toya. De su origen y condición en los siglos anteriores al geógrafo de Alejandría como de sus vicisitudes hasta Alfonso VI, época gloriosa de nuestra reconquista, todo enmudece, a su alrededor solo reina un profundo silencio.

Los historiadores de Ciudad Real que aparecen en el campo literario desde el siglo XVII hasta nuestros días, todos nos hablan de Alarcos; pero a excepción del Sr. Delgado Merchán, uniendo y enlazando la historia de las dos ciudades lo que para nosotros lejos de descorrer el velo sobre el origen y condición de Alarcos, lo hace más denso y tupido. El citado Sr. Merchán nos dice practicadas algunas excavaciones en la ruinas del Castillo, descubrió un lienzo de muralla cuyos sillares denuncian evidentemente su construcción romana. En nota añade; “visitando este lugar el sabio Académico R. P. Fita en Marzo de 1891 confirmó mi opinión” -Hist. Documentada p. 33. Esto no resuelve sino el más fácil problema de cuantos cabe establecer acerca del origen y destino de toda ciudad antigua y sobre las huellas que á su paso dejaron los diversos pueblos que en ella habitaron. Se imponía la exploración detenida del Cerro de Alarcos, para reconstituir su historia. Cuando los libros callan no hay otro camino sino el consultar a las piedras, remover la tierra y estudiar los vestigios, que el hombre sembró, analizándolo y estudiándolos a la luz de la Arqueología, ciencia donde los sabios van consignando sus observaciones. En esta grata tarea nos ayuda a diario el inteligente cuanto entusiasta de las glorias de esta Ciudad y de sus monumentos, el secretario de esta comisión D. Emilio Bernabeu. Perteneciente todo aquél terreno a D. Juan Ayala y Mira, gran industrial, a el nos dirigimos en demanda del permiso correspondiente, el que no sólo concedió gustoso, sino que puso a nuestra disposición al encargado de su gran Fábrica de Harinas, siéndonos altamente valiosa, pues a su indicación debemos exclusivamente el hallazgo de la Cueva que estudiaremos en su lugar, el que no vacilamos en conceptuar el más importante de los Monumentos Prehistóricos de Alarcos, el que ha de excitar los mayores anhelos de la Comisión de Monumentos y el estudio y observación de los arqueólogos.



Es el cerro de Alarcos el último baluarte o eminencia de la pequeña cordillera que, partiendo de las cercanías de Poblete, termina a la margen del Guadiana, dando paso a este río en su curso a Extremadura y protegía al camino romano que separándose en Guadalerzas del de Córdoba se dirigía por Malagón y Ciudad Real a Sevilla; de aquí el que la puerta de esta ciudad se llamara y conociera indistintamente por de Alarcos y Sevilla. Un collado le separa del anterior, que contiene los veneros del Arzollar, mina de Basalto y otros accidentes geológicos. Por el dicho collado se sube la empinada cuesta que conduce el Santuario, a nuestro atender asiento con sus alrededores de la antigua ciudad. Tomando la cumbre del cerro en dirección a Poniente, a unos 400 metros se halla una prominencia de 25 a 30 metros de altura sobre su nivel general, de forma circular, cortada por una cañada rocosa, que hubo de estar en los antiguo murada a todo su alrededor, a juzgar por los trozos de muralla, que se ven a su pie, y de aquí el nombre de castillo que lleva.

Al estar en sus alturas, ver aquella planicie que afecta la forma circular, de tierra arenisca, sin poca alguna diferenciándose por ello del cerro, claveteada toda de construcciones acasamatadas, que muchas de ellas parecen llegar hasta el suelo común del cerro, de diferentes géneros arquitectónicos, como pertenecientes a diversos tiempos y pueblos que en él dominaron y dejaron por lo tanto impresa su huella. Puede observarse en una, tener el cimiento de construcción ciclópea, seguido de mampostería ordinaria, dos construcciones separadas, una con bóveda de cañón o románica, en el extremo Sur y sobre las rocas de la mencionada cañada un cubo perfecto de mampostería que el pueblo conoce por la Mazmorra, igual en un todo a su homónima de Calatrava la Vieja, todas aparecen hundidas, rellenas de escombros, unas por buscar tesoros, otras por la acción del tiempo, ocultando su mutua comunicación y su destino y uso por lo tanto. Por esto creemos firmemente, que esta prominencia o elevación del terreno fue hecha a mano y por los diversos pueblos que ocuparon el cerro, en la medida que lo exigían las defensas y construcciones que en progresión ascendente se aumentaban en el Castillo. Calatrava la Vieja ofrece otro ejemplo de este género; esto en Oretania, que sin salir de la provincia pueden señalarse otras.

Al bajar la empinada y resbaladiza cuesta del Castillo por Occidente, a unos 20 metros de distancia se hallan restos de construcción pelásgica o Monumento ciclópeo. Sobre laja natural de aquel suelo se levantan dos hiladas de diverso tamaño y figura, como base, sobre ellas grandes peñascos afectando la forma de rombos, todos enormes, toscos, de figura irregular, sin argamasa alguna que los una y sujete, llenando sus huecos y sirviendo de cuña otras piedras pequeñas. Su altura es tres metros y once su extensión lineal, pero en el centro existe un hueco y dos a sus extremos. Su colocación es en línea recta de Oriente a Occidente. A nuestro pobre entender esta construcción es exclusivamente monumental; porque antiguo es en la historia de la humanidad el conmemorar hechos importantes por medio de PIEDRAS ERECTAS, testigos de mayor excepción los Libros Santos; Homero también nos habla en la Odisea IX siglos antes de Jesucristo de estas construcciones, aunque su descripción sea más bien poética que histórica. El Sr. D. Clemente García Retamero hizo una hermosa fotografía para el Diccionario.

Inocente Hervás. Diario “El Pueblo Manchego” 2 y 3 de julio de 1914




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